miércoles, 31 de marzo de 2010

Jorge Dipré


¿Y si hablaras de poesía?

¿Y si hablaras de poesía
Despojándote de Freud
Foucault, Derridá, Barthes
Y de todos los discursos académicos?

¿Y si hablaras
Sin comentar
Sin descifrar
Sin interpretar
Ó, verdaderamente, ‘interpretando’?

¿Y si lo hicieses
Sin comparar,
Triturando la histórica serie
Los cánones, los contra cánones
Los estilos y antiestilos
Masticando los cañones de la taxonomía / taxidermia
El bisturí láser de la disección?

¿Y si hablaras de poesía
Sin opinar (clausurar)
Sin valorar (extirpar)
Sin diferir ni auscultar?

¿Y si dejaras que la poesía te hable?



El muerto

Todos los días
cuando paseo en auto por el cementerio
me saluda,
sentado en el borde de la vereda
un muerto
Siempre que paso
está el muerto
me saluda
el muerto
Un día de esos malos, que suelo tener
pasé y me saludó
el muerto
entonces, colérico,
me bajé y lo desarmé a patadas
pero tanto me agité
que tuve que sentarme en el borde
de la acera
junto al montón polvoriento de huesos

Ayer
cuando estaba, como todos los días
sentado en el borde de la vereda
del cementerio
pasó un muerto en automóvil
y creyó que yo le saludaba.




Querida amiga ¿es olvido?

‘la poesía suele tener
el costo de una ausencia’

Ni el poema (ni yo)
puede encontrar tu nombre
ni puede él
encontrarse en sí

Hurga en aquel estío
de plaza estridente y joven,
(Tu enorme sonrisa quemada
en blanco)

La brisa
la brisa arrastraba hojas
que sobrevivieron al invierno
se llevaba las voces a otro lugar;
voces que apretadas entre ramas
junto a trinos de aves oscuras
eran arrojadas lejos del pueblo
a recibir ocasos extraños
(Te ríes
en algún lugar
te ríes)

Ahora que estoy viejo y arruinado
como un leño podrido
o una bolsa de arpillera
Ahora que miro detrás del vidrio
las muchachas matinales
cómo surgen de la rutina de la urbe
arrollan con su menear a los taxis
borran los interminables colectivos
despabilan a los grises oficinistas
y corrompen la mirada del varón santo
sé que me ofrecías
un rubí
pero yo era como los pavos reales
con su cola
vacío como un absurdo cofre.

Sobrevuelas mis anocheceres
como abolidos pétalos
de una constelación de gestos.
¿Cómo te llamabas?
¿Qué importa, verdad?
cualquier nombre quebraría el conjuro
como si finalmente
el poema se encontrara
(dejándonos sin poesía).

:Jorge Alberto Dipré nació en Ceres, provincia de Santa Fe, Argentina, en Nota1960. Ha publicado Cenizas, 1983, poesía (libro compartido con Elsa Pfleiderer, Leandro Tuntisi, Oscar Baldomá, Boris Padován y Juan Carlos Rodriguez). Sacramento, 1984, poesía (libro compartido con Leandro Tuntisi). Hacia Arriba, 1984, poesía. El Señor S, 1985, prosa (escritura en común con Jorge P. Yakoncick). 13, 1987, poesía (libro en común con Oscar P. Baldomá). El Bodrio, 1990, poesía (libro en común con Jorge P. Yakoncick). Del Señor S sólo sueños, 1991, prosa (escritura en común con Jorge P. Yakoncick). Poemas Notables, 1993, poesía (parte integrante del libro Desfile de Monstruos). Entre Trenes, 1990-2004, poesía¤ y Merodea, 2006, poesía, publicado por Ediciones Recovecos,Todo se quema aquí - Chaco / Córdoba, 2009, Ediciones Recovecos.

martes, 30 de marzo de 2010

Rodolfo Edwards




¿Por qué escribe poesía Sr. Edwards?

porque estoy solo
como la estrella empecinada
que brilla en el cielo de mi patio

porque no me entienden
como a un paraguayo
la neblina londinense
su lenguaje de selva y mosquitero

porque estoy enamorado
y hay una distancia a recorrer
en los mapas y en el alma

porque las mujeres más hermosas
de Buenos Aires pasan en ovnis
a la altura de mi hombro

porque mi religión no me lo permite

porque no viene el 64



Las chicas de la Boca

las chicas de La Boca
andan con el sexo en la mano
como repartiendo volantes
de una nueva panadería

las chicas de La Boca
jamás usan pollera
por miedo a que los guachos
se las trinquen en la vereda

las chicas de La Boca
usan vaqueros chupines
y se les hace un acordeoncito perfecto
en la parte posterior de la rodilla

las chicas de La Boca
son demasiado fértiles
la presión intensa de una mano
sobre sus tetas derechas
puede provocar embarazos

las chicas de La Boca
miran a los ojos
con pornográfica franqueza
"después de los treinta y cinco kilos
hay que cogerlas a todas"
decía mi tío el finado

a las chicas de La Boca
no se las puedo presentar a mi mamá
ni tampoco a mis amigos
porque al toque me hacen cornudo

las chicas de La Boca
ignoran la metáfora
el retruécano y el eufemismo
abominan del doble sentido
y de los piropos hacen una pila
que a la noche se llevan
los muchachos de Manliba

las chicas de La Boca
se van de milonga
solamente a las bailantas
y los fiolos uruguayos
las esperan a la salida
con el mate preparado

las chicas de La Boca
saben que el Riachuelo
se puede zarpar en cualquier momento
en las noches de viento
hacen un nudo en un pañuelo
y lo atan a las bolas
del Monumento al Patota Potente
las chicas de La Boca
están hechas a medida
del hombre de La Boca
pulenta con pulenta
comida de bostero

las chicas de La Boca
se pasan toda la tarde
en un video juego
apostando a sus pobres novios
-jorobaditos de buzo negro-
en un pacman

las chicas de La Boca
siempre compran la rifa de los bomberos
y no "por ayudar a la Institución"
simplemente les gusta la manguera

las chicas de La Boca
comen pizza de parado
agarran la muzza con la mano
chupan birra nacional
y pechean los fasitos

las chicas de La Boca
se marchitan en la solapa
de fumados compadritos
que miran el mundo desde
las ramas de la Plaza Matheu
colgados como murciélagos
estudiando para vampiros

las chicas de La Boca
son gallardas amazonas
blandiendo la magia roja del deseo
y la gris de nuestro puente
Nicolás Avellaneda
niñas mozas que se saben
toda la vida antes que el gallo cante
antes del cumpleaños de quince
antes que el río sucio llegue
al mentón salpicando la boca
tu boca azul y oro
fantasía que brilla unos segundos
y se evapora entre la gente
que contempla un pungaje
yo
que ando de paso entre los mortales
tropezando con fantasmas
te quiero encontrar en el requecho
te quiero agarrar de la mano
y salir a putear a la luna
a la Cruz del Sur
a esos pajarracos que sobrevuelan
nuestras regias cabezas

las chicas de La Boca
envidian a las chicas de la torre
de Olavarría y Palos
pero esas turras que hablan con tonito
no son de La Boca
ni las conchetas de Catalinas
-Vaticano dentro de La Boca-
que se hacen las ratas crueles
cuando un macho bostero
las pone en la mira
hijas brígidas de visitadores médicos
y tontas maestritas que creen
haber descubierto la llave de la sabiduría

las chicas de La Boca
se casan con matarifes o carniceros
con cualquiera que tenga que ver
con el gremio de la carne

las chicas de La Boca
con el tiempo engordan
indefectiblemente
se convierten
en madres
en suegras
en abuelas
demasiado pronto
se encomiendan a una Virgen
y en los bondis sus tapados
empiezan a oler a naftalina
sin saber contribuyen
a perpetuar la especie de los reos
que todos los domingos
llenan a full
la segunda bandeja de la Bombonera


San Telmo

desde una ventana
un reo me relojea
pulenta
rajan yiros de una trulla
picando fuerte por los pasajes
un viejo negro barba blanca
cruza la calle Defensa
tan lento como un rey
y los bondis pasan a mil
esquivando el paquete


el corazón de San Telmo
está flotando
dentro de una palangana rosada
allá arriba en la azotea
cerca de los cables

Nota:Nació en Buenos Aires (República de La Boca) el 11 de febrero de 1962. Es Licenciado en Letras (UBA), especializado en Literatura Argentina y Latinoamericana. Entre sus libros editados se encuentran: Culo Criollo (Siesta, 1999), That´s Amore! (Ediciones del Diego, 1999) Rodolfo Edwards (Selecciones de Amadeo Mandarino, 2000), Los Tatis (Edwards&Edwards, 2003) y ¡Vamos con esas imágenes! (Eloísa Cartonera, 2005) y Mingus o muerte(Gog y Magog). Es hincha de Independiente.

lunes, 29 de marzo de 2010

Hugo Padeletti




Luz negra

El corazón sangriento
del Abismo,
el Ojo que decide los destinos
esclavos,
se ha labrado su templo hacia lo hondo
del fondo de la luz.
Está sentado
para siempre en el trono
de sí mismo,
cuyo recinto regio, emancipado
de todo servilismo,
es siempre, siempre, siempre el mismo Abismo


de luz negra.



El héroe

‘Dijo Alcibíades de Sócrates
que era semejante a
las silenas: cajitas
con arpías y sátiros,
ánsares embridados,
liebres con cuernos, ocas
enalbardadas,
machos cabríos voladores
y ciervos adornados con flores.
En ellas se guardaban
el ámbar gris, el bálsamo,
el amomo, el almizcle, la algalía
y las piedras preciosas:
entendimiento sobrehumano,
virtud maravillosa,
sabiduría sin par,
alegría verdadera,
confianza absoluta,
desapego increíble hacia aquello
por lo que todos se desvelan,
corren, trabajan, luchan y navegan.’


¿Así es el héroe?


Al héroe
no le interesa el ordenado
supermercado,
las colas en los bancos, las empresas
parroquiales.
No le interesan seminarios de postgrado,
ni partidos políticos
ni banquetes de empresarios.


No le preguntemos qué come
porque no come,
ni le preguntemos qué dice
porque no habla.
¿Es solamente un emblema,
como el gallo es emblema
de vigilancia?
El héroe no blasona;
no preguntemos a la heráldica.


