martes, 29 de junio de 2010
Máximo Ballester
Vuelo
Un hombre
pasa volando por el cielo.
Esto puede ser
que funcione en poesía, pero
en la realidad:
¿qué dirán las compañías aéreas?
Cómo obtener una foto de un murciélago surcando la luna
Tomar un viejo paraguas negro,
retorcerlo, desvencijarlo, aplastarlo
contra el piso, quitar el mango.
Elegir una noche de luna llena.
Salir al jardín con el paraguas roto
y una cámara fotográfica.
Arrojar el paraguas al aire directo
a la luna y tomar una fotografía.
Hacerle creer a todos que la foto
es de un murciélago surcando la luna.
Clepsidra
Estoy sentado
en la cima de un médano
y me cae arena en la cabeza.
Cada tanto me incorporo,
me sacudo y vuelvo a sentarme
en el mismo sitio.
No sé qué hora es y, lo peor,
cuánto tiempo llevo aquí, sentado,
dentro de estas paredes de vidrio.
Árbol
Han podado el árbol
de mi calle.
Está desnudo, el pobre,
y hace frío.
¿No habrá una buena vecina
que le teja una mañanita?
Nadie en la rosa
.
No había nadie en la rosa.
También llamé al martes
y resultó ser un sarcófago de antiguas avestruces:
se engullen todo lo que pienso y digo.
Tampoco nada en las cosas.
Sólo yo con la mueca de alguien.
Como besado por la muerte.
Maldigo este espejo multiplicado.
Eslogan demencial. Crucifixión baldía.
Sueño de un idiota que me regurgita
después de haberme comido sin ganas, sin hambre,
sin pena ni gloria.
Hartazgo.
Me instalo en verdes agonías.
Rodar como un frasco vacío y después contemplarme
en un ciprés.
Nada en las cosas. Nada.
Las avestruces han acabado ya
con la rosa que yo golpeaba para que salga alguien.
Ahora tengo los nudillos del color de los santos.
En el chorrito de la fuente de aquella plaza
yo bailaba dulce tocado por su destino.
Nota: Máximo Ballester nació en San Fernando, Buenos Aires, en 1964. Cursó talleres de literatura con Claudia Torre y de teatro con Rolando Malié en la Biblioteca Popular de Martínez. Escribe poesía y aforismos. En 1998 apareció Disfraz al agua (Ediciones Ocruxaves), su primer libro de poemas y, luego de participar en varias antologías, publicó en 2008 Musas Extraviadas (Editorial Dunken), que reúne buena parte de su producción de los últimos años. En 2009 publicó En la orilla, terminado en 2003, publicado por Ediciones Del Mono Armado. Pertenece a Cruzagramas, grupo de escritores en busca de alternativas.
lunes, 28 de junio de 2010
Juan Desiderio
Poema de amor desde la cárcel
Tu carne no cierra
y esta zanja
es un tajo de muerte
tu sombra abierta
en la zanja es
un tajo de muerte
la carne del mundo
y hay un gritón enfermo
hijo de una hermosa gimnasta
un alma que corre
con autos de fuego
en las autopistas de nada
de una zanja.
La carne se cierra
el metal hierve
yo cosía tus manos
con el algodón de mi raza
más dulce
que el terror
a la altura.
A las 2:30 hs. la cara del Chueco
A las 2:30 hs. la cara del Chueco
en la pantalla,
con naranjas en la cintura
creyéndose bombas.
Va a inmolarse por su fe,
va a fumar albahaca,
beber alcanfor,
parar con sus manos
mis palabras,
y conectarse con Alá.
El Chueco puso en su lengua
a la tierra
pensando que era el ácido
más grande de todos.
Se le hinchó la cara,
me pidió algo dulce.
Le mostré su foto antigua
quemando los portones
de la panificadora,
envuelto en un trapo sucio.
Ahora quiere una mujer
de arpillera,
rellena con arroz
para darle vida.
Fabrica pechos gigantes
con una vela,
pone ojos de sifón
brazos de manguera
y pies con dos ladrillos.
Mi novia, dice,
y su voz se repite
como un disco rayado.
De "El asesino de dios"
Buenos Aires es tensa y dulce
Un valiant azul estacionado
bajo una morera, en la calle
donde asoma la anciana horrible,
que mira a todos los que pasan
por su vereda de baldosas humeantes,
cordones llenos de caries.
raíces que asoman de la pared rota del jardín.
Buenos Aires es tensa y dulce
Sus noches de secretarias perfectas
desde el cuerpo al cuarto de atrás
donde discuten sus sueldos
y sueñan con hijos
para dejar de morir por un rato.
Buenos Aires en tensa y dulce.
Minada de sótanos con poetas suicidas
y músicos al borde de la pala
que los llevará otra vez al asfalto,
para electrificar la calle
con cantos densos, visiones bajo el agua
fijos en las piernas
de la vedette del Maipo
que toma junto a su hijo
y lee un cuento de Jack London.
Buenos Aires es densa y temible.
La hecatombe debiera ser en Plaza Pueyrredón,
los profetas existen y la luz
del último vagón
se pierde entre ventanas azules.
Nos ofrece chatarra a cambio de afecto.
Buenos Aires regala sus joyas.
Siete maniquíes, el hueso de un psiquiatra
durmientes en vías muertas
restos de hamburguesas en bolsas de arpillera
cien bolsas de arpillera sin hamburguesas dentro
un buitre con cara humana…
vi su dibujo en la tapa
de un libro de mitos urbanos.
También estaba la mujer alada
de manos y rostro cubierto de musgo
o el perro con patas de plástico
y celular en vez de lengua.
Pero el que me sofocó fue un viejo
su cuerpo estaba hecho de efectos naturales.
Ciclones, temblores, plantas quemadas,
edificios de paredes de vidrio…
Al regresar, contemplo el incendio de un banco
imagino monedas fundidas en manos de los avaros.
El edificio se derrumba, su inteligencia
forma un cerebro con chispas y rayos
Nota: Nació en Buenos Aires en 1962. Tiene publicados los siguientes libros: “Barrio trucho”(Trompa de Falopo- 1990), “La Zanjita” (Trompa de Falopo- 1996) y “Ángeles parricidas"(Ediciones Del Diego- 1998).
domingo, 27 de junio de 2010
Karina Sacerdote
Dos
no es triste
este partir y volver
este camino zigzagueante
por las cumbres y las simas
no es triste
caer y volar y caer
ni siquiera es triste
la asfixia de estar solo
nada es demasiado amargo
en la tristeza de lo que llora
porque la causa es la vida
este transcurrir
este modo de aprender
que no se lamenta
que no debe llorarse
la tristeza de ser tan felices
Memoria
qué recordamos en los recuerdos
qué cosas, qué nombres
qué instantes pasaran a revivirse
en la médula de las horas de espera
algunas veces los instantes del pasado
nacen en la nada de un naufrago
que aún espera encontrar la ruta del regreso
otras veces se mueren en los ojos de un viajero
que nunca mira hacia atrás
qué recuerdos alimentan los recuerdos
qué o quiénes construyen nuestra trama
a veces la lágrima acapara la totalidad de las luces
y es sombra ese revivir en la inmovilidad
otras veces es la risa el cáliz
que nos da de beber las noches del hoy
qué es la memoria
qué somos cuándo recordamos
la memoria ha de ser algo así como una imagen
como la imagen de nosotros sentados en la soledad
junto a una puerta cerrada
que no se sabe hacia dónde nos lleva si se abre
una imagen que se traga a todas las imágenes
nuestra propia imagen tatuada en una puerta
los recuerdos que recordamos
son el recuerdo de esos que fuimos
somos nosotros mismos
inventándonos la vida
Silencio
se puede golpear la puerta, patearla, romperla
se puede decir, bramar, gritar
se puede, incluso, hacer sonar las palmas
hacer eco cuando las lágrimas tocan el suelo
escribir las palabras más sentidas
dibujar gemidos en los huecos
pero el silencio
el silencio es lo único que logra
hacer ruido en quien nos cierra los ojos
Quién no calvó un puñal del poemario Terapia intensiva
quién no clavó un puñal
en el corazón de otro
y arrancó con tenazas sus uñas
y rebanó sus músculos
despedazó sus nervios y sus venas
tajeó su piel
cercenó su abdomen y su sexo
tronchó sus ojos
quién no despellejó y mutiló a otro
quién no abrió nunca
una cicatriz profunda
imposible
quién está tan vacío
como para no atreverse a herir
irremediablemente
Nota: En 2001 publicó sus primeros textos. Integró dos antologías internacionales en 2002 - España. En 2003 creó y dirigió el foro literario Azul y Palabras. Fundó y codirigió Revista Axolotl, Literatura y arte en lo profundo durante 2005 y 2006. Participó como jurado en varios concursos de cuento y poesía. Ha sido publicada en numerosas revistas y páginas literarias y culturales de la red en Argentina, España, Chile, México, Brasil, EE.UU. Sus poemas fueron traducidos al catalán, al inglés y al portugués. Publicada en 2007 en Entre Eros y Tanatos, Venezuela, Círculo de Escritores de Mérida. En “Diario de Poesía” en 2008 y 2009 en Buenos Aires. Forma parte de La Abadía de Carfax, círculo de escritores de horror y fantasía liderado por Marcelo di Marco. “Cuentos de la Abadía de Carfax I” y “Cuentos de la Abadía de Carfax II” editados por PasoBorgo. Su poemario “Terapia intensiva” se presentó en 2009. Coordina “Bendita Erato, varieté literario”. Participo en el libro Ahh Amores Humores Horrores como ilustradora en 2010. Es miembro de Cruzagramas. Participa del taller de entrenamiento actoral coordinado por Mariano Dossena.
sábado, 26 de junio de 2010
Alfonso Sola González
Poema
Alguna vez, cuando hayan pasado muchos años,
comprenderás estas y otras palabras de los viejos poetas.
Verás a los recolectores del humo de las cosechas
con sus trajes heredados
comiendo su racimo de uvas brillantes
bajo la verde
parra del paraíso
y verás que el invierno es un largo pájaro de plumas rojizas
que duerme en un país ruidoso y bien amado,
donde el agua no canta, ni embalsaman las flores
ni las ardientes esmeraldas crecen en las leyendas.
Comprenderás tal vez que la naturaleza es un cadáver enjoyado y triste
donde las almas atan su destierro
a ríos rumorosos, a pájaros, a flores majestuosas
bellas y sin sentido
y verás que estos últimos besos o palabras
sólo son una obscura brasa de viento que se apaga.
