Plegaria
¡Noche! Movimiento lunar.
Estrella: blanca, azul y roja.
Constelación, infinita sombra.
¡Divina Perla Nocturna!
Sonda al alma echada.
Flor de todos los cielos,
enquistada corola persistiendo
en tu dàdiva luminosa.
A pesar del veneno certero,
los innúmeros ahogados,
la muerte y el quebranto.
¡Divina Perla Nocturna!
Hoy comprendo tu enseñanza;
la prédica de tu Albo rayo:
"No existe mayor desamparo,
ni más insana soledad
que la Fe perdida..."
¡Divina Perla Nocturna!
Esperando, ni muerto, ni vivo,
clamo por tu luz diamantizada
pulverizando mis cadenas.
La Cofradía de la Luna
Esos raros y melancólicos muchachos,
con el seso trastornado y sueños de Artistas.
Antiguos muchachos los Amantes de Cinthia.
Nada mas que un puñado de vagos
que llenan sus horas de ostracismo
ensalzando a su enigmática Amada...
"Cinthia hermosa e imponente
en aquel páramo llamado "El Gualicho",
cautivando de una vez y para siempre
con su dorada cabellera a aquellos Amigos...
¡Cinthia meciendo una estrellita
o vigilando las cenas de septiembre!
Cinthia mil y una noche en el mar;
en el río jugando un juego de espejos.
Cinthia en otro río apareciendo
al Este y al Oeste a un asombrado pescador...
Ausente clausurando el delicado ojo
de la Noche. Cinthia enamorada...
¡Cinthia en las leyendas y en los libros ..!
Con filo de témpano o rojo iracundo.
Ultima visión del naufragio, haz de luz mala.
En la Aurora partiendo hacia otras tierras.
¡Cinthia enigmática, irascible, Cinthia..! "
Y pensar que por esta ambigua y caprichosa hembra
soportaron la ignominia y el destierro.
Esos tontos muchachos a los que se les desborda
la Copa y se ríen de las habladurías que dicen
que a su Reina virginal la han hollado los hombres.
Tres árboles
Este perdido corazón mío,
(atormentado corazón),
por una magra ventana
en destemplada hora otoñal,
invocaba un latido de luz...
Asido al aire resignado,
a la escorzada plaza,
algunas casas y el transito;
a una multitud de ramas
cercando la vieja escuela.
En la mesa una hoja en blanco
tenia ansiedad de milagro,
y escribí: "Esta caída luz
por sobre los árboles...
¡¡Y al levantar la mirada
iluminando un árbol
dorada e inefable la vi!!
...es un Angel bendiciendo
esta hora tardía, para luego,
perderse súbitamente tras la noche".
¡¡Y al remirar ya no estaba !!
Aureo árbol de este día,
ligado a mi vida estarás,
como aquel Eucalipto
de una mañana de triste
nube y horizonte febril.
O como aquel sauce
que generosa sombra daba
a nuestros párvulos juegos,
y a la siesta de ese querido Tío
dueño de aquélla chacra
a la que jamás pude regresar.
Al lector
Al haber ojeado concentrada
o superficial, estas páginas,
que nadie piense que yo sufro.
¡No es cierto! ¡Pues solo espero!
Al haber leído las líneas
anteriores, que nadie diga:
-¡Alegre vive!- ¡No es cierto!
¡Porque me entristece la espera!
Quien al leer estas páginas
las aceptase tal cuál son,
porque las comprende
como un ojo comprendería
su lágrima en el espejo ....
El polvo de sus zapatos
sacudirá, y se marchará
en paz, cuando por su causa
suene en alguna reunión
mi nombre, y mordaz sea
atacada mi persona...
Si a alguno escuchasen
ensalzarme, alegando
que me conoce, ¡Miente!
Solo Dios puede hacerlo.
Y su preocupación
quizá no sea esta.
Y si alguien dedujese
por lo leído, que he muerto.
¡Se engaña! Es de Fe un acto
que este entre sus manos
hoy mi libro...
Quién al leer las líneas
anteriores, afirmase
así, que yo vivo,
¿Cómo podría saberlo?
¿Acaso aquel que ha
conocido la vida de verdad,
necesita hurgar en lo
que he escrito..?
Nota: Poeta nacido en Rìo Colorado (Pcia.de Río Negro).En el año 2001 publicó "La Lampara Otorgada".También es actor.
jueves, 26 de noviembre de 2009
lunes, 23 de noviembre de 2009
Beatriz Vignoli
Función de la lírica
Mi padre agonizaba
en un sanatorio con TV por cable.
Puse el canal de ópera
para amortiguar sus alaridos constantes.
Justo cuando Rigoletto abraza el cadáver
de su hija, debí tenerlo al viejo
para que no se cayera de la cama:
la doble simetría de la escena
me la volvió soportable.
Canción negra de sangre
—Aquí no se llora.
Aquí, donde estamos.
—Siempre estamos
donde estamos.
¿Entonces nunca
se llora?
En el sueño componíamos una canción.
Se ponía difícil, yo me impacientaba,
sacaba mi revólver y lo ponía
entre las dos, sobre la mesa.
—¿En el cielo, se llora?
¿Vamos a poder llorar
cuando estemos muertas?
En el sueño, yo recién llegaba a tu ciudad.
Vos me dabas trabajo: convertir un mapa
en un árbol.
Se ponía difícil, no me salía,
el árbol no me salía ni pegándole
hojas de verdad.
—Las muertas, ¿son felices?
¿Me diste el nombre de la felicidad
porque querés que muera?
No soporto tu letra; me enfurece
recordar la forma de tus trazos.
Odio tu forma de curvar las efes
como patas chuecas que se sienten simpáticas.
Odio tu be larga, muy especialmente.
Odio la esperanza, la esperanza,
odio, odio la estúpida esperanza
que anima tu escritura.
Si no querés que muera,
¿por qué decís entonces que me vas a matar?
—Creés demasiado en las palabras.
Hace falta un metal más espeso que el odio
para contar, para cantar esto.
Hace falta un metal, un metal más que asesino,
un metal resucitante.
—Sí, creo
en las palabras.
¿Acaso poseemos otra cosa?
Si nos dejaran llorar
poseeríamos lágrimas,
gotas de mercurio
en nuestras bellas caras
rodando dulcemente, dulcemente.
Me gustaría tener esperanzas
pero no en el pasado:
maldigo tu lealtad.