¿No se lo encuentra en campos
de batalla o en claustros
de conventos?
Sí, viaja
de Florida a Lacroze,
de Primera Junta a Lima,
entre malos alientos
y bolsas de excrementos.
Allí donde hay gangrena,
polución, inmundicia,
allí está alerta.
Lava ropa sucia,
endereza alambre torcido,
limpia de desechos el agua.
De pronto es el que piensa, en la inminencia
del desastre, la palabra necesaria. A veces,
sólo ‘gracias’.


Donde el agua es fétida,
donde el aire está enrarecido,
donde los desperdicios se amontonan
hasta el Everest,
de pronto está —¡presente!—
en la conciencia desvelada.
Sólo le interesa ejercer
esa independencia de juicio,
esa audacia
y ese arrojo que salva o que rescata
de toda ganga.


‘Creció Alejandro hasta que menguaron sus costumbres;
venció Alcibíades monstruos de fortaleza
hasta que se rindió
a la misma flaqueza.
El rey de los metales,
pasando de un mundo a otro,
pasó de un extremo de desprecio
a otro de estimación.
Ser héroe del mundo
poco o nada es;
serlo del Cielo es mucho’.


Al héroe
sólo le importa la pureza
de su espejo:
ese corazón sin doblez,
que raja el sol en dos con su reflejo.



Pocas cosas

y sentido común
y la jarra de loza, grácil,
con el ramo
resplandeciente.

La difícil extracción del sentido
es simple:

el acto claro
en el momento claro
y pocas cosas -
verde
sobre blanco.

Nota: Hugo Padeletti nació en Alcorta, Provincia de Santa Fe, en 1928. Es poeta y artista plástico. Ha realizado numerosas exposiciones de sus obras en diversos ámbitos del país. Es autor de los libros "Poemas", "12 poemas", "Parlamentos del viento", "Apuntamientos en el Ashram" y "Canción de viejo". Publicó también los ensayos "Arte y poesía en Heidegger" y "Textos ocasionales sobre plástica y poesía". Recibió el Premio Boris Vian (1989), el Premio Mayor del Fondo Nacional de las Artes (2003), el Konex de Platino (2004) otorgado por la Fundación Kónex y la Beca Guggenheim (2005).

domingo, 28 de marzo de 2010

Macedonio Fernández


A manos temblorosas cayó el ahora de lo que tembló en el presentir

Ya es este el día, el presentido día
que temblaba en nosotros al pensado
entre los por venir del amor nuestro.
Día que habría de brillar sólo para uno de los dos
y en que vería mis dedos infelices llegándose a sus ojos
sin mirada, para correr los párpados. Que cubrieran
de miradas a los que ya eran ojos sólo para ser vistos.




La muerte no es la nada

La Muerte no es la Nada, sino que nada es.
El Nacer no es la Vida, sino que nada es.
Equivócase, por terrenal, el Corazón si te llora
pues en nuestra mente estás, y estuviste antes de sernos visto
En nuestra mente todo lo que eres, está
pues nunca estuviste sino en nuestra mente
y nuestra mente es la única que jamás existió.
Amarte, pues, debemos, pues que vives
y no Dolerte, pues no cabe perderte.




Layda
Adelaida - Beethoven — 1800
Poema a mente confusa de: Layda-yo — 1930

— Llamad, llamad ¿buscáis las palabras en Layda?
— Es que no sabemos las palabras por Layda,
las palabras que devuelven Layda.
— Llamad; ¡pero llamad!

La muerte nunca quiso ser creída.
Y se mostró en Layda para elocuencia de su afán de no ser creída.
Quien conoció a Layda y su boca siempre con palabras porque siempre Layda
tenía que decir a otro "Gusto de que tú vivas" —y esto era
lo que en todo lo que dijera se decía— no creerá más un morir de ella ni uno propio.

¿Hay en lo Real una muerte de Layda?
Lo que es del modo del vivir-sentir, nunca pudo salir de su modo.
Lo muerto lo fue siempre y será, nunca pudo salir de su modo.
¿Pudo ignorarse que había Adelayda?
¿Pudo saberse un día: Layda ha muerto?
Hubo que creerlo ahora: Layda tenía muerte.
Oh, no: la hora es de no creer muerte en Layda.
Es que Layda era una en que Muerte puede hacerse comprender,
es decir hacerse por fin increer.
Mortales son sólo los que no tienen el latido de increer la muerte en Layda.
Sí, viniste para que ya la muerte no fuera creída.

Es mucho silencio; es el mayor silencio que se ha Dado.
Oh ¡Te has callado mucho, Layda!
Oh Muro, oh Silencio. ¡Tú en la Ribera sin otra, sin Eco de ribera!
Donde del paso último sólo la forma de un pie se lee.
Oh Layda nombrada en el eco de "lágrimas"
Layda Lovgan. Ah.




Poema a la memoria en lo astral

(Yo todo lo voy diciendo para matar la muerte en "Ella")

TESIS: Es más Cielo la Luna que el Cielo, si una Cordialidad de la Altura es lo que buscamos.

Astro terranalicio de la luz segunda
astro terranalicio de la luz dulce
que con aventura extraña visitas las noches de la tierra, unas sí y otras no, pero siempre de una noche para otra con diversa libertad de visita, siempre o más breve o más detenida
y cada serie de tus visitas comienzas tímidamente y mitad decreces noche a noche y mitad decreces noche a noche, haciéndote un visitante diferente de noche en noche, para en mínimo ser cual comenzaste partir a un no volver de algunos días.

Astro terranalicio de un día sí y otro no, de una vez más y otra menos, pero que no dejas nunca de serlo.

¿Para qué astro eres entonces visita de sus noches, pues no eres terrenal en tus ciertas ausencias, o es que los otros días piensas en ti sola como sólo en la tierra en las noches de tu plena luz?

Dile a un poeta que no lo sabe todo, si está hecha tu ausencia con un pensar en ti, o quizá con un lucir a otro. Porque poeta es saberlo todo.

Trechos de tu órbita la tierra no los sabe, y ella tan cierta está de algún imposible tuyo para tenerse en sus noches y este amor alternante no se enduda, en tanto en mí, hombre de continuidad en humano amor me puso incurablemente en sospecha.

Pero te amamos tanto, astro de la luz segunda, tu dulce luz tanto amamos memorizando a la tierra el sol no presente con tu luz recuerdo; yo al menos te amo tanto, que cuando vuelves ceso de creer en tu ausencia de ayer y de otros días. También como la tierra, yo creo que sólo por imposible ayer no estabas.

Astro memorioso que esmeras un día de cada dos en tocar de diurnidad la noche terrenal, cual si supieras que la memoria solar de la tierra solaricia es desfalleciente de un día a otro alternado día y si antes y después le has de hacer noches diurnales a la tierra y lo haces tú, tú que no tienes olvido por ausencia, tú que ausente por noches fías en la memoria de ti por la tierra, inquiétaste por la memoria solar de la tierra.

Tutora de la fidelidad terrenal al recuerdo del sol, en eso eres solaricia; pero eres terranalicia en tu fidelidad de compañía a la órbita de la tierra.

He comprendido un misterio tuyo pero éste no.

Terranalicia tú, solaricia la tierra ¿es que velas por toda la memoria en el mundo y amas más las memorias, por más reales, que los presentes? Aquí callo sin comprender.

¿O es que no nos vienes en tu amor sino en un menos amor y en principal cuida del amor solario de la tierra?

Cuando te veo recién arribada, alcanzado por ti nuestro borde, pareciendo vacilar allí y como a emprender un rodar a lo largo del horizonte por gustarlo, y luego te pliegas a un ascenso ¿qué nos quieres decir así?

Quedemos sin saberlo hoy también; mañana, más tarde —para qué son nuestros días sino para trabajar más y otra vez los misterios— más enérgicamente, en buena hora de mi espíritu contemplaré, escucharé el misterio de tu sentido en el misterio todo.

Cuando tú quieres ser el ojo del ciprés y con un mirar obseso aferras nuestra contemplación debemos comprenderte dolorida, tanto como cuando nosotros en un no poder ya resistir nos revolvemos como tú ahora
oh único astro que mira
(pues todos los otros saetan ásperos de chispas que nunca miraron).

Oh único astro de mirada,
nos revolvemos clamando hacia el no ser.

Y ya ahora te desprendiste del follaje y tiendes hacia el horizonte,
te serenas, vagas
y cuando la nubecilla en gran viento flota, te aguzas flecha disparada de ella vertiginosa
para detenerte, serenarte cunado huiste bastante de aquel pasajero copo al que le opusiste tu fuga, caprichosa triste
y complacida de tu juego y nuestro asombro, nos encaras con ligereza
y en fin vas cayendo con ladeado mirar distraído hacia el borde del mundo.

Y ya te fuiste, con tus pobres dichas y quejas.
En toda la andanza, sólo en el perfil de los cipreses lloraste, y tanto que pediste nuestra piedad.
Y ahora por faltar tuyo un cielo sin mirada en las noches,
ahora sólo habrá astros que agitan, no tú que acompañas.

Oh, sí, acompañas
con cuántas gracias saltas de copa en copa siguiéndonos entre los árboles con tus saltitos de luz a sombras.

El único mirar dulce que viene de lo alto es el tuyo
el chispear del viaje de indiferencia de las otras estrellas molesta y agita, y no nos mira.

Heridos de ellas, corremos a ti cuando apareces
y con dolor nuestro comienza la ausencia tuya.

Sí; porque pudiera que el móvil chispear de las estrellas sea dolor como hay dolor en nosotros
pero es que tú, luna, que también sufres, miras y acompañas.

Eres más sabia o afortunada en la mitigación participante.

Qué es la luna no lo sabemos hombres y aun artistas y poetas, qué sentido tiene su ser y sus modos, su adhesión a la tierra, su seguimiento al sol, su mediación mnemónica entre la tierra y el sol y por qué quiere hacer diurnales unas y no otras de las noches terrenas, y tantas cosas más neciamente explicadas, que de ella ignoramos pero que sólo puede explicarlas la doctrina del misterio.

