domingo, 29 de julio de 2012

Fernanda Maciorowski




tengo tantos bellos cuadros
con tu cara de duendecillo
los miro con los ojos grandes
los ojos de una Medea Naif
una Antígona Pop

mutamos y eso es
maravilloso

el cambio
el problema
en algún lejano sentido
nos pertenecen

la lujuria de saber
el arte de la autodestrucción

todo es una montaña
de palabras
un imperio de mugre

la superficie de Medea (2007)




/
ramas
salvarme de qué
te paraste frente a mí
con esa sonrisa
yo caía
la cárcel el manicomio
caía
ramas flores hojas y ramas
bien hechas
bien construidas
estabas en una habitación
de tenues luces amarillentas
pero las flores
se mantenían de luces distintas
quería salvarme
a pesar de todo
mi monomanía era una
especie de redención
pero las flores
iban comiéndolo todo
eran hermosas
desde la lejanía
el hospital el castillo
tópicos reales como carne.

/
Conejo (2010)





el cielo está cargado:
va a nevar
acá adentro

entonces
me pongo mi piloto rojo
(el de cuando era niña)
y salgo

lo ideal no puede estar ocurriendo.

*

*

La tendencia ahora es el verde
el dorado
el blanco, el estampado multicolor
el vinilo
el turbante
el corazón a la deriva.

*

*

Rubor
en el make up del alba

*
Apogeo (2011)


Bio:(Puerto Madryn, 1982) Licenciada en Letras, bibliotecaria y poeta. Ha publicado La superficie de Medea (2007), la plaquette Acuarium (2009), Conejo (2010), Doma latina (2010), Apogeo (2011) y La cuerda de los relojes limando el tiempo. Antología de poetas de Puerto Madryn junto a L. Carranza y N. González (Fondo Editorial Provincial, Secretaría de Cultura del Chubut, 2011). Fue becada por la Fundación Antorchas y por el FNA para capacitarse como narradora y poeta. Actualmente ha ganado el Premio del Fondo Editorial Provincial del Chubut con su libro ceremonia del té en los ojos.


sábado, 28 de julio de 2012

Diego Vdovichenko



Edwin Adrin en el estuario.


El puerto comienza a girar,
con él las grietas,
las escaleras hacia el fondo, sumergibles.
Faro, muelles de piedra,
eternos en el fraguar del río,
golpeando, degastando la tierra
que no vemos.

Como Edwin Adrin en la Luna,
sosteniendo la cámara en sensación de vaivén.

Los hilos del sol oscurecen el río,
moviéndose la masa espesa, acuosa
creciendo de horizonte en horizonte,
de ventana en ventana.

Seguramente Edwin se pregunte por todos nosotros
en el momento de poner su segundo pie.
Su madre habrá hecho pastel, sentándose
a ver lo que filman sin saber que es él quien filma.
Entonces girará la cámara para que lo vea por la tele
y lo salude sonriente como la imagina
mientras se ríe y agita la mano.

Edwin Adrin, en la Luna, en el satélite terrestre, en todos los cielos,
apoyando los pies en el '69,
sobre todos los ojos que corrieron al patio a ver si se veía algo distinto allá arriba,
que no está tan lejos ni tan caro.



El futuro es a la Luna lo que este buque al cardumen que muere panza arriba,
reflejando el año y lo que nos toca.



Edwin, que cuando pisó por segunda vez la Tierra
metió la bota derecha en el banco de peces,
brindando con Louis y los talleristas de la NASA.

El horizonte comienza a poblarse y lo que parece frontera
es una nube negra que crece por el largo de la línea.
Sombra sobre la neblina.

Edwin Adrin, sentado en el Flecha, camino al Uruguay,
observando, inmutable,
lo que acontece por primera vez en su vida.
Una vez arriba el resto empequeñece
a pesar de que aquel faro comience
a crecer desde la tierra oscura.
La ventana del barco es el lente de la cámara,
el resto un armatoste que nos sirve de traje,
como una palabra tosca, lunar.

El sol reemplaza las estrellas y flamea.
Miramos por la ventana,
sonríe y dice,
-Tierra virgen para nuestros pies.
mientras comenzamos a desembarcar.





Los dientes de Neptuno.


