sábado, 26 de noviembre de 2011

Milton López




Foto grupal


Una pascua la pasamos en Monte Hermoso,
todos bajo un mismo techo, de la casa
que alquilaron frente al mar.
Me acuerdo que por la lluvia
no íbamos mucho a la playa.
Un día más se me hacía insoportable,
entonces viajé antes de tiempo.
Al año siguiente el tío ya no estaba,
aunque se pueden ver sus pies en el fondo
de esa foto familiar. Como una tarjeta
musical, las olas rugiendo en retirada.
Pero cuando miro bien
solo eran sus zapatos ¿y él, dónde está?
donde sea que haya ido,
camina descalzo.







Costa a costa


Llanura de arena, mar crispado.
una hilera de cañas, tanzas sumergidas
y moscas de todos los colores.

La costa desde el médano es
una explanada resplandeciente
que achica los ojos y hace
flotar, en el aire salado
la música de los objetos.

La costa de arriba:
enrollan la línea y sale
un pez raya grandísimo
corvinas, gatusos.
En las redes langostinos, cornalitos
y algunas aguavivas que los nenes
se abalanzan a juntar.
Saben cómo agarrarlas,
en los baldes ponen las cruz rojas
con agua de mar y les echan
pececitos que los hombres dejaron.

La costa de abajo: atracan lanchas
y a los peladores le pasan la pesca.
Con un cuchillo raspan las escamas;
una incisión desde el ano hasta la boca
del estómago arrastra entera la entraña.

Al caer el sol, se regresa al hogar:
echan a freír los cornalitos en marinera.
De las parrillas también llegan bandejas:
una corvina por cabeza…
En la mesa se come callado.
De vez en cuando alguien se mete la mano
y saca una espina, un grano de arena.






Caminabas descalza en verano


Para el almuerzo de navidad viniste a comer con mi familia.
Era un mediodía caluroso, mis tías habían armado en el patio
la mesa de plástico, tendido el mantel, los primos llevamos
los cubiertos, el pan, bebidas, las bandejas
donde pusieron las sobras de la noche anterior.
Los rayos del sol se filtraban entre las parras
llenándote la cara de manchas.
Hacíamos chistes, cargadas, relatos al pasar.
Vos roías una costilla de cordero mientras apoyabas
tu pie descalzo sobre mi falda.
Después se lo tiraste a Luna, la perra colie
que esperaba ese gesto con la boca entreabierta: te paraste,
y caminaste en el pasto hasta la medianera, desde allá
eras como un satélite que guardaba distancia,
un objeto extraño que nos fotografiaba, querías sacar
un retrato espontáneo, pero es imposible no impostar
cuando uno sabe que se lo está mirando. Igual las imágenes
salieron asombrosas, en tu pieza oscura
revelaste ese patio soleado, la casa de fondo
y un grupo de personas abajo de la parra cargada
de uvas negras, esa pereza en los rostros, por bostezar,
una semi sonrisa esbozada entre los frutos de la resaca,
todos como una mancha de sombra salpicada por el alba.
Daba gusto saber que a la luz del día nos seguíamos
soportando las caras. Yo, fijo la vista
en un punto por encima de la cámara, y alcanzo a ver
el campo en el que nos capturabas.






Jardinería


Ya están haciéndome trabajar,
me señalan la cortadora y el sapito regador.
Pero nunca fui un jardinero ágil.

¿De qué serviré, entonces, de mal ejemplo?
de cómo morir acribillado
por un signo de interrogación directo
al corazón, una guadaña de tinta.

¿Dejar la jardinería y el jardín por ende?
O usar ases de tamaño real
para acabar con toda esta maleza.






Techo de chapa


Una gota
en la chapa, otra,
el crujir de la madera
después de la helada.

Otra gota en la chapa,
nos recuerda esta lluvia
que nuestro techo es de chapa.

Cuando venga el próximo censista
será 2020, y podremos decir
“revestimiento”, o a lo mejor,
“membrana”.

Se filtra llovizna
entre las grietas
de la chapa.
La gotera humedeció
un lado de la cama,
nos acurrucamos los dos
en la otra plaza.