Que el sol te atrae, que la tierra también, que recibes la luz del sol y sin amor, por fuerza la reflejas a la tierra, éstas no son explicaciones; no se nos dice por qué el sol brilla, por qué en torno suyo gira la luna en torno de la tierra, ya que pudo ser otramente; por qué hay una luz interceptable, por qué hay una luz que tiene sombras, por qué ceden a su paso unas cosas y otras no y hay lo opaco y lo traslúcido.

Mecánica dirá por qué, pero yo no pregunto sino para qué razón para el alma, pues conciencia se anula si admite un mundo rígido, y todo el porqué físico no es más que decirme el antes de algo, o sea una evasión no una respuesta.

Lo que anhelamos explicar es qué debemos sentir y adivinar ante estos hechos, ante el comportamiento lunar, qué nos quiere decir y de qué manera concierta con el misterio total único. La espontaneidad, el acontecer libre, no es una respuesta; es un renunciamiento explicativo.

Todavía no poeta, no soy poeta, no hay poeta, pues de eso no se sabe. Hasta ahora, pues, sólo vivimos.

Debió enseñarsenos y debimos entenderlo antes que nuestro saber ignorado innato y luego nuestro acto nos hicieran gustar por primera vez el pecho materno. ¿Pero cómo, se dirá, ha de esperar el niño a conocer el sentido de la luna para empezar a nutrirse, si en tanto morirá? ¿Pero por qué, digo yo, ha de precisar nutrirse antes de entender el sentido de la luna y se ha de morir si deja lo uno por lo otro? La ciencia nada explica, es evidente; pero el poeta no lo dijo nunca tampoco, aún.

Y yo miraré la próxima luna todavía sin entenderla.

Oh luna, que puede amarse, bien me pareces pobrecita del cielo.

Nota:Macedonio Fernández (Buenos Aires, 1 de junio de 1874 - 10 de febrero de 1952). Escritor argentino, autor de una obra sumamente original y compleja, que incluye novelas, cuentos, poemas, artículos periodísticos, ensayos filosóficos y textos de naturaleza inclasificable. Ha ejercido una gran influencia sobre la literatura argentina posterior.En 1928 se edita No toda es vigilia la de los ojos abiertos, a instancias de Raúl Scalabrini Ortiz y Leopoldo Marechal. Publica al año siguiente Papeles de Recienvenido. Durante este período, se preocupa por crear expectativas respecto a la posible aparición de la novela Museo de la Novela de la Eterna. En 1938 publica "Novela de Eterna" y la Niña del dolor, la "Dulce-persona" de un amor que no fue sabido, anticipación de Museo de la Novela de la Eterna.
Tres años más tarde publica en Chile Una novela que comienza.
En 1944 se publica una nueva edición de Papeles de Recienvenido. En 1947, Macedonio se instala en la casa de su hijo Adolfo, donde residirá hasta su muerte.

sábado, 27 de marzo de 2010

Eduardo Espósito


Dark Side

Mis libros
serán la caja negra de mis actos
cuando me estrelle contra la creación
Sí Dios te lo dedico
Mi único legado
apenas el siseo de un bolígrafo
Una mancha de tinta desleída
Y sin embargo
qué profuso misterio emputecido
cincelando un perfil que no estará
y a pesar de todo esto
qué feroz ramaje aquel
donde mi sangre alguna vez hirviera
Hay un libreto con final abierto
en mis costillas
El croquis periférico de un hombre
que se negó a transar
y se murió de sed en un acuario.



Introducción al Zen
A Daitnez Suzuki

Cuando la voz del vendedor ambulante
corra en sentido contrario a la dirección
en que va el tren
Y ambas fuerzas se conjuguen en un punto
en el que una rubia eche humo descuidada
sin importarle el resto de los pasajeros
ni en cartelito de prohibido fumar
Cuando el piropeador de turno
el ciclista y el hombre de la bolsa con corbata
se encuentren en el mismo vagón
para hablar de la carrera del domingo
Y mamá regrese del tatoo
y me muestre el piercing en la lengua
Cuando las nuevas hordas bárbaras
desciendan en la última estación
y arrasen con cuanto imperio choripán
panchito o huevo duro encuentren
Y yo a diez centímetros del suelo
mirando todo esto
pueda tomar una coca
tranquilamente en una esquina
sin importar que me pasen por encima
la edad la economía
y alguno que otro gobierno de facto
Entonces habré asegurado la paz para mi alma
Entonces los árboles de la terminal
albergarán más pajaritos al fin
que mi cabeza.


Todo fluye

Un hombre entra en el río
dispuesto a refutar a Heráclito
Trastabilla
Pierde pié
Es arrastrado por las aguas
Otro hombre será hallado muerto
en un río al que nunca entró
mañana



1973

Escuchabas a Sui Generis a la sombra de un palito
con la morfina en flor
y aquella rata rubia
que la iba de bajón si me acercaba
I am coreuta me decías
a la luz de tus negruras cabalísticas
Piedra papel y tijera
y vuelta a empezar.
Todo un palo decías.
I am rock my friend
pero la frula estaba cara.
Toda tu pierna era un temblor grotesco
como un pájaro dentro de un pájaro
más así
una mamushka alada encerradita de vos
una birrita chorreando en espiral.
Sonaba fuerte Charly por aquellos días
cuando los dedos formaban una V
con más facilidad que decir 2
y la creíamos
y el cielo era una farsa con los ojos del Che
y la vida nos pasaba por la pelvis
y la muerte aún estaba siendo maquillada.

Nota:Eduardo Espósito, Buenos Aires 1956.Poeta. Ha publicado: El niño que jugaba a ser Rayo, Violin de Bolsa, Una novia para King Kong y Quilombario.Participó en varias antologías, destacándose entre ellas Poesía en el subte. Bs. As.: de la Flor, 1999.
Coordina desde 1996 el taller de escritura de la Dirección de Cultura de la ciudad de Moreno, y a partir de 2001, desempeña igual actividad en el taller literario “Elementales Leches” de la ciudad de Gral. Rodríguez, Argentina

viernes, 26 de marzo de 2010

Osvaldo Costiglia


Matanzas fundacionales

Atendiendo igualmente a hallarse renovados
todos los delitos anteriores al indulto
debemos condenar y condenados al referido reo
Diego Cristóbal Tupac Amaru,
en pena de muerte, y la justicia
que se manda hacer es que sea sacado
de la cárcel donde se halla preso, arrastrado
de la cola de una bestia de albarda,
llevando soga de esparto al pescuezo,
atados pies y manos,
con voz de pregonero
que manifieste su delito;
siendo conducido en esta forma
por las calles públicas
acostumbradas al lugar del suplicio
en el que junto a la horca,
estará dispuesta una hoguera
con sus grandes tenazas,
para que allí,
a la vista del público,
sea atenaceado
y después colgado por el pescuezo,
y ahorcado hasta que muera
naturalmente,
sin que de allí le quite
persona alguna
sin nuestra licencia,
llevada la cabeza al pueblo
de Tungasuca,
un brazo a Lauramarca
el otro al pueblo de Carabaya,
una pierna a Paucatambo,
otra a Calca,
y el resto del cuerpo
puesto en una picota
en el camino
de la Caja de Agua de esta ciudad,
quedando confiscados sus bienes
para la Cámara de S.M.
y sus casas serán arrasadas
y saladas, practicándose esta diligencia
por el corregidor de la provincia de Tinta.
Esto en sustancia y más dijeron
Gabriel de Avilés
y Benito de la Mata Linares.
Según Yo, D. Francisco Calonge,
Escribano habilitado
para la formación de las causas
que se están siguiendo…….etc.
Siguiendo con el etcétera
que seguía de otros etcéteras
por la mitad de los etcéteras
nada fue suyo
dijo el huiliche
nos robaron
porque tenían armas lustrosas
pero sobre todo
porque eran más salvajes
que nosotros.
Pero estimado amigo Juan
Calfucurá
visto el interés por mi salud
deseo que los suyos
estén tan buenos y fuertes como yo,
sé de sus buenos consejos
pero lamento que algunos de los suyos
no los sigan
como en Bragado y Rojas,
yo que los miro como hijos
y los atiendo en todo,
por eso a usted
como a los demás capitanejos
les señalaré un sueldo
para evitar necesidades,
pero no transigiré con ladrones.
Bueno, páselo bien
con el deseo de su buen amigo
Bartolomé Mitre.
Bueno, Bartolo dejó un día
de tocar la flauta
y vino el arreador
y sus partes de vanguardia:
“lindos galopes”
“días agradables”
“fajas de esmeralda en medio de un valle inmenso”
“indios sin caballo”
“chinerío sumiso y degradado”
“toldos incendiados”
“cadáveres desparramados”,
ritmos de Offenbach
y Curuzú, dijo David.
Los Piedra
y el Roca implacable
y si la letra con sangre entra
la sangre con letra sale mejor
por eso se reserva
“a enemigos prioritarios y generalizados”
letra que entró de lecturas
“Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas”
del viejo Gobineau.
Es que Excelentísimo Señor
habemos tribus
cuyos caciques reclamamos
la valuación de los campos
que se nos tomaron
entre Puán, Guaminí, Carhué y Chipilafquen
por la cantidad de doscientos millones
de pesos moneda nacional.
Esto firmamos Manuel Namuncurá,
Bernardo Namuncurá, Alvarito Reumay
Y el secretario Freire, Manuel también.
Bueno, veinte mil leguas
de viaje submarino no, pero
de tierra,
en una de las regiones más fértiles
y encantadoras del planeta,
saludo a V.E. atentamente,
Estanislao S. Zeballos.
Con gauchos hicieron esto
pero gauchos con remington
y ciencia dura
instrumento difícil si los hubo
templado en frío o en caliente,
en cuchillas entrerrianas
y artiguistas, en llanos de La Rioja,
en esteros del Paraguay,
mucha sangre allí, mucha cadena,
luego se pudo con él encarar
la voz de mando ¡al galope!
¡Atención a la voz de los oficiales!
¡que nadie se separe!
Mucha voz, demasiada, el combate
apenas duró unos minutos,
y sin embargo dura todavía.
Unos lo quieren saber
pero otros no, todavía esclavos
del no saber
del no saber de los indios su destino
del no saber de los negros
sus cráneos en el fondo del mar caribe.
Guerra en las cabezas habemos
moros, armenios, judíos, indios, negros, gitanos.
Campos de exterminio, treinta mil aquí
luego de tantas otras.
Allá vaya a saber.
Toman los pueblos posición
en el callar cuando beben
negra lecha del alba,
pero guardan la palabra
para un día cuando tomen
posición en el hablar
a plena luz y así y así
mujeres y hombres puros, mejor, impuros,
hombres y mujeres, siempre
suyo yo, aquí en el rincón de este circus!