En un país ruidoso y bien amado
con alas y guirnaldas de viejos poemas
soñados en las calles, en las tabernas, entre los muelles,
Estaré fumando mi pipa junto al pájaro
que bebe la hermosura del mar..
Si allí no estoy cuando comprendas todo
no sé, no sé dónde decirte que me busques
mi pequeña muchacha, mi pequeña mendiga del jardín.
Mallarmé y la verdad de tu cuerpo
“La chair est triste, hélas¡
et je lu tous les livres¡
La carne es triste, ¡ay¡, y yo ya he leído todos los libros.
No, tu carne no es triste, amor,
no son tristes tus dientes que muerden el pan de la mañana,
no son tristes tus huesos que levantan tus pasos por el día,
ni el pelo aéreo y alto
ni el más oculto de la rosa que quema.
Sólo ellos, los pérfidos, son tristes,
Los libros
donde no se puede escribir tu belleza.
Tu carne no tiene letras o símbolos o nadie.
Tu cuerpo es el pan de la luna mojada,
es mi cuerpo en tu cuerpo
aunque la muerte diga que es un libro y que es triste.
Otro, mientras llega la hora de dormir
Los músicos han descendido en el jardín.
El largo pelo de la luna
cubre sus flautas, sus viejos violines.
Pero todos están en silencio
entre los rosales.
Y otro
Color de mar de otoño
es el ala del pájaro
que cubrirá tus hombros,
tal vez, ayer,
mañana.
Pero siempre me despierto en la noche para decir,
color de mar de otoño…
Felices Pascuas
Felices los que creen en el Espíritu Santo
felices los que creen en el partido comunista
felices los que creen en el dragón del Sol
o en el oscuro río de la noche
eternamente inmóvil.
Felices, felices los que en la flor del cáncer
encuentran la paloma
de la última hora.
Y feliz vos
y yo,
tan perdidos
en la soledad del amor,
cuerpos que fueron sombra
y ahora resplandecen en las viejas almohadas,
felices,
porque ya está el pan que quema.
Felices mis amigos que perdí
porque me perdieron
feliz el vaso roto
en la noche
sin el Señor,
feliz la espuma de los dientes
del lobo
tan solo,
en el bosque dorado;
Poema
Vivir por ti
por mí
por la naranja
del verano
que rodea el sol
y por los pobres hombres
que recogen
las hojas de las rosas
en el viejo jardín perdido
en el otro jardín.
POEMAS DE NITEROI *
1
En Niteroi ya no está la Bahía,
ni la luz ardiente
en la madera de tu boca
quemada por una sal lejana.
En Niteroi están nuestros amigos
que de lejos llegaron también;
en Niteroi hay un vaso podrido
por el amor,
un pájaro que no canta
en mi puño cerrado;
en Niteroi están tus rodillas
cubiertas, casi, por tu ropa adorada.
En Niteroi hay una señora que va a morir
con un espejo oscuro en la cartera;
en Niteroi hay un hombre que lee el diario
como si leyera el viento.
En Niteroi, en Niteroi, en Niteroi,
en Niteroi,
mi amor.
En Niteroi estamos
estuvimos tal vez,
cuando éramos inocentes
como una eterna arena negra;
y el mar
era un palacio
de lejanísima piedra de dulce pelo
tuyo
y mío,
mi amor.
En Niteroi hay una bandeja
de metal,
de fuego seco,
de mano calcinada,
gris como un guante de mar
en invierno.
En Niteroi hay un teléfono
que se quema a sí mismo
para esperar tu voz, mi voz
en Niteroi.
Y porque no estamos tristes,
en Niteroi
el viento del verano
traerá la hoja de la acacia
que en tanta alma sedienta gira
y moverá la estrella de tu pelo
para que duermas, luego,
sobre mi corazón.
Y mañana, otra vez
la puerta matinal abrirá
y tal vez piense
en el pavor del alba
que tú y yo
volveremos
a Niteroi.
Mendoza, noviembre de 1964
Nota MRS*un café en Mendoza
En Niteroi hay un gato sentado en la peluca del Juez.
En Niteroi está mi vida y mi amor
En Niteroi hay un botón perdido
en el diluvio
y las patas del ánade
que vuela y muere siempre.
En Niteroi está mi amor.
Cuando regreso a Niteroi
cruzando, solo, la sombra
del océano,
solo con una espada de ortigas
que no separa
las unísonas aguas,
saladas,
sedientas
como una perla de fuego negro,
sólo está mi amor,
en Niteroi.
En Niteroi está la juventud
y la gardenia que se oscurece con el día
y que arde en la noche
tuya,
en la tremenda noche
de cuerpo
mío.
En Niteroi estoy sacándome
los zapatos
que golpean
el piso
como alas
de ángeles secos
que tal vez
del paraíso descendieron.
En Niteroi
estoy mirando la miel perdida
de tus dientes blancos, grises, dorados
donde mi lengua duerme
antes que llegue el día.
En Niteroi está tu cabellera
llena de pájaros oscuros
que te levantan hasta el techo
de Niteroi,
y que luego descienden,
sostenidos por las puertas y el vacío
hasta mis ojos que lentamente leen la mañana.
En Niteroi hay una espada de musgo roto,
que me matará algún día,
lejos de Niteroi
El gato ha descendido de
la peluca
del Juez,
en Niteroi.
Mendoza, noviembre de 1964
III
En Niteroi está mi mano
abierta sobre la mesa,
esperando.
En Niteroi no hay nadie,
sólo estoy yo.
En Niteroi hay un vidrio oscuro
que no alcanza a ocultar el mundo.
En Niteroi hay un árbol
lleno de espejos corrompidos,
o tal vez alejados,
por el tiempo
que soy yo.
En Niteroi no hay nadie.
Sólo estoy yo,
esperando.
La naranja o el viento
o la violeta de plata
no están en Niteroi.
El lento barco de humo sepultado
no está en Niteroi;
la gaviota de marfil quemado,
la pluma mojada por una sangre lejana,
ya no está en Niteroi.
Sólo estoy yo en Niteroi.
Esperando.
Mendoza, noviembre de 1964
POEMAS DE HIROSHIMA
Sous le Pont Mirabeau coule la Seine
Et nous amours
Faut-il qu’il m’en souvienne
La joie venait toujours aprés la peine.
Vienne la nuit sonne l’heure
les tours s’en vont je demeure.
HIROSHIMA
I
Hiroshima,
mi amor, caminando.
No el ruiseñor,
no el ruiseñor del sol de la noche,
no el ruiseñor que desciende del laúd de la luna,
ni el ruiseñor de la monja vestida de novia,
no el ruiseñor
sino la inmensa alondra de los bosques quemados,
la alondra que no canta
porque otro día a ella, sin nosotros le pertenece.
No la pólvora quieta
la dulce pólvora blanca, errante, de la noche.
No el canto del jilguero matinal en las acacias,
sino Hiroshima,
mi amor
caminando.
No lo que destruyó el terror de una estatua hundida en los pantanos
o el fuego de una cabeza de alto toro de amor
perdida en el jardín,
si no tú y yo,
Hiroshima,
mi amor,
caminando.
Y si vuelve hasta mí tu voz en los secos teléfonos del olvido
y si llegan desde lejos
las piedras incendiadas de tus pechos oscuros,
si las terribles fuerzas del amor
caen un día, otra vez, en Hiroshima,
mi amor,
siempre,
caminando por la noche fugaz,
por los crueles mares que separan
mi boca de tu boca.
La vendedora de serpientes
Esa, la de ojos de ágata
la de fuego en la cintura,
la del anís rosado
esa, la gran leprosa del agua,
la nacarada, la de anillos untados
de cedro azul
esa, sí,
la serpiente
que envuelve la tierra,
un país de animales inocentes
y maestros que vuelven en la tarde
a sus sórdidas cuevas de papel y de glosas
esa, la víbora del hinojo y la leche,
la que he comprado para que grabe su nombre
en un árbol de mi casa,
esa serpiente, la más hermosa y mortal
ya devora los cerros cercanos,
ya la música del veneno
cierra
la boca amada
ya vendedora,
te pago la serpiente.
Con una bola de billar en la mano
Es tal vez conocido y en ciertos días suave
el tapiz donde rueda
tu marfil abierto,
cuando te muerdo el cuello
se cierra
la navaja,
la oreja atenta
al ruido de la muerte.
El crisantemo doble en la cocina
dice:
Señora;
hay que apagar las luces.
Tango pour Des Esseintes
En memoria de Miguel Angel Gómez, el poeta asesinado
“Yo soñaba con una Tebaida refinada, con un desierto confortable, con un Arca inmóvil y tibia en donde refugiarme lejos de la tontería humana”
Floressas des Esseintes
“Pero no ves gilito embanderado
Que la razón la tiene el de más guita”
Discépolo
“Tu n’heritéras a ma mort
Qu’un nom déposé sur un livre”
Tudor Arghezi
« Y el amor que haga siempre imposible el olvido;
y la revolución que a los hombres devuelva
sus potencias divinas”
Miguel Angel Gómez
Vuelves des Esseintes,
Vuelves de tu diván y el libro rojo y gris
Escrito a perla cerrada.
Vuelves de una noche de Fontenay-au-Roses,
De una noche escondida en una pobre piedra,
El hidrófano
Que sólo arde en el agua muerta;
Y vuelves con tu barba de porcelana de París de noviembre
Mecida por el aire de los viejos jarrones de Fontenay
Y los ojos de hortensia de tus amigos sin esperanza.
Viejo, querido, mentiroso Floressas des Esseintes.
Vuelves cuando todas las puertas están cerradas
Y aún no hemos olvidado la canción del castaño
(Te acordás, ahora, milonguita, del barrio perdido?)
En los bosques cercanos a París
Los burgueses almuerzan sobre papeles
Y has tenido piedad por el cristiano
Que muerde la cebolla y el pan
Y lee su evangelio, su novela de milagros terribles
Y se arrodilla el domingo en Notre-Dame
Roído por tus uñas de ópalo lunar.
Pero ten piedad, también, por Jean des Esseintes,
Por las plumas de absintye
Que caen de su corona dulcísima
Rodeada por los cerdos asados
Que con ojos azules
Esperan a la vieja señora de los mercados.
Los burgueses se aúnan en los bosques
cercanos a París
y el viento como una gran iglesia se deshace
arrastrando los papeles dorados por la grasa y el amor
sobre los puentes del Sena
hacia el mar
que sólo es una gota de agua seca,
en el botón de tu chaleco
de magnolia perdida.
Y hablábamos de ti, des Esseintes
Y pensábamos que ya regresabas, en el coche, a Fontenay
Y los panales de la antigua esperanza
Parecían luciérnagas espiadas por los turistas
Cuando salíamos del Hotel de Chinois
(Te acordás Marguerite?)
