Lavalle
1.
La ruta, las casas, las
vacas, los días viajando
la gente a caballo, las
calles de tierra
Lavalle
la costa de los domingos de
mi infancia, su ría de ajo
a cuestas
para partir
2.
las ramas para prender el
fuego
vos y yo en una pulpería de
antes mirando por la ventana
ahora eso es un hotel
juntamos piedras de colores
para jugar a la payana
mientras
la nona se sentó al sol
está tejiendo escarabajos en
la bufanda que le pedí que me hiciera
para este invierno, verde
que la oye tarareando bajito
la tarantela
3.
mamá nos pone un chaleco
inflable a cada una
por si nos caemos al agua
la lancha El Delfín estaba guardada en el garaje
de los abuelos
la sacamos, la atamos al auto
para pasear
como en las películas
4.
desde acá
el mar es invertebradamente
inmortal
el musgo que cubre el cemento
lo vuelve resbaladizo, pardo
pero ninguna de las dos le
tiene miedo al vértigo
5.
papá nos cuenta la historia
de estos pagos, el primer puerto
nos habla de lanzas, de
dardos, de jaulas de gauchos envenenados
nos dice que estamos en la
bahía de Samborombón
ese nombre se queda en mí
para siempre
y pienso que es lindo estar
ahí
como en una canción
como dentro de un eco
6.
yo de verdad creo
que si me caigo un pulpo
gigante y rojo me atrapara para siempre
que el mar es como un pozo
lleno de caimanes y corolas
brillantes
de huracanes de olas que
arden al sol
y ruedan
7.
encendemos el motor
despegamos
nos deprendemos por un rato
de la tierra
hacemos dibujos redondos en
el agua, ondas
burbujas, globos
patinamos por el océano en
nuestro bote, sin cesar
8.
este suelo de seda, casi
desnudo
es el resplandor que veo en
tus pupilas que no conocí
en esa foto vieja
9.
cayó la tarde
hace frío ya, nos sale humo
de la boca
un astro arrastra un pedacito
de cielo
es una estrella fugaz
o una mosca plateada,
inmensa, que se arroja desde allá
quien sabe porque, pero pido
un deseo
volvemos a la orilla
10.
de vuelta la ruta
tomamos mate, ponemos un
cassett
la noche de tan libre es
asfixiante, explosiva y serena
te das vuelta, nos miras y
decís
nosotros vamos hasta esas
luces que se ven allá a lo lejos
11.
me duermo
mi sueño gira sobre las hojas
de un girasol
o sobre el lomo del loro que
me hablaba hoy en la panadería
el miedo esta vez no tiene
lugar
se va espantado como un simio
se adentra en los arbustos
se convierte en fulgor, en
rayo, en tormenta.
El
detalle inmenso
Agridulce,
hostil, se disgrega el pasado.
Dijiste,
a bracear contra corriente.
Remos
de bonsái llevaba yo.
Entre
las escamas de mariposas que husmean o se pierden
en los
matices de las llamas, te encontré
silenciosos
flamencos nos miraban a lo lejos, desde la orilla
con
peinados raros, como adornos del viento, perplejos
reflejos
que se armaban en el agua
y dudé
si el infinito no era más que una hilera
de
codornices de plata
o de
incontables abedules azules que remojan sus pies
justo
siempre donde estamos los dos.
Un
umbral esmerilado que la lluvia después lava.
O un
camino a lo lejos de caracoles estelares
que
se quitan la corteza cuando llegan a vos.
Casas
de adobe donde parar
El
cangrejo que vela con su armadura mi destino
me deja
ser una rosa montés que nace
intrépida
en el trópico de la razón
se
reviste en la luz sonrosada de la aurora austral
infunde
sobre nosotros el encuentro.
Comunión
que va delante en el tiempo
y
precede un paralelo al suelo de mi imaginación
como amparo
para guarecerse de las inclemencias sin abrigo
del
riesgo que se vierte íntegro, a los puntos cardinales
para
desatinar el desuso del corazón.
Tanto y
tanto sonido superflúo solo provoca curiosidad
para
después volver a la concordia de saber
que
donde hay paz, todos cantamos a la vez e imitamos
los
acordes de un tero.
Ahí
estamos, nosotros, como infantes
coros y
ornamentas nos protegieron del recelo insuperable
del
alarde áspero que trae consigo
el
carbón costero en las mañanas de invierno.
Hay un
descubierto cubierto
con
manta de alpaca en mis hombros
una
secuencia de adornos que hay que arreglar.
Las
semillas de la planta de al lado
el
crisolito de los arbustos de lino que lo embellece todo.
Y
nuestros rostros se secan al aire.
Gorgoteo en el centro de la tierra
Entiendo
las
certezas son como piedras que se acomodan en un nido
si se
desbarranca el océano brillante
capaz
después encuentro
la
llanura fértil igual
y
el invierno, como rastro de un naufragio
Las orcas
El océano inmenso nos rodea
acá para todos los costados. Atlántico sobre el manto. Esta mañana había
aparecido una tortuga marina gigante de carey, quedaba solo su caparazón en la
orilla que baña mi costa, cuando llegué. El resto del naufragio la trajo hasta
acá. A veces las olas son tan altas que tapan el muelle. Yo siempre pienso que
iré a abrazarte corriendo cuando venga el maremoto. Seguro lo anuncien en la
radio o en algún programa del cable. Y me quedaré ahí con vos, hasta que las
aguas lo cubran todo. Si nos agarra de sorpresa, subiremos a los techos y ahí
ya no sé, capaz te vea de lejos, con suerte. Desde el mangrullo se ve mejor el
mar, se ve más adentro. Pero no más profundo para saber si las placas están
chocando o si aquel movimiento pertenece a las orcas que avanzan hacia al sur
en bandadas iguales. Cincuenta orcas a lo largo de mi mar. Cincuenta orcas para
ver pasar antes de dormir, para contarlas. Sus cantos de noche de sirenas de
altamar. La música que tiene la playa, casi como el sonido de adentro del
caracol. Pero ahora, cincuenta orcas están nadando sueltas y juntas, sin
ninguna red cerca que les atrape la libertad. Sopla fuerte el viento a veces y
rompe todo, desde adentro pareciera como si la costa se desarmara en mil
fragmentos, retazos del sol que caen como rayos. Yo siempre vuelvo hasta la
orilla. Pienso que algún día quizás salga un monstruo marino y me lleve a vivir
allí adentro, con ellas al final y sin soltarte la mano.
Bio Ana Claudia Díaz nació en
Santa Teresita, en 1983. Publicó Limbo
(Pájarosló editora, 2010 y La One Hit Wonder Cartonera, 2012, Ecuador) y Conspiración de perlas que trasmigran
(Zindo & Gafuri, 2013). Las plaquetas Vuelto
Vudú (Pajarosló editora, 2009) y Al
antojo de las anémonas (Color Pastel, 2011). Textos suyos integran las
antologías Pájaros en la frente
(Pajárosló, 2011), La Juntada (APOA,
2012), Canciones (Ediciones presente,
2013), Re-Invención (Proyecto
Madonna, 2013), Estaciones (La Parte
Maldita, 2013) y Poesía Deliberada
(Textos Intrusos, 2013). Participa de diferentes encuentros de poesía y
colabora con la sección de reseñas de No-Retornable. Vive en Buenos Aires.