Odio tu modo de tocar el timbre,
tus piernas flacas vistas a lo lejos
y yo avanzaba sin reconocerte
y vos pensando que me alegraría
de verte; digo,
por tu sonrisa.
—Te traje estos papeles.
"El trabajo libera".
—¿De qué?
En el sueño, no éramos de metal.
En el sueño, no había
porqué mostrarnos fuertes.
En el sueño, no me pateaban en el piso.
En el sueño, yo no era para siempre
alguien a quien habían pateado en el piso.
Odio tus piernas, odio
que puedas caminar.
—¿Y la canción?
He guardado los papeles que trajiste.
No los puedo leer; me los trajiste
a tiempo para el trabajo, pero tarde:
ya no podría soportar leer
los papeles que trajiste. Y en el sueño
la canción
se cantaba.
La canción era una voluntad de inocencia
que conseguía atravesar la noche
de esto que he dado en llamar traición
y no es más que cansancio,
indiferencia,
olvido,
desaparición.
Viernes santo
Ha muerto la
Gracia. No hay de qué.
El sol brilla sin dioses.
No tenemos esperanza;
tenemos, sí, la esperanza de la esperanza,
esperamos que la esperanza
suceda.
Hemos tenido fe
y voluntad; hemos luchado,
con una fe sin esperanza hemos luchado.
Para perder mejor hemos luchado,
para que no nos ganen así como así,
para que les cueste
aplastarnos, para eso
hemos luchado sin esperanza,
sólo con voluntad hemos luchado.
Ha muerto la
Gracia. ¿Resucitará? (¿Estás
llorando?) ¿Resucitará?
Hemos amado sin esperanza,
con deseo hemos amado,
sin esperanza hemos amado.
Con una piedad sin esperanza hemos amado,
con una piedad funeraria.
El sol brilla sin dioses.
En tu cara.
Estoy forjando el día
como si fuera de hierro el vivir.
Estoy sosteniendo el tiempo.
Estoy mirando cómo el cielo lentamente cae,
una vez más
cae.
Sin esperanza alguna recuerdo tu belleza,
con una piedad funeraria.
Pero estoy tallando la espera
como si fuera de mármol el día de mañana.
En el declive de lo que cae derrotado,
en el de lo que cae derrotado para siempre
sostengo la nada,
sostengo la nada,
como si de dioses se tratara.
En retirada, enarbolo todavía
con una mano herida, la forma del cielo.
No te vayas. Yo sé los nombres del mundo.
Sé pronunciarlos. No te vayas.
Podrías, todavía, hacer algo
con la distancia entre tu amor y mi muerte.
Podría, esa distancia,
no ser del todo una cosa desesperada.
Podría yo no perderte así como así.
Pero la Gracia ha muerto,
el sol brilla sin dioses,
la tierra es dura.
Ha muerto la
Gracia. No hay de qué.
No hay dónde fundar
ningún futuro: las casas son pequeñas
o ajenas, y sus estantes están atestados
de ciervitos de vidrio fumé,
sus estantes atestados,
melancólicos, ebriamente lluviosos bajo este sol.
Este es el país donde nadie fundó nada.
Pero yo (no te vayas)
sé pronunciar el nombre de tu carne.
Podrías ayudarme, por ejemplo
a limpiar.
En cambio estás ahí, tan art decó
en tu quietud de cadáver en pie,
tan neoplatónica tu pose que
no pueden con eso los plumeros comunes;
es terrible, con tu belleza no puede nadie,
es más terrible que la misma piedad
funeraria.
Escuchame, yo sé,
yo sé pronunciar los nombres del mundo.
No te vayas.
Nota:Beatriz Elvira Vignoli es una novelista, poetisa, periodista, traductora y crítica de arte argentina.
Nació en Rosario (provincia de Santa Fe), el 29 de enero de 1965.
Es nieta del escultor rosarino Erminio Blotta (1892-1976).
En los años ochenta colaboró en revistas «subterráneas» (como Umbral Cultural, de Buenos Aires, dirigida por Gerardo Diego Sofía) de Rosario y Buenos Aires.
Entre 1992 y 1997 impulsó una serie de lecturas de poesía y narrativa de un grupo de escritores jóvenes de Rosario, núcleo de lo que luego serían las revistas Ciudad Gótica y Viajeros de la Underwood.
Entre 1993 y 1995 fue crítica de arte y espectáculos del diario Buenos Aires Herald (en idioma inglés).
Entre 1991 y 1998 colaboró en las secciones «Cultura» y «Contratapa» del suplemento Rosario/12 del diario Página/12.
En 1998 estuvo brevemente a cargo de la sección «Cultura» de este diario.
Entre 1998 y 2000 colabroró regularmente en el suplemento cultural «Grandes líneas» del diario El Ciudadano y la Región
jueves, 19 de noviembre de 2009
Roberto Mariani
10 CTS. DE IRA
hay una fiera, grávido de alcohol el ojo
es rabia agazapada en esta casa
la silueta palpitante que se arrastra
visceral, en algún lugar de la estructura
ávida, acechante, por las penumbras del orden
o se mantiene, letal como un cuchillo
ante el brillo helado
de un próximo estallido
tensa
su hondo animal proclama entonces su amenaza
se proyecta baba bestia, crece sombras a través
del vasto decorado de 1000 sueños extranjeros
vomitando una secuencia de adjetivos nacionalsocialistas
ácidos, impublicables
la masa irada (las garras activadas
de odio), en salto instrumentado por la comedia
del deseo
trazará un demorado surco mutilante
exactamente
en el cementerio central de las defensas dormitorios intestinos
el grito que degrada un es privilegio
feroz final dilacerante, hiende el espacio
i rasga, es ciego
inaugurando así un nuevo ciclo, feliz?
de calores resplandores metalúrgicos
asesinos
de horror, su hedor se expande
<em>LA BELLEZA?ook
-a ezra pound-
eya se interesaba, decía interesarse
por nuestras así yamadas ilusiones
i pedía comprensión para su estado de viudez poética (solía gritarlo)
un poco de calor a secas, alguna vez también pidió; pero a nos solo nos el
estado de nuestras finanzas, la copa de vino, alguna rajadura, i todo
aqueyo que poco nos importaba, qué poco nos importaba por aquel entonces
pero como es relativamente barato -o lo parece- i a veces de nada más se trata
que de beber muy lentamente
i como al descuido
de la copa del dolor
i del hastío
yo la sentaba en mis rodiyas
i arturo erraba, como era su costumbre, a. rimbaud por los corredores
del herror que se escribe sin hache, i nos vendía de la canasta de sus rosquitas
esa su mercadería peligrosa pero nada Bella, imbéciles!