Y caminábamos silbando el tango de Gardel
Y alguien venía desde lejos
Resplandeciendo en el escorpión de un anillo, que era otro amor, tal vez.
Y era el verano o el otoño.
Y en las vidrieras había telas
Dibujadas con mapas anteriores
A los viejos países de la vida.
(Recordás las ventanas volando sobre los bosques rojos
Y, otra vez, un triste baile del 14 de julio embanderado)
Esta es la jaula de la lluvia
Este es el pájaro del Sena
Que ha cantado en Sainte-Chapelle
Para tu pobre vida,
Para los perros ciegos que ladran todavía en mi alma.
En el viejo boliche de la calle Maipú
(Te acordás, vos también, Miguel Angel?)
Pensábamos el tango que no tuviera fin en la vida ni en la muerte.
Aquí comienzo a escribirlo, tal vez,
Cuando Jean des Esseintes
Regresa en el viejo coche vacío
A
Fontenay.
Nota: Nació en Paráná en 1917. Frecuentó entre los treinta y los cuarenta el grupo de Girondo y después se radicó en Mendoza . Perteneció a la llamada Generación del 40. Se suicidó en octubre de 1974.Sus libros: “La casa muerta", "Elegías de San Miguel", "Cantos para el atardecer de una diosa" y "Cantos a la noche”.
viernes, 25 de junio de 2010
Francisco Madariaga
Mediodía en un remate de hacienda
a Roberto Borja y Gaspar Madariaga
Andaba por ahí Luicho Merlo,
gaucho negro,
rey,
¡y hombre de la Cuenca del Plata!
sin que nada preanunciara un gusto impuro
entre el
olor a caballadas.
Era una mañana luminosa, una mañana
Ley-País del
Día Puro,
lejos de la tormenta,
o de la noche…
así, como cuando yo he querido destronarme de mí
y ser la introducción el aire puto en la sombra
del sueño, aquel estero era circular y macho
de oro en el pre-invierno.
¡Trapiche-Cué, el estero!, cielo-junco redondo y ala
circular de abeja-junco, dinero acumulado
de los sueños del agua del consentimiento
hadal multiplicado por el color infantil de la delicadeza
del reino del Santo de la realidad y del relincho
que arde en el pecho del paraje correntino,
memoria sangral del agua madre,
eco,
¡y yo ya no tengo talento, oh gloria, queda mi cuento
disuelto en el sexo de la luminosidad!
¿De mí?: quedará solo un poncho gaucho caído
en el medio del cielo.
Están bañando unos caballos al costado del
teru teru…
La balsa mariposa
I
Los ruidos del invierno en la ciudad hacen que
yo busque, con desesperación inmóvil, los
ruidos de otra época lejana:
los ronquidos de los degollados en las
orillas del juncal.
¿No puedo ya grabar un escenario?
¿Los sonidos de un monto al costado de un hombre a
caballo?
Oh garzas, depredadoras de cielo, casi retenidas
por las flores de las aguas, contrabandistas
de las sombras de aromas, el aroma del
crimen de otro monto penetra en el palmar,
al menos popular, y sin loros.
En los albardones encontraréis un caballo
degollado color oro.
Fue allá en el porvenir de una querencia sombría,
alegre, lúcida, viajando en la sangrante
balsa mariposa de la concreta y salvaje
estación.
El canto no popular
Yo, el rastreador que ha dormido en los
atrasos de
la luna en los atajos peninsulares, y ahora
siento
el canto del desahogo, a través del
orgulloso coraje
oh mis pequeños seres del desamparo,
canto
mi canto con un lenguaje no popular, pero
cercano
a vuestros vestidos miserables
El vestido las telas livianas de las mejillas
despintadas
el olor de los motines talados de la miseria
siempre
en las flor del fuego del pensamiento
destruido
sin nacimiento en las coloridas y
espléndidas
organizaciones de las albas lujosas de todos
los días
de todos los montones de días ligeros y
azucarados
por las cañas dulces solares irredentas
ininterrumpidas feroces vivientes de la
irrectitud
siempre anárquica del espacio siempre
moderno
y siempre solidario con los cantos de las
invisibles
deidades y de los otros personajes reales
asombrados
de la miseria de los sucios paisanos que
encienden
el clavel del esperma nocturno sifilizado y
demente
y excitado por los cerdos.
Oh, en mi escenario, de rodillas. Cocinas
conteniendo
el aliento del dormido rencor en la palidez
del alba.
Oh, gente sin viajes, que no puede fumar
en el
fuego del universo su tabaco de miel
arrollada por
el invierno, su comida de humo bañando el
ligerísimo
mosquitero de rabia del color el color que
no trajina
por las camas y que sólo saluda a la sombra
con
sombrero del Ave María en el altar de los
santos
ensordecidos por los fétidos besos.
Oh, mí, el rastreador que ha dormido tirado
entre
los yuyos, entre la ferocidad joyal de las
palmeras
en el borde del agua, y de una cocina sucia
llena
de lechos sucios y de tarros con jazmines
calentados del ex-alba.
Un palmar sin orillas
El muerto en la campaña del otoño
ha vuelto a florecer en mi
memoria.
Ha revuelto el rostro contra huellas,
y ha arrancado la raíz del maíz terrestre
y celestial,
crecido en los parajes de sangre y
caballadas.
Para nada ni a nadie reconozco en mi
memoria
un poder mayor que el agua del País de la
Garza Real,
o sólo tal vez al color del padre muerto
que vuelve a reclamar su derecho a un palmar
sin orillas,
internándose en un desaparecido mar.
.
Nota: (Dice Lucio Madariaga) Francisco Madariaga nació el 9 de septiembre de 1927, y a los 14 días de vida fue llevado al Paraje Estancia Caimán, Tercera Sección, del Departamento de Concepción en la Provincia de Corrientes, Argentina. Hasta los 15 años de edad vivió entre esteros, lagunas, palmeras salvajes y los gauchos más arcaicos que aun quedan en la Cuenca del Plata. En este escenario pasó su infancia marcado por el idioma guaraní que nunca dejó de hablar ni bien llegado a su tierra. Viajó a Buenos Aires para completar sus estudios en el Colegio Nacional Mariano Moreno y residió allí, alternando con largas temporadas en el campo, sin perder nunca el contacto con Corrientes.
En 1947 a los 20 años de edad, conoció al narrador Gerardo Pisarello, a quien visita por primera vez en su casa de Saladas, Corrientes, que marcará el inicio de una profunda amistad. Luego por esos años conoce al escritor entrerriano Alfredo Martinez Howard, quien le presenta a Enrique Molina.
En Buenos Aires en 1951, se vinculó con los surrealistas organizados alrededor de la figura de Aldo Pellegrini donde se reunían poetas, pintores, escultores, cineastas y músicos que se nuclearon para publicar las revistas “A partir de Cero” y “Letra y Línea”. Por esa época también se vinculó con la revista “Poesia Buenos Aires” que dirigía Raúl Gustavo Aguirre, donde publicó sus primeros poemas, y luego de su acercamiento al surrealismo, continuó frecuentando a los miembros de esta Revista. En palabras de Rodolfo Alonso: "Aunque llegaría luego a ser, con toda justicia, la joya más preciada de los surrealistas, nunca olvidó que comenzó a publicar en Poesía Buenos Aires, y que siempre lo consideramos uno de los nuestros" .
En 1954 conoció a Oliverio Girondo, y en su casa de la calle Suipacha, donde vivió con Nora Lange, compartirá magnificas veladas, entre otros, con Miguel Angel Asturias, Lisandro Galtier, Edgar Bayley, Olga Orozco, Juan Antonio Vasco, José María Gutierrez, Ramón Gomez de La Serna, Xul Solar, Enrique Molina, Marcel Marceau, Carlos Latorre, Juan Filloy, Romulo Macchió, Rodolfo Alonso, Aldo Pellegrini, Alfredo Martinez Howard, Eduardo Calamaro.
Sus poemas han sido publicados en importantes Antologías de Latinoamérica y Europa y traducidos al inglés, francés, alemán, sueco, portugués e italiano. Ha obtenido premios importantes a partir de 1963, entre ellos se destaca el Premio Nacional de Poesía en el 2005, por la obra correspondiente al período 1997-1999. Ha escrito obras en prosa y concurrido como invitado a Congresos y Reuniones Literarias Internacionales y de su País. Desde 1954 y hasta 1998 publicó los siguientes libros de poesía:
1954 El Pequeño Patíbulo (Ediciones Letra y Línea, Buenos Aires).
1959/60 Las jaulas del sol (Ediciones A partir de Cero, Buenos Aires).
1963 El delito natal (Editorial Sudamericana, Buenos Aires).
1967 Los terrores de la suerte (Editorial Biblioteca, Rosario).
1968 El asaltante veraniego (Ediciones del Mediodía, Buenos Aires).
1973 Tembladerales de oro (Ediciones Interlínea, Buenos Aires). Reeditado con introducción de Víctor Redondo por El Buho Ediciones, Rosario, 1985.
1976 Aguatrino (Ediciones Edición del Poeta, Buenos Aires).
1980 Llegada de un jaguar a la tranquera ( Ediciones Botella al Mar, Buenos Aires).
1983 Poemas (Autoselección, publicada por Ediciones Fundarte, en Caracas - Venezuela, con introducción de Juan Antonio Vasco).
1982 La balsa mariposa (Primera Obra Reunida, editada por la Municipalidad de la ciudad de Corrientes, con introducción de Oscar Portela).
1985 Una acuarela móvil (Ediciones El imaginero, Buenos Aires).
1985 Resplandor de mis bárbaras (Ediciones Tierra Firme, Buenos Aires)
1988 El tren casi fluvial (Obra Reunida, editada por el Fondo de Cultura Económica de México en Buenos Aires).
1997 País Garza Real (Editorial Argonauta, Buenos Aires).
1998 Aroma de apariciones (Ediciones Último Reino, Buenos Aires).
1998 En la tierra de nadie (Ediciones del Dock Buenos Aires).
1998 Criollo el universo (Editorial Argonauta, Buenos Aires).
1998 Solo contra Dios no hay veneno (Ediciones Ultimo Reino, Buenos Aires).
2009 Un palmar sin orillas – Antología Poética (Ediciones en Danza, Buenos Aires)
miércoles, 23 de junio de 2010
Miguel Angel Bustos
ME AFIRMO EN LA TIERRA
Un día seré la ausencia visible de Miguel Ángel
luego mi olvido.
