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miércoles, 1 de septiembre de 2010

Estela Figueroa


Pequeños asesinatos

Una noche en que volví tarde a casa
la vi disparar rauda y oscura
desde el canasto de papas que está en un extremo de la cocina
hasta el otro
al costado de la heladera
donde acumulamos botellas vacías de vino y gaseosas
que en gloriosas jornadas de limpieza
sacamos a la calle.
- : Tenemos una laucha -dije a mi hija Florencia-.
Es gorda. Vive detrás de la heladera.
Habrá que matarla -me contestó ella.
Habrá que poner triguillo fuera del alcance de Toto.
(Toto es nuestro perro)
Pero pasaron los días
y ninguna de las dos iba a la ferretería
en busca del triguillo.
Y la laucha seguía corriendo rauda y oscura de un extremo a otro
-en la cocina-
ante la mirada curiosa de Toto
y ya sin importarle si estábamos nosotras o no.
- : Esta laucha se está tomando mucha confianza
recuerdo que dijo mi hija.
Bueno.
De manera que a la mañana siguiente me encaminé a la ferretería
y compré el triguillo Drumolive
hecho con glándulas disecadas de roedores
lo cual- según decía el prospecto-
ejerce una poderosa atracción sexual sobre sus iguales.
La caja estuvo envuelta varios días sobre la mesa de la cocina
hasta que Florencia
-que es más expeditiva que yo para estas cosas-
abrió el paquete una noche
llenó potes con buena parte de su contenido
y acomodó estos potes estratégicamente.
Durante varias mañanas
mientras yo tomaba té leyendo a Carver
la sentí comer ávidamente.
Es cierto. Nadie
nada escapa
de lo que implica una atracción sexual.
Los ruiditos terminaron
y Carver y yo quedamos solos.
Charlando sobre la proximidad de una jornada de limpieza de la casa dijo mi hija
- : Parece que la laucha se murió. Ya no se la oye.
- : Es cierto-respondí-. Yo tampoco la oigo. La matamos.



Florencia se va de casa

Lloré en silencio.
Luego en voz alta
pero sin lágrimas.
Grave error: ante los abandonos
no hay que mendigar
hay que mostrarse magnánimo.
Cuando la pequeña terminó de acomodar su ropa
y deslizó el cierre del bolso
sentí que me cerraba la garganta
y que todas mis acciones serían vanas
estúpidas.




Esta noche
"A José Luis Pagés"

Esta noche va a helar
-pensé-
con una inexplicable congoja.

Miré las plantas del patio
que amagaron con florecer
después del “veranillo de San Juan”.

Esta noche va a helar.
Sí.
Pero ya heló sobre los que fueron
nuestros sentimientos de antaño
aquellas pasiones.

Va a helar.
Ya heló
-me dije-.

Quisiera extender
al menos mi mirada
aún tibia como una manta
sobre las plantas del patio
y protegerlas.

Comienzo a envejecer.

Nota: Estela Figueroa nació el 12 de agosto de 1946 en la ciudad de Santa Fe, donde reside. Publicó Máscaras sueltas (poesía, 1985; edición italiana: Maschere Mobile, Florencia, 1987), El libro rojo de Tito (reportaje, 1988) y A capella (poesía, 1991), y compiló un volumen de ensayos, Un libro sobre Bioy Casares (2006).

domingo, 4 de abril de 2010

Juan Manuel Inchauspe



He tratado de reunir...

He tratado de reunir pacientemente
algunas palabras. De abrazar en el aire
aquello que escapa de mí
a morir entre los dientes del caos.
Por eso no pidan palabras seguras
no pidan tibias y envolventes vainas llevando
en la noche la promesa de una tierra sin páramos.
Hemos vivido entre las cosas que el frío enmudece.
Conocemos esa mudez. Y para quien
se acerque a estos lugares hay un chasquido
de látigo en la noche
y un lomo de caballo que resiste.




Los tuyos

Has llorado, en secreto, a los tuyos.
Lenta, inexorablemente, los has visto partir
alejarse para siempre.
Has sentido, en tu corazón
el desprendimiento de una rama que cae.
Y luego has borrado
las huellas de esas lágrimas,
has contenido en el límite infranqueable
los bordes de tu propio dolor
y lo has devuelto a tu pobre vida,
a los días siguientes, a las horas
para que permanezca allí.
Oculto
como una invisible y constante
cicatriz.




Hay un momento...

Hay un momento
suspendido
de la luz.
Es al atardecer
cuando la claridad
tambalea
frente a la penumbra paciente del cielo
y las membranas de la sombra
se extienden como plantas transparentes
y nocturnas.



5

No tenés nada más que palabras
y decir esto
y decir que eliminaste los límites
entre el tener y no tener
es casi decir lo mismo.

Trabajás con nada.
Escribís sobre el vacío.
Frente a la rugosa realidad
tus herramientas se deshacen.

Asomado a una noche extraña
arrasada por los vientos
poblada de estrellas furiosas
que una vez dictaron a otros hombres
los nombres de fuego de Arturo
la Osa y el Centauro:
tu lengua sin cielo
tiembla y se retuerce.

Nota: Nació en Santa Fe en 1940 y falleció en la misma ciudad en 1991. Publicó los libros “Poemas” (Editorial de La ventana, 1977) y “Trabajo nocturno” (UNL, 1985). Asimismo publicó sus trabajos en la Revista “Alto aire” (Rosario, 1965). La Universidad Nacional del Litoral, en el año 1994 publicó su “Poesía completa” con prólogo de Estela Figueroa, volumen de donde se extrajeron los textos que integran esta edición.