Medianoche

La casa de enfrente se ilumina.
En esta noche de vino negro y soledad
me gustaría cantar y proponer un brindis
poniendo en la mesa tres o cuatro vasos
para dos o tres improbables
convidados por la blancura del olvido.
De todos modos el ensueño
encogido sobre la nuez del tiempo
corrobora que la sombra en la pared
coincidió alguna vez con un cuerpo.
Edades de la memoria, edades de la desmemoria
deslizándose como arena
abandonando el fruto al oleaje inmóvil
de las palabras.




Llamada al ausente

Eras el espía que se desvanece entre las sombras
saqueado ya el secreto del siglo
dejas paso al ventrílocuo
que aceza con una voz sin raíces
el vacío del tiempo
y despoja a la vida de su resplandor.
Las traslúcidas presencias de la ciudad
arañan los sueños, los apagan,
entre cortinas ajadas de escalofríos.
Suena un timbre en el fondo de los años,
interminablemente,
en un país que sobrevive.



¿Qué hace la poesía?

¿Qué hace la poesía en esta amena reunión
donde se habla de crisis o dichas y desdichas
cotidianas?
¿Qué hace el poeta, ese hombre mas o menos
menor, donde algo no esta en su lugar
para que digan bueno, él es así, pero adorna
unos momentos la charla antes de pasar
a lo que importa?
¿qué hace cuando gira su cabeza
y pareciera que mira llover a su espalda?
La primavera cuando es su tiempo
también deambula como una mariposa
por su boca, pero
¿qué va a decir por lo no dicho?
Los brillantes invitados lo escuchan
cuando quieren obsequiarse
la breve alegría que su incoherencia habilita
pero hay un tiempo, una leve frontera
que deberán reconocer
porque su mundo no debe desbordar
de su cabeza, ese alhajero
que todos parecieran conocer
como si durmieran con él,
abierto en la mesa de luz
y recibiendo la mañana.

martes, 23 de marzo de 2010

Susana Thénon



Canto Nupcial (título provisorio)

me he casado
me he casado conmigo
me he dado el sí
un sí que tardó años en llegar
años de sufrimientos indecibles
de llorar con la lluvia
de encerrarme en la pieza
porque yo -el gran amor de me existencia-
no me llamaba
no me escribía
no me visitaba
y a veces
cuando juntaba yo el coraje de llamarme
para decirme: hola ¿estoy bien?
yo me hacía negar

llegué incluso a escribirme en una lista de clavos
a los que no quería conectarme
porque daban la lata
porque me perseguían
porque me acorralaban
porque me reventaban

al final ni disimulaba yo
cuando yo me requería

me daba a entender
finamente
que me tenía podrida

y una vez dejé de llamarme
y dejé de llamarme
y pasó tanto tiempo que me extrañé
entonces dije
¿cuánto hace que no me llamo?
añares
debe de hacer añares
y me llamé y atendí yo y no podía creerlo
porque aunque parezca mentira
no había cicatrizado
solo me había ido en sangre
entonces me dije: hola ¿soy yo?
soy yo, my dife, y añadí:
hae muchísimo que no sabemos nada
yo de mí ni mí de yo
¿quiero venir a casa?

sí, dije yo

y volvimos a encontrarnos
con paz

yo me sentía bien junto conmigo
igual que yo
que me sentía bien junto conmigo
y así
de un día para el otro
me casé y me casé
y estoy junto
y ni la muerte puede separarme



Non stop

Creer que voy a la India a creer que entiendo
lo que creo que hay que creer

creer que entendí lo que hay que creer para saber y
creer que estoy en la India porque creo saber
lo que hay que creer

creer que sigo en la India para profundizar este saber
sin permitirme creer que me ilusiona
ganges alguno
profesor templo vaca millón de muertos
ganges alguno

creer que mi creer estar en la India tiene un sentido cósmico
irrepetible intraducible

creer que mi creer estar en la India será fundamental
para mi creer saber
y el de la India

creer que el seguir en India todo un año resolverá el dilema
de lo que es creerse un ser ansioso de saber

de paso creer que es mi deber elaborar manuscribir trasliterar
reelaborar y difundir

creer que ya es hora de creer que capté todo lo que había que
entender

creer que ya es hora de volver a la añorada patria a divulgar
tanto saber

creer salir de la India llegar a la añorada patria
ver ver no poder creer

no poder creer
no poder ser

creer que vuelvo a la India a ver si entiendo
lo que creo que hay que creer




La antología

¿Tú eres
la gran poietisa
Susana Etcétera?
mucho gusto
me llamo Petrona Smith-Jones
soy profesora adjunta
de la Universidad de Poughkeepsie
que queda un poquipsi al sur de Vancouver
y estoy en la Argentina becada
por la Putifar Comissión
para hacer una antología
de escritoras en vías de desarrollo
desarrolladas y también menopáusicas
aunque es cosa sabida que sea como fuere
todas las que escribieron y escribirán en Argentina
ya pertenecen a la generación del 60
incluso las que están en guardería
e inclusísimamente las que están en geriátrico
pero lo que importa profundamente
de tu poesía y alrededores
es esa profesión –aaah ¿cómo se dice?–
profusión de íconos e índices
¿tú qué opinas del ícono?
¿lo usan todas las mujeres
o es también cosa del machismo?
porque tú sabes que en realidad
lo que a mí me interesa
es no sólo que escriban
sino que sean feministas
y si es posible alcohólicas
y si es posible anoréxicas
y si es posible violadas
y si es posible lesbianas
y si es posible muy muy desdichadas

es una antología democrática
pero por favor no me traigas

ni sanas ni independientes

Nota: Susana Thénon (Buenos Aires, Argentina, 1935-1991). Poetisa, traductora y fotógrafa, también escribió algunos ensayos.Ubicada, según su momento de creación poética, dentro de la denominada Generación del ’60 en Argentina. Contemporánea a poetas como Juana Bignozzi (1937) y Alejandra Pizarnik (1936-1972), aunque no forma parte de ningún grupo literario se le suele afiliar con ambas por el tipo de construcción marginal que trabaja en su poesía, sin adherirse a ningún movimiento reinante en aquellos años. Existe un vacío en sus publicaciones entre 1970 y 1982, ya que se dedica activamente a la fotografía, aunque de todas formas continúa escribiendo.Sus libros son“Edad sin tregua” 1958 ,“Habitante de la nada” 1959, “De lugares extraños” 1967,“Distancias” 1984, “Ova completa” 1987,“La morada imposible, Tomo I” 2001,“La morada imposible, Tomo II” 2001.

lunes, 22 de marzo de 2010

Miguel Angel Morelli


1

mi madre creía en dios y hablaba con él en voz alta
mientras lavaba la ropa y la colgaba de la soga

sentado en un rincón del patio | después de la escuela
yo la escuchaba hablar sola y pensaba que mi madre estaba loca

¿cómo no iba a pensarlo? | yo tenía apenas doce años
la edad del mundo | la edad de todas las verdades de este mundo

pero un día llegué y ella no estaba
y fue como volver a nacer | aunque del lado de la desesperanza

eso pasó hace mucho tiempo, es cierto, pero de tarde en tarde
cuando el olvido me acorrala | me siento en el rincón de pensarla
y vuelvo a ser entonces ese niño al que la muerte le mordía los labios




5

mañana | 21 de setiembre de 1970 | tal cual está previsto
desde que el mundo comenzó a ser mundo
el sol saldrá por el este a las 7.16 | y se pondrá
por el oeste doce horas más tarde |
y ya no habrá biblia ni torah que pueda quebrar esta ley inexorable

lo explicaron en clase: el orden de la relojería llamada universo
es de una perfección extraordinaria
desde que copérnico explicó que las esferas celestes
giran sin importarle la voluntad de algunas santidades

(por eso y porque será 21 de setiembre
esta tarde te compraré rosas rojas)

pero mañana | sobre este lado del planeta | exactamente las 7 y 14
una nubecita distraída se empeñará en desafiar lo indesafiable
y al rato nomás un aguacero vendrá a inundarme el corazón
para que aprenda a desconfiar para siempre
de las leyes perversas del cosmos
de las vanas promesas del amor




2

y me pregunto qué va a ser de mí | con esta lluvia
con tanta agua corriendo calle abajo | y esos despojos
que van a la deriva | si hoy el mundo es una boca de tormenta

hay que llegar | me digo | a la otra orilla
mientras trato de recordar cómo era que rezaba
aquel hombre que no salía de su casa sin paraguas.




cuando murió mi padre yo estaba lejos

cuando murió mi padre yo estaba lejos |

tan lejos que todavía llevo en el pecho
las marcas de esa ausencia

cuando murió mi madre, en cambio, estaba a su lado
sosteniéndole las manos |
prometiéndole tardes que jamás llegarían

sin embargo | ¿era mi sombra aquella sombra?
¿eran mías aquellas manos?

si cada recuerdo no es más que una reparación de la memoria
a lo mejor durante aquella madrugada de setiembre
yo haya estado | al lado de mi padre | todavía




a un tronco que trajo la corriente

has venido navegando |
por encima del dolor y la corriente
has venido navegando

y aquí yaces, en medio de la tarde,
descansando tu fibra de dócil madera

mañana serás ceniza acuática
palo virgen a quien la muerte
dio un beso de furia y de olvido

como a mí, te han cortado la esperanza

con rabia de animal | la lluvia
fue tu leñador, pobre madero
que hasta olvidaste la voz de tu antiguo dueño

ya nunca serás dintel ni humilde puerta |
mesa blanca donde repican las cucharas
ataúd ni mástil | la cuna de mi hijo


Nota: Escritor y periodista argentino nacido en Coronel Suárez en el año 1955 y residente en Quilmes (provincia de Buenos Aires).
Como poeta ha editado cinco títulos, habiendo participado también en diversas antologías publicadas tanto en Argentina como en distintos países de Hispanoamérica.
Publicó Piedra blanca sobre piedra negra (1980),Los signos de fuego (1989), Fragmentos de un cielo impenetrable (1998),Humanos, casi humanos (2009),Despojos (2010).

domingo, 21 de marzo de 2010

Paulina Vinderman



El mundo en jaque

Su gata murió de vieja este verano
y el gomero se dejó secar, poco después, obstinado
en el balcón.
¿A quién contar esta historia de locos,
esta encomienda que llega en un caballo con
arneses de plata -cierto rencor en las comisuras-
con quién contar?
El aire está enfermo pero todos respiran,
ella queda morada por el esfuerzo, insomne para
siempre,
buscando la estrella de lata
con la cual vestía su vida en Navidad
para cambiarla por el dibujo de un barco en el Pacífico
o una palabra que resplandezca en la oscuridad
(y no lleve comillas.)