La marca de un pie desnudo sobre el agua.
Un gesto
una espalda.
Pero hoy tengo una médula de fuego.
Una piel extensa multiplicada en mi garganta.
Un puño joven
en el centro de mis huesos
apretándose muy hondo.
En luz
mi frente y mis dedos
como arterias hincadas
en el calor de la tierra dura.
SUEÑO QUEBRADO
Sueño quebrado
levántate y anda
Marcha de mi frente
abre mi tierra.
Levanta
ruda muralla de niños
al dólar de fuego y zarpa de balas.
Vuelve
joven enamorado del agua
al mordido corazón rebelde,
abraza y besa prieto hasta la llama
pedernal de lágrimas,
mi corazón
clavado a pico de sangre
en las vigilias desnudas de mi cuerpo.
CANCIÓN DEL MUCHACHO ASUSTADO
Qué golpea
bajo la tierra?
Lejanas bombas
lejanos llantos.
Qué llevan
los vientos negros?
Soles pequeños
átomos inmensos.
Quién me asusta?
El pez herido
la flor enferma.
Qué grito
en la noche abierta?
Ven
y tiembla
corazón
UN EMPLEO HORIZONTAL
Pobre Miguel Ángel. Siempre he dicho que tuvo una suerte perra. Hay perros que tienen suerte; pero él es un perro perro.
Buscaba empleo. Las oficinas esmeriladas y los bancos llenos. Tristísimamente buscaba.
Un día cruzó una avenida, creo Corrientes o 9 de Julio y desapareció.
Es decir, desapareció su andar vertical. Porque fue tal la fila de coches que pasó, que lo hundieron en el asfalto. Sólo quedaron la luz de sus ojos, su boca, sus manos.
El asfalto tiene olas, con ellas defiende de las ruedas de los autos el rostro y las manos de Miguel Ángel.
Enterado el Intendente, lo visitó para ofrecerle el puesto de Semáforo Parlante.
Pobre Miguel Ángel, digo. Hubo que quedar ahogado en el asfalto para conseguir empleo.
Claro que ya no hace más nada de lo que le gusta. Sólo grita reglas de tránsito y aún así la gente lo desprecia. Una ayer, sin querer pero igual, le piso una mano.
Qué mundo. Qué sombras. Ciertamente ya no morirá junto al mar.
Nota:Miguel Ángel Bustos nació en Buenos Aires, el 31 de agosto de 1932. Entre 1952 y 1956 desarrolla su pasión por los idiomas (inglés, francés, portugués, italiano) y estudia hasta tercer año en la Facultad de Filosofía y Letras.
Entre 1960 y 1963 viaja por el norte del país, Brasil, Bolivia y Perú. Cuando regresa a Buenos Aires en 1964 se casa repentinamente y sufre una internación de casi un año en el neuropsiquiátrico Borda donde conoce a Jacobo Fijman.
Entre 1966 y 1967 el dibujo comienza a ocupar un lugar tan importante en su obra como la misma poesía, al punto que cuatro de sus cinco libros están ilustrados por él. Conoce a Leopoldo Marechal, al que define como su maestro y que prologa “proféticamente” Visión de los Hijos del Mal, publicado por la Editorial Sudamericana y por el que recibe el Segundo Premio Municipal de Poesía en 1968. Conoce a la artista plástica y definitiva mujer, Iris Alba. Entre 1969 y 1975 obtiene una Beca del Fondo Nacional de las Artes, con la que publica su quinto libro. También realiza una importante exposición de dibujos y pinturas cuyo catálogo es escrito por Aldo Pellegrini.
El último domingo de mayo de 1976, un grupo de paramilitares lo secuestra de su casa. A partir de ese momento integra la lista de los treinta mil desaparecidos.
Obras de Miguel Ángel Bustos
(1957) Cuatro Murales.
(1959) Corazón de Piel Afuera (prólogo de Juan Gelman).
(1965) Fragmentos Fantásticos.
(1967) Visión de los Hijos del Mal (prólogo de Leopoldo Marechal).
(1970) El Himalaya o la Moral de los Pájaros.
martes, 22 de junio de 2010
Anahí Lazzaroni
En el fin del mundo
Hoy nadie se detiene
a mirar la lluvia.
Escribir cartas
es huir de la ciudad.
Dos miradas
Para algunos el cuerpo
es diversión,
para otros cárcel al borde del infierno.
Paisaje enamorado
o gran calamidad.
Siempre el cuerpo nos transporta
al filo y contrafilo
de una muerte aledaña
y pendenciera.
Poeta
Solo piensa cómo hacer
para robarle
la voz al trueno.
Habla de la lluvia
por simple descuido.
¿Para qué publicar?
El poeta envía su material
con el sigilo de un conspirador.
Quien lo recibe
también sabe:
la poesía
rueda por el suelo,
cruje como las hojas secas.
Noticias de la ciudad
Los dioses no se detuvieron
en esta ciudad arisca
y asesina.
Antiguos como el mar
más testarudos que una mula,
recalaron con sus dones
en otras tierras.
Quien no lo sepa,
quien intente negarlo,
padecerá sus trampas.
Noticias de la ciudad (dos)
El invierno se acaba,
la gente está loca,
esa desmesura produce
discusiones tribales.
Se retira el invierno
desaparece la nieve.
Algunos permanecerán alterados.
Lo dicen por ahí
Te atraen las ciudades en decadencia,
los hoteles ruinosos, la gente loca y amable
sucumbiendo a sus propios designios.
Aquellos pájaros gordos
quietos sobre la última nieve.
La música secreta tocada en un piano
por alguien que durmió en Calcuta.
El cielo lleno de nubes de esta comarca perdida.
El andar afelpado del leopardo.
Los conocimientos inútiles.
La luz que trastoca a los soñadores.
Las preguntas infinitas saliendo de su cauce
como ríos alucinados.
La posibilidad de escribir.
Mirar el aleteo de una mosca
sin que el tiempo importe demasiado.
Dicen que es cierto.
Nota: Anahí Lazzaroni poeta argentina que nació el 30 de agosto de 1957 en La Plata (Provincia de Buenos Aires). Desde su infancia reside en Ushuaia, capital de Tierra del Fuego. Publicó, entre otros, El poema se va sin saludarnos (Ediciones Último Reino), Bonus Track (Ediciones Último Reino), A la luz del desierto (Ediciones Último Reino). Entre 1986 y 1994 codirigió la revista "Aldea". Colabora en diarios y publicaciones del país, del extranjero y en Internet. Poemas suyos han sido traducidos al italiano, francés, coreano y catalán.
lunes, 21 de junio de 2010
Raúl Artola
LO QUE FUIMOS, LO QUE SOMOS
Y un golpe, no de mar, sino de guerra,
que destierra los ángeles mejores.
Blas de Otero
Aquéllos que alguna vez tuvimos la ilusión
de haber sido felices,
los que fuimos a misa los domingos,
los que nos manifestamos en la Plaza,
aquellos que amábamos a una sola mujer
y nos parecía bien,
éstos que somos,
éstos que cuando nos preguntan la edad
decimos treinta y cinco
como si fueran veinte
o cincuenta,
ahora escuchamos Chopin
por la mañana
y escribimos poemas
cuando Ella se deja.
Mataron a compañeros muy queridos,
sabemos que la vida enloquece noche a noche
entre insurreciones y agonías
y nos enamoramos sin pudores
aunque sea en silencio.
Somos los desterrados del caos,
el pato de la boda
que no se dejó comer,
la resaca de los viejos sueños,
nuestra única propiedad privada
sobre la que fundamos los nuevos,
más lúcidos,
más personales,
para no morir
sin haber visto
nada.
VOCES DEL BARRIO
Nuevo y precario como una maqueta
para el cine, mi barrio
tiene todos los misterios
a la vista.
Impúdicos, los gritos
de amor o de protesta
recorren cada casa
con el humor cambiante
de los vientos.
Habría que vivir en otra parte
para saber lo que dicen
esas voces.
RECUENTO
Una sola voz que me acompaña,
el rojo que abdica de su fuego,
las ciudades tapadas por un manto,
los vientres descubiertos,
una mano para usar los cinco dedos,
aquí la batalla no librada,
debajo del sombrero una cabeza sin nombre,
en el campo un cementerio de piedras,
sobre las nubes mi pájaro que vuela
y no lo sabe.
LA HABANA, 1958
Chucho Valdés le afinaba
el piano a mi madre
cuando vivíamos en el malecón
y ella regenteaba un burdel.
Mi madre le decía
negro buaié
y lo esperaba días y días
prendiéndole velas
al Santo de los Negros Afinadores.
Lo atendía con café y canela
mientras Chucho le afinaba
el instrumento.
Así aprendió a tocar
el piano.
Mi madre creyó que era
un desperdicio
que negro tan lindo y hábil
sólo usara el clavijero
como parte de su trabajo
y no por puro placer.
Entonces le permitió
que deslizara sus dedos
por todo el encordado.
Era una maravilla
cómo sonaban las cuerdas
del piano de mi madre
en las manos
de Chucho Valdés
practicando.
Yo miraba y trataba
de aprender.
Nota: nació en 1947 y se radicó en Viedma, Río Negro, Patagonia argentina, en 1975.
Es periodista, narrador, poeta, docente y editor.
Publicó en poesía: Antes que nada (Fondo Editorial Rionegrino-EUDEBA, 1987), Aguas de socorro (Último Reino, 1993) y Croquis de un tatami (Madres de Plaza de Mayo, 2002).
En narrativa, El candidato y otros cuentos, premiado en el XXIII Encuentro de Escritores Patagónicos de Puerto Madryn, apareció en 2006.
Dirige la revista-libro “El Camarote – Arte y cultura desde la Patagonia.
domingo, 20 de junio de 2010
Mariana Suozzo
I
Sospecho que el viento fuerte podría derribar
aquel arbolito recién plantado por la municipalidad
no es que se valla a romper en mil partes por la caída
pero a ninguna forma amable le sienta bien un golpe.
II
La suerte renuncia al señor un día cualquiera
alguien lo atropella con un auto le pasa por arriba
queda tirado en la calle y le roban sus pertenencias
más tarde una ambulancia lo recoge y es llevado
a una cama brillante que hay en el hospital de la zona.
Las sábanas limpias acarician una pila de huesos rotos.
III
El agua de lluvia empalma las veredas
el charco cubre la extensión de la calle
para cruzar la gente arremanga sus pantalones
o camina una cuadra hasta llegar
al puente gris recientemente inaugurado.
