Hambriento de electricidad
mordí un cable y sólo conseguí
un pequeño apagón,
ni siquiera en toda la ciudad.
Sentí que en el centro de mi vida
había siempre la misma escena con lluvia
con un mal guión.
Me sentí apenas un mentiroso
en el fondo del río
pegándome contra las rocas,
un contador de la historia,
un torpe equilibrista social.
Hice muchos viajes para tener tan solo un sueño,
al final de todo en un largo pasillo con espejos
que me inquietaron en la alta noche
hasta volverme una sombra.
CARTA PARA UN NIÑO LLAMADO
AITOR
Como un charco que decrece extinguiendo las luces de
la tarde,
en mi cabeza hay cada vez menos gente,
al revés de lo que pasa en las ciudades/
el viento en estos lugares dobla al medio a las
señoras mayores,
les roba las polleras y el abrigo, la bolsa de las
compras que cuelga en los portones; desnuda las cebollas, silba entre un manojo
de acelga, despega la etiqueta de las latas de conserva/
desde los años en que se ganó el mundial, los techos
de las casas se han estado venciendo, perdiendo tejas, mostrando abandono o
nidos, pasto entre las grietas
los que vivían en la esquina se murieron, y llegaron
otros parecidos a un cómic japonés;
sacaron uno de los cines y pusieron un templo/donde
antes estaba el McDonald’s ahora hay un correo/
pero ya ves, todavía estamos acá, revisando las
macetas,
tirando piedras a las señales sin sentido,
sabiendo sobre todo que ya no son los noventa
y esperando la muerte sin cigarrillos.
CREENCIAS
El pájaro que
nace en una jaula
cree que volar
es una enfermedad
y no sospecha
de la mano
que se acerca
entre los fierros
a ponerle un
trozo de pan
o renovar el
agua.
Amanece
cubierto por una tela
que le impide
cantar por las mañanas
su alegría de
sol, su inconsciencia de horarios.
Percibe en la
radio voces y sonidos
como si fueran
algo en el aire,
y salta entre
dos palos
a tomar agua o
a inflarse de plumas
como cuando
quiere significar
que no sabe qué
sería mejor
o que está
enojado y cansado de la jaula.
Si yo fuera un
avezado
en la geometría
del espacio,
escribiría un
poema largo,
y lo haría
cruzar la calle,
de pared a
pared, tensado
para que se
tropiecen con él los imbéciles.
Si fuera un
entendido
en cuestiones
de economía,
haría un poema
que constara de
una sola, única palabra
y esa palabra
sería la maravilla,
como en el
cuento de Borges.
Si yo fuera
bueno haciendo deportes,
haría un poema
veloz y fuerte,
con una
saludable estructura ósea
y un ritmo
vital, capaz de enfrentarse
con cualquier
contrincante en un concurso cualquiera.
Y si fuera un
escritor, o un poeta
acaso dejaría
de desear
entenderme con
este o aquel oficio,
para al fin dar
con el poema.
Despertarse
temprano
salir a la
calle
decir buenos
días al llegar
leer un diario
distraerse con
la radio
comer, elegir
una película a la noche
o sea, irse
poniendo
la rutina
encima
día con día,
pero la rutina
está hecha
con piezas de
hierro y de vidrio
y el sentido
de una pájara ciega.
Bio: León Romero nació en 1978 en la ciudad de
Mar del Plata. Ha escrito y publicado cuentos, ensayos y poesía.
Que excelencia, muchas gracias por compartirlo. Felicitaciones al escritor, un talentoso.
ResponderEliminarMuy bueno!
ResponderEliminarme conmovio el de la rutina.... aunque todos me encantaron... gracias Leon Romero
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