Black Mask

En la novela negra
ella no se enamoraría del asesino,
sería la torva ingenua bailarina de cabaret
o la dulce -nada ingenua-
muñeca con ojos como ciervos, pelo
para agitar en el viento entre las acacias.

En la novela negra
no podría jamás cruzar la línea,
bajo su respiración
estarían los muros amarillos,
la seducción de un héroe al que abrazar.

Y ya no importaría la tensión del poema
o de su espalda
soportando el mundo.

En la novela negra ella no tendría esta asfixia,
este estribillo que envejece
a medida que come de su pan
y abre los brazos en la oscuridad
en un escándalo incumplido.

Si algo la habita
es la memoria de un puerto insignificante
y caluroso
donde la muerte no es un estallido
sino una conversación, una clara evidencia.




La dama del mediodía
(poema sin adjetivos)
a Edgar Bayley

La dama con sombrero de paja
camina desde el sol
hasta mi mesa en la arena.
No puedo ver sus ojos ni sus manos
pero sé que el mar
se incluye en su vestido
y su cintura se balancea
como las olas de aquella tarde.
Había roto mis uñas buscando almejas
sólo para dejarlas otra vez en su lugar
y no había tenido fuerzas
de construir castillos.
(La gaviota había muerto,
era plumas y pico en la brisa de las seis.)
La vida no es más que eso, pienso,
la lucha para no ahuyentar para siempre
a la dama del mediodía
— vestido de mar, balanceo de cintura—
sin siquiera haber reparado en sus pies.



Cónsul honoraria

Te escribo desde la nada,
pequeña oscura funcionaria que ni siquiera ve el río.
La cúpula rota se refleja en los charcos
cuando llueve
y es el único sitio en que brilla el destierro,
la única moneda que parece de oro.

A la hora del café todos hablan de nada,
se espera una tormenta (que pueda desprender el esmalte
del aire) o la notificación de otro destino.
Me siento como un cónsul en mi propia ciudad:
un poema reseco debajo del informe, la mitad
de una carta, una invitación para la fiesta en el muelle.

Esa mujer con los ojos muy pintados debo ser yo,
la que saluda bajo la luz naranja
de los faroles de papel e imagina a una goleta
amarrada a unos pasos
y a su escritorio flotando en alta mar.
El viento es débil
y la humedad de las plantas el punto de impresión.

Una ciudad, otra ciudad, se inclinan sobre mi vida
con su historia (y no lloran la mía)
Nombres tan fuertes como árboles,
tienen razones para llegar al cielo e intentar
resistir al huracán (que también gime un nombre)

La vieja furia por no saber donde piso está presente
(como un clásico)
Una niebla que se levanta del agua y oculta
el horizonte.
Veo mis pies, veo el repliegue,
la noche que termina sin haber empezado,
un cuaderno de notas en los hospitales del mundo.
Una locura de cristal, acuartelada.

Nota:Nació en 1944 en Buenos Aires, ciudad donde reside.Publicó los siguientes libros de poesía:Los espejos y los puentes(ed. Buenos Aires Sur, 1978),La otra ciudad(ed. Botella al Mar, 1980),La mirada de los héroes(ed. Botella al Mar, 1982),La balada de Cordelia(Fundación Argentina para la poesía, 1984),Rojo junio(Literatura Americana Reunida, 1988),Escalera de incendio(ed. Último Reino, 1994),Bulgaria(Libros de Alejandría, 1998),El muelle(Alción Editora, 2003),Cónsul honoraria, antología personal(Summa poética, ed. Vinciguerra, 2003),Transparencias(antología poética, Arquitrave Ediciones, Bogotá, Colombia, 2005),Hospital de veteranos(Alción Editora, 2006,El vino del estío (El Suri Porfiado, 2008).

sábado, 20 de marzo de 2010

Bernardo Canal Feijóo


El inconjurable poema de la barba.

Agente natural de la civilización,
el peluquero está instituido para combatir
las ingencias salvajes de la cabeza humana.
La humanidad en masa
debiera detenerse un segundo, de pronto,
como si se hubiera trabado la película de la vida,
en su homenaje,
y volver el rostro,
y decir a coro:
“Gracias!”.
(Sé que esto no es posible, porque
más fuerte que los impulsos de la gratitud
son los horarios, por ejemplo,
pero sería justo).
Yo también –pero siempre
menos que otros-,
estoy condenado al banquillo del peluquero.
Lo confieso con la emoción necesaria
que me impone el tener que enfrentar mi hiperestesia
en el espejo,
como en un caso de conciencia,
mientras noto que bajo mis asentaderas el banquillo
se descadera en voluptuosidades criminales.
No! y no!
Yo me siento incómodo en el ortopédico banquillo
porque siento
que la imagen del espejo
me quiere ejemplarizar con un ejemplo de niño de babero,
y yo no quiero ejemplos
sino raptos.
Sólo el peluquero sabe desmelenar ahora.
Eso es reparable, ahora
que la humanidad ha conquistado la gomina
y la sífilis.
Y sólo el peluquero
apoya la mano sobre la cabeza de los calvos
con algo así como una idea de noble empresa ascensional,
escaleras arriba,
hacia el cielo
que es el sentido de la alopecia…
El pulverizador tuerce y endurece el cuello
como si le atragantara un súbito canto de gallo.
Yo pienso:
con estos elementos, nada más,
qué gran artista sería el peluquero
si no le venciera el don de la palabra;
si su visión
no se anegara tanto en el color exánime de sus lociones;
si su olfato
no predispusiera tanto a una atmósfera emulsionada de alcoba;
si al asentar su navaja
no volviese los ojos torcidamente
hacia uno;
si al rasarle a uno el bigote
tomándole por la nariz
no le dejase el labio leporino,
y pusiese en su boca un fruncimiento de beso pudibundo!
Poseedor
del pulso exacto de los perfectos desbrozamientos,
así sabe darse el escultórico placer
de arrancarse los rostros en la última limpidez
de los perfiles fisonómicos,
desde el fondo negro y blanco
de sus regresivos erizamientos
y de las espumas,
con que , sólo, se les sofoca.
Llegaría a consumarse
EL ARTISTA
si se decidiese, y
-en un cercén heroico, él, que tiene la navaja-
independizase de una vez
la cabeza,
del resto irreductible del cuerpo.
El pulverizador estallaría
con todas las salivas de su continencia.
Flotaría un olor de crimen ridículo, un instante,
pero el Arte se habría impuesto
al fin.


Ansiedad

El ansia del triunfo
Anidaba en el ángulo de la red,
A espaldas del arquero,
Una gran araña torva...

(El juego se agolpaba contra unos de los arcos, como en un peloteo a la pared. El arquero tenía ya empastelados los ojos, y aunque volvía las espaldas en las contorsiones bruscas, quedaba siempre mirando de frente com un búho idiota.
Solo, abandonado en su arco, el arquero adversario se paseaba de un lado para otro, se detenía, parecía ladrar al tumulto lejano, como un perro atado a su garita.)

Córner

Los jugadores se reunieron a dar la bienvenida.

Como de un lejano horizonte
Se levanta la pelota del córner,
Abriendo su vuelo de serpentina...
Se encoge la guardia de los jugadores
Y ajusta el paredón del gol.
Entonces,
Entre las frentes endurecidas,
Una frente,
Aristada de voluntad
En un salto más alto que ninguno,
Quiebra com un florete
El acero flexible de la parábola del córner...

Réferi


El réferi husmeaba todo, estaba empeñado en revertirlo todo hacia sí, en sorprender las delanteras sin darse mucho afán, con una judiciaria propensión a descubrir la falta, a aplicar sus sanciones de pito solemne.
(Va, vuelve;-tiene una carrera entorpecida de una contracarrera, con estacatos de cardíaco, o de palmípedo doméstico, que pretende seguir el volatín aéreo de los pájaros, y larga tres pasos torpes de tony botinudo.)

Al arco

(El arquero sabe de la alegría de transmutar
en juego el ceño homicida del adversario.)
Publicado por Jesús Malia Gandiaga

Nota:Bernardo Canal Feijóo nació en Santiago del Estero en 1897 y falleció en Buenos Aires en 1982. Poeta, historiador, jurista, sociólogo, filósofo y folklorista. En 1922 se doctoró en Jurisprudencia por la Universidad de Buenos Aires.
Fue galardonado en 1934 con la Legión de Honor por el gobierno de Francia, en atención a su colaboración y traducción de la obra de los hermanos Emilio y Duncan Wagner, considerados los fundadores de la arqueología santiagueña, titulada La civilización Chaco-Santiagueña y sus correlaciones con el Viejo y el Nuevo Mundo. En 1975 ingresó en la Real Academia de las Letras.
En sus ensayos ha realizado análisis de la realidad argentina desde una interpretación culturalista y sociológica, destacando entre estos Nivel de historia (1934); Ensayo sobre la expresión popular artística en Santiago del Estero (1937), trabajo que obtuvo un año más tarde el primer premio de la Comisión Nacional de Cultura; Mitos perdidos (1938); La expresión popular dramática (1942); Teoría de la ciudad argentina (1951) y Juan Bautista Alberdi: constitución y revolución (1955). También ha llevado a cabo importantes aportaciones dramatúrgicas, como Pasión y muerte de Silverio Leguizamón (1937) y Tungasuka (1963), así como poéticas, siendo las más importantes Penúltimo poema de fútbol, que fue su primer libro poético; Dibujos en el suelo (1927); La rueda de la siesta (1930) y La rama ciega (1941).
Respecto a estas últimas composiciones conviene recordar que en su juventud, Canal Feijóo formó parte del grupo "Martín Fierro", que dedicó gran empeño a la renovación del verso.

viernes, 19 de marzo de 2010

Julia Wong



Paisaje crepuscular

Hablaré de tí
roble
sauce
cerca al mediodía

cuando quedan huellas
de besos
y manos
tocando el silencio

Cuando rompo el día
con agua bendita
y libros sagrados

tu recuerdo llena mis alforjas
ande
pico
nieve
sierra
leve
hielo

hablaré de tí a la luna.