i eya que se disculpaba balbuciente era, de alguna manera, qué o quién era?
i luego descubriera su valor de plus valía i pasara a ser eya la perseguidora
i a exigir una suelta de palomas (blancas) por su par de senos en pleno
i solicitudes, ruegos, filosofía de medianoche
una sesión de análisis
por una sola sesión de manoseos
nunca un orgasmo verdadero de luces de locura de cristales pisoteados
nunca
i hoy la perseguida yace en este catre
maltrecha, desgreñada
mostrando una peluca mal calzada
lanzando una risotada que rebota por el cuarto
i un olor que no proviene de su sexo precisamente
algo que no huele: tufa
ah, demonios, qué arrastrada inmunda es LA BELLEZA
con sus presidios, con su sonrisa de papel carbónico o presidente
en la sonrisa pónte de pie maldita!, cúbrete las varices…, no te hagas
pis encima, sirve la comida i fuera!, vuelve a tu perrera
déjame morir la pipa fabulosa
‘67/’70.
EL PIOJO (I YO)
(letrilla)
-a miguel de molina-
miro ese piojo
allí, i le veo
él no me ve
ni sabe, creo
de asuntos de ver
mirar…, ser visto
i para qué
yo me pregunto
precisaría él
(un piojo)
de saber de ver
de ser visto
-o de a mí verme?…
"helos ahí", se mofan
"unidos por el destino"
señoras: qué necedad!
señores: qué desatino!
él está allí
El Chupador!
yo… aquí
el chupao…
unidos?; juntos?
qué va!; qué nada!
así de solos estamos
su vida huera
e ingloria muerte
(como las mías, igual)
apenas en el papel
se entrelazan
-i no tan fuerte
siga él de ese
modo, silente
irreverente
(i ‘picante’)
con la rutina
de las sangrías
a que su piojidad
le inclina
de bien chuparse
al mariscal, o a la dama
al figurón de la corte
o al magnate; al cardenal
a la alcahueta, o al/la vate!
que siga entonces el curso
que desde siempre transita
de ese sistema-destino
que es su sino, i es su meta
que yo, de igual modo
mas "por las mías"
inciertos caminos persigo
alfombra de espinos mis días
vacías estepas mis horas
sin vino
‘98
Nota:Nació en Buenos Aires, el martes 13 de enero de 1936, vivió 23 años en distintas ciudades de Brasil -donde se "graduó" en el conocimiento de instituciones psiquiátricas-, regresó por un breve lapso a la Argentina, viajó a España, mendigó en las calles de Madrid y, finalmente, fue repatriado. "Gracias a mi hermano sobreviví", contó alguna vez.
Amigo personal de Enrique Molina, Roger Pla y Rómulo Macció, y socio en varios "emprendimientos fracasados" del dibujante y pintor "Freddy" Martínez Howard, Mariani fue uno de los actores del panorama literario de Buenos Aires entre 1963 y fines de los '70: fundó y co-editó la revista "Opium", publicó, en 1973, "7 poemas grassificantes" (Ediciones de la flor alta) y en 1968, editorial Sudamericana editó sus "7 historias bochornosas" (reeditado en Zapala el año pasado).
En Brasil, ya en 1976, la editorial Da Maconha, de Sao Paulo, publicó sus "7 Pue-más" (bilingüe). Otros poemas suyos fueron publicados en Zapala en los libros: "Poemas de oreja", "Mamotretos y ladrillo... de oreja", "Mejunje de nuevos" y 'nuevos' poemas de oreja", "Entremeces eróticos (sazonar a gusto)", con ilustraciones de Inés Finando, y "Mamotreto Nº 13". Allí fue el impulsor de la revista "De culo al barro", como en España, mientras dormía en las calles, de la publicación "La Damajuana".
Dueño de un admirable rigor crítico, lector voraz, provocador por convicción, "libertario y ácrata", Mariani es dueño de una de las voces más auténticas de la poesía del país. Su obra no conoce los límites. De gran intensidad, sus poemas se escriben en registros y estéticas diversas donde Góngora se abraza con Marosa Di Giorgio y Ezra Pound, se topa con Raúl Gustavo Aguirre, Francisco Madariaga, Leroi Jones y César Vallejo. "Busco que las frases sean duras, pero que tengan swing. Si no tiene swing, no valen nada. A veces estoy leyendo a Góngora y meto cosas de él en lo que estoy escribiendo. ¡Lo mal hecho con frases geniales de Góngora! Pero primero de todo hay un proceso inconsciente en el que vuelco todo lo que se me ocurre. El ritmo y el sonido. Escucho el ritmo adentro mío. Depende del sonido que esté escuchando y cómo lo esté escuchando. Puede ser el ruido más sutil, como el de un ‘zippo’ al cerrarse. Y, a veces, tiene que ser la furia. Y si viene con furia ya nunca voy a poder escribir sobre la gota. Y si además estoy escuchando algo ‘en vivo’, la música no viene solo de adentro -contó una tarde de calor en su refugio patagónico-. Cada poema para mí es una cosa nueva. No tengo una línea definida. Algunos son contenidos, otros son exabruptos. Los mamotretos, generalmente, son hacia afuera, con momentos groseros inclusive. Depende de la intensidad que tengan las cosas que me pasan". Y citó entre sus autores preferidos a Góngora, Ezra Pound, Gregory Corso, Dylan Thomas, Jorge Luis Borges, Leroi Jones, William Faulkner, Raymond Chandler, Edgar Alan Poe y Kafka.
Modelo publicitario, actor de fotonovelas, amigo de la nocturnidad, de los bares, lector voraz, amante del jazz, del fernet y los cigarrillos, provocador por convicción, obsesivo de las correcciones, coherente hasta la médula. De nada valen estos adjetivos que podrían, de alguna manera, representar su nombre porque como el mismo Mariani dijo: "no digo mi nombre, no lo uso, porque no soy el que dicen los papeles. O soy, pero ¿qué importancia tiene? Los nombres no definen a la persona".(Extraído de una nota que realizara el poeta Andrés Cursaro)
martes, 17 de noviembre de 2009
Julio Migno
¿Qué tendrás pago?
Chiflando una tonada en las totoras
y peinando el sauzal, retoza el viento
rempujando las crespas marejadas
que entre esquilas de espumas van muriendo.