Se acuclilla junto al fuego, algunos leños en mano
-que con sutileza y labilidad coloca sobre las flagrantes llamas que azulean
en la humedad del ambiente-
comienzan a cintilar en la oscuridad de las sombras pequeñas pelotitas rojas que desaparecen como luciérnagas.
Es que con este clima el viejo Neptuno
no tiene más que sentarse a escuchar las olas
mientras se cocina unos pescados apoyado
en la espuma blanca y burbujeante, cómoda como las pelotitas de tergopol
con la que se rellenan los almohadones.

Aún sostiene en los oídos el murmullo de las máquinas
que con el tiempo fueron gobernando su reino de agua.



Por estos días, al dios, que apenas puede sostener la didímea estirpe, le preocupan otras cosas,
el tridente se le está oxidando, en ocasiones el cuerpo suda pesadumbre,
y todavía hay días en que le cuesta volver a las aguas, de donde todo proviene.


Las voces de los marineros que a lo lejos navegan le inquietan,
no cree que pueda serviles un plato suculento y acuoso a todos. Además,
solo tiene dos botellas de vino y un culito de ron que encontró en las orillas.

El bote se acerca y en el misterio del eco resuena aquel canto

-remen marineros, remen.

Con las manos en el fuego y el tridente descansando en su hombro,
Neptuno contempla aquellos héroes parcos que en el medio de la oleada
dejan entrever sus músculos épicos, míticos, destellando un brillo hollywoodense en sus venas.

-frente a ellos Baco huiría sin duda-

Retraído, el dios mueve las olas con los pies mientras infla su pecho y lanza
el gélido aire de su boca, intentando de esta manera, callar el grito que lo atormenta. Sin embargo,
el sonido aumenta: al golpear de las olas se le añade el estridente silbido del viento frío que todo lo erosiona, pasando por los orificios de las maderas del bote.

Es en ese entonces donde el grito de aquellos que arrastran la tierra acumulada de los viajes
resuena con más fuerza que la tempestad y desde lejos, Neptuno,
se asombra de oír nuevamente esa melodía rampante.

-remen marineros, remen.


Al dios, todo este esfuerzo apoteósico le parece innecesario.


De pie, caminando entre las olas, busca las voces de los mortales. Nada encuentra allí,
todo el cosmos es como un árbol abandonado en el centro de la ciudad.
Inmóvil, con los brazos en jarra sobre el bramido del mar,
que calma con leves golpecitos que efectúa con el pie derecho,
como si continuase con una melodía lenta,
desorientado,
Neptuno cae en la cuenta de que un verano sin arena solo arrastra cenizas,
que en todo este tiempo que pasó entre los mortales su sombra ya no conservó la figura de los templos ni su barba avejentada sostuvo el blanquecino color sino que enmohecida y enmarañada, opaca, apenas se sostiene de su mentón. Además, su piel ya no emana el aroma de la mañana.

será la tierra la que desgaste la noche,
resta ser un viejo, sentado,
en la espuma del mar.





Mientras riega

La verdad es infinita
Leopoldo Marechal.



Es para las plantas me dice, agua dulce para mis plantitas,
mete la jarra de jugo en el tanque de agua viejo que tenemos en el patio
y riega las plantas en el verano.
Lo que pasa que con este calor sufren mucho
y el agua de la lluvia les hace bien a las plantitas.

¿Viste que lindos que están los claveles?
Hoy les voy a comprar una maceta más grande,
para que estén más cómodos.

Y todavía la veo levantándose de la siesta, poniendo el agua para cebarle unos verdes al viejo que viene cansado de laburar.
A veces riegan juntos el patio, ¿no Diego?
Él pone la manguera y ella sigue sacando agua de su tanque.

Con el tiempo mi padre le consiguió un barril de 200 litros,
de esos negros donde guardan aceite en la obra.
Se lo llevó y ella chocha. Hizo acomodarlo debajo de una canaleta,
para juntar un poco más, para mis plantitas,
y se ríe.

¿Cuál es el propósito de un escritor?
Ahora ya pasaron sus cincuenta y me habla por teléfono. Me llama gratis porque quiere saber cómo estoy y cómo está el clima. Cuando llueve se pone contenta y me dice que tiene un montón de agua en los tanques, como para un mes.