Escampada

Mi día anterior, ayer
es un duelo entre chueco y recto
pugnando su perfidia.

Yo hincada ante el mar, ayer
como se contorsionan los alambres
a razón de una descarga abusadora
dependiente
implorando por entreverarme en su circuito.

Buscaba un halo
hecho con algas
con cuarzo
con dientes afilados
busqué tu voz de gondolero
tu sostén
inundé con gemidos tus disfraces.

Gitano
llévame contigo allí donde se nutren los pelicanos
donde asemejan las sábilas a las amebas australes.

Fuiste mentira
la mas bella falsedad del universo
como un arpa talando tambores
como un hueco lleno de fiesta

mezclabas el sonido de la ira
con el absurdo de ser Matriz y ser Martirio
tu cabello largo
largo
tus mejillas tatuadas con promesas y pirámides

dime
¿is everything gonna be my right?
¿o también ése es un puerto al que no llegaste?
esa garza asustada
esa tabla clavada en la puerta

yo te quiero, cantabas
yo te quiero



Al camal

Me pregunto si me abrirás
utilizando un cuchillo de camal
como un trofeo

herida estoy
toro salvaje al fin
sobre la lona nada se hace

reviéntame el ojo, las cejas, el labio
mientras meces mi cara con tu puño

me acuerdo de tí trival
de tus rodeos
veo mi cuerpo valanceando
apenas levanto las piernas
frunces el ceño
me das con los hombros
bailando fugazmente hasta partirme




La isla de mi padre


Camina bonachón en la orilla
El mar nos moja la boca

Siempre está su mano
saludando
Donde más la necesito

Vino a morir en el aire
En la roca irracional

No habla,
Yo me recuesto
En su sombra tibia

Tengo mal el hígado
Mi saliva está amarga
Vivo cosas que desalientan

No te vayas todavía
De repente el cangrejo
Camina para adelante

Y él retrasa el reloj
Me acaricia el callo

Tose, no dice nada
Es lo mejor.


Nota:Julia Wong K, nació en 1965 en Chepén, Perú.
Hija de migrantes chinos, tiene otros textos publicados. Destacan: Historia de una Gorda, Ladrón de Codornices, Iguazú, Un salmón ciego. Se dedicó a la escritura desde los primeros años universitarios. Llevó cursos y talleres de literatura en Lima, Alemania, Macau y Buenos Aires. Actualmente vive entre Perú y Argentina.

jueves, 18 de marzo de 2010

Leonor Silvestri



Juana

A nada sino a ésta prestále tu atención
y prestále tu atención en esto:
¡Cuán insignificante es aquello que me negás!
A mí me picó primero y ahora te pica a vos.
Aquí, nuestras dos sangres están mezcladas.
¡Confesálo! No puede decirse que esto sea
un pecado, una vergüenza, la virginidad perdida.
Disfruta ella mientras corteja, consentida
se hincha con una sangre hecha de dos.
…esto es más de lo que nosotras haríamos.
Esperáme y perdoná tres vidas en una,
donde casi más que casadas estamos.
Esta es vos y es yo, nuestro lecho nupcial,
es templo de nuestra alianza matrimonio.
Los padres gruñen.
Sin embargo, nosotras permanecemos unidas,
enconchadas en estas paredes de azabache vivientes.
Aunque tengas el poder de matarme, no lo hagas.
Qué no se agregue al sacrilegio tu suicidio también,
tres sacrificios al matar a tres.
¿Cruel y repentina, ya tenés tu uña
manchada con la inocente sangre púrpura?
¿En qué era ella culpable,
excepto en la gota que te extrajo?
Triunfaste.
Y ahora decís que no nos encontrás más débiles.
Es verdad.
Entonces aprendé cuán falsos son los temores:
Tanto honor perderás cuando te entregues a mí,
como esta muerte tomó de tu vida y de la mía.



Isabel

La condesa está triste
¿Qué tendrá la condesa?
Los insultos se escapan
de su boca de mierda
que ha perdido la risa
que ha ganado en color (rojo).
Está muda la noble
en su trono de oro,
y en el piso olvidada
Se desmaya una aldeana.
La condesa moderna,
Es cruel cruellísima
(Cruella de vil
=
María Julia arrebujada en sus pieles)
La condesa actúa
madrastra con sus súbditos
La condesa bruja
de cuento de hadas
La vieja está en la cueva
¡Qué llueva
Qué llueva!
sangre.



Héctor

Tanto soñé con esto que pierde su realidad.
El tiempo para alcanzar tu cuerpo vivo
y besarlo mientras lo aniquilo.

En esta danza de guerra
ahogar en esa, tu boca, los gritos
alaridos de mujer que lanzarás,
aunque sos ése, el gran guerrero de Troya,
el poeta ciego nos recuerda
“El pudor estoico no había sido aún inventado”
y gritarás, te lo prometo.
Recordar así mi voz amada del que te me llevaste,
Héctor.

Tanto soñé con esto que mis manos
habituadas a estrangular el aire
ahora rendido delante de mí
no saben qué hacer.

Tanto soñé con esto,
que no podré salir de este instante
ahora que lo he conseguido.
Sobre el carro daré mil vueltas con tu cuerpo atado.
No comeré, no beberé por siete días,
como el vate tras la pérdida de su musa ninfa.

No entraré en razones.
Me negaré a todo más que a matarte
a reventar ese cuerpo nefando
que se llevó lo que era mío.

Pareceré vivo, pero hace rato
que me has matado, Héctor,
antes, quizás, de este momento
en el que te entregaré a la sucia muerte.

Tanto soñé con esto, tanto lloré y me tendí al lado de él
que sin mí ya se ha ido,
un recuerdo, una sombra
que ya nada me resta.

Sino,
hacerte fantasma,
que otros te adoren,
te echen en falta,
que se paseen tristemente
noches enteras con sus días
por los espacios deshabitados
que dejaré sin tu vida

Nota: Leonor Silvestri, (1976), poeta, traductora, especialista en Literatura Antigua por la Universidad de Buenos Aires. Publicó el libro de ensayo Catulo, Poemas. Una introducción crítica (Santiago Arcos. 2005); y los siguientes poemarios bilingües (español -inglés) auto-traducidos: Después de vos (Ardiente Claridad. 2007. Con ilustraciones de Cristina Lacenlotti), el curso. mitología grecolatina. (en formato libro- objeto CD-rom. Voy a salir y si me hiere un rayo. 2006, con un subsidio otorgado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires); y Nugae, Teoría de la traducción (Simurg. 2003). También, las plaquetas Sobrepoesía (Número 6), EUzine (número 7), “La pista” (para 2 Obras), “Chic*s” y “Traducciones” para Zorra Poesía, “Hacia Federico, Instrucción de Viaje”, y “Margaret Hassan”. Forma parte de la antología Memoria del Festival Internacional de Poesía de Qutzaltenango, 2008, Animal del Monte, Guatemala; las antologías autogestionadas Felicidades También (2006), del taller de Diana Bellesi de la Casa de la Poesía de Buenos Aires; y de la publicación de la Feria del Libro Independiente (FLIA-2006). Dirigió los 12 tomos de ensayos sobre literatura antigua para Santiago Arcos Editores/Traductores.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Héctor Viel Temperley


El nadador

Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.
Soy el hombre que quiere ser aguada
para beber tus lluvias
con la piel de su pecho.
Soy el nadador, Señor, bota sin pierna bajo el cielo
para tus lluvias mansas,
para tus fuertes lluvias,
para todas tus aguas.
Las aguas como lonjas de una piel infinita,
las aguas libres y la de los lagos,
que no son más que cielos arrastrados
por tus caídos ángeles.

Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.
Tuyo es mi cuerpo, que hasta en las más bajas
aguas de los arrollos
se sostiene vibrante,
como en medio del aire.
Mi cuerpo que se hunde
en transparentes ríos
y va soltando en ellos
su aliento, lentamente,
dándoselo a aspirar
a la corriente.

Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada
hasta las lluvias
de su infancia,
que a las tardes crecían
entre sus piernas salpicadas
como alto y limpio pajonal que aislaba
las casonas
y desde sus paredes
celestes se ensanchaba.

Soy el nadador, Señor, el hombre que nada
por la memoria de las aguas
hasta donde su pecho
recuerda las pisadas,
como marcas de luz, de tus sandalias.

Y recuerda los días cuando el cielo
rodaba hasta los ríos como un viento
y hacía el agua tan azul que el hombre
entraba en ella y respiraba.
Soy el hombre que nada hasta los cielos
con sus largas miradas.

Soy el nadador, Señor, sólo el hombre que nada.
Gracias doy a tus aguas porque en ellas
mis brazos todavía
hacen ruido de alas.



Larga esquina de verano

Alguien me odió ante el sol al que mi madre me arrojó. Necesito estar a oscuras, necesito regresar al hombre. No quiero que me toque la muchacha, ni el rufián, ni el ojo del poder, ni la ciencia del mundo. No quiero ser tocado por los sueños.

El enano que es mi ángel de la guarda sube bamboleándose los pocos peldaños de madera ametrallados por los soles; y sobre el pasamano de coronas de espinas, la piedra de su anillo es un cruzado que trepa somnoliento una colina: burdeles vacíos y pequeños, panaderías abiertas pero muy pequeñas, teatros pequeños pero cerrados—y más arriba ojos de catacumbas, lejanas miradas de catacumbas tras oscuras pestañas a flor de tierra.