Como pa' hacer brillantes ñanduceras
están las tres Marías en el cielo.
Se ha fundido una estrella y cae su chorro
como lágrima en arco entre el estero.
No pica; con plomada o sin plomada,
de espinel o pateja, da los mismo.
Van hablando en temblor las correntadas
y se duerme la liña entre los dedos.
Hay plata en el zanjón, en las escamas,
en la ristra brillosa 'e los anzuelos,
en el cuchillo de cortar carnadas,
y en esa "bola de uno" del lucero
que se ha ceñido al corazón arisco
pa' que levante luces en el pecho.
¡Qué tendrás pago, que te quiero tanto
con tus chajás, tus brujas y tus esteros,
con los vellones de tus garzas blancas,
con el pico plateao de tus boyeros,
con tus garcitas moras que se visten
en tus jacarandases y tus cielos,
con tus torcazas llenas de ceniza,
con Juan Soldao, el de la brasa al pecho;
¡qué tendrán tus calandrias que me llaman,
tus chororoses y tu tordo islero,
y tus viuditas tristes y esa chispa
que dió el fogón pa' la brasita 'e fuego,
y qué tendrás, que entre mis noches pasa
siempre un arisco cardenal ardiendo!
¡Esos son tus gualichos en mi amargo,
ésa es la brujería que me has hecho,
ése es el espinel que le has tendido
pa' prender en sus ganchos al Mielero!
Soy de tus islas un timbó cualquiera,
y en tus zanjones, curupí a los vientos;
sauce embrujado de cualquier barranca,
y un llanto colorado entre tus ceibos,
y soy, por una herencia de la suerte,
con mi lanza en la voz, sanjavielero.
¡Muchas gracias, patrona doña vida,
que me has hecho zorzal. Estoy contento!
Mi tierra
Timbó, laurel, curupí,
lindos ceibales en flor,
pago de indio mocobí;
San Javier donde nací;
no hay otra tierra mejor.
Timbó, laurel, curupí...
Sanjavielito y Verón
en mi sangre van marchando,
desato mi corazón,
lo pongo de embarcación
y lo cruzo navegando.
Sanjavielito y Verón...
Ronquidos de marejadas,
corridas de surubises,
y abriendo las madrugadas
nubarrón de crestonadas
y un silbar de siririses.
A pala corta la proa
dolorida correntada
y descansa la canoa
mientras se hace la ranchada.
Relatos de aparecidos,
política lugareña,
la crónica de un silbido
y el llegar como perdido
del que salió a buscar leña.
Cielo abierto, mosquitada,
chanzas, postas de pescao,
y al revolear la liñada
la preferencia anotada:
"pa' la boca de una dorao!".
Corre plomo derretido
en la vena del zanjón,
y un camalote perdido
va cabeceando dormido
a dar contra un albardón.
Juega su plata la luna
sobre carpeta de estero
y se la copan los teros
a orillas de la laguna...
Por la lomada cebruna
relincha en arco un bagual,
pasa lerdo un pato real
al sesgo y a lo matrero,
y lo encandila el lucero
que asoma entre el totoral.
Silencio de narradores,
quejumbres de gallinetas,
relevo de cebadores
y un rodear los asadores
de cuchillo y de galleta.
Como anticipo de soles
en las mañanas triunfales,
cuajarones arreboles
van flamenado tomasoles
los isleros cardenales.
"Color de guitarra vieja"
salta un zorzal andariego.
La ocurrencia en la madeja
la tejió don Goyo... Cejas
mientras atizaba el fuego.
Calandria en cristalería,
boyero meciendo acentos,
pasan en la tierra mía
con sus gauchas juglarías
de emplumados instrumentos.
Amigo de mis ausencias,
de lo mejor que me queda,
aquí vengo a la querencia
y haciendo acto de presencia
pido mi trago en la rueda.
Paisanas: "sanjavielero
pa' lo que gusten mandar",
de aquellos que al saludar
como queriendo sembrar
van empujando el sombrero.
Paisanas, sanjavielero.
Todo del indio Mariano
y del flautista Paikí
donde es chuza de baqueano
el alarido temprano
de Miguel Lavanderí.
Timbó, laurel, curupí,
lindos ceibales en flor,
pago de todo mi amor
San Javier donde nací
tierra de indio mocobí
borracho al atardecer,
timbó, laurel, curupí
no he de morir sin volver
y he de volver a morir
en tus costas, San Javier.
Cúmplase así mi destino
después de cruzar errante
loco caballero andante
los más inciertos caminos,
sintiendo todos los trinos
con mi tumba en la barranca,
cajón de madera blanca
de timbó sanjavierino
y en tardes ensangrentadas
Sanjavielito y Verón
rezándome una oración
en sus blandas marejadas.
Nota:Julio Bruno Migno Parera nació en San Javier, el 6 de octubre de 1.915.
Murió en Santa Fé el 5 de diciembre de 1.993.
Julio Migno
Hizo sus primeras letras en la escuela de su pueblo natal, para trasladarse, ya adolescente, a la capital de la provincia, donde iniciaría sus estudios secundarios en el Colegio de la Inmaculada Concepción de los Padres Jesuitas.
Poco antes de lograr su graduación como bachiller, en 1.932, publica en colaboración con su compañero Félix Villasur Gutiérrez, su primer libro de poemas titulado "A los nuestros".
En 1.943 cristaliza su primera obra de aliento, "Amargas", donde se releva un poeta profundamente conmovido por el paisaje y la gente de su tierra.
En 1.947 publica "Yerbagüena, el Mielero", libro que marca un momento clave en su carrera literaria. Su personaje, un imaginario cantor hijo del pago, mereció un elogioso comentario de la BBC de Londres.
"Chira Molina", en 1.952, presenta el testimonio desgarrado de un paisano valiente e incomprendido, víctima de la injusticia.
La obra "Miquichises" aparece en 1.972. Señala la madurez del canto en el ciclo criollo a la vez que la culminación del mismo. Se encuentran allí muchas de sus más popularizadas poesías.
- Cumplido el ciclo de lenguaje, geografía y hombre de la cantera nativa, les doy ahora esencias que llevan el aguijón nacionalista del dolor en el ocaso. Estas palabras prologan su último libro, "Summa Poética", de estilo más clásico y enfoque universalista.
