sábado, 13 de marzo de 2010
Emma Barrandeguy
Refrán
Por que has dicho:
“El que mucho abarca poco aprieta”.
¿Aprieta qué?
Aprieta el acopio de las cosas.
Quisiera en cambio no poseer nada
más allá del secreto silencioso de las lámparas.
Aprieta tú en tu mano
Aquello que adquiriste.
Aprieta lo especial, lo que autoriza,
Aprieta tú el sumario
y déjame abarcar la nube,
la rama, el rumor de los cables,
el vuelo, el mar,
la receta del bizcochuelo,
los bolsillos del niño
y también el cobro de la quincena.
Déjame abarcarlo todo
y no retener nada
ya que debo irme con las manos vacías
como vine.
Te dejo medir el gesto que conviene,
Acumular los recibos y las planillas.
Me encontrarás en el frigorífico,
en la simetría de las plumas,
en la cantera, en el motor, en el basket,
en la exposición de grabados,
en la charla con el guarda,
en el derrumbe de las jerarquías
o mirando el cielo de noviembre
cuando es de día a la salida de la oficina.
Mi respuesta tiene la única vulgar certeza:
dentro de cincuenta años,
todos los de mi edad estaremos muertos.
Y tu cargo será ocupado por otro.
Déjame pues.
Mientras,
déjame terminar de leerlo.
Para ir abarcándolo todo
para ir cada díaapretando en mis manos menos cosas.
Déjenme ser una hoja de árbol...
“Déjenme ser una hoja de árbol,
acariciada por
La brisa”
La última hoja amarilla
de los fresnos,
del ceibo, de la glicina blanca.
Soy.
Ya culmina el otoño
entre nosotros.
Las hojas esperan en la vereda
El agua que las empape y las ensucie.
El árbol, libre de ellas,
al fin puede conversar con la luna
que asoma brillante y sensual
por el este de la noche
que silba entre las ramas
Los poetas viejos
En los concursos de poesía,
los poetas de setenta años
sacan premios que no alcanzan
ni al precio de una edición modesta
ni al de un par de zapatos.
Lo saben
pero mandan igualmente sus versos.
En los partidos de ajedrez
se ponen y sacan los anteojos,
limpian con atención los cristales,
esperan, como siempre,
que el peón pueda anular una jugada
que parecía brillante.
En los reportajes
hablan del viejo Palermo
o de los amigos que se murieron
o de lo que podría hacerse en el país
si la marcha del mundo fuera otra
y volvieran los brillantes debates de las Cámaras.
En la radio evocan los tiempos
de Crítica o de la Revista Martín Fierro;
y no recuerdan a Boedo
porque es un tema peligroso
y revivir no quiere decir suscitar
ni resucitar.
En la calle Florida
miran,
como los provincianos,
a ver si alguien conocido los saluda,
o ciegos,
se dejan tomar del brazo
hasta la próxima bocacalle,
hasta la próxima charla.
En las librerías
observan los estantes con disimulo
en busca del lomo con su nombre
y discretamente se informan
sobre el modo cómo se vende la poesía.
El triunfo llega siempre tarde
para ellos
o se renueva en actitudes de cada día
y en un mundo que los desconoce
navegan aguas incontaminadas.
El amor triste
Vamos, vamos a cerrar la ventana,
no deben vernos ni los vecinos ni las estrellas.
El amor es así, amigo de lo apartado.
Aunque a veces también suele
tomarse de las manos y salir por los caminos.
Pero nosotros tenemos miedo
y nuestro amor no puede salir por los caminos.
¿Por qué ahora lo pienso?
Antes el deseo me empequeñecía
todo rechazo y toda precaución.
Ahora vivo persiguiendo este deseo insaciado
y viejo y lúcido y triste.
Y nada se vuelve para mí sencillo.
Nuestro amor está ahí, sin embargo,
pero no podemos sonreírnos por la calle.
La ternura rodea todo lo que tocamos, es cierto,
pero no es bastante, no es bastante.
Y el áspero goce no nos redime.
Sin embargo, ven, vamos,
vamos a cerrar la ventana.
Nota:Emma Barrandeguy (1914-2006). Poeta, novelista, ensayista y periodista. Se formó en las letras en Gualeguay, Entre Ríos, con Carlos Mastronardi y Juan L. Ortiz. En Buenos Aires ejerció el periodismo en la revista “Vea y Lea” y en la redacción del diario “Crítica”. Lúcida, vital y sapiente, fue dueña de una poesía incisiva que no desdeñó lo cotidiano para afirmar la fuerza de su verso. Por su texto “Crónica de medio siglo” recibió el Fray Mocho, el más alto galardón literario que otorga su provincia. A propósito de su obra escribió María Celeste Mendaro: “...no palabras que se evitan, sino letras perforadas, raídas, que exhiben su no estar allí como orificios de una bala en una red de pesca. Por eso esta Emma hiere tanto. Las personas preferimos las letras tranquilizadoras y prolijas, no los orificios que nos dicen ‘aquí hay algo, pero no te lo diré’”. “Las puertas”, es uno de sus poemarios editados.
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Poesía de altura a partir de palabras llanas.
ResponderEliminarSeguramente, en más de uno, una verdadera poeta laureada.
Hermosa poesía...Un abrazo pedro.
ResponderEliminarGracias por mantener viva la poesia de Emma, que por su verdad siempre encontrará lectores atentos.
ResponderEliminarPrecioso.
ResponderEliminarEl primer poema lo leí hace como dos años...hoy volvi a buscarlo para volverlo a leer y lo encontré! Poderosa Emma!
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