viernes, 3 de septiembre de 2010
Laura Wittner
Balbuceos en una misma dirección
Todo es un poquito raro.
Juan Lima
E tutto è molto strano.
Eugenio Montale
1
Las cosas enrarecen
a la primera de cambio.
Un empujón magnético
–invisible, indoloro– ya desfasa.
Un cambio de jerga que tapa un conducto
abre otro y transfiere
el escenario entero al contexto de al lado.
Y allí, tras las paredes de papel,
queda el sentido, bamboleándose.
2
Se esconden, los sentidos,
unos detrás de otros. Hacen cú-cú
en esa larga fila de metamorfosis,
signos leídos a velocidad
y sonidos que un instante son sutiles
y al siguiente, monstruosos
(como los que entran, de noche,
por un solo lado de la almohada).
3
Además: el pacto de credibilidad.
Todo, un día, es lejano; se piensa
en la especie humana como en “ellos”.
Se les admira la organización,
el ingenio en inventos
como el cochecito de bebé,
el colectivo, la heladería artesanal.
Otro día hasta ese aroma eléctrico
a simulación de pan casero
ennoblece el curso que hemos dado en seguir
(nosotros, los cositos
surgidos en la Tierra).
4
Estos traspiés
entre lo que se esperaba y lo que es.
Ver un momento, solamente,
de la larga vida ajena:
sentados en la puerta de su casa
toman cerveza mientras baja el sol
y por mascota ahí nomás tienen pastando
una vaca, un caballito, un pony.
5
Lo falso siniestro.
Las sombras con perfil de monstruo
remodeladas ante cualquier luz,
las amenazas convertidas en picnics,
el día de pánico en vano
archivado junto a tantos otros.
6
Igual que la burbuja –que es perfecta
cuando surge y sabe equilibrarse
de los labios al aire y ascender
seductora, reflejando el universo
hasta que deja de disimular
su condición de frágil detergente
para, con veleidades de espejismo,
unirse al aire, dejarse tragar
por ese medio graso y agresivo,
pesado hasta la sordidez
que se había ofrecido a sostenerla–
es el impulso, la voluntad.
7
Qué caos.
¡Qué cacho...!
¿Qué catzo...?
El campamento está armado en la frontera
pero también la frontera es imprecisa
y además, claro, es sólo un campamento.
(inédito)
Volviendo de Charlone
Ahora el sol ejerce
su posibilidad aplastante de domingo a las cuatro:
así no hay forma de disfrazar el golpe
de estas ventanas fugaces cuyas escenas,
por congeladas, son peores.
La señora muy vieja de perfil
sentada a la mesa fuera de hora
mirando fijo hacia delante
y eso es todo.
Desde la calle cualquiera da por hecho
que esos ojos tan abiertos son horror
y ese gesto es el de haber abandonado
lo que alguna vez se supo, si se supo;
sólo estar proyectando
contra la caja hueca del televisor
pedazos de pasado (pero ¿qué es? ¿existió?),
presente en picadillo (pero ¿es así?
tal vez esa visión estática y temible
haya logrado componer,
o crea haber logrado componer,
finalmente algún sentido con todas esas partes).
Desconociendo ya
su perfil, el que se muestra.
(de Lluvias. Buenos Aires, Bajo la luna, 2009).
La tomadora de café
1
Con el segundo trago vuelve todo: los deseos.
Mesa baja de madera, taza blanca
con marca de café en su interior y plato blanco,
con restos de galleta de avena, vaso blanco
de cartón, con agua fría. Una señora camina por París,
toma vino tinto y seduce a sus alumnas.
Otra señora, sencillamente, se refleja sin querer
en un espejito rectangular y entre biseles
ve su propia barbilla, el cachete pecoso
y unas hebras de pelo. ¿Qué es esto?,
se pregunta. ¿La cara de una madre, o la de una señora
que pasea por París, toma vino tinto, etcétera?
2
Ilustración de la teoría del esfuerzo.
La necesidad del merodeo y la confinación,
de la queja, mirar la tele y aceptar que llueva
durante días. El aroma, la escalera que lleva al ventanal en L
y a la mesa con mantel azul serán una elección y no un refugio.
A esto lo llamaremos “proceso de mejoramiento”:
con pocos trazos se compone una imagen
por la que hasta es posible caminar.
Una curva en la costa, tejados rojos,
un potrillito cómico que apura el tranco
para no perder de vista a su mamá. A la noche
veremos una estrella fugaz en el momento esperado.
Durante tres segundos se caerá del cielo,
y nos dejará en penumbras, en ascuas
bajo el resto de la vía láctea.
3
Humedad: que en la tormenta píen pájaros
tener el pelo hecho una espuma y adornarlo
o apaciguarlo con una cinta verde
goznes que crujen sobre los mosquiteros
tazas abandonadas que sin embargo
gustamos de incluir en construcciones de ocasión
reconfortantes escenografías
pensadas así nomás, al sobrevuelo.
4
Otra vez sólida y eterna
en la oscuridad del microcine.