Sin embargo los malvones no soportaron la helada del invierno pasado.
Un amigo me dijo que desde los noventa para acá los poetas escriben bajo el mismo tutor, nacen todos de la misma raíz.
¿Acaso alguno de ellos vio a mi vieja regar las plantas desde los veranos del noventa hasta el día de hoy? ¿Alguien escuchó a mi viejo cuando desde la mesa le grita a mi vieja cuando me llama por teléfono si fui a la cancha a ver cómo perdió Racing?
¿Cómo se escribe un poema donde se cuente que el día en que mi vieja volvió de enterrar a su madre en Entre Ríos se trajo de herencia unos crisantemos para cultivar y una foto de cuando mis abuelos eran jóvenes? ¿No será que los poetas del noventa en vez de estar atados a tabiques de madera están sumergidos en los tanques de agua en distintos patios?

Y ella se ríe mientras riega.
A veces baila,
A veces canta.


Bio:nació en Rosario del Tala en 1985, provincia de Entre Ríos. Estudia profesorado en letras y traductor de francés en la Universidad Nacional de La plata. Participó en el 2005 del grupo “Poesía a la calle”. Formó parte del programa radial “Cuando cantan las chicharras” durante los años 2009 - 2010. Publicó “La fresca” perteneciente a la colección Primavera – Verano 2009-2010 junto a Victor Gonnet y Gastón Andrés en la editorial La fresca, la cual dirigen y la plaqueta mientras riega en Acción creativa Suarez.








viernes, 27 de julio de 2012

Mariela Laudecina



Del libro "Tomo las decisiones con los pies" (poesía - 2011- Ediciones llantodemudo)




Me pongo el vestido nuevo
porque lo que se toca o se mira
por primera vez
produce escalofríos
cosquillas en la panza
Como el amor o aquello que se le parece
El estreno más allá de los órganos, de la piel
interrumpe
Será mejor no verte otra vez



***


Tomo las decisiones con los pies
El color de la nieve es según el lugar
aunque parezca raro
Todo músculo es música
por eso bailo
Me hace triste la fisiología.



***


Australiano, 40 pirulos
ojos azules y piel dorada
Lo conocí pidiéndole una lapicera
Se hospedaba en el hotel de la esquina de casa
Me invitó a salir como pudo
Sabía poco castellano y yo poco inglés
Pero nos entendimos; teníamos ganas de entendernos
Fuimos a bailar; bailaba bien
Nos besamos
A lãs seis nos fuimos a desayunar
y después lo acompañé al hotel
Me invitó a subir, y subimos; pero a la terraza
Esperaba sexo
Erré
Me masajeó los pies un largo rato sin hablar
Permanecí callada
hasta que repitió que quería conocer el Himalaya
Andá, le dije
Al otro día me dejó flores con mamá
y una tarjeta con un poema
que hablaba del viento en mi pelo
fue el primero y único ramo
que recibí en mi vida.



***


Me presenté en un taller de escultura
El aviso decía
Se necesita ayudante
con o sin experiencia
El me hizo una prueba
Sacó de un cajón
una chapa cincelada
y me dijo
¿Qué ves?
EL mar, respondí
Perfecto. Estás contratada.


Bio: Nació en Mendoza. Vive en Córdoba.

Publicaciones: Poesía. Hacia la cavidad-2006.Ciruelas-2007. (ambos por llantodemudo) Intiyaco-2009 (flor de cardo ediciones)
Novela breve: "El cielo es para los angeles" -2009- (textos de cartón) Tomo las decisiones con los pies- poesía 2011 (llantodemudo)
"Perfume de jarilla" poesía 2012 (tintadenegros) Antologías: Cucrito, Quince, Muchachas punk vs poetas clásicos.
http://www.eldeseodeservolcan.blogspot.com/




miércoles, 25 de julio de 2012

Juan Luna




Dos más dos, cuatro,
el punto cardinal,
la nota que se pierde,
la fracción de segundos,
la división obligada.
Hay una escalada de valores
un resultado posible en el esfuerzo,
La suma de ambos lados de la realidad.
Esferas que giran 360 grados,
y vuelven al mismo lugar siempre.
Tus manos cóncavas, tu espalda convexa,
y la mirada indefinida.
Los números mandan, y otra vez
estoy en negativo.
Me pregunto qué vértice
me corresponde en este triángulo equilátero.
Los dados se deslizan sobre el paño,
y recojo el cubilete vacío
para saber en qué oquedad
se perdió mi buena suerte.
Un cero a la izquierda, una coma,
un paréntesis, un treinta y tres
a la enésima potencia.


