Súper fitito bordó
El fitito bordó, una nave hacia otro paisaje.
La cuna móvil donde quedaron los
recuerdos
de nuestras últimas vacaciones
familiares en Monte Hermoso.
Un hongo afrodisíaco de calidad
paternal
con nostalgias de mi viejo corredor de
speedway,
devenido bicicleta,
transformado su sueño en el súper
fitito bordó.
Su compañera dos ruedas: “la pumita”,
una extensión de su laburo municipal,
olor a milanesa
y bocina de avispa resfriada.
El fi-ti-to era el reír de algunas
compañeras de escuela
cuando estacionado me esperaba salir
por las tardes.
Era la alucinación de algunos
coleccionistas:
héroes nostálgicos que ayudo a
sobrevivir.
Su bordó meteorito avisaba en cada
esquina,
mandaba cumbia, mandaba Rata Blanca
y se mandaba en los semáforos rojos
ganándose puteadas.
Hasta que esa tarde esperando ansiosa
contarle
sobre mi primer acertado golpe de bate
en una clase odiosa de educación
física
tuve que enfrentar no ver más al
fitito bordó
y junto a él y a lento ritmo de motor
quebrado
se fue parte de mi vida.
C.P
Los pibes de la Córdoba Capital
caminan bailando, algo en su manera
de moverse me recuerda
a los que nacen en el Caribe,
a los que viven rápido.
Cuando sonríen la Mona Jiménez
se hace presente en ellos
y me dan ganas de ir a un recital
borracha de toro y pritti.
Los pibes de la Córdoba Capital
son románticos
y algunos están armados.
Te pueden dar un abrazo, un culatazo.
Los pibes de la Córdoba Capital
tienen balas de goma en sus piernas
y yo gomitas de frutilla en la
mochila.
Al ritmo de cuartetazo los vi
escapando ágilmente de la gorra,
que en su marcha milica y cuadrada
se pierden burramente
en los laberintos barrios
de la Córdoba Capital.
Cactus
Pincharse con algunas de ellas.
Altar de espinas que se arrastran por
el dios sol.
Experiencia Yanomami, cortante,
excitante.
Imitación berreta de picadura de
avispa.
Encontrárselos en un baldío: futuro
edificio.
Encontrárselos en la ventana de alguna
habitación
mirando por el vidrio, reflejando su
pena por el encierro.
Cerca de la cárcel de Bahía Blanca
está lleno de cactus que mientras
esperan
en su escudo dejan marcas.
Árbol -Tierra
Abrí una puerta tropical de madera
húmeda y ahí lo vi, mirando el fuego,
haciendo contacto su piel carbón con
harina mercal en las narices.
“Árbol-Tierra” hablaba pausado, su
mirada reflejaba al viento enfurecido.
El olvido no hacía intentos en
recordarle quién era.
Algunos dicen que se colgó en un viaje
de hongos, además de las pastas
que le hacían tragar, droga que lo
aturdía tal cual rompe portones
a los perros en Año Nuevo.
Las lenguas rápidas de “Loma de la
Virgen Alta”
decían que debía andar con cuidado,
que había abusado de alguna mujer,
de hecho algunas amigas comentaban
como se toqueteaba al mirarlas.
Pero yo vivía con Árbol -Tierra, le
hacía preguntas estúpidas y cuando se ponía raro yo lo encaraba con el mismo
viento enfurecido de sus ojos y él se alejaba.
Rafael había sido un viajero en los
70, trasladó su presente a otro.
Un enroscado, hijo de capitalistas que
dormía a la intemperie chavista,
vergüenza de su mamá.
Cuando no estaba en casa solía verlo
por las calles de la ciudad
caminando descalzo con una rama en la
mano, recolectando envoltorios, documentando en soledad el consumo de la
sociedad en Venezuela.
Por un tiempo Árbol -Tierra
desapareció, la incertidumbre de que si seguía vivo
o preso de su familia no era algo que
me molestara.
A los meses volvió, solía hacerlo de
mañana, hecho brisa, te dabas cuenta
porque se alimentaba con la comida de
los doce perros vegetarianos del lugar.
Esa vez llegó muy enojado, jugaba a
las escondidas y se perdía,
gritaba “¡no los quiero en la tierra!,
¡no lo quiero en la tierra!”,
recuerdo esa noche dormir con el
machete al lado del colchón
deseando que la puerta de madera
tropical nunca se abriera.
Árbol- Tierra había vuelto hecho
tormenta
y esa fue señal para entender que ya
debía irme de su montaña
convertida en viento enfurecido hacia
otro presente,
tal cual sus ojos me habían enseñado.
____________
Improvisar la mañana.
Desdoblar el cuerpo.
Descoserse los dedos.
Amenazar a tus miedos.
Acariciar la neblina.
Jugar a lo contrario.
Ser perro, felino sin nombre o apodo
boludo.
Una canción de Velvet Underground te
camina por la espalda.
La vecina insoportable se hace pájaro
y es agradable.
Meter la pata dentro de una cloaca en
Bolivia.
Todos se ríen de vos
Y vos te sentís contento por eso.
Regalar una planta de exterior.
Abandonar la pereza de oso gordo.
Recordar que estamos en guerra y
Que respirando seguiremos vivos.
Nota: Nació en Bahía Blanca y vivió dos años viajando de mochilera por Sudamérica lo que la define ser de varios
lados. Desde chica siempre se sintió atraída por la música y los dibujos,
muchas idas y vueltas la hicieron irse y volver siempre a lo mismo. Actualmente
hace canciones junto a “La Pirámide”. Durante el 2006 trabajó en barrios y
comunidades de pueblos originarios en el norte de Brasil. Luego estudió
Profesorado en Artes Visuales y hoy día da talleres en diferentes barrios de la
ciudad. Junto a Mariana (Die Explosiven) realizan “Thu Pah Zine” de circulación
gratuita.
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