viernes, 14 de enero de 2011
Julio Salgado
Elocuencia de la doca
Mientras los chambelanes
bordan
en las orejas de los virreinatos
se mella
el vuelo de la mosca.
Mientras los concusionarios intrigan
en las bolsas de los que no tienen amparo
la sólida luz que ha partido del faro
se somete.
Los papelescos, los casuistas, los pedantes,
los retóricos, los mercenarios,
baten
en la sentina de las Capitales.
Como si fuera un domingo
la hija del guardián de los jaguares
se peina ante el espejo
desnuda por las sombras
abre su vulva
mostrando la luna
que es sol.
La doca crece.
La cordillera se atavía.
Paisaje
Un río me ha llevado. Se posa la bumbuna. Se ve el cielo. Sólo un viaje que anuda pedazos. Abajo remolinos, negros cantos y el vértigo tocado por un trino. Arriba. Se posa la bumbuna. Se ve el cielo.
Un río me ha llevado. Ella la blanca mancha de las sombras rojas sobre la arena. Bebiendo desde el sol. Quieta en los ojos. Llama. Cuando te cuento me adormezco. Escúchame.
Memoria. Lo que presagia danza en la piedra. Nace una hijastra. Hay una selva transparente en sus piernas. Se sumerge en la arena. Un lagarto desaparece como un rayo. Un golpe encima de su coraza. Continuamos la marcha.
Memoria. Habla el camino. Aparece en el campo una galera tirada por caballos desbocados. La vía láctea se estrella con útiles domésticos. Una emulsión hace tibios los labios. Calma y veneno de una reina que viaja. En la tormenta saca la cabeza y desde la ventanilla muestra su lengua poblada de tatuajes. ¡Oh tinta de los cuerpos incrustados a un ala!
Memoria. El cielo está nublado. Cayó un árbol. Espesa hierba y agua. Una banda de tordos persigue mariposas. Vuelos rotos del monte. Cayó un árbol. La cabeza del gavilán apareció en la rama. Quédarás. Qué opondrás. Un golpe encima de su coraza. Arrancamos sus plumas para adornar un sombrero. Esperamos la noche. Continuamos la marcha.
Un río me ha llevado. Adula. Cantas y hablas de tu comarca. Hay señales en los vasos de vino, discursos, jerigonzas, textos descabezados al borde de la mesa.
Memoria. La enferma que come de la luna en la pared de barro busca el viento. Dos hilos en las manos trepan como vigías y aparecen sus piernas cubiertas por un lienzo. Cayó un árbol.
Blancas playas del monte. Pequeños tendedores de lagartos y espinas corroídas. Burdel donde ascienden los jóvenes con las bocas pintadas con frutos de morera y sangre en la mitad del cuerpo y en el pelo.
Un río me ha llevado. Pudieron nuestros huesos hacerse polvo. Sumarse al viento. Sin embargo cavamos en la arena. Nuestros enseres eran una colina atándose rápida lentamente a los tontos amores, a las cintas trenzadas, a las puntillas, a las coronas de una niña que ya ha trabajado en un teatro, y que en trozos, en pequeños escritos, cae desde una ventana.
Oh fulgor. Cartas de una sirvienta envuelta en un reflejo. Otra mancha en los ojos. Una serpiente era su vestido. ¡Oh mañana! Santos días de las grandes penas del amor y de los sencillos carnavales de los que andan y atienden un cuerpo desnudo en la posada. Bebiendo entre los sueños. Murmurando la larga historia de ese silencio que los une y los separa irremediablemente.
Cayó un árbol. Un golpe encima de su coraza. Continuamos la marcha.
Memoria. El agua se desborda. Tormenta. Hermosas ramas verdes.
Una muchacha lava sus rodillas.
Elocuencia de la doca
Mientras los chambelanes bordan
en las orejas de los virreinatos se mella
el vuelo de la mosca.
Mientras los concusionarios intrigan en las bolsas de los que no tienen amparo la sólida luz que ha partido del faro se somete.
Los papelescos, los casuistas, los pedantes,
los retóricos, los mercenarios, baten
en la sentina de las Capitales.
Como si fuera un domingo la hija del guardián de los jaguares se peina ante el espejo desnuda por las sombras
abre su vulva mostrando la luna
que es sol. La doca crece.
La cordillera se atavía.
El bordo
Esta es la trampa del fulgor sagrado. Ha crecido la noche.
Sube el calor. La arena por el cielo.
La noche continúa.
Muerde un bosque en tus labios. Un pie bajo el vestido.
Has elegido un árbol. En la laguna de tus pechos vuelan los patos.
Una lluvia aceitosa cae sobre los nidos. Asoma un ala inmóvil. Delicadas
saetas subterráneas se mueven
lentamente el pie
bajo la tierra del vestido. Un cielo se abre solo pasa un río.
Nota:nació en Frías, Santiago del Estero, Argentina, en 1944. Entre sus obras publicadas se encuentran: Poemas murales (Buenos Aires, Alto Sol, 1969); Escrito sobre los animales solitarios (Buenos Aires: Numen y Forma, 1971); Agua de la piedra (Buenos Aires: Edición del Poeta, 1976); Caja de fuego (Buenos Aires: Cisandina, 1983); Paisaje y otros poemas (Buenos Aires: Último Reino, 1991); El ave acuática (Santiago del Estero: El Barco Edita, 1999. Libro de Artista ilustrado por el autor en edición limitada) y Trampa Natura (Ediciones Último Reino, 2000)
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