sábado, 2 de octubre de 2010
Alfonsina Brión
En casa teníamos dos ídolos: el tenor Caruso y un futbolista de Punta Alta que atajó en la selección, Marrapodi. El primero no sabíamos bien porqué era nuestro ídolo, pero el abuelo daba unos aullidos sentidos, como imitándolo. Habría de ser virtuoso, pensábamos, aunque nunca lo veíamos en la tele. El otro se llamaba Roque Saverio Marrapodi, mientras viva, no me olvido su nombre. Pareciera de esas nominaciones que están perfectamente armadas para que uno se muera aún con esa sonoridad en la memoria.
Supuestamente hubo una época en que los arqueros volaban, Marrapodi venía de ahí, papá decía que era un gato.
Un hombre con la habilidad de un felino, eso me capturaba.
Intenté decirle a los chicos que jugaban en el potrero del ferrocarril, que mi abuelo había visto atajar un tipo que volaba, que ese Navarro Montoya era un muerto. Cosas que yo escuchaba en casa. Los pibes de Juárez, mis vecinos, me dejaban quedarme en la cancha, al costado, si yo no hacía comentarios de este tipo, irreales, poco simpáticos.
Un arquero que volaba, a quién se le ocurre.
Con Marrapodi soné durante años. Venía con esas orejas en punta y bigotes agudos y me solucionaba todo, me cazaba de la cintura y me llevaba a otro lugar. Volando. Con mis hermanas jugábamos a ser Marrapodi, era el superhombre, daba sentencias. A 36 años de su debut en el seleccionado nacional, Roque Saverio, en nuestros juegos, nos salvaba las papas de lo que no podíamos hacer y de lo que nadie nos creía que pasaba.
No miento cuando digo que al tipo no lo conozco, nunca vi un video suyo, siquiera, pero bueno, ahora, cuando pienso en un poema ideal, delinear un verso y llevarlo a la forma que me parece estética y potente, imagino una pelota, que viene combada, imposible, al ángulo izquierdo. El arquero que se eleva hasta lo inadmisible, como una lince, agarra esa pelota que está en llamas y la toma, para permanecer así en posición fetal unos segundos, como que la hace parte de su mismo cuerpo animal sin dejarnos saber si el mismo arquero se ha prendido fuego o el poema, ha encontrado una forma soberbia.
*
Por qué aprendiste Rafael
las 6 especies de ese fruto
que ofrecés a la clientela
con entusiasmo, especificando
procedencia, consistencia, dimensiones.
Al final, aput, gana, piqsirpoq, qimuqsuq;
para que elijan en definitiva: "unas bananas", o:
"aquellas", o "las sin pintitas".
Qué palabras elegís cuando el tipo mayor
les dice a ustedes,
acá pelotudo el cajón /
rápido el cajón/
callate, metete/
padentro, hace un mate Rafael no jodas /
que hay poco espacio.
Peel slowly and see?
Es eso Rafael lo que le decís al viejo
que debe ser tu padre, misma
naríz, mismo pelo, peel slowly and see?
Porque bananas hay ecuatoriana brasilera colombiana salteña,
pero tu padre es uno solo?
Lejos
Noche cerrada.
La única claridad:
o humo o cirros lo que baja entre las montañas.
Después,
granos finísimos de arena tibia aún
en la trama de la ropa,
el sonido de sopapa de los labios
contra el pico de la botella
de un vino chileno,
la etiqueta con el busto
de un enólogo
parecido a Rubén,
que necesito rasgar
toscamente con la uñas
y ponerlo en el sector
transparente e irreflexivo
de mi billetera.
*
Salgo temprano porque no les gusta
que el cuerpo docente llegue tarde
y el frío abrasivo me despabila.
Los restos de la helada
trepan por el ruedo descosido de mi pantalón.
Al campito lo corta la vía y un percherón
overo, que atan ahí los de Zubiel.
Puede que más allá haya tunales
pero el cielo está cerrado.
Por la lomita me alcanza Arano,
me pide que le preste un auricular,
y se me acerca bien al lado.
Que qué es, me dice.
El Hilo de Oro de Ariadna,
le digo, una banda.
Por la izquierda de mi hombro
Y el arriba de su cuellera,
en los ojos, creíblemente vidriosos
pareciera que le agrada cortar así
la cerrazón y el silencio.
Casi llegando, uno de los dos
se puede apurar, y el otro, naturalmente,
seguirlo por el cable.
Nota:Nací en Mayor Buratovich en 1984. Estudio letras, doy clases y soy costurera amateur. Participé en el 2007 del taller Ruta 33, coordinado por Daniel García Helder. Formé parte del grupo editorial de las revistas •Mini• y •Rigoleto• y del proyecto cultural Un vagón hermoso. En febrero de este año salió a la calle mi primer poemario, "Papel cebolla", gracias a la editorial montevideana La Propia Cartonera. Escribo en el blog panquesopan.blogspot.com
[ www.flickr.com/photos/haceteuncandealramona ]
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