Un tiburón se pudre a veinte metros. Un tiburón pequeño —una bala con tajos, un acordeón abierto—se pudre y me acompaña. Un tiburón—un criquet en silencio en el suelo de tierra, junto a un tambor de agua, en una gomería a muchos metros de la ruta—se pudre a veinte metros del sol en mi cabeza: El sol como las puertas, con dos hombres blanquísimos, de un colegio militar en un desierto; un colegio militar que no es más que un desierto en un lugar adentro de esta playa de la que huye el futuro.


Larga esquina de verano

¿Nunca morirá la sensación de que el demonio puede servirse de los cielos, y de las nubes y las aves, para observarme las entrañas?

Amigos muertos que caminan en las tardes grises hacia frontones de pelota solitarios: El rufián que me mira se sonríe como si yo pudiera desearla todavía.

Se nubla y se desnubla. Me hundo en mi carne; me hundo en la iglesia de desague a cielo abierto en la que creo. Espero la resurrección espero su estallido contra mis enemigos— en este cuerpo, en este día, en esta playa. Nada puede impedir que en su Pierna me azoten como cota de malla -y sin ninguna Historia ardan en mí- las cabezas de fósforos de todo el Tiempo.

Tengo las toses de los viejos fusiles de un Tiro Federal en los ojos. Mi vida es un desierto entre dos guerras. Necesito estar a oscuras. Necesito dormir, pero el sol me despierta. E1 sol, a través de mis párpados, como alas de gaviotas que echan cal sobre toda mi vida; el sol como una zona que me había olvidado; el sol como un golpe de espuma en mis confines; el sol como dos jóvenes vigías en una tempestad de luz que se ha tragado al mar, a las velas y al cielo.


A mi madre, mi único amor y mi único amigo de siempre.
“...y has arribado a un sitio desde el cual yo no alcanzo a ver nada”.


(Purgatorio, XXVII).

Hoy la llamo Baluma,
dulce caída de popa....


1.

Desde la hoja de afeitar vi todo
con sangre seca y flor rompí el hechizo,
hostia de hotel abierto a sangre seca.
Como tanque de guerra colgado del barranco
henchido como nube, abultado como anca
por tantas campanillas, esta enredada pieza!
Barranco de trompetas, ángeles escarpados.
Gallo clavado como naipe allá en el fondo.
Ni riña ni expiación ni truco: solamente
me cubro de sudor y miro el cielo.
Y la primera vez que tuve entre mis piernas
campanillas violetas:
“¿Qué estoy haciendo aquí engañando a todos?”...
“Qué estoy haciendo aquí” me preguntaba
yo que alzaba la vista para verlas
mis primeros veranos, día a día,
como templo atraído por la cuenta?...
Y estaba enamorado, con mis ingles
libadas en silencio y despedidas?....






2.

Estar enamorado es hablar de sus talones,
del tren que iba a su pueblo, del pescado en el patio
junto al cuarto de baño más pobre de mi vida?
Porcelana quebrada entre macetas!
(Tenías el sudor congelado en un prisma
en el fondo del vaso de los hombres
y tu saliva era la cola delgadísima
de ajo de un barrilete).
Decir que son lo único espeso de su cuerpo!
sus talones de pueblo en sus suecos celestes
-solos juntos a la pata de la mesa-
mientras llueve y tiramos los dados por dinero.
Talones como balas antiaéreas
que nunca tuve libres en mis manos.
Herramientas de acero para empezar a hacerlas!
Superficies de sueño y futuras catástrofes
para dibujar con lápiz una estrella
o una flor de la piedra (algo de las alturas)
porque después de todo hablar de sus talones
es hablar de la muerte amarilla que llevan
hacia un cementerio que aún no existe, hacia
un campo
que por ahora es sólo de verduras o frutas.
Y ella no lo sabía, ella nada sabía!.

Nota:Héctor Viel Temperley nació en Buenos Aires en 1933 y falleció en la misma cNotaiudad en 1987, luego de haber publicado nueve libros de poesía de circulación casi secreta

martes, 16 de marzo de 2010

Maritza Kusanovic



Otro seudo

Madre todos estos años
paseando el útero de aquí
allá el óvulo haciendo
un rojo un sepia un negro
Cada uno se rompe
como puede madre
he visto cosas
La belleza y yo nos separamos madre
Nunca fui niña No tuve dolor
No arrastré peso de alas
solo esta línea que me parte
y ordena
mitad pacífica mitad atlántica
madre
adaptarse es acostumbrarse al muro
Este músculo de pared pensada
Pensar que a veces
tengo suerte y me desgarro madre
y parece una boca de salida
Y esta mano no arde La húmeda
del interior siempre extranjero
Porque los ojos no quieren abrirme
abro los ojos madre
la herida mancha la mesa
Casi una palabra
Casi oída
Donde cae la gota respiro
Y también es falso madre



Bajo sospecha

Se sube el telón
El público entra y se sienta
El público mira al público
(ya no se ven
Ya se miran mal)
Las luces hacen pared

Se alza la ceja derecha
La izquierda se mueve
El silencio espera que se pase
(ella mira el reloj) Pasa

Hay un reflejo que nadie reconoce
(photoshop) La quietud duele
El público se inquieta

El público observa su entrada
mientras el público lo mira
Se extraña el acomodador
(oscurecimiento) El público
recuenta al público
El público se distancia
del público (suenan parpados)

Público y público se mira de reojo
Suena pintura de labios (rojo encarnando)
Se extraña el genero
El público empalidece No hay rasgos
Se extraña el protagónico

El público
se descompone frente al público
(pánico terráqueo) No hay voces
Se extraña la autoría
Se corre el pensamiento
El público desconfía del público

Baja la barrera Nadie avisa
Nadie dice “esto se terminó”
Se extraña la normalidad
(algo de batalla De grito
De sangre De descenso)

Se extraña el aplauso
El público no se mueve

(el ojo de la aguja mira el reloj)
el tiempo pasa volando
Se baja el mundo
Nadie avisa Nadie dice
Esto se terminó

Se extraña el yo



El tronco caido y las raices rabiosas

se preguntan Qué Pasó
¿qué pasó?
pasó que no quiso Ir Tan Lejos Para Matar si podía hacerlo en ese mismo campo
Uno no debe ser empujado a la antropofagia de comerse la propia cabeza
Pasó que No Quiso Ir Tan Lejos
y disparo ahí su locura
Es simple Es lógico
Ningún animal en su sano salvajismo gastaría músculo en semejante viaje si
Tirar La Sangre Es Lo Mismo Aquí o Allá
Salta a la misma velocidad y nos vacía con la misma intensidad
Esto es nada más que agilizar los trámites de la muerte. No importa el lugar
No hay que ser esencialista No escribirás lo singular Somos universales
Entonces qué joder?
Lo importante es volarte el cerebro
Arrancarte las piernas
Ese es el objeto en la mira Centrarse en la acción El suceso lo es todo
Querer no-ir Y saber que no se quiere
Qué importa una estrella en el pecho Una luna entre los ojos La bandera en el sarcófago Apunten esto El Enemigo Soy Yo
Apunten Descarguen en mi
Soy el muro de los lamentos Carguen tres veces en mi carne
Soy el camino al calvario Carguen mi carga
El enemigo Soy Yo por mi árbol

Nota: Maritza Kusanovic Vargas nació en Punta Arenas en 1965. Publicó Erotema en 1995. Su poesía fue incluida en la antología "Poesía Insurgente de Magallanes" realizada por Pavel Oyarzún y Juan Magal. Formó parte del movimiento "Canto Fundamento". Editó "Hullablanca" en El surí porfiado ediciones en 2008. Tiene inéditos los poemarios "La ruta del nombre" y "Canybalada". Vive en Santa Cruz desde hace 35 años

lunes, 15 de marzo de 2010

Amelia Biagioni



Cada día, cada noche

Cada día
me levanto sin nombre,
y en la nuca
una sombra
tenaz, ajena, a filo,
me acusa desde siempre;
y la culpa
total, indescifrable,
entera, me usurpa,
no sé quién soy, me oculto, huyo,
y me pierdo extranjera.
Hasta sentir,
cada noche,
una luz
fiel, entrañable, mansa,
que vuelca desde siempre
río, libélulas, sol, trébol
en mi cabeza más lejana,
y le apoya
alguna, aquella mano;
y cuando empiezo a recordarme,
un ruido sucio, espeso,
de sombra,
se interpone en la nuca
y despierto
sin nombre.


Post mortem

Me miran con fijeza ya desierta
mis ojos, desde el cuerpo casi frío.
Acaba de arrojarme el pecho mío
cerrándose después como una puerta.
Sin embargo estoy viva, más despierta
que un filo, sin error, sin desvarío.
Qué espantoso llegar a este sombrío
descubrimiento. He muerto y no estoy muerta.
Quiero llorar con llanto y ya no puedo.
Lo que dudé era cierto: Estoy probando
que se acaba la sangre y no la vida.
Nunca podré morirme. Tengo miedo.
¿Quién con eternidad me está nombrando
e infinito se acerca? Estoy perdida.



Laguna Salvia - Tercer Milliario - Año 67

Yo Pablo anciano
derramado en epístolas.
en esta roja mañana de Apóstol,
en Occidente y con los ojos hacia Oriente
junto a la humanidad que es Escritura y una,
con la voz y el instante
que Roma con sus lictores me concede
en tu lengua mía del hebreo
la que en el llano de Damasco
¡Scha-ul! ¡Scha-ul!
mudó la forma y el sentido
de mi persecución,
con temblor de edad y de júbilo
altas las manos encadenadas
y al pie de la degollación,
te agradezco este sello victorioso
esta dura muerte de amor
que se agrega a la tuya,
Cristo
Verdad
Resurrección
que me apresaste y me viviste.



Baile

Es el ahora circular,
giramos,
es la reunión sin tú ni yo,
creciendo.
En el centro infinito
de un jardín que se sueña
crecemos girando,
y una flor vertiginosa
abre su pulpa, su fulgor, su aliento,
su locura perfecta,
su baile,
entre las otras ardientes azucenas
cuyo número
ni el mito ni la música
han podido nombrar.
Somos un nuevo sol
con su corola de vaivenes,
con sus planetas delirantes,
ebrios de ciclos y noches de amor,
en esta temporada de universo.



Cavante, andante

A veces
soy la sedentaria.