A las obras mencionadas se agregan dos antologías : "Cardos y Estrellas" de 1.955, y "De palo a pique", de 1.965.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Enrique Molina
Rutina doméstica
Saboreo el café del desayuno después del diluvio.
El salmodiante Noé
está tendido desnudo entre sus hijas y la guitarra
con la tierra al alcance de la mano.
La casa apareció traída por un pájaro
colgada del pico. El café
es negro y suntuoso
como el trono de un monarca africano
con cabezas de leones labradas por el rayo.
La Desconocida ambula por los cuartos
en las constelaciones del deseo,
perfumada y demasiado próxima
a las cosas que despiertan con ella,
con el desayuno,
llena de errores, indómita.como las águilas,
enjoyada en su risa y su leyenda.
Escarbará en mi pecho con su zarpa, me bendecirá
en un idioma salino
en el que todo es orgiástico, devorador, inquietante.
Y tantos años han corrido con esta misma escena
mientras el gallo inicia el hechizo inexplicable
del día
que fosforece y pasa hacia las aguas oceánicas.
La arena
lanca, consumida por la alquimia y la sal,
tendida en su lecho virgen bajo las alas de la luna
deja caer su velo de novia
para cubrir al señor de los náufragos.
Y no olvides que también es mortaja.
Tortúrame, arena,
con el auto de fe del sol en la bahía,
arráncame frente al océano mi última confesión.
Labios sin dogma
al pie de la escollera de terribles piedras donde
el mar estalla.
Vienes de muy lejos como la sangre,
tu amor seduce ciertas almas,
giran en el viento,
asumen el temblor del cangrejo acosado en su cueva.
Tu tesoro son conchillas trizadas y tu leche es árida
como hueso. Despojos
de la sístole y la diástole del salvaje corazón marino.
Sedienta del agua que te castiga brilla como un
incendio
el oro de tus caderas de odalisca.
Tumba o promesa de grandes placeres de la
intemperie, pero tan pérfidamente
seductora
para que alguien, sobre tu superficie, reverberante y
unánime,
escriba con un dedo la palabra "adiós" y un nombre que
se borra.
Allí están
Traída de tan lejos por grandes nubes maternales
despierta a la orilla del mar la pequeña vivienda de
madera,
desde su fatigado sueño, sobre estacas,
y nada muerto sino agradecido entre las tablas y la
luz salada,
y el bote partió sobre las olas jubilosas con las redes
tendidas
en la majestad de la mañana donde con dos pesadas
trenzas negras,
mientras lava la ropa,
la mujer aletea hacia el horizonte cubierta de
espuma, atenta
al alma de un pájaro en el follaje
—cobriza mujer de grandes pies para pisadas
mortales y seguras—,
y allí están los dioses que azuzan la luz dentro del
cielo inmutable
dentro de la mosca y la serpiente nativa que conjura
sus himnos,
dentro de las telas con flores estampadas que
se visten las negras
para las encendidas alabanzas
y el prestigio de sus cuerpos llenos de mensajes,
dentro del crujiente carretón que se bambolea hacia
el horizonte,
dentro de la arena marina donde despliegan su
liturgia,
dioses instantáneos con olor a cebolla y a cerveza,
para latir con los seres del lugar y su destino,
dioses para el padre y la madre y sus hijos
remadores,
para las hojas susurrantes de los bananeros y el
helecho,
para lugares de calor con un embrujado lenguaje,
para labios que cantan y besan o beben las lágrimas
en el sollozo de las despedidas,
dioses dentro de los ojos y los oídos y en la piedra
con el perfume descarado del sol que el viento olfatea,
dioses que suplican y cantan a través de la pial,
a través del aliento, a través de las aguas,
y los tablones de la casa tornasol para hospedar el
viento a la orilla del mar.
Nota:(Buenos Aires, 1910- id, 1996). Escritor argentino. Desde la publicación de su primer libro, Las cosas y el delirio (1941), que señala la aparición de la llamada generación del cuarenta, su obra es un recorrido por el surrealismo en el que, tras inspirarse en Éluard, Supervielle o Neruda (Pasiones terrestres, 1946), ahonda en los temas de América (Costumbres errantes o la redondez de la tierra, 1951) y en el tratamiento de lo cotidiano (Amantes antípodas, 1961; Fuego libre, 1962, etc.).
domingo, 8 de noviembre de 2009
Edgar Bayley
Llego nadando
cuando alguien me escribe yo le escribo
cuando alguien me piensa yo lo pienso
cuando alguien me olvida yo lo olvido
tengo mi corazón la mano la araucaria
alianza y comunión
es mi destino
navego otra vez
este mar me lleva hacia mis bodas
brillo y oscuridad
llego nadando
Todo lo visto y vivido
todo lo visto y vivido
cabe en muy pocas palabras:
en la luz de una mañana
en un trompo saltarín
en una tarde de sol
en una silla vacía
en cada piedra y la casa
todo lo visto y vivido
fulgura
se va ocultando
tras las hojas
y entre el viento
al borde de la bahía
todo lo visto y vivido
cabe en la sal
y en la mano
de quien saluda
y me lleva
al caracol y la araña
a la verdad de este día
a mi sendero y mudanza
Certidumbre
un ladrido es un problema de garganta
de corazón más bien
es disonante en un coro de callados
concuerda con el estruendo y la violencia
¿para qué más? ¿qué otra certidumbre?