IV
Hace varios días murió un perro en la autopista
fue aplastado por un camión que hizo una mala maniobra
los pelos y los huesos siguen pegados en el asfalto
parecen una alfombra marrón que la mujer estándar
compraría para decorar algún rincón del living-comedor.
V
Adentro de la habitación había una sombra
sin embargo me deshice de la imagen tan pronto como pude
la dejé moverse como un fantasma delante del cuerpo
la abandoné como un verso que renuncia la cadencia
o como se abandonan las mascotas en verano
con ese dolor que pronto es compensado
por el mar y la brisa de la playa.
VI
Transito por la calle escuchando la radio
en el camino voy dejando algunos paquetes
hasta los objetos más preciados pueden abandonarse
con un gesto torpe en un tiempo muerto.
Nota :Nació el 24 de febrero de 1982. Vive en Ramos Mejía, trabaja vendiendo repuestos para automóviles y cursa una Tecnicatura en Sommellerie.
Publicaciones: Mark en el espacio (Huesos de Jibia, 2007) Día tras Día (Colección Chapita, 2009) Antología Poetas Argentinas 1961-1980 (Ediciones del Dock, 2007), Ultima Poesía Argentina (Ediciones en Danza, 2008) y Lo Humanamente Posible (El fin de la Noche, 2008).
Blogs: www.markenelespacio.blogspot.com y www.unaola.blogspot.com.
viernes, 18 de junio de 2010
Ramón Minieri
País de la Sal
Este
es el país de la Sal
el país de la sed
La sed
es un árbol sin párpados
de cornamenta blanca
Y del árbol de la sed
crecen
las varas de los rabdomantes
varas enhiestas
que despiertan manantiales
cuando piafan.
Este
es el país de la Sal
el comienzo
del comienzo de todas las aguas.
Oficio de las hojas
Pero qué escuchan
las hojas
tendiendo al aire las mejillas
ciegas
qué quieren
escuchar
adónde
crecen
las hojas
dilatadas
de pedido y espera
de puntillas
haciendo
silencio
qué pretenden
qué aguardan
qué palabra
no dicha
que venga
acaso
nunca.
Salitral del Flamenco
Una edad antes de los nombres
esta sal
era río -
pero una edad
después de los torrentes
se detuvo
en el hondo
y vuelve
ahora
balanza de ancla y alas
se contempla
flamenco
en las flameantes
aguas
del espejismo.
El pez de oro
El niño juega
al otoño,
atesora
muerte más muerte roja
en la vereda:
es la estación
de las granadas,
cinabrio
carne
en tránsito al cristal.
(¡Ah
y no ser
el pez de oro
el oculto
emisario de sí mismo
suspendido
esperándose
en lo oscuro!).
Mar Interior
1
Este mar
es de olvido -
repite cielos momentáneos
pero
silencia ruinas
pueblos inundados.
Aquí los ríos llegan cantando
como las cuerdas a la boca de una guitarra viva;
Aquí los ríos cesan
como los hilos de un telar que se detuvo;
Aquí
enclaustrada
el agua se libera
imaginando fábulas de nubes.
2
Este mar
no prosigue
baraja
edades desbordadas
tiempos de ancho retiro,
detenciones:
ahora
en el salón del Gran Hotel
charlan
las olas y los vencejos.
3
(En este cuarto durmió Perón
me dicen:
estas habitaciones
blancas frente a la Mar
murieron vírgenes:
nunca las conocieron
los fatigados generales nazis.)
Una última lámpara
arde una noche más
mientras las aguas
comienzan y comienzan.
Nota: poeta y ensayista; vive en Río Colorado (provincia de Río Negro, Patagonia, Argentina). Publicó en poesía: Fábulas de Mutación (1988), Libro del Otro Reino (1982), Libro de los Últimos Días (1991). Están por editarse otros dos: País de la Sal (2006), y Las Piedras, el Agua (2008). También publicó ensayos sobre temas históricos: Angela Carranza, sin culpa y sin cargo (Todo es Historia, 2003); Ese Ajeno Sur (historia de un dominio inglés de un millón de hectáreas en la Patagonia, Viedma, Fondo Editorial Rionegrino, 2006) y otros relacionados con los olvidos construidos en la historia argentina. Realizó trabajos de historia oral con pobladores de las sierras y vecinos de la ciudad de Córdoba. Actualmente está escribiendo poesías y estudiando temas relacionados con los mitos y los símbolos en la historia.
jueves, 17 de junio de 2010
Claudia Masín
El alud
Antes de que los sentidos se empañen, se acostumbren a la vida,
hay una época en la que todo lo que nos roza nos produce
un deslumbramiento, un ligero, aunque profundísimo,
temblor de regocijo y miedo: el relieve sutil, casi invisible,
de la nervadura de una hoja, las hondonadas
y canales del cuerpo de una piedra,
la vibración que deja el tacto de un ser vivo sobre la piel,
el calor irradiándose en ondas que se apagan lentamente.
Después llega el hábito, un fuego fatuo
que no sabe quemar ni tampoco guarecer a nadie del frío
con su presencia. La capacidad de sentir es suplantada
por el gesto que debería acompañar una emoción,
pero es todo lo que queda de ella,
un sedimento irreconocible de lo que alguna vez fue cierto,
de la misma manera que un coral fosilizado en el lecho marino
es lo que la vida –perfecta un día en la precisión de su tarea-
deja cuando se retira. ¿Sería necesario,
para volver a estar en el mundo, un cataclismo,
un encadenamiento de hechos que socave insidiosamente
los cimientos de la pequeña cueva que hemos construido,
sin lugar para la luz, la compañía de los otros,
haría falta un derrumbe que llegue súbitamente
y nos sorprenda? Quizás no podría ser de otra manera: el alud,
desprendido de miles de pequeños hechos y sensaciones
que hemos dejado pasar con indiferencia, cuando se desencadena
no deja nada en pie: es nuestra propia fuerza,
la del apego irrenunciable al mundo, la que retorna con él,
es la mirada, el tacto que recién empieza a conocer los objetos,
son nuestro asombro y atención transmutados en violencia,
porque apartar el cuerpo de lo que le trae felicidad,
dejar incluso de verlo, es causar una herida
en la frágil corteza del universo, mucho más sensible
que nosotros, mucho más indefenso.
(de “La plenitud”, inédito)
El regreso
¿Qué trae el padre de su largo recorrido por los campos
amplios y planos como pasillos de hospitales donde él,
médico viejo y cansado, pasea su mirada pacífica, experta,
sobre todas las cosas del mundo como si fueran suyas,
las hubiera tenido en la mano tanto tiempo
que conociera sus exactas concavidades y accidentes?
No hay nada nuevo para él, ¿pero y nosotros?
¿Preguntándonos el cómo y el porqué, desasidos como estrellas fugaces
de la generosa custodia del cielo, nosotros cómo hacemos
para mirar las cosas sin angustia, sin que nos sobre o nos falte
siempre algo: una medida quizás, cuya ausencia hace imposible
caminar sin tropezarse a cada paso?
¿Qué mirada capturó de la muerte en sus ojos, qué amor
hizo descender sobre él para después dejarlo ir,
pájaro rapaz que de un momento a otro se volvió compasivo
y desechó los restos que le eran ofrecidos,
con la magnanimidad de quien ya fue llenado, está completo?
¿Pero y nosotros, a quienes esos restos cubrirían los huesos?
No podemos pedir, ya está perdido
lo que quedaba, lo que había de más.
¿Madre, por qué no dejarme salir a los caminos, entonces?
Si no hay nada que él traiga en los brazos, ¿por qué no dejarme
ir yo misma a buscar, si ese regalo que él esconde
cuidadosamente bajo la cama es una caja vacía?
¿Qué va a ser de nosotros ahora,
si es, y siempre fue mentira que de los baúles sacaba
objetos maravillosos, que podía enseñarte a pescar peces
de aletas brillantes como una moneda al sol? ¿Si es mentira también
que con sólo raspar un carboncito contra su pecho creaba el fuego
que iluminaba la superficie curva de la tierra, la geometría perfecta de la casa,
o que a nuestros cuerpos pequeños, con sólo mirarlos,
los volvía exuberantes como si fueran plantas parásitas colmadas
por la savia de otra planta? Dame la libertad, entonces
para soltarme de esta atadura que no ata a nada,
que yo de todos modos ya lo sé: hay un cielo
como hay una tierra, hay un desorden que, extrañamente, nos cuida,
hay quien desata la peste y a veces hay cura, hay mañanas
donde vamos a ser niños una vez, una vez sola,
para poder ir tomados de la mano de él,
de él que es esa tela secándose al sol
los días de buen clima, ropa dejada por un muerto, no me mientas,
no hubo padre ni habrá.
(De “La piedra”, inédito)
Detrás de la puerta
En las noches de Marrakesh, los hombres viejos
que me llevan a recorrer la ciudad
y esperan que los guíe, terminan inexorablemente
perdidos. Tal vez sólo sé un camino,
y los demás son rodeos
que convergen en él. No tengo preguntas,
la certeza es un sitio donde me crío a mí misma,
como si yo fuera una hija mía. ¿Ves? me digo,
aquí están las imágenes de tu vida,
desfilan como en una película muda,
las películas mudas son aburridas. No importa
demasiado tu vida. ¿Ves? aquí tu casa, tus padres,
las cosas que olvidaste en las mudanzas,
no importan demasiado tus cosas. Podrías ser
cualquiera, podrías no existir, una sirena
dibujada en un libro de mitos. Escuché la historia
de un grupo de exploradores en la Antártida:
iban a vivir un año en el medio de la soledad
y el frío para estudiar la zoología, la botánica,
el clima. El barco de rescate chocó contra un témpano
mientras viajaban para llevárselos
a Europa de regreso. Pasaron inviernos enteros
en el refugio, una casita noruega que ellos mismos
habían construido en el medio
de un país de hielo. Se inventaron
una vida cotidiana, distribuyeron
las tareas y esperaron. Uno de ellos escribió
en su diario: llegué a olvidarme de que tenía un rostro.
Sólo sobrevivía para estar presente en el momento
en que un improbable barco fantasma
asomara entre las olas. Así es como todo se borra,
la propia voz, el propio cuerpo, cuando alguien
tiene que llegar hasta nosotros
y no llega. El azar es ecuánime -solías decir-
todos encontramos al menos una vez
lo que siempre hemos buscado. Ya no te creo:
el azar, por definición, es injusto. Hay
una vez, sí, pero una sola, y lo demás es el deseo
de que vuelva.
(Basado en el film homónimo de Liliana Cavani- De “la vista”, Visor, Madrid, 2002)
Nota:Claudia Masin nació en Resistencia, Chaco, en 1972. Es psicoanalista y escritora.