El sueño de ella


Ella duerme con la cara apoyada en mis rodillas.
Su cuerpo tendido en el banco
de una ciudad fronteriza.
Mosquitos vuelan alrededor, buscando sangre, piel fresca,
y me pican los pies cuando menos me doy cuenta.
Uno de los grandes se posa en su cara plácida.
Yo no quiero despertarla.
Entonces soplo suave hasta que el mosquito despega
y ella vuelve a relajar los músculos de la cara.
El mosquito sigue rondando, tan cerca
que ese zumbido agudo ingresaa sus sueños
como un violín sonando durante la guerra.


Nota:Nació en Bahía Blanca en agosto de 1987. Cursa desde 2006 el profesorado en Letras. Formó parte del colectivo editorial de la revista Rigoleto. Participó en el 2007 y 2008 del taller Ruta 33, coordinado por Daniel García Helder. Leyó en ciclos y festivales como No es la luna (organizado por Lucía Bianco, Bahía Blanca, 2006), Poesía de acá (Mar del plata, 2009), Centro Cultural Juan L. Ortiz (Paraná, 2010), Sin guardafaro (Fremo, C. C. Huevo Duro, Punta Alta, 2010), Poetas de Estación (Estación Rosario, Bahía Blanca, 2011), entre otros recitales. En agosto del 2011 publicó su primer libro, "Impreso en papel vegetal", en la editorial La Propia cartonera, Montevideo, Uruguay. Participó de varias ferias como puestero vendedor de libros de literatura contemporánea. también juega al fútbol, dibuja y pinta.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Alberto Laiseca



El rey Ch'in quema libros y contruye murallas

El rey Ch'in quema libros y construye murallas;
pero la nieve de las cuatro montañas aún no se ha fundido,
pese al estío.
El rey Ch'in lleva un trozo de jade desde su nacimiento;
pero entre los cañaverales una mujer ha parido.
El rey Ch'in ha escrito la Historia, con finos caracteres,
sobre papel de arroz;
pero Confucio dijo:

"Odio el color púrpura
porque se confunde con el color rojo".
Los emperadores Yao y Shun, sonríen.

Yen Ts'anglang. Dinastía Ch'i.





El crecimiento de las grandes aguas

Por ti me he vuelto extravagante
como un diablo extranjero.
Miro tus ojos y veo florestas oscuras con algo de amarillo.
Senos infantiles pero de inmensos vértices;
pies diminutos y perfectos.
Entre tus piernas una pequeña Diosa China desnuda.
Cuán clamoroso el brote de bambú,
el marfil rosado,
con que la deidad se corona
como atributo divino.
Me fascina tu pelo negro
sobre la convulsión marrón de los tapices.
Pero Grandes Oídos captan el roce de los dedos
antes de que éstos lleguen a tocar la piel.
Te miro en público y mi corrección se altera.
Sé demasiado bien que múltiples ojos lo registran,
mientras las verdes aguas de la vergüenza
amenazan tragarnos.
No comprendo por qué,
a causa de mi condición femenina,
y de tu Origen Celestial,
sería mal visto si dijese
que eres encantadora.

Poema escrito por una cortesana desconocida del palacio de Nancia a la Reina.




Despedida flotante

Hace once años que partiste.
Nadie toca ese laúd pintado de rojo
pero yo todavía escucho su despedida flotante.
Los caballos pasaron ayer frente a la casa donde vivo;
sin embargo, el coral aún tintinea sobre mi mesa.
La tarde no ha terminado
y el campesino sigue empeñado en el arrozal.
Ni la más severa disciplina logró dispersar la niebla de la mañana,
que conservo en el hueco de mi mano.

Yang Ch'eng. Dinastía T'ang.

Nota: nació en Rosario en 1941. Ha publicado las novelas Su turno para morir (1976), Aventuras de un novelista atonal (1982), La hija de Kheops (1989), La mujer en la muralla (1990) y El jardín de las máquinas parlantes (1993), los relatos de Matando enanos a garrotazos (1982), el ensayo Por favor plágienme! (1991),los Poemas chinos (1987),El gusano máximo de la vida misma (1999),Las aventuras del profesor Eusebio Filigranati (2003),Sí, soy mala poeta pero... (2003),Las cuatro,Torres de Babel (2004),Cuentos Completos (2011).
Antes de publicar su primer libro ya estaba trabajando Los Soria. Dieciseis años después de terminada, Los Soria fue publicada en 1998.