sábado, 16 de enero de 2010
Andrés Cursaro
(Del libro “Estación/Tierra/Nada”,
Ediciones en Danza, 2006)
I
qué es el espacio sino esta necesidad de acorralar a los fantasmas a los presos deambulando en la memoria qué es este vacío enfrentando al infinito contra las manos del frío sino la piel de los huesos indicando rutas al océano los pies de aquel niño corriendo tras sus ojos con la urgencia de acorralar a los fantasmas muñecos pisados por caballos qué muestra ese espacio en los pasillos de la intemperie sino la sangre de los peones devorados por los machetes los muertos por el frío ardiendo en esta casa en este espacio limitado por paredes de carne golpeando al olvido de saberse roja hasta violeta o violenta si fuere posible.
II
ese pibe que corre y recorre toda la casa la casa que fue su espacio y que ahora se abre infinita para sus ojos también sus manos notan la ausencia de los límites del desierto hecho tumba océano moviéndose animal en plena esquila convertido en carroza de calesita muda con sus ojos colgados a la sortija qué es el espacio sino esa disposición de lugares desconocidos terribles liberados frente a la ventana de esta que fue su casa de esta casa incendiada marrón de carne seca al sol a la sal del sol también terrible desconocido o descosido si fuere posible.
III
y si ahora todos corriéramos hacia esa casa infinita tras el polvo de la escarcha si fuéramos hacia ella como van los niños si fuéramos si sólo sintiéramos ser esos chicos corriendo siempre hacia la casa guardada por una madre caeríamos entre cuatro paredes inexistentes derrumbadas arderíamos una vez más como crepitaron esos cadáveres que llevamos en memoria que nos esperan también en la fosa con otras caras otras manos que sólo tocaron después del fuego del balazo o puñalada allí bajaríamos siempre siempre con los ojos mirando arriba al espacio dibujado entre la palada de tierra que nos cae encima qué otra cosa es este espacio sino la sensación ambigua de la liberación del constante volvernos niños del eterno regreso a los brazos de una mujer también madre si fuere posible.
Nota:Nació en Neuquén el 12 de marzo de 1968. En 1990 se radicó en Rada Tilly (Chubut). Poeta y periodista. Publicó “El pecado de soñar” (Filofalsía, 1988; en colaboración con Rubén Gómez), “Jirones de un desierto que oscurece” (Ultimo Reino, 1999), “Poesía y rock en vivo” (disco compacto junto al grupo “113 Vicios” y Palo Pandolfo, distribuido por la revista “Bardo”, en 2000) y “Estación/Tierra/Nada” (Ediciones en Danza, 2006). Compiló diversas obras para la Editorial Universitaria de la Patagonia. Permanece inédita la antología “Diez centavos de ira y otros etcéteras”, del poeta mariani, que compiló y anotó en 2002. Trabaja en el diario El Patagónico, de Comodoro Rivadavia (Chubut), en el que durante diez años editó el suplemento de cultura joven “Ojos de papel”. Colaboró con distintas publicaciones de la Patagonia y del exterior.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
amo este poema!!!! desde el primer momento en que lo leí. Hasta diría que despues de escribir esto el poeta puede descansar de toda escritura.
ResponderEliminarEs un gran poema Maritza...
ResponderEliminar