Vive desde 1990 en Buenos Aires.
Publicó los libros de poesía "Bizarría", "Geología", "la vista", "El secreto (antología 1997-2007)" y "Abrigo". Su libro “la vista” obtuvo el Premio Casa de América de España en 2002 y fue editado por Visor. En el curso de este año se publicará su nuevo libro de poemas “La plenitud”
Textos suyos han sido traducidos al francés y al portugués, y publicados en diversas antologías de Argentina y el exterior. Ha creado y coordinado, junto a artistas de diversas disciplinas, ciclos de poesía como "El pez que habla" y "La musik”. Coordina talleres de escritura desde 1998.
miércoles, 16 de junio de 2010
Aníbal Cristobo
El ruido más grande de la historia
Completamente lejos en Asia
suroriental, los rumblings
incluso miles de kilómetros audibles
opuestos en el océano indio: lapilli sobre el respiradero.
También 36.000 de personas y destruido
160 aldeas; del movimiento que
los tsunamis (definidos) remanentes de las ondas gigantes
medidos en el canal inglés, en el lado lejano de la tierra. Krakatoa -últimamente
escrito de westerns- una capa candente de la ceniza
varios metros de grueso en la mitad
de la isla que permanecía ése, y en
las islas vecinas, contada en diez
mil veces la
explosión que niveló Hiroshima.-
La nube de la ceniza tiene una guarnición de plata
Como experimento natural, esterilizándose y
las islas vecinas, según el zoologista australiano de las
notas y Krakatau, es transporte: un problema más severo
en Hawaii. Como una espora, ligera del fern de la
orquídea, o volar. O mar, pasivo la flotación, ligada
a una masa más grande de la ruina
tiene gusto de un registro, o de nadar. También animal
-los autostopistas expresan- puede viajar interurbano, moluscos, por
ejemplo, utilizan un goo pegajoso. Siempre se movió adentro primero, se
dispersa fácilmente el significado, la cuenta de la especie.-
Puede suceder áspero una vez cada siglo
Krakatoa podía sostener
no más el largo magmático comenzó a romper
dejando el océano adentro.
27 de agosto de 1883, temprano casi
instantáneamente el agua de mar transformada en vapor sobrecalentado.
Ceniza volcánica y ruina alcanzada
como lejos al oeste
como Madagascar.
Otras 300 millas hacia la oscuridad, los soles
azules y verdes fueron observados
mientras que la ceniza entró muy bien
en la estratosfera.-
Los animales viejos
Inmóviles, como ramas secas
al sol, los animales viejos.
Los veo caer, iluminarse
con un rayo antes de la tormenta. Caer
vaciando sus pulmones con
un soplo: lanzan
un aire negro que los quema por dentro.
Cuero mal preparado, ese cuerpo
no ha de llevarlos más: al
arroyo. A las estaciones
buenas.
No quieren, ni
saben pensar en redención. La muerte
no los hace diferentes, apenas
indefensos frente a las moscas y el
polvo. Miran
sin pestañear, pero nadie
los llama, ni elogia sus virtudes. Pasan
los días: por qué
la tierra habría de curarlos? Sería mejor
así? Si en el fuego
las patas se retuercen y
quiebran; cómo saber
que se encuentran a salvo?.-
Nota: Aníbal Cristobo nació en Lanus, Buenos Aires, el 1 de septiembre1 de 1971. Entre 1996 y 2001 vivió en Río de Janeiro, donde publicó "Teste da Iguana" (1997) y "jet-lag" (2002). Entre el 2001 y 2002 residió en Buenos Aires, donde obtuvo una beca a la creación artística de la Fundación Antorchas por su libro "Krill" (2002) y creó la colección de poesía "Bikebik"2 En 2002 se radicó en Barcelona.Publico libros y ediciones multimedia3 con sus escritos. Sus primeros tres libros, Test de la iguana, Krill y Jet-lag fueron reeditados como Miniaturas Kineticas en un solo libro en 2005. Sus ultimas obras fueron publicadas en formato digital : Deutschkurs (2008) y Krillsongs : en vivo en Berlín(2007).
martes, 15 de junio de 2010
Cristian Aliaga
Control remoto
No hay poemas posibles.
Hay que salir del poema
a respirar.
¿Acaso alguien
espera por ventura un poema?
Nadie que piense
nadie que entienda
como se entiende en cada siglo que muere
aguardará un poema nunca.
El que escribe sueña solamente;
su mente solitaria descabeza
palabras oscuras
mientras la TV repite
bellas series de la infancia
y películas coloreadas del ’40.
El que escribe sueña
y mira en la pantalla una guerra lejana.
¿Acaso alguien espera
por ventura
otra cosa
que el sillón oscuro
y el control remoto?
Un rayo débil de luz
Se piensa en escribir.
O solamente se escribe, sin pensar.
¿Porque se sabe?
¿Porque alguien
espera algo
de lo que vamos a decir?
¿O el poeta escupe de impaciencia?
¿porque me amás?
¿porque los pobres del mundo
tienen la cuenta cerrada
del espíritu?
¿Por qué
un rayo
de luz,
débil,
puede describir una habitación oscura?
Arte, poética
Un poeta –un lobo sin cartel–
no muestra sus cartas, no baraja
de nuevo, no escancia vinos
que no es capaz de beber.
Es un animal procaz
que no ve detrás de las venztanas
sino más allá de las rejas,
un espectro sordo
que no domina su carga
y se entrega a ella.
Un poeta –un punto azul sobre la mesa–
no mira para ver
sino para abrir los ojos.
Si tienes oscuridad
Si tienes oscuridad,
en algún lugar debe existir
la luz.
En tu lugar, los perros duermen
como algunas personas,
convencidos de que nada pasa.
Es mejor así:
la muerte llega por acumulación,
no por impacto.
Hay evidencias
de que nada pasará,
de que todo viento será en vano.
La verdadera caída es hacia arriba.
Un ring para dios
Queremos un ring para dios pero dios se recuesta contra las cuerdas permanece quieto sin responder al árbitro nadie podría pegarle sin ser considerado maricón pero entonces no hay box ni riña teológica que lo saque de allí el ring es enorme a los ojos de los incrédulos se tiran golpes sobre dios la lona alberga a una multitud de caídos no hay triunfo sino presas del KO de dios la mirada de él está húmeda el protector inguinal es de cuero virgen esa mirada de él dramatiza que no habrá golpes pero se posa sobre los caídos como al descuido generaciones de caídos no creemos en dios sino en sus golpes de KO su mirada húmeda su protector de cuero virgen.
Nota:Nació en Darregueira, provincia de Buenos Aires el 18 de enero de 1962. Cursó sus estudios universitarios en la Universidad Nacional del Comahue donde se graduó en Comunicación (1984), ha trabajado como periodista desde entonces y es docente en la Universidad Nacional de la Patagonia. Publicó una decena de libros, textos y ensayos, y es autor de varias antologías. Integró el consejo de redacción de la revista “Último Reino”, y fundó la Editorial Universitaria de la Patagonia. Ha coordinado talleres de análisis y creación poética, con el patrocinio de la Fundación Antorchas, junto a Diana Bellessi, Arturo Carrera, Concha García, Alicia Genovese, Reynaldo Jiménez y Victor Redondo. En 2001 obtiene un postgrado en "Gestión en Cultura y Comunicación" en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Tres años mas tarde obtiene una Maestría en "Comunicación" otorgada por la Universidad Internacional de Andalucía. En 2006 su libro “La sombra de todo” recibió el "Primer Premio Nacional de Poesía" otorgado por el Fondo Nacional de las Artes. Se ha reeditado en un solo volumen sus libros “Lejía” y “No es el aura de Kant”, y apareció una segunda edición ampliada de “Música desconocida para viajes”. Editó la obra poética de Juan Carlos Bustriazo Ortiz y varias antologías de narradores de la Patagonia. En 2009 editó la obra de 37 nuevos poetas en “Desorbitados” (FNA). Ha realizado lecturas y dictado conferencias en Chile, Ecuador, España, Gran Bretaña y México. Grabó en disco compacto su obra “Un ring para dios” junto a Andrés Cursaro (productor ejecutivo), Osvaldo Bayer, Arturo Carrera, Avelino Naves, Palo Pandolfo e Ingrid Pelicori. Dirige Espacio Hudson, Centro de artes & Editorial, en Lago Puelo (Chubut) y el periódico El Extremo Sur, y es columnista de Radio del Mar (Comodoro Rivadavia, Chubut).
lunes, 14 de junio de 2010
Jorge Estrella
SUDESTADA
Memoria que no sabe de qué color vestirse.
Región donde el misterio teje las telarañas.
Pichicito escondido.
Eco de otro eco de otro eco cada vez más lejano.
¿Había sudestada?.
Gusanos de la noche me robaron el día.
Un paisaje entre nieblas es un álbum quemado.
La canoa.
Su grito.
Pretérito paisaje de fantasmas sin norte.
Caperucita herida.
Los tábanos volando en medio de la lluvia.
Su nombre...
Los remos como dagas hundiéndose en las olas.
Nadie llega.
Inasible recuerdo que palpita hecho añicos.
El camalote sabe cuando crece el espasmo.
¿Dónde han ido los corchos?.
La novia se encamina hacia un altar con agua.
No hay silencio que aguante los embates del viento.
Los ángeles ahogados.
Las mantarrayas vuelan.
La soledad recuesta su cabeza en la almohada.
Los ceibos se retuercen.
Las tacuaras se tensan.
Un cenital alumbra la canoa y el grito.
La procesión se pierde entre paisajes
hoscos de huidos pichicitos.
El nombre...
No me acuerdo.
La hora de los juncos arrancada de cuajo.
Había sudestada.
ESTE CEMENTERIO
¿Cómo llegó aquel muerto a este cementerio?.
Son notables los ojos –es decir la mirada-
que descansa sobre las cosas
como gotas de rocío en los pétalos.
Y también la sonrisa
que sobresale de los pliegues de la mortaja
y alegra los nichos y las fosas comunes.
¿Quién lo depositó con la elegancia en ristre
y la pulcra energía que le canta a las rosas?
Yo me detengo a velo –cuando voy por mi padre-
y se me va la tarde admirando su porte.
¡Qué muerto tan gracioso, tan viril, tan enhiesto,
tan señor, tan gallardo!
Contradice a la muerte con su sola presencia
pero no resucita
porque es un muerto vivo que nos hace vivir.
Yo me baño en sus ondas como en un Atlántico
rodeado de cruces, de lápidas, de olvido.
Él vence a su contexto y nos salta en las manos
con una flor de ensueños y un poema de notas.