gota a gota cae el sentido
de las voces y ladridos
las cuerdas vocales han durado
en esta sonora certidumbre
Es infinita esta riqueza abandonada
Esta mano no es la mano ni la piel de tu alegría
al fondo de las calles encuentras siempre otro cielo
tras el cielo hay siempre otra hierba playas distintas
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
nunca supongas que la espuma del alba se ha extinguido
después del rostro hay otro rostro
tras la marcha de tu amante hay otra marcha
tras el canto un nuevo roce se prolonga
y las madrugadas esconden abecedarios inauditos islas
remotas
siempre será así
algunas veces tu sueño cree haberlo dicho todo
pero otro sueño se levanta y no es el mismo
entonces tú vuelves a las manos al corazón de todos
de cualquiera
no eres el mismo no son los mismos
otros saben la palabra tú la ignoras
otros saben olvidar los hechos innecesarios
y levantan su pulgar han olvidado
tú has de volver no importa tu fracaso
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
y cada gesto cada forma de amor o de reproche
entre las últimas risas el dolor y los comienzos
encontrará el agrio viento y las estrellas vencidas
una máscara de abedul presagia la visión
has querido ver
en el fondo del día lo has conseguido algunas veces
el río llega a los dioses
sube murmullos lejanos a la claridad del sol
amenazas
resplandor en frío
no esperas nada
sino la ruta del sol y de la pena
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
Nota:
Edgar Maldonado Bayley, quien a partir de 1945 elegiría el nombre de Edgar Bayley para firmar su obra literaria, nació en Buenos Aires en 1919. Durante la segunda mitad de los años 40 integró con otros poetas y pintores uno de los más importantes movimientos de vanguardia de la Argentina, el "invencionismo" y luego participó en la dirección de poesía Buenos Aires (1950-1960) y Zona de la Poesía Americana (1953-1954) dos revistas decisivas en la historia de la poesía de su país.-
Dramaturgo y director teatral, traductor, autor de inclasificables relatos, Bayley fue ante todo poeta y uno de los teóricos que mas profunda y lúcidamente reflexionaron sobre la poesía en América latina. Escribió ocho libros de poemas (En común, La vigilia y el viaje, Ni razón ni palabra, El dia, Celebraciones, Nuevos poemas, Alguien llama y Algunos poemas más), uno de relatos (Vida y memoria del doctor Pi) dos de ensayos (Realidad interna y función de la poesía y Estado de alerta y estado de inocencia) y tres piezas teatrales (Burla de Primavera, Farsa de Isopete, y el sastre y Dulioto), todos ellos reunidos, junto a otros textos no incluidos en libro o inéditos, en el volúmen Obras, publicado por Grijalbo Mondadori en 1999.-
Desde 1947 hasta su jubilación en1980 trabajó en la Biblioteca de la Caja de Ahorro y Seguro.-
Falleció en Buenos Aires en agosto de 1990.-
viernes, 6 de noviembre de 2009
Silvina Ocampo
La visión
Caminábamos lejos de la noche,
citando versos al azar,
no muy lejos del mar.
Cruzábamos de vez en cuando un coche.
Había un eucalipto, un pino oscuro
y las huellas de un carro
donde el cemento se volvía barro.
Cruzábamos de vez en cuando un muro.
Íbamos a ninguna parte, es cierto,
y estábamos perdidos: no importaba.
La calle nos llevaba
junto a un caballo negro casi muerto.
Era de noche -esto será mentira.
Tal vez, pero en mis versos es verdad-.
Una arcana deidad
casi siempre nocturna que nos mira
vio que nos deteníamos y el día
suspendió sus fanáticos honores,
clausuró sus colores
pues también el caballo nos veía.
No digas que no es cierto: nos miraba.
Con la atónita piedra de sus ojos,
bajo los astros rojos,
nos vio como los dioses que esperaba.
La llave maestra
La luz de su cuarto me habla de él cuando no está,
me acompaña cuando tengo miedo,
y siempre tengo miedo porque soy valiente;
oye su paso sobre los mosaicos de la entrada
va a su encuentro cuando abre la puerta lentamente
cuando lo espero, y siempre lo espero;
lo mismo es para la luz eléctrica que para la luz del sol,
lo mismo para el sol que la luna o la estrella.
Un tapiz forma la luz complicada
es la vida y siempre la vida.
Si me quedara ciega la vería con mis patas
o tal vez con mi frente cuando llega.
El tapiz no lo forma la luz sino su llegada, el sonido
que cambia de oscuro en claro.
El tablero de la luz tiene varias llaves
pero una gobierna el resto:
se llama la llave maestra.
Del mismo modo el tablero de mi luz
tiene una sola llave que gobierna las otras
la llave que está en sus manos.
Apagaría todas las luces si quisiera
pero yo cierro los ojos para no ver
la oscuridad que podría ser luz
para no herirlo.
Diálogo
Te hablaba del jarrón azul de loza,
de un libro que me habían regalado,
de las Islas Niponas, de un ahorcado,
te hablaba, qué sé yo, de cualquier cosa.
Me hablabas de los pampas grass con plumas,
de un pueblo donde no quedaba gente,
de las vías cruzadas por un puente,
de la crueldad de los que matan pumas.
Te hablaba de una larga cabalgata,
de los baños de mar, de las alturas,
de alguna flor, de algunas escrituras,
de un ojo en un exvoto de hojalata.
Me hablabas de una fábrica de espejos,
de las calles más íntimas de Almagro,
de muertes, de la muerte de Meleagro.
No sé por qué nos íbamos tan lejos.
Temíamos caer violentamente
en el silencio como en un abismo
y nos mirábamos con laconismo
como armados guerreros frente a frente.
Y mientras proseguían los catálogos
de largas, toscas enumeraciones,
hablábamos con muchas perfecciones
no sé en qué aviesos, simultáneos diálogos.
Nota:Poeta argentina nacida en Buenos Aires en 1903.
Desde pequeña estudió pintura y mostró inclinación por la poesía, gracias a la marcada tradición cultural
de su familia y a la trayectoria de su hermana Victoria Ocampo quien la vinculó al mundo literario.
Por conducto de Jorge Luis Borges con quien la unió una gran amistad, conoció a su marido, el escritor
Adolfo Bioy Casares.
A su primera publicación poética, «Enumeración de la patria» en 1942, le siguieron «Espacios métricos» en 1945,
«Poemas de amor desesperado» en 1949 y «Los nombres» en1953. Incursionó con mucho éxito en el cuento,
la novela y la literatura fantástica, regresando a la poesía en 1962 con «Lo amargo por dulce» y en 1972 con
«Amarillo celeste». Luego publicó «Árboles de Buenos Aires» en 1979 y su antología, «Las reglas del secreto» en 1991.
Obtuvo numerosos premios nacionales entre los que se destacan el Gran Premio Nacional de Literatura en dos ocasiones,
el Premio Nacional de Poesía, la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores y varios galardones municipales.
Murió en Buenos Aires en 1994. ©
jueves, 5 de noviembre de 2009
Alfonsina Storni
DOMINGOS
En los domingos, cuando están las calles
del centro quietas,
alguna vez camino, y las oscuras,
cerradas puertas
de los negocios, son como sepulcros
sobre veredas.
Si yo golpeara en un domingo de esos
las frías puertas,
de agrisado metal, sonido hueco
me respondiera...
Se prolongara luego por las calles
grises y rectas.
¿Qué hacen en los estantes, acostadas,
las negras piezas
de géneros? Estantes, como nichos,
guardan las muertas
cosas, de los negocios adormidos
bajo sus puertas.
