sábado, 1 de mayo de 2010

Aldo Oliva



DE COMO ODISEO FUE ULISES
Y DE SUS AVATARES
a María Isabel


A veces, alguien lo recuerda.

Alguien dijo: “Átenme
al mástil. Oyen (ODI),
hay silencio en las olas (ULI)”.

Los compañeros, sin embargo,
sólo el estruendo sentían,
bajo el mar, de la muerte.

Alguien mentía.

Pero no era el caso, la vida,
sino de la densa vibración
del oído (ODI)
en el límite (ULI).

Ese, amarrado, de lejos,
pudo ver el Rostro,
en el aire, sin aves,
de la playa.

¡Ah, ojos que, solos, saben
ver
porque sólo son mirados!
Nadie diga la hora temeraria
en que el canto surgió.

Ya que la boca
-alguien lo vería-
fulgía como un faro
de púrpura sellada
en la diadema
solar del enigma del Rostro.

Alguien, a veces, lo recuerda.

Pero otros
urden, desde el recuerdo,
una visión o un gesto
que les abra el espacio
para ser vistos
por un ojo ya desvanecido.

Alguien dijo entonces:
“Boguemos hacia Véspero,
boguemos, boguemos hacia Véspero”.

Y cruzaron
enfrentadas rocas altas,
de Heracles o de Tarik;
y el mar era un espejo,
más allá,
de durísima tiniebla.

Y Odiseo lo quebró con su espada
para huir del infierno
Lo atravesó, volvió, calló,
y regresó a su casa,
la de Ulises, un arquero esforzado.

Otros cursaron:
Tito L. Caro, Juan Cristian,
Enrique, Gerardo,
Federico, Jacobo.

Y quebraron,
pugnando,
con manos arcillosas y entintadas,
el espejo,
cundiendo el sortilegio
del infierno.

Y detrás del espejo
no había nada, nada.

Sólo un mástil
y una cuerda,
para amarrarse
-hasta la eternidad-,
frente al silencio,
por si el canto emanase.



VIEJA LAVANDO ROPA
a mi madre, i.m.


No son sólo las manos
(la hoja, apenas perfilada,
del plátano, en la fronda,
sería lo mismo)
sino sus idas y venidas
¿a qué?
Camisas y bombachas,
trapos sanitarios, mierda:
¿y qué? Un pífano
podría
arrojar locamente todo
a una tierra elevada,
melódica, de unívoco
limo.
(Ah!, tropos de epifanía!).
"Pour moi, nerveux..." cundo
la destrucción; amo el perfil
evanescente del estruje
ceñido de las telas
miserable en las manos
poderosas oprimen,
exprimen, drenan la muerte.
No la vida, su límite.
La manzana, ya comida
¿paladeada?, muerta
en sangre final, consanguínea
-tenacidad del gris-.

El dolor
sometido en la obra.




MERCADO DE POESÍA

Nefelibata en tu ámbito transitas,
tú uña lúdica del meñique, rasgando
la trabazón de mi mente,
sonriéndole a la violencia de mi sangre;
pero sábelo, mi voz, soterránea,
siempre estará ausente
de tu escarceo de sombras,
de los solapados mimos
con que finges el deseo;
porque no eres la línea aventurada
que, al erguirse, quebrándose
en pétalos radiantes,
celebre.

Tú, vacua desdicha palabrera,
no eres de la vida, ya que
no eres de la muerte.
Te llevará un tiempo donde
la nada se acople con la nada;
y flotarás en nubes tóxicas,
soberbia y vana en la afonía
radical del vacío.
Así te inseminó la algarabía
de la torva apetencia del triunfo.
Oh, tú, sonido esplendente en la incruenta
ablación de la garganta.



NAVEGO EN UNA PIEDRA AZUL

Navego en una piedra azul, bajo las aguas;
la proa está amarrada a una materia incógnita
que hace cimbrar las bordas —que, por otra parte,
no existen— impulsándolas, con sobresaltos, hacia
contrapuestos mundos vacíos de palabras, sometidos
a los colores caprichosos de los truenos que
entrechocan en un inmenso ámbito donde
navego sobre una piedra azul.
Incipiente va naciendo la excrescencia
del cromo; comienzan a desgajarse las
cuadernas: por otra parte, erosiones
de los violentos juegos del viento
trastornado de ira.
Sientan el temblor de la vibración
del nacimiento, la saturación
del ser en breves orbes antagónicos.
La destrucción sobrevuela, la
colisión está por elevar su grito de
guerra en los grandes y pequeños
circuitos en que se enmarañan
las contraposiciones donde bulle
la borraja de la vida social.
¿Somos prójimo del crimen?
¿Quién navega en una roca azul
bajo las aguas?


Nota: Nació en Rosario en 1927 y murió en la misma ciudad en 2000. Oliva publicó su primer libro a los 59 años: "Cesar en Dyrrachium". Luego siguieron "De fascinatione" (1997) y "Ese General Belgrano" (2000).
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