A veces me pregunto si, en estos tiempos raros,
la verdadera vida se hospedará en las tumbas.
Pero yo me contesto que sólo es este muerto,
este único muerto,
el que ofrece miradas como gotas de rocío.
Los demás están cómodos en sus lechos de nada
y no emiten mensajes ni da gusto mirarlos.
Son cadáveres ciertos
que se atienen a reglas propias de los cadáveres.
Mi padre, por ejemplo, ni siquiera se asoma
cuando me paro enfrente de su sólido nicho
y yo entonces recuerdo y la vida es memoria.
Pero este muerto vivo está vivo en su muerte
y, orgulloso y festivo,
se muestra como ofrenda de un festín de verano.
Es un sol entre hielos pero que no derrite
sino que se demora en dar luz y calor
y lo hace con la elegancia de un desfile de modas.
A veces tengo ganas de averiguar su nombre,
su destino, los pasos que dio para llegar a esto.
Pero prefiero anclarme frente a su mausoleo
ignorando el pasado y gozando el presente.
Me cargo de sus fuerzas, me empapo de su lumbre
y me voy por las calles largas del cementerio
rumbo a mi purgatorio
CALLE CON CIELO
La calle tiene un cielo
pegado a las espaldas de los muertos
y camino la calle
con recuerdos que olvidaré
cuando la noche nazca.
No sé por qué los pies a veces duelen
como un alma cortada a pedacitos
y camino la noche de los muertos
con un sol en las manos.
El fin está en el principio,
allí donde se encuentra lo que se escapa
y somos lo que somos
caminando el abismo
que soñamos.
Los animales están en la guarida
con el hocico lleno de nostalgias
y voy sembrando flores ya marchitas
mientras camino
la selva
de mi casa.
¿Por qué será
que siempre pierdo los anteojos
y ando a ciegas
por patios sin geranios
y me choco con todos los fantasmas
de mi futuro?
La vida tiene tumbas
escondidas
en los recodos de cada circunstancia
y caminamos
con los pies que duelen como un alma
pisando las espaldas de los muertos.
OLVIDÓ PERDERSE
Olvidó perderse y se encontró boqueando en plena calle
desnudo con un trébol florecido en el ojal de la esperanza
y la bandera de un club de fútbol flamenado a contramano.
Lo llevaron a la comisaría que está a dos cuadras del silencio
y allí le levantaron un sumario y un restario y un abecedario
y le pusieron un sello de goma en la frente cerca del cuerno izquierdo.
Más tarde lo soltaron en una celda grande como el Atlántico
y le prometieron ir a visitarlo cuando no hubiera pobreza
y los unicornios pastaran tranquilos lejos de la basura.
Se sonó la nariz por hacer algo y se quedó dormido
mientras gritaban los árboles frente a la tormenta
y Caperucita se comía un lobo asado a la parrilla.
Cuando le dio ganas de orinar soñó con un papagayo,
un loro parlachín, dos teros mudos, tres torcazas
y alivió su vejiga que albergaba un océano de espasmos y de angustias.
Después,
al darse cuenta de que su odisea se estaba convirtiendo en una ilíada,
comenzó a recordar cómo era perderse entre almohadas y madreselvas,
entre besos y lunas y alegrías, entre clavos de olor y mariposas,
se sacudió la cárcel grande que llevaba a cuestas
y se topó con el futuro que andaba mordisqueando hinojo tierno
en el borde occidental de la barranca.
NIÑO Y POTRO SALVAJE
Niño, ese potro salvaje corre más rápido
que una Ferrari
y sabe saborear el pasto
y pronunciar tu nombre.
Míralo, con la crin desafiante,
volar por encima de los girasoles de van Goh
y los toros de Picasso.
Niño, acércate a él y acarícialo con los dientes
para que escuche la oración de tu aliento.
Míralo levantar una humareda con la espuma de su orina
hasta segar los tréboles de cuatro hojas.
Niño, móntalo como después harás con la mujer de tus sueños
y llévalo a parir centauros.
Míralo cocear en dirección a los testículos
de los danzantes demonios de la noche.
Niño, muéstrale que el horizonte es infinito
y miles de millones de años
tienden un césped azul esperando su galope.
Míralo estremecer la tierra
hasta arañar las vísceras de los seres
que se ocultan más allá de las napas de agua y de petróleo.
Niño, sécale el sudor que lo baña
y déjalo hociquear en la llanura
hasta que la sangre del tiempo se coagule.
Míralo revolcarse en las espadañas
fingiendo que la vida no es un sendero
que indefectiblemente conduce a la muerte.
Niño, despídete de él
y déjalo avisorar el futuro como un vidente
que adivinara la ubicación de cada abismo
en el confín de cada barranco.
Míralo irse lentamente volviéndose para relinchar
a los cuatro vientos de la tarde vírgen.
Nota: Jorge Luis Estrella. Nació en Zárate, Provincia de Buenos Aires el 14 de Diciembre de 1944. Es poeta, narrador, dramaturgo y Licenciado en Literatura Modernas recibido en 1969 en la Universidad Nacional de Córdoba.
Ha publicado en numerosas antologías. En 1997 publicó una libreta digital a la dio el título de "El moribundo y otros
poemtos" en donde realizó una conjunción de poemas-cuentos e ilustraciones.
Fueron estrenadas sus obras "Dulce Mamá", "Turrón de almendras", "Invasiones" y "La Pulga", que obtuvo el segundo premio en el Concurso del Teatro Gral. San Martín en 1972.
En el mes de mayo de 2010 presentó su libro de poemas "Menú Ejecutivo".
domingo, 13 de junio de 2010
Daniel Battilana
EL ESCUDO VACIO
Minones y Edades peleadas
La codicia las fomenta, Oscovoflitas en desgarro pegan
Habrá Minones a donde vamos y Adanes y Edades si vamos.
Ovoflontes cercablarán
Cartonámbulos recogerán.
Ellos… esos se empobrecen de memoria
El escudo es sanador
por detrás lo oscurece el alivio
Pegan los olvidadores civiles
camuflados de instituciones
Su mente es una feria (orden es violencia)
En la mugre se arriesga un Ovoludens, trata
con correas de sujetar o salvar la caja de Pandólar.
Y Minones se hacen copulantes anónimas
Cogerontas y Pajerarfias en cuchillos de carne
lamen la noche.
El escudo es sanador
te empobrece de memoria.
El ovoludens se protege con lenguaje de látex
y se lo mete infecundo… Se lo mismo agita
se lo prohibe inmolado con falo de hule.
En una antorcha de barro termina el día
sorprende sin escudo a los creyentes
Te hablarán que salpica el creyente.
Todos celando el huevo
Velándose vivos.
Ya, seguro que salpica, amargarás.
Los brazos de la noche
miran tu basura.
La memoria del escudo.
ERA NECESARIO VIVIR
Era necesario vivir
de lo sutil apropiado
a lo metal indiferente.
Hacerlo todo fácil
que es posible
armarlo de testigo.
La fascinación es un terreno
falseado de bien
y a este mal atraemos lo querido
Lo inabarcable
lo de doler
lo desarmado con que miro
Era necesario vivir
esta fracción de tromba
atado a un hueso
haciendo señales
a modo de cuerpo
cansancio imposible de suceder
Ahogado
en ese desierto de luz
que es el día
temprano en mi refugio de piel
cegado de munición real
recojo la mano llorada de volver de los ojos
DEL ÁNIMO, otro
Sin gustos fuertes no se ama
tampoco se escribe.
La joya era la palabra.
La moneda el calendario de brazos estirados;
nada por restar el pan del salario
agrandándolo de horas sin pan.
Donde hay justicia no hay placer
ese es el mundo.
Nada por la creencia votiva
o la tiranía de lo simple.
Me seduce el coraje
de mantenerme lejos
de mis pasos.
Por lejos coraje.
Soy lo provisorio
y en ese poema
resto para sumar
crezco dividido.
En este error
mi especie se la arregla
para mejorarse de horrores.
Lo que digo es provisorio
comprendo esta palabra
la maté con otras: llegar,
amistad, cansancio, poema.
Aunque asesinaría al tiempo con sus mismas bofetadas
poblé de visillos los cuerpos en que habita .
No, la verdad para el halago.
Sí, la mentira para fabricar mendigos o
salvar su ministerio de hombre.
Habitamos este fraude de los recursos.
Esto es lo real provisorio
y el poema
un atajo interminable de despojo.
Las babosas tienen su frontera de sal
en el patio y nadie llega hasta aquí
si no es acorralado.
Nota:Sinólogo.Daniel Battilana, Buenos Aires 1962.
Poeta, narrador y ensayista; músico. Realizó estudios de Antropología Filosófica e Historia de las Religiones (Anthropologie philosophische Geschichte der Religionen Hanóver-Universität). Es Magister en Historia del Arte del King´s College of London, con tesis sobre Ausencia y lenguaje y La exaltación del vínculo poético.
Es miembro de la Asociación Argentina de Epistemología y Psicoanálisis.
Ha sido incluido en cinco antologías poéticas y de relatos.
Es editor virtual del news letter L.S.D. Y cofundador con el narrador Alejandro Manrique de la página web El Ciruja.
Dirigió, junto a la poeta Ana Bidiña, la revista Cucaña; es cofundador, junto al filósofo Elk Filosi, de la Fundación Centro Cuxdamara de Estudios Zen.
Tiene publicado:
POEMAS, cuadernillo, 1985 La Luna que...
NICUTALDIA, poemas, edic. Cucaña, Bs. As. 1995.
FULCRO, edic. Cucaña, Bs. As. 1997.
AGUAMENOR, poemas, edic. Cucaña, Bs. As. 2001.
En CD, Propaga/Poemas, Daniel Battilana/ Rolando Revagliatti.
En CD, Cao/Battilana, Omar Cao leyendose y leyendo a Battilana.
En CD, “Dos poetas al margen de lo que dicen” Eduardo Romano/Daniel Battilana.
VULNERARIO, Ed. Cucaña, Bs. As. 2002
HOMOTEXTUS, Ed. Cucaña, 2005
EL ESPESOR INTÁCTO DE LO CIERTO. (en galera)
sábado, 12 de junio de 2010
Elida Manselli
AZAHARES PARA MI ALAZAN
Cabalgaremos al alba.
Déjame enjaezarte con las primeras aguas
de los manatiales que hoy coronan tu sangre.
Para el viaje cortaré azahares
que defenderán
arrullarán
rezarán
a nuestra sombra viva.
No encerraremos las penas del pasado.