Una que otra persona por las calles
solas, se encuentra:
un hombre, una mujer, manchan el aire
con su presencia,
y sus pasos se sienten uno a uno
en la vereda.
Detrás de las paredes las personas
¿mueren o sueñan?
Camino por las calles: se levantan
mudas barreras
a mis costados: dos paredes largas
y paralelas.
Vueltas y vueltas doy por esas calles,
por donde quiera,
me siguen las paredes silenciosas,
y detrás de ellas
en vano saber quiero si los hombres
mueren o sueñan.
ASPECTO
Vivo dentro de cuatro paredes matemáticas
alineadas a metro. Me rodean apáticas
almillas que no saben ni un ápice siquiera
de esta fiebre azulada que nutre mi quimera.
Uso una piel postiza que me la rayo en gris.
Cuervo que bajo el ala guarda una flor de lis.
Me causa cierta risa mi pico fiero y torvo
que yo misma me creo pura farsa y estorbo.
SUGESTIÓN DE UN SAUCE
Debe existir una ciudad de musgo
cuyo cielo de grises, al tramonto,
cruzan ángeles verdes con las alas
caídas de cristal deshilachado.
Y unos fríos espejos en la yerba
a cuyos bordes inclinadas lloran
largas viudas de viento amarilloso
que el vidrio desdibuja balanceadas.
Y un punto en el espacio de colgantes
yuyales de agua; y una niña muerta
que va pensando sobre pies de trébol.
Y una gruta que llueve dulcemente
batracios vegetales que se estrellan,
nacientes hojas, sobre el blando limo.
UNA VEZ MÁS, EL MAR
Piel azul que recubres las espaldas del mundo,
y atas pies con cabeza de la endiablada esfera,
huidiza y multiforme culebra mudadera,
puñal alguno puede clavársete profundo.
Esponja borradora tu fofa carne helada,
la proa que te corta no logra abrir el paso,
ni a hierro marca el pozo, cuando horada tu vaso,
el redondel de fuego de la estrella incendiada.
A tu influjo terrible, mi más terrible vida
llovió sobre tus brazos su lluvia estremecida,
te lloró en pleno rostro sus lágrimas y quejas.
Si te quemó las olas no abrió huella el torrente:
fofa carne esmeralda, te alisaste la frente,
destrenzaste al olvido tus azules guedejas.
Bio:(Sala Capriasca, Suiza, 1892 - Mar del Plata, Argentina, 1938) Poetisa argentina de origen suizo. A los cuatro años se trasladó con sus padres a Argentina, y residió en Santa Fe, Rosario y Buenos Aires. Se graduó como maestra, ejerció en la ciudad de Rosario y allí publicó poemas en Mundo Rosarino y Monos y Monadas. Se trasladó luego a Buenos Aires y fue docente en el Teatro Infantil Lavardén, en la Escuela Normal de Lenguas Vivas y en 1917 se la nombró maestra directora del internado de Marcos Paz.
Alfonsina Storni comenzó a frecuentar los círculos literarios y dictó conferencias en Buenos Aires y Montevideo; colaboró en las revistas Caras y Caretas, Nosotros, Atlántida, La Nota y en el periódico La Nación. Compartió además la vida artística y cultural del grupo Anaconda con Horacio Quiroga y Enrique Amorín y obtuvo varios premios literarios.
En la década de 1930 viajó a Europa y participó de las reuniones del grupo Signos, donde asistían figuras importantes de las letras como Federico García Lorca y Ramón Gómez de la Serna. En 1938 participó en el homenaje que la Universidad de Montevideo brindó a las tres grandes poetas de América: Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou y ella misma. Ese año, el 25 de octubre, víctima de una enfermedad terminal, decidió suicidarse en Mar del Plata.
Madre soltera, hecho que no era aceptable en su época, fue sin embargo la primera mujer reconocida entre los mayores escritores de aquel tiempo. Su trayectoria literaria evolucionó desde el Romanticismo hacia la vanguardia y el intimismo sintomático del Modernismo crepuscular. El rasgo más característico de su producción fue un feminismo combativo en la línea que se observa en el poema Tú me quieres blanca, el cual se halla motivado por las relaciones problemáticas con el hombre, decisivas en la vida de la poetisa.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
Ezequiel Martínez Estrada
Tejes
Tejes. Callamos. Yo leo,
que es mi modo de tejer.
La casa empieza a tener
frialdad de mausoleo.
—Hace frío.
—Sí; hace frío.
—Pon otro poco de leña.
En el cuadro un árbol sueña
y frente a él corre un río.
—Rafael no viene más.
—Ya no viene más Irene.
—¿Y Dora?
—¿Y Pedro?
—¿Y Tomás?
—Ya ninguno de ellos viene.
Además, ¡cuántos se han ido
por éste o aquel sendero!
Otros nacieron, pero
también los hemos perdido.
Transcurren unos minutos
en una quietud tan pura
que el tejido y la lectura
son perfectos y absolutos.
—¿Oyes? Salen de la escuela
los chicos.
—Pues, ¿qué hora es?
Hablan y cantan. Después
sólo queda una estela.
—¿Han llamado?
—Sí, han llamado.
Nadie ha llamado a la puerta.
Está la calle desierta
como un camino olvidado.
El reloj marca una hora
cualquiera en la eternidad.
Esta sí es la soledad.
Nunca la sentí hasta ahora.
—Es tarde.
—Es tarde.
Cerramos
la llave de luz. Salimos.
—Hasta luego.
Y nos dormimos.
Y después despertamos.
El mate
De ti a mí, mano a mano,
el mate viene y va.
El mate es como un diálogo
con pausas que llenar.
(Darío lo ha llamado
calumet de la paz)
Niño que se ha dormido
cansado de llorar.
Y aún suspira, la lluvia
cae sobre la ciudad.
El brasero sus brasas
aviva fraternal
y como en la charada
llena todo el hogar.
De ti a mí, mano a mano
el mate viene y va.
Nos quedamos callados
mirando sin mirar
un cuadro, un libro abierto,
un reflejo fugaz.
Tenemos una pena
como de soledad;
nos falta un hijo y algo
que no tendremos ya.
El reloj da la hora
de la serenidad
y grano a grano cuenta
arenas en el mar.
La lluvia se diría
que liquida el cristal,
El brasero calienta
el frío del hogar.
De ti a mí, mano a mano,
el mate viene y va.