***


los días con sabor amargo.
La lluvia insiste a veces
con dormir en mi cama.
Intenta seducirme, y sin embargo
cierro mis pestañas para que no pueda mirarme.
El pequeño pez se golpea contra el vidrio
y las burbujas suben por el mar ficticio.
La ventana sigue ahí, inmóvil
viendo cómo la calle se quita los colores,
y se llena de perros.
Se han vuelto arena las palabras,
pero una llama arde todavía
tal vez sea el fuego sagrado del que hablan.
Cuando el vapor empañe el espejo
haré con mis dedos la señal de la cruz.
Los soldaditos caen sin quejarse:
es domingo, y están sonando las campanas.


***

Una línea vertical en la ventana,
un hilo de sol que separa en dos
la realidad del lienzo.
Presagio de la niebla
que vendrá mañana.
Antes de las cuatro de la tarde
llegaron los tordos forasteros
con su sonido de conquista.
La ruleta gira dando y quitando
fortuna, gira y sin embargo
los personajes no se mueven,
la procesión va por dentro.
Los números no mienten
a veces, sólo nos consuelan.


***

Aquellos amigos que el tiempo
se encargó de dispersar,
con los que alguna vez construimos
un mundo a nuestra medida,
andan por ahí,
juntando insectos bajo la luz,
y yo aquí, a la misma distancia
que ellos de mí.
La sombra de los paraísos
amontona perros callejeros y
los niños que regresan de la escuela
comparten secretos,
ignorando que se perderán
con el tiempo.
La calle es un lugar de ida
o de regreso,
y una que otra vez un lugar de encuentro.


***

En una cama cualquiera
depositarás tu cuerpo,
pájaros carroñeros rondarán el techo
en busca de agua fresca.
Tus ojos negarán que has visto
mejores paisajes,
se te olvidará el aroma de naranjas
en un invierno con más heladas
que de costumbre.
Cuando llegue la noche
y tu luz no se encienda,
arráncate la pena con esa melodía
que los cuervos cantan
cuando están hambrientos.

 
 ***

El paraíso nos envuelve con su fronda amarillenta.
Un mosquito zumba ingenuamente
volando a baja altura.
Allá lejos una silueta cambia
de forma y de tamaño,
de a ratos parece un caballo de costado,
un instante después se convierte
en una bandada de aves carroñeras.
Es el destino- pienso- mientras quiebro
ramitas con los dedos.
Una hilera de hormigas baja por el barranco
cincelando los pasos que congeló el invierno.
Las bolitas del árbol, caen lentas,
y descubro un abismo
entre tu respiración y este fuelle
que se queda sin aire.
Nadie aplaude esta comedia,
estamos vos y yo solos,
dejándonos llevar, como un velero
sin remos en mitad del mar.

 
***

Acaso sea la sordera
tu mayor virtud.
Has extraviado las notas musicales
y solo puedes dibujarlas
en la pizarra blanca
que no resiste tanta tiza
como tus ojos resisten tanta lágrima.
No tengo la edad para marcharme,
ni coraje para arrancarte los dientes.
Sólo por preocupación
cerraré la puerta
y pondré junto a mi cama
un ramo de helechos
embebido en agua bendita,
y si mañana al despertar
aún sigues con esa molestia
que dices que te sube desde el vientre
llamaré sin pudor
al que arregla karmas
para que acuda con su perro
y termine de una vez con este entuerto.


***

Mi voz surge trémula.

El verbo que conjugo
no figura en ningún libro.
Voy desde el silencio,
hacia un grito hostil, desesperado.
No resulta difícil reunir palabras,
de hecho están en todas partes,
en revistas de moda, en manuales
de química, en latas de café
y entre instrucciones de cómo
hacer un buen pastel.
Las escucho en la radio,
suenan altas en la mesa del bar,
pero la simple suma de palabras
no da como resultado un buen poema.
Mi voz no calla, ni dice,
mi voz horada la garganta
y se diluye en el aire
como el olor del fuego
que consume mis papeles.
Una grieta estrecha
delata el deterioro.
No puedo esperar hasta mañana,
debo concluir este inútil alegato.


Bio: Nació en Quines, provincia de San Luís el 23 de julio de 1963. Reside en la ciudad de Villa Mercedes y, si obviamos el cuaderno de textos “5 erentes” editado por el Taller Literario de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Económico-Sociales de la U.N.S.L. (2010) del que forma parte, es absolutamente inédito.




martes, 3 de julio de 2012

Carina Sedevich

1


Un pedacito de tierra
sobre el que todo está solo.
Mi hijo está solo
mientras siega
lo que va quedando de los tientos
de los sueños de aquel que se marchó.
Pobre hijo mío
que sólo tiene una madre sola
mil veces sola sobre un montón de tierra.
Pobre hijo mío
a quien no pude darle
algo invencible
algo inalterable
algo más que pasos que se pierdan.
Las mariposas, las abejas,
que en otras primaveras le mostraba:
(espero, sueño, habérselas mostrado)
¿habrán guardado su sonrisa?
Pobre niño sin padre
antes y ahora
segando solo la tierra que no es suya
como segando un cariño oscuro
que se fue cerrando como un puño.
 
