martes, 10 de mayo de 2011
Andrés Boiero
1-
¿Será la torpeza? Digo: los espacios entre palabras (la mirada en la ventana. El mozo y el hambre. Los golpes de puño en la mesa) ¿Habrán sido los abrazos no dados de mi padre? ¿Los bostezos? ¿Los pretextos estúpidos de la infancia: "fijate bien por dónde caminás. No llegues tarde a casa". (Las moscas en los vidrios. La masticación (silenciosa) de los órganos. El vasco viejo. Los rufianes de pelo largo). ¿Habrá sido la doble escolaridad en el colegio Castelli (la uña de Caro (el director) sobre el mantel diciendo: "No deje nada en el plato". La guerra de panes. La hija de Martín Karadagián) ¿Serán los suspensos? ¿Las rutas perdidas de los países perdidos? ¿Los mostradores vencidos por la arritmia de la noche? ¿Montevideo? ¿Los perros? ¿El café Roma de la Boca? ¿Serán las películas de clase B? ¿Las salas de cine condicionado de la ciudad de Córdoba (la carta que escribiste en el bar en forma circular cuyo principio y final eran el mismo: el terror al amor, a las ambulancias, a las camas de dos plazas, al sexo sostenido por el látex) ¿Habrá sido la casa de dos plantas en la calle Larsen en el barrio de Villa Pueyrredón, con la parrilla y el quincho y la amarga sensación del fracaso? ¿Será la primer novia, allá por los ochenta y esas figuritas que pegabas en el albúm? ¿Las mudanzas? ¿El quiosco de "De la Rua" justo mirando la ventana de tu dormitorio? ¿Los pasillos destrozados? ¿Las máquinas hacedoras de cemento en la mitad del paso? ¿Los vecinos? ¿La profesora de danza con sus babones blancos? ¿Será tu primer par de zapatillas topper (celestes) y ese cigarrillo que tiraron desde lo alto? ¿Los incendios? ¿Será el nombre de la madre, del amigo, de la mina que te deja sin decir por qué, ni cómo, ni cúando? Lo que te hicieron sentarte y escribir monólogos eternos, donde lo que "es" queda agraviado por lo que pensás que no fue.
Las vías del tren y la estación Coghlan y esos rudimentarios mecanismos del adiós.
2-
¿Sabés cómo viajan los verdaderos Poetas de nuestra Tierra? ¿Cómo viven, con quién hacen el amor, dónde duermen? ¿Sabés cómo se ganan la vida los verdaderos Poetas de nuestra Tierra? ¿Quiénes son? ¿Serán aquellos que la Academia pondera? ¿Octavio Paz, T.S Eliot, Roberto Juarroz, Marosa di Giorgio, el Conde de Lautrémont?
¿O serán los hombres y mujeres anónimas de nuestra Tierra que día a día o que noche a noche trabajan en silencio (como una araña envenenada) tejiendo y destejiendo acertijos? ¿Serán los hombres y las mujeres que no esperan ningún reconocimiento, que después de una jornada agotadora abrazan a sus hijos, maridos, amantes, en la oscuridad? ¿O serán nuestros hermanos sin rostro que cruzan la frontera evitando los radares, los calibres largos, las serpientes?¿Serán los asesinos, los atracadores, los infames, los maricones, las putas, los estafadores, los rufianes, los borrachines, los puentes, los disparos, la nada?
¿O serán aquellas promesas incumplidas (la voz del padre y ese lugar repleto de juguetes) las que nos obligaron a ser un verdadero Poeta de nuestra Tierra?
Lejos: una voz en off.
Una pantalla en blanco. Butacas vacías.
3-
El domingo
te permite
lavarte los dientes un rato más
mirarte en el espejo
y palpar la grasa
del abdomen
(despreocupado)
el dinero
te alcanza
para unos kilos
de rosbif
y quien durmió
junto a tu insomnio
se estira
en la cama
y por primera
vez
tenés ganas
de un abrazo
preferís
abrir
una botella
y decir
que los domingos
son como esos
basurales
donde
los automóviles
aceleran
ante la menor
sospecha
4-
Al abuelo
lo sostiene la muerte
no quiere
irse
un 12 de agosto
justo en el cumpleaños de su nieto
lucha
(tiene las manos y las piernas atadas
la sangre sigue inundando el cerebro)
la perra picha quedó en casa
también
las fotos
y esas medias rayadas que siempre usaba
el abuelo
se fue contra las cuerdas
la muerte
tenía unos músculos de acero
había ganado por knock- out
en Dallas
en Boston
en San Miguel
había destrozado las mandíbulas de los peores asesinos
el abuelo
contra el piso
con su pantalón marrón
y la manta de llama en los hombros
tirado
en la estación de Villa Domínico
esquivando golpes
un cross de derecha
un gancho al hígado
los médicos en el hospital no pudieron hacer nada
el viejo murió un día después de mi cumple
la peleó hasta el final
no quiso joderme la fiesta
ni los payasos
ni los regalos de compromiso
ni las ausencias
ni esas presencias que nunca dejaron de inquietarme
el viejo
quedó ahí
mirando el reloj del estadio
descomponiéndose
Nota: Nació en Buenos Aires. Estudió Filosofía y Matemática. En su infancia soñó con ser un científico de ahí las lecturas de Einstein y Asimov. Un día leyó un poema (Cristo en la cruz. De Borges) y algo despertó. Viajó a los Estados Unidos. En Texas compartió su vida con sus hermanos latinoamericanos: mexicanos, peruanos, cubanos. Lavó autos, repartió pizzas. Todas esas historias las escribió en una columna semanal en el periódico El Mundo, de Austin, Texas.
Actualmente reside en Buenos Aires, en el barrio de Coghlan, es librero, bebedor nocturno y adora los perros.
Tiene un blog: www.losperrosromanticos.blogspot.com y publicó su primer libro de poemas Texas.
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