lunes, 13 de diciembre de 2010
Fabián Clementi
Panic attack (Refractario)
Tengo miedo de estar enfermo. Tengo miedo
de tener que ir al médico y olfatear
su delantal helado. Tengo miedo
de volver a tomar ansiolíticos y que mi novia
me los descubra en los bolsillos.
Tengo miedo de que no entienda
el pozo que se abre en mis ojos
pidiendo piedad. Tengo miedo
de volver a formar parte
del escuadrón de los desesperados. Tengo miedo
de pensar que tengo miedo, y así continuar teniendo
más miedo. Tengo miedo de que piensen
que tengo miedo, que estoy loco, que soy un tipo
anormal. Tengo miedo de salir a caminar
y que la gente me señale. Tengo miedo, temo
lo peor: que el Imperio siga ganando.
Tengo miedo. ¿Acaso todos saben
lo que es un ataque de pánico?
Les cuento: temblás. El corazón
golpea su tambor más grande.
Te falta el aliento, no podés respirar.
Encima te miran y se asustan y te agravan
el problemita. En serio, tengo miedo.
Por eso escribo esto.
Refractario (Refractario)
Alrededor de la pileta se ubica el material
refractario, utilidad que comprobaremos
con la temperatura del verano. Ahora
es invierno. Imagino los pies mojados
caminar por las baldosas atérmicas. Cuerpos
semidesnudos echándose como focas
hasta cambiar la tonalidad de la piel. Dorados
como los peces del río, mientras la suavidad
rugosa los contiene en la caída
logrando que la seducción y la elegancia
no interfieran con el dolor.
Afuera
el paisaje retorna a su respiración
normal. La tormenta de tierra
pasó como una cortina de humo.
Las palabras que nos dijimos
encerrados entre paredes vacías
contrastan con la luz
que cae de los pinos.
Creés que la vida debe ser
como ese material que cuatro
pobres negros cavando como locos
colocaron alrededor de la piscina
de tu papá.
Hueco (Refractario)
Como ese cuadrito que aparece ahí,
en la esquina de la pared, sombreada por la cáscara
de su pintura: en el rincón, los colores se opacan
dejando lugar a las sombras. Ecos
de un espacio en silencio. Oleaje
por la energía que liberan
los cuerpos inertes, invisible
a primera vista. Ya no es el rojo
que se extiende como una tormenta, acuoso
en los bordes del marco. Ni tampoco el amarillo
que varía según los reflejos del agua. Todo mutó
a una permanencia compacta, única. Símbolo
de una infancia oculta en las retinas de aquel niño
deslumbrado por un trazo
que nadie le supo explicar.
Hilos (Refractario)
“Y estaba bien que así fuese”, me digo, bajo una lluvia
que flota. Que aquellos que compartieron
las idas y venidas de la pelota, jugando
al tenis conmigo, así me recuerden.
Aquel raquetero impregnado del olor fuerte
a humedad, por el sudor
de las remeras abandonadas
en su interior. Como a una flor nauseabunda
yo abría la funda de las raquetas y encontraba
aquellas prendas olvidadas como muertos. Luego sacaba
la temible herramienta, y nadie lograba entender
cómo dibujaba en el aire. Algunos apreciaban
la belleza de los movimientos, otros
sacudían hacia ambos lados la cabeza
descomprimida por la velocidad del instante. Confieso
que recién ahora puedo comprender la marioneta que fui
y soy
en manos de fuerzas desconocidas.
Minotauro pop (Spectrorum)
Por suerte
pude salvar un elemento
de la rara naturaleza
que funciona como una aplanadora.
Esta gatita (Barbi)
que descansa entre mis piernas
cruzó el temporal donde se engendra
la crueldad de la supervivencia. Un filósofo oriental
compara la degradación de una montaña
con la de los seres humanos. Lo que vemos ahora
es sólo un croquis
de lo que fue
o debería ser. La colina talada,
pastada. De un verde agua que se tiñe
de ceniza. Las personas elegantemente
vestidas. Adornadas. De a poco
sus espíritus se asfixian
bajo la suavidad de la tela.