No libraremos batalla,
no construiremos días ni manadas,
sólo arderemos dentro de la niebla
que a veces te ocultará,
aunque yo marche a corta distancia
de tus relucientes crines.
Mientras galopamos hacia el infinito de tu nido,
las flores nos embriagan,
desconocemos los cuerpos que resbalan
siempre tarde a nuestro paso,
ahora que rozas el todo después de la nada
que juntos intentábamos florecer.
Estamos en el centro del alma
con algunas almas posibles,
como si tejiéramos el arma celeste
ascendemos encantados
desencantados
del hálito que respira en las cenizas,
el áspero sueño de humanidad aún pendiente.
Atravesamos el rodeo del silencio,
lejano abrebadero que muda su espacio
de extremo a estación sin flor.
La mirada más dulce de los animales
llega de los latentes,
cercanos campos latinos.
No abandonaremos el paraje,
un destello de Tarquinia traza en la memoria
mi infancia última, la inocencia
mi entendimiento de los otros.
No destruiremos el son,
el ámbar de mi sin razón,
al abrigo de un sueño de los mandarinos.
VII
Me detuve con la mirada y conté cada hierba del nido.
Donde pasaba el reloj todos los días y la caricia voladora
dejaba nuevas clemencias de luz, en lo profundo del
silencio.
Salí del nido con el embrión vegetal sobre la frente.
Volé busqué cuatro caminos, porque estaba la razón fijada
sobre mi plumaje antiguo, que sabía del sufrimiento del
árbol, del animal, del crecimiento plata pura de las
palabras nuevas.
Volé construí mejor los ojos, compartí como pude las nacientes
del espíritu, las sensaciones de noche y de tormenta,
la ciencia en el amanecer.
No fue la razón sino la dalia del espacio, la que hizo de
todos los paisajes mi nido.
En la rara pendiente….
III
¡Malhaya cielo perdido!...
Montes olvidados, mandarinos en cruz, secretos en lo
hondo de la traición.
He vuelto por el sonido de mi infancia, aquél potrillo
asustado del viento de los fantasmas, potrillo
siempre del profundo timbal, de la geología que cantaba
en el color del silencio.
Y todo lo guardé.
El brazo iba cayendo como una larga nube.
Destino brazo sellado por Dios, Dios Surgente, Dios Aparejo
de mi estancia pura, pupila para mi edad.
Cuando yo formaba cuerpo en infinitas sustancias, cuando
la sustancia encarnecía el aire, el alma con más
justicia aún, yo sabía ser sabiduría mejor retorno de la
vida.
Sabía ser la rendición del ave, en la hora que su sombra
mece al sauce y se escuchaba al agua abrirse y
temblar.
CANTO PRIMERO
Caballo alazán
canto asirio en las ventanas del mundo.
Yo tengo solamente ríos en tu frente, que van del lago relieve a
la cintura de mi razón.
Cuando salían las embarcaciones, los puertos te dejaban su paz
y allí olías el terror desnudo del océano y allí dios te arrancaba
de tu sueño ligero.
Pasaron vientos diversos por tu espacio entre tanto sueño virgen.
Llegaste…
si lograbas recordar.
El hombre salía de su armadura y en las velas del viento dejaba
pasar su puerta.
Un paso en la greda, donde infinitos destinos se cruzaban, como
el ave de barro.
¡Que nube pesada calló sobre mí!
Tomé el color de los carros que había visto en mi infancia,
Flechas Babilonia.
¿Qué nube, cuando recobré la atmósfera surgió de las
sombras?
Desembarqué…
si lograba recordar cruzadas, fortalezas,
cansancio, odio, espuma.
Los rasgos de los tiempos me quedaban marcados, grabé día y
noche el nuevo rastro.
Yo, que entré en los cañadones perdido por la dulzura del aire y
no pude escapar al cielo, con la lanza en mi costado cruzando la
aurora.
Pude dormir porque todo lo crucé, galopando como un diablo
coronado de escamas cobrizas.
En el valle la tribu descansaba y yo bebía de todos los inciensos
ángeles.
Me alisté para la guerra en la flor de aire, para los conjuros en
voz baja y aquellos alaridos, aquellos tambores…
Después el sudor cayó sobre mi anca con las últimas luces
buenas.
Silencio vastedad…
el trueno que de noche me quiebra es
alivio y templo parta mi sencilla sed.
Porque encontré el eslabón de la verdad.
Si lograra recordad aquél canto.
Nota: Élida Manselli, nació en Buenos Aires, República Argentina, en 1941. Publicó los siguientes libros de poesía: “La guerra en la flor del aire” (Interlínea, Buenos Aires, 1973), “Gracia-Torcaza” (Ediciones Botella al Mar, Buenos Aires, 1978) “Manantiales que reinan” (Nuevohacer-Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 2005).
Ha recibido el Primer Premio Municipal a Obra Inédita, por su libro de poemas “Gracia-Torcaza”, Ciudad de Buenos Aires, 1974.
viernes, 11 de junio de 2010
Humberto Constantini
Che
A lo mejor está debajo de la alfombra.
A lo mejor nos mira de adentro del ropero.
A lo mejor ese color habano es una seña.
A lo mejor ese pez colorado es guerrillero.
Yo juro haberlo visto de gato en azoteas.
Y yo corriendo por los hilos del teléfono.
Señor, ¿ha revisado bien adentro de su cama?
Oh John, ¿qué es esa barba que asoma en tu chaleco?
Debiéramos filtrar todas las aguas de los ríos.
Lavar todas las caras de los negros.
Picar la cordillera de los Andes.
Poner a South—América en un termo.
Dicen que en Venezuela montaba una guitarra.
Que en Buenos Aires entraba en bandoneones y Discépolos.
Que en Uruguay punteaba una milonga con el diablo.
Y en el Brasil vestido de caboclo bajaba a los terreiros.
Pero si ayer nomás saltó en Santo Domingo.
Si en Colombia era cumbia de los filibusteros.
Si yo lo vi esta mañana con su risa terrible soltándose los duendes al espejo.
A mí casi me mata la otra noche, se me subió con un millón de sátiros al sueño.
Ese lío en Bolivia es cosa suya.
Y esos ladridos en la noche no son perros.
Y esa sombra que pasa, ¿por qué pasa?
Y no me gustan nada esos berridos junto al pecho.
A lo mejor está en la pampa y es graznido.
A lo mejor está en la calle y es el viento.
A lo mejor es una fiebre que no cura.
A lo mejor es rebelión y está viniendo.
Tarea
Han de saber
que cuando en la oficina no hay trabajo,
yo trabajo,
trabajo como un negro,
sudo tinta,
ando detrás de pájaros azules,
me meto en grandes líos con los sueños,
me desangro en palabras,
salgo a cazar ballenas y crepúsculos,
domestico elefantes
(hay que ver qué furor el de la selva)
le explico al faraón cosas del tiempo,
hago el amor a veces,
lucho con los zulúes cuerpo a cuerpo,
tengo que abrirme paso en un perfume,
volver para las doce,
morirme,
andar recuerdos.
Tengo que hablar con Dios,
volverme loco,
lanzar varias proclamas de justicia,
escapar de la hoguera,
vestirme de jamás para un entierro.
No descanso ni un minuto,
me doy ung ran trajín con las cigarras,
me cito con Lenin y arreglo el mundo,
llamo a larga distancia,
digo anote en mi agenda: Nazareno,
trato cosas del aire con gaviotas,
compro verdes, azules, amarillos
y los despacho por expreso al cielo.
Hago arreglo con nubes,
firmo tardes de otoño con llovizna,
corro a cambiar estrellas que andan flojas,
promuevo madreselvas,
dicto inviernos...
cuando el jefe me mira y dice ejem,
ya que usted no hace nada y tiene tiempo...
Primavera Portátil
Aquellos dos tenían una flamante primavera portátil.
Ah era muy divetido verlos cruzar la calle con aquel armatoste cubriéndolos como una pajarera o un enorme paraguas.
A veces resultaban francamente molestos. Como cuando viajaban en el subte por ejemplo, y le metían a uno un pedazo de octubre en las narices, sin pedirle disculpas para nada.
Otras veces en medio de una oficina pública, o en una exposición de filatelia, para dar otro ejemplo, se movían y hacían un incalificable desparramo de perfumes, glicinas, abejorros, pereza, cielos de no creer, o tontas palabritas que después iban y venían volando como moscas, hasta que se posaban muy orondas en algún portafolios.
Para colmo andaban contentísimos con su armatoste parecido a una campana o a una nube, y como hasta el mismísimo invierno se mostraba respetuoso y paciente frente a aquella absurda primavera portátil, los dos se creían que eran absolutamente inmortales.
Un buen día desaparecieron. Según se cree, al final de un verano, al armatoste le dio por seguir a una bandada de golondrinas que se dirigía hacia el norte, y naturalmente arrastró a aquellos dos como si se los llevara una cápsula géminis.
Otros en cambio dicen que el armatoste un día se esfumó, se derritió, se desarmó o algo así. Que entonces los dos sintieron frío y se miraron y se miraron largo tiempo, sin conocerse en absoluto. Y que tuvieron tanto miedo al verse así desnudos, extraños y mortales, que salieron corriendo, uno para un lado y otro para el otro, hasta que se perdieron nadie sabe dónde.
Nota: Nació en Buenos Aires, el 8 de abril de 1924 y murió en esa misma ciudad el 7 de junio de 1987. Ejerció diversos oficios: veterinario, vendedor, ceramista, investigador. A la par de ejercer estos oficios escribía. De por aquí nomás (cuentos) ediciones en 1958/1965/1969 .Un señor alto, rubio de bigotes (cuentos) ediciones en 1963/1969/1972 , Tres monólogos (teatro) ediciones en 1964/1969 ,Cuestiones con la vida (poemas) ediciones en 1966/1970/1976/1982/1986 ,Una vieja historia de caminantes (cuentos) edición en 1970 ,Háblenme de Funes (tres novelas breves) ediciones en 1970/1980 , Libro de Trelew (narración épica) edición en 1973 ,Más cuestiones con la vida (poemas) edición en 1974 ,Bandeo (cuentos) ediciones en 1975/1980 , De Dioses, hombrecitos y policías (novela) ediciones en 1979/1984/2009 ,Una pipa larga, larga, con cabeza de jabalí (teatro) edición en 1981 , La larga noche de Francisco Sanctis (novela) edición en 1984 , En la noche (cuentos) edición en 1985 , Chau, Pericles (teatro completo) edición en 1986 , La rapsodia de Raquel Liberman (novela; dos tomos de tres concluidos; 1987 ,El cielo entre los durmientes(cuento) .