Hace poco perdimos
un amigo ejemplar,
perdimos un hermano
de exquisita bondad
Se le escapó la vida
antes de comenzar
Presente en el silencio
sabemos bien que está,
pero callamos porque
no podemos hablar.
Tú principiaste un cuadro,
yo un libro; y ahí están
sin terminar las manos
la estrofa sin final
De ti a mí, mano a mano
el mate viene y va.
Llevamos siete años
de vida conyugal
y nuestro amor reclina
su frente en la amistad.
De los viejos proyectos
casi no hablamos más;
hay algo que nos dice
de un fracaso brutal.
Nos miramos con pena
durmiendo sin soñar;
nos ha engañado el sueño,
ya no soñamos más.
De ti a mí, mano a mano
el mate viene y va;
viene a mí fervoroso,
casi frío a ti va.
No hay más luz que las brasas
ni más calor quizás.
Mi cigarrillo quema
sustancia sideral
y como se ve poco
no nos vemos llorar.
Nota:Estrada es sin duda el más importante de los ensayistas argentinos del siglo XX. Nació en San José de la Esquina, pequeño pueblo de Santa Fe, en el mes de setiembre de 1895; y murió en Bahía Blanca, en noviembre de 1964. Hijo de padres humildísimos, fue un verdadero autodidacto que, durante largas décadas, trabajó en un puesto burocrático del Correo Central de Buenos Aires. En 1924, cuando llevaba publicados varios libros de poemas, fue nombrado profesor de literatura en el Colegio Nacional de la Universidad de La Plata. Enseñó allí hasta 1945, en que voluntariamente dejó la enseñanza porque, en tiempos de Rosas, "un cuerpo docente, de venerables académicos, postrado ante un gángster llevado en andas por sus congéneres, que predicaba a la juventud argentina el deber presente y futuro de convertir al país en un arsenal y en un burdel"( Las 40 ).
Entre 1950 y 1955 una cruel enfermedad desconocida lo mantuvo postrado en camas de hospitales.
A fines de 1927 viajó a Europa con su mujer, Agustina, y recorrió Italia, Francia y España. Desde 1933 a 1940 una crisis íntima le impidió escribir y se dedicó al estudio del violín y el ajedrez, temas sobre los cuales compuso más tarde sendos volúmenes inéditos. En 1959 viajó a México donde enseño un año y en 1960 a Cuba; permaneció un año en la isla trabajando en su enorme obra sobre Martí.
Un discurso pronunciado en esas islas del Caribe, con motivos de los 18 años de la revista Cuadernos Americanos, hizo que cayera sobre él la calumnia de haber renunciado a su ciudadanía. Varios escritores argentinos lo atacaron duramente y él se defendió escribiendo en Marcha de Montevideo que "la libertad para el pueblo de Cuba consiste en decidir su destino y no en cambiar de amo" y que su patria no estaba determinada por el Registro Civil. Además, declaró públicamente que no aceptaba ninguna acusación de comunismo porque "no quiero mancillarme admitiendo la dictadura del proletariado ni la dictadura de ninguna otra clase". Pocos meses antes de morir se definió a sí mismo como "un cristiano fuera de la Iglesia… esto es, un partidario de la libertad y la dignidad humana".
Cuando murió, en una de esas tristes y lluviosas tardes de Bahía Blanca, acompañaron su féretro treinta personas.
lunes, 2 de noviembre de 2009
Jorge Luis Borges
Arte poética
Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche , que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor, y un símbolo,
ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.
La rosa
La rosa,
la inmarcesible rosa que no canto,
la que es peso y fragancia,
la del negro jardín en la alta noche,
la de cualquier jardín y cualquier tarde,
la rosa que resurge de la tenue
ceniza por el arte de la alquimia,
la rosa de los persas y de Ariosto,
la que siempre está sola,
la que siempre es la rosa de las rosas,
la joven flor platónica,
la ardiente y ciega rosa que no canto,
la rosa inalcanzable.
Límites
De estas calles que ahondan el poniente,
una habrá (no sé cuál) que he recorrido
ya por última vez, indiferente
y sin adivinarlo, sometido
a quien prefija omnipotentes normas
y una secreta y rígida medida
a las sombras, los sueños y las formas
que destejen y tejen esta vida.
Si para todo hay término y hay tasa
y última vez y nunca más y olvido
¿Quién nos dirá de quién, en esta casa,
sin saberlo, nos hemos despedido?
Tras el cristal ya gris la noche cesa
y del alto de libros que una trunca
sombra dilata por la vaga mesa,
alguno habrá que no leeremos nunca.
Hay en el Sur más de un portón gastado
con sus jarrones de mampostería
y tunas, que a mi paso está vedado
como si fuera una litografía.
Para siempre cerraste alguna puerta
y hay un espejo que te aguarda en vano;
la encrucijada te parece abierta
y la vigila, cuadrifonte, Jano.
Hay, entre todas tus memorias,
una que se ha perdido irreparablemente;
no te verán bajar a aquella fuente
ni el blanco sol ni la amarilla luna.
No volverá tu voz a lo que el persa
dijo en su lengua de aves y de rosas,
cuando al ocaso, ante la luz dispersa,
quieras decir inolvidables cosas.
¿Y el incesante Ródano y el lago,
todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?
Tan perdido estará como Cartago
que con fuego y con sal borró el latino.
Creo en el alba oír un atareado
rumor de multitudes que se alejan;
son los que me ha querido y olvidado;
espacio, tiempo y Borges ya me dejan.
Nota:Poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1899.
A los siete años escribió en inglés un resumen de la mitología griega; a los ocho, «La víscera fatal», inspirado en un episodio
del Quijote, y a los nueve tradujo del inglés «El príncipe feliz» de Oscar Wilde.
Es una de las grandes voces de la poesía contemporánea, autor de numerosos ensayos, cuentos y poemas, entre los que se
destacan «Ficciones», «Historia universal de la infamia» y «Los conjurados», traducidas a más de veinticinco idiomas.
El Premio Formentor otorgado por el Congreso Internacional de Editores en 1961, compartido con Samuel Beckett, fue el punto de partida para lograr su reputación en todo el mundo occidental. Recibió luego el título de Commendatore por el gobierno italiano, el de Comandante de la Orden de las Letras y Artes por el gobierno francés, la insignia de Caballero de la Orden del Imperio Británico, el Premio Cervantes, el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, y el Premio Nacional
de Literatura en 1956.
Falleció en Ginebra, Suiza, en 1986. ©