Corazones que por la noche no recuperan
el encanto original. La transformación
en la bestia. Esta vida animal.
Tapiz (Spectrorum)
Ayer pude ver a mi madre
pintada sobre una tela blanca. Un lienzo
viejo que de tan viejo, el amarillo se filtraba
por las separaciones que se abrían con la humedad
dejando ver el negro. Ella sonreía
en medio del dolor. Su mirada
caía como caen las grandes esperanzas
en un vidrioso mirar hacia abajo. Su sonrisa
se cerraba al llegar a los pómulos
quebrados. Todo su pasado
chocaba como un tren al cielo
golpeando su pecho: la piedra roja
que no se pudo abrir
evitaba el paso
necesario
de esa maquinaria ahora pesada. La veo
acariciarme los cabellos con todo su amor,
sobreviviendo con tristeza.
Imagino su corazón: fruta
que lucha contra la podredumbre,
ubicada en ese seto entre paredes
de un barrio. Madre,
si yo sólo deseo resolver lo nuestro
alejándome ahora en un bote
por medio de estas aguas con brillos,
ojos que no paran de mirarme. Voy atravesando
la niebla en medio de los espectros, con la intención
de volver
a desplomarme en tus brazos.
(El salto del dorado)
Ya no sé si estoy buceando
o es que siempre viví aquí abajo.
Lo cierto es que acá me siento cómodo
y veo las cosas tal cual son.
Limpios los objetos que me ilusionaron
y por momentos
me hicieron feliz. Limpios los fustazos
que salían de las bocas
de quienes me vieron crecer.
Es gracias a esta agua santa, río extraño
que me cobijó y cobija desde siempre
en este hueco del mundo. ¿Hueco dije?
Pozo infinito que escupe los sueños
atrapados por culpa de no sé quién.
Pozo infinito que escupes los sueños
danos la paz: engendra de una vez por todas
la imagen a tantas preguntas
que impiden mi braceo
hacia la luz.
(El salto del dorado)
entre unos camalotes
arrastrando
víboras
cangrejos
un dolor que se parte
y se hunde
hasta el fondo
coletazo
removiendo toda la mugre
y la carnada
mi mirada
clavada en las nubes
gigantes
asomarse en el aire
animarse a pegar el gran salto
contra la luz del sol
que hace brillar
mis escamas
naranjas
me izo en el río
expongo una felicidad
posible
(El salto del dorado)
Soy el dorado,
pececito que viaja
por tu conciencia.
Nota: Nació en septiembre de 1973, en San Francisco, provincia de Córdoba. Actualmente reside en la ciudad de Villa María (pcia. de Cba.). Tiene publicados tres libros de poesía: Refractario (ed. llantodemudo, 2008), Spectrorum (ed. llantodemudo, 2009) y El salto del dorado (ed. llantodemudo, 2010). Sus poemas y artículos han sido publicados en El Corredor Mediterráneo, en la revista Fin, en La Guacha, en El Diario de Villa María y en la revista Nativa. Es redactor del periódico El Puntal de Villa María. Tuvo un breve paso por el deporte profesional. Es profesor de tenis.
Epa, Fabián, me sorprendiste. Tu estética está muy bien lograda. Todo muy equilibrado, muy pulido, un lenguaje clásico pero no convencional, una adjetivación sobria y precisa, metáforas exactas hacen que el paso de lo concreto a lo abstracto (y viceversa) sea sin sobresaltos.
ResponderEliminarMe gustaron los poemas.
ResponderEliminarMe encantó el del miedo. Te creo, enserio.
Muchas gracias por sus comentarios. Muy generosos, por cierto. Un abrazo, Fabián.
ResponderEliminarFuria querido,
ResponderEliminarMucha alegría de recordarte y ahora mas que nunca en el palo de arte
Un abrazo muy grande
Pauta
como olvidar al tipo que me enseño a jugar tenis, desde el momento en que me prestó su primera raqueta para que yo juegue sentí que con ella impregnaba en mi la misma pasión que él sentia.
ResponderEliminarsaludos desde morteros fabi..