Cuántas películas sirven para que una mujer
vaya volviéndose linda: si tiene tacos, si no,
si tiene la nariz medio ganchuda pero esa
esa sonrisa a medio armar
y esos miedos poéticos que un buen director
sabe enmarañar con uno o dos
mechones sueltos cuando se trata de su actriz
o de su espectadora, a quien sin conocer
ilumina y maquilla,
dejando que se entregue
a voluntad
al deleite, en la oscuridad.
5
A dos metros: mujer con bolsa de tela
de la que sobresale una planta de aloe
mediana, sana (sana, mediana).
Enfrente: chica tocando las telas que mira
mientras se pasea entre pasillos
flanqueados por largos tubos de cartón
envueltos en lunares, lonas, zarazas, lanas a rayas.
Y arriba, en un balcón puesto a la venta:
señora que fuma sentada, vuelta al tráfico entrante,
observando el esforzado serpenteo de la avenida.
Tres maneras de enfocar a una muchacha.
6
Toda la mañana hasta las 3
el cielo fue de gris a negro, de negro a blanco, a gris.
Tragos cortos acompañan la lectura. Un mordisco, una palabra
en inglés: substitution. A las 11 un llamado telefónico
de cierta trascendencia. Verdulería. A las 12 traducir,
a la 1 tomar nota: ¿qué me pongo? ¿lentes de contacto,
o anteojos? Es decir, ¿cómo se encauza
un día lleno de nubes, tan maleable, dispuesto a todo?
7
Se despertó el mundo. Se despertó la percepción.
Hicieron facturas en la panadería
antes del amanecer, y al kinoto le salieron cosas blancas.
Todo emana un perfume repleto y activo:
no se le puede dar más tratamiento
(un tratamiento mejor) que percibirlo.
(de La tomadora de café. Bahía Blanca, Vox, 2005).
La pantalla
Como flechas en dirección opuesta
cruzaremos el aire. Pero eso
no significa nada.
Vamos y venimos, y vamos,
y venimos. Un día es negro,
sólo quiero alquilar una película
y volver a la nevada geografía nórdica
sentada en almohadones.
Otro día es tan ardiente
que hasta viven escarabajitos
entre las flores artificiales.
Descripción de una lámpara redonda, china
de papel con fondo celeste
que es un globo terráqueo.
Bolivia mantuvo el color del fondo
por ser país mediterráneo.
Así con ironía trabaja
el fabricante. Un territorio sin agua
a la vista, ahora
podría ser un lago.
Hay líneas meridianas, cada cuatro
la línea gruesa del papel
empastado, y en una coincidencia genial
los paralelos son los aros de alambre que
aseguran la tensión de la lámpara abierta.
Llorar en verano: con calor y con tiempo.
Sin fragmento. El verano es ancho
y largo. Por suerte
hace mucho que no pasa.
Uno va y reacciona igual que todos.
Por ejemplo en el subte: pero bueno.
Todas las ideas que se me ocurren
no sólo se le ocurrieron a alguien antes:
también fueron llevadas al cine.
El riesgo de vivir
en la misma casa mucho tiempo
es que ya pasó el verano en que
al volver en mitad de la noche
se sorprendía en el comedor a una
colonia de insectos, liderada
por una gigantesca langosta
que bajo la luz del velador
se daba la cabeza
contra la pared
una vez y otra, repelente y lenta,
enarbolando el poste
de la desazón y el movimiento.
Se dice de los insectos que son duros
y opacos, se dice: “en los caminos del bosque
hay mariposas que flotan a
siete metros de altura”. Pero yo y una chica
que había salido vestida en camisón
vimos que todas esas especies juntas
formaban un vapor, y a la langosta
la tuvimos que sacar a escobazos.
Descripción de un cuarto cuadrado
cuyas paredes ya fueron pintadas
cuatro veces porque con el tiempo,
se sabe, se agrisan. Se sabe que
se agrisan, con el tiempo.
Vos por ejemplo:
dejaste la mirada
en un punto incierto
entre la tele y yo. Allí no hay lo que hay
aquí. Aquí no hay lo que hay allí.
La tele era la intersección.
¿Cuántas veces en la vida
se puede estar en un planetario?
Y sin embargo la sensación planetario
te acompaña para siempre.
La tensión mínima necesaria
para la música de las esferas,
los cúmulos, los cirros, la danza
de las constelaciones, la droga ligera,
el primer amor, el chico arrodillado
junto a la butaca, siseándote al oído.
Se puede hacer
una de estas listas
durante la noche, mientras
hora tras hora se agitan en el patio
hojas de las plantas silvestres, del laurel
y las agujas del pino brasilero, en la calle vibra el polen
de los plátanos, el aire va bajando, se apoya,
se prepara para la
primera luz, y con la última palabra de la lista
comienza un día de lluvia, uno duerme,
o hace listas.
(de Las últimas mudanzas. Bahía Blanca, Vox, 2001).
Nota:Laura Wittner nació en Buenos Aires en 1967. Publicó El pasillo del tren (Trompa de Falopo, 1997), Los cosacos (Del Diego, 1999), Las últimas mudanzas (Vox, 2001), La tomadora de café (Vox, 2005) y Lluvias (Bajo la luna, 2009).
Su blog: http://selodicononlofaccio.blogspot.com/
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ResponderEliminar¡Muchas felicidades por el libro! Ya tendremos oportunidad de tenerlo por Río Grande, Tierra del Fuego, ¡Gracias!
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