 
 
2


He decidido mirar por la ventana.
Todo cae mientras yo miro por la ventana.
Mientras me caliento el pecho con el sol.
Miro las telarañas entre las rejas
finas, tornasoladas.
Miro las volutas de hierro, sencillas
las que eligió Rodolfo.
He decidido mirar por la ventana
de esta casa enorme.
Acá iba a crecer un hijo nuestro.
Las piñas se amontonan en los árboles.
Acá íbamos a tener una pileta.
Y el color de las paredes iba a ser arena.
He decidido mirar por la ventana.
Inmóvil en la silla, como en un hospicio.
Ver los rosales plantados y olvidados
que crecieron sin darnos una flor.
Los yuyos del invierno, las agujas
que caen de los pinos, las gramillas.
El gris de los ladrillos que costaron tanto.
He decidido mirar por la ventana.
Repasar en silencio la alegría perdida
con esta ropa vieja de todos los inviernos.


3


Es la hora en que es preciso escribir.
Hay que salvar el día
de hundirse. Hoy
vale por tantas tardes que vi pasar
callando. Hoy
no es más triste que otras veces
esta hora.
No es mayor la soledad
sino más vieja
como si nadie nunca hubiera estado.
El hueso del silencio
conocido y raspado por mis manos.
El hueso de ser una
sola, durante todo el trecho.
El hueso de haber sabido siempre.
Sin embargo tuve la duda del amor…
Se me ofreció en alguna de sus formas
y vi salir el sol por el oeste
y palpitar la tierra
y edulcorarse el mar.
Hallé que el frío no cortaba
que ciertas flores supuraban
me senté bajo un sauce para oírlo
y me aburrí.
Me decía siempre que de mí
huían las felicidades.
Me llamaba siempre inmerecida.
Entonces tuve la deuda del amor.
Y no hay camellos que alcancen para eso
ni arena caminada
ni las piernas, ni las vulvas entregadas.
Nada de eso
paga la estafa del amor.
No hay agua sobre la cuál escribir
tantas partidas.
Me quitaron lo que nunca tuve
y siempre supe que no había tenido.
Me dieron y me rapiñaron
el hueso de mi soledad.
 
 
4


Esa mañana escuchaba el quejido
de la puerta del mueble en la cocina.
La puerta donde está el tacho de basura.
Esa mañana hacía frío todavía.
En mi útero había sangre todavía
mientras oía, inmóvil en la cama,
el ruido de la puerta en la cocina.
Pude cerrar los ojos y no ver como te ibas
pero no pude dejar de oír aquella puerta.
Algo viniste a decirme, que te perdonara.
Dentro mío la sangre coagulaba
los óvulos, todos, se morían.
Ahora en la cocina, cada mañana,
cuando desgrano una fruta
para mi cuerpo sin nido
me doblo como un gato al que alcanzó
una flecha
para dejar caer mi resto en la basura.
Una cáscara, un corazón, una semilla.
Con ellos va el perdón que puedo darte.

 
5


Esa tarde en Andratx, en el pequeño auto
llegamos al espigón después de ir al faro
y no había más azul ni más verde que desear
porque el mar ya lo había deseado todo.
Cada curva rocosa se acostaba
de lado a lado, entre los muelles.
Parecían mujeres y así olían,
como apretadas de noche en el harén.
Las embarcaciones esperaban
porque sobre las aguas que clarean
y después se oscurecen como en ronda
es mejor esperar y estar callada.
Te abrazaba, pero estaba con el aire
con los colores y con los pescadores.
 
 
Bio: Nació en 1972 en la ciudad de Santa Fe y reside en Villa María (Córdoba). En 1998 publicó la plaqueta "Una nube decapitada y grave" - Editorial Radamanto y el libro "La violencia de los nombres" - Editorial Fe de ratas. El año 2000 publicò los libros "Nosotros no" y "Cosa dentro de otra cosa" - Ediciones Litote. Se desempeña como docente en la Universidad de Villa María.