Arqueóloga en mí hundiéndome,
excavo mi porción de ayer
busco en mi fosa descubriendo
lo que ya fue o no fue
soy predadora de mis restos.

Mientras me desentierro y me descifro
Y recuento mi antigüedad,
pasa arriba mi presente y lo pierdo.

Otras veces
me desencorvo con olvido
pierdo el pasado y soy la nómada.

Exploradora del momento que me invade,
remo sobre mi canto suyo
rumbo al naufragio en rocas del callar,
o atravieso su repentino bosque mío
hacia el claro de muerte.

Y a extremas veces
mientras sobrecavándome
descubro al fondo mi
fulgor inmóvil ojo
de cerradura inmemorial,

soy avellave en el cenit
ejerciendo
mi remolino.

Nota:Amelia Biagioni (Gálvez, 1916-Buenos Aires, 2000), "Las cacerías", 1976, Poesía completa, edición de Valeria Melchiorre, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2009

sábado, 13 de marzo de 2010

Emma Barrandeguy



Refrán

Por que has dicho:
“El que mucho abarca poco aprieta”.
¿Aprieta qué?
Aprieta el acopio de las cosas.
Quisiera en cambio no poseer nada
más allá del secreto silencioso de las lámparas.
Aprieta tú en tu mano
Aquello que adquiriste.
Aprieta lo especial, lo que autoriza,
Aprieta tú el sumario
y déjame abarcar la nube,
la rama, el rumor de los cables,
el vuelo, el mar,
la receta del bizcochuelo,
los bolsillos del niño
y también el cobro de la quincena.
Déjame abarcarlo todo
y no retener nada
ya que debo irme con las manos vacías
como vine.
Te dejo medir el gesto que conviene,
Acumular los recibos y las planillas.
Me encontrarás en el frigorífico,
en la simetría de las plumas,
en la cantera, en el motor, en el basket,
en la exposición de grabados,
en la charla con el guarda,
en el derrumbe de las jerarquías
o mirando el cielo de noviembre
cuando es de día a la salida de la oficina.
Mi respuesta tiene la única vulgar certeza:
dentro de cincuenta años,
todos los de mi edad estaremos muertos.
Y tu cargo será ocupado por otro.
Déjame pues.
Mientras,
déjame terminar de leerlo.
Para ir abarcándolo todo
para ir cada díaapretando en mis manos menos cosas.




Déjenme ser una hoja de árbol...

“Déjenme ser una hoja de árbol,
acariciada por
La brisa”
La última hoja amarilla
de los fresnos,
del ceibo, de la glicina blanca.
Soy.
Ya culmina el otoño
entre nosotros.
Las hojas esperan en la vereda
El agua que las empape y las ensucie.
El árbol, libre de ellas,
al fin puede conversar con la luna
que asoma brillante y sensual
por el este de la noche
que silba entre las ramas



Los poetas viejos

En los concursos de poesía,
los poetas de setenta años
sacan premios que no alcanzan
ni al precio de una edición modesta
ni al de un par de zapatos.
Lo saben
pero mandan igualmente sus versos.
En los partidos de ajedrez
se ponen y sacan los anteojos,
limpian con atención los cristales,
esperan, como siempre,
que el peón pueda anular una jugada
que parecía brillante.
En los reportajes
hablan del viejo Palermo
o de los amigos que se murieron
o de lo que podría hacerse en el país
si la marcha del mundo fuera otra
y volvieran los brillantes debates de las Cámaras.
En la radio evocan los tiempos
de Crítica o de la Revista Martín Fierro;
y no recuerdan a Boedo
porque es un tema peligroso
y revivir no quiere decir suscitar
ni resucitar.
En la calle Florida
miran,
como los provincianos,
a ver si alguien conocido los saluda,
o ciegos,
se dejan tomar del brazo
hasta la próxima bocacalle,
hasta la próxima charla.
En las librerías
observan los estantes con disimulo
en busca del lomo con su nombre
y discretamente se informan
sobre el modo cómo se vende la poesía.
El triunfo llega siempre tarde
para ellos
o se renueva en actitudes de cada día
y en un mundo que los desconoce
navegan aguas incontaminadas.




El amor triste

Vamos, vamos a cerrar la ventana,
no deben vernos ni los vecinos ni las estrellas.
El amor es así, amigo de lo apartado.
Aunque a veces también suele
tomarse de las manos y salir por los caminos.

Pero nosotros tenemos miedo
y nuestro amor no puede salir por los caminos.

¿Por qué ahora lo pienso?
Antes el deseo me empequeñecía
todo rechazo y toda precaución.
Ahora vivo persiguiendo este deseo insaciado
y viejo y lúcido y triste.
Y nada se vuelve para mí sencillo.

Nuestro amor está ahí, sin embargo,
pero no podemos sonreírnos por la calle.

La ternura rodea todo lo que tocamos, es cierto,
pero no es bastante, no es bastante.

Y el áspero goce no nos redime.
Sin embargo, ven, vamos,
vamos a cerrar la ventana.

Nota:Emma Barrandeguy (1914-2006). Poeta, novelista, ensayista y periodista. Se formó en las letras en Gualeguay, Entre Ríos, con Carlos Mastronardi y Juan L. Ortiz. En Buenos Aires ejerció el periodismo en la revista “Vea y Lea” y en la redacción del diario “Crítica”. Lúcida, vital y sapiente, fue dueña de una poesía incisiva que no desdeñó lo cotidiano para afirmar la fuerza de su verso. Por su texto “Crónica de medio siglo” recibió el Fray Mocho, el más alto galardón literario que otorga su provincia. A propósito de su obra escribió María Celeste Mendaro: “...no palabras que se evitan, sino letras perforadas, raídas, que exhiben su no estar allí como orificios de una bala en una red de pesca. Por eso esta Emma hiere tanto. Las personas preferimos las letras tranquilizadoras y prolijas, no los orificios que nos dicen ‘aquí hay algo, pero no te lo diré’”. “Las puertas”, es uno de sus poemarios editados.

jueves, 11 de marzo de 2010

Raúl Mansilla



Ruka choroy
(casa de loros)


La ruka es la casa y los loros son nómades que van de un lugar a otro, con una mujer en cada cueva,
como marineros de agua dulce, sus salobres vidas,
no dejan tatuajes en este otoño, son otras sus estaciones,
otras.
Lo demás somos nosotros abrazados frente al lago Ruka
Choroy,
lo demás el silencio mayor, el lugar teniente,
las araucarias y los gansos,
latas de cerveza robadas en el hotel, cantin, palo, salame y queso,
rojos ñires desde donde saliste, descalza, a pedir sosiego.

Pero ahora estoy solo en el roquerío, mientras en la ciudad,
los autos esperan semáforos, mientras comés una naranja,
mientras Aluminé dada vuelta, es un pueblo de naipes,
castillos, corazones tomados de la mano intentando llegar
a mis labios que te extrañan.

Aluminé con sus casas hartas de ser hogares dulces
hogares, para atrás el equilibrio, gira como un tronco el
pueblo, el lago, el jinete,
los mapuches me miran azorados, no fue una buena
semana para la petaca, ni mis ojos, ni los loros que
decidieron emigrar.

Ya no sé ni lo que tomo, sin documentos, solo tengo ese
lago calmo,
en el que aparece tu rostro deformado por el chupetín que
chupaste en abril,
chupo yo también ahora, chupan todos, maman, sorben,
no es una buena semana para las bebidas espirituosas.

Voy al cementerio del lago, donde los antiguos me llaman,
tiro agua y migajas de pan,
te recuerdo, veo a la ciudad, los edificios, la terraza donde
colgás la ropa,
el otro día vi el sweater rojo que tanto me gustaba,
pero aquí no, no hay cordeles, ni freezers ni Walt Mart, ni
lugares donde vendan vino
después de las veintitrés.

Es casi de noche y no sirvo, no sé guiarme por las
araucarias, las estrellas todavía
son débiles, tengo caramelos en los bolsillos, voy cruzado
por el camino de tierra,
estoy en Ruka Choroy, aquí estuvimos juntos, nos
besamos,
y ahora dónde estás?
controlando alimentos en el puente, completando
crucigramas, viendo si llevan la guía,
el precinto, o estás viendo a capricornio en el diario, mi
signo, tu signo, nos dicen lo mismo, lo mío tuyo,
lo tuyo mío, nunca me dejes, nunca le des esto a nadie,
sos solamente mío/mía,
pero uno dice estas cosas borracho.

Pero es Ruka Choroy, donde corrías gansos, donde
estabas brotada,
es la habitación 107, es el otoño, es U2, es la poeta
Macky, es tu lunar y mis manos
quebrando palitos, es el borde del mundo, es la punta,
son los canelones, el vino tinto,
es la cordillera de los andes, que ahora te falta, porque
estás en la ciudad,
entre bocinas, ulular de sirenas sin escamas, picadas de
fiats unos, aviones que aterrizan, ochocientos cincuenta
canales de tele, doscientas efe eme, calles angostas donde
apretás tu bolso, y yo aquí tirando la piedra plana que
hace veintidós patitos en el lago,
patitos que no llegan a la orilla, donde espero, mientras
ruego que pueda caminar sobre las aguas o cambiar de
canal, o sacar el sweater rojo del cordel, o pedirle a los
loros que me lleven a las cuevas donde se emborrachan
para pedir perdón.




Fragmentos de un viaje

I. (Botella terrícola)

Material peligroso, el viaje es un objeto.
Se ofreció a mi vista con sus lados disímiles.

Sin saber la diferencia,
me arrojé al camino como esas botellas
tiradas al mar por los náufragos,
esperando que entre miles,
una mirada descorche la osadía.

II. (No mirar atrás)

Al partir, me pregunté:
¿cómo situar una mirada responsable,
de modo que este ómnibus
no quede congelado en sal?

III. (Por el filo, cara y cruz)

Objeto cortante,
el viaje fue una navaja de asfalto,
que dividió en dos mi vida,
por un lado la cara,
y por el otro la desesperación.

IV. (Una mujer en el horizonte de Pampa Salamanca)

Definí una posición para mi cuerpo,
en el asiento, junto a la ventana.
Cuando miré hacia delante,
tu rostro ya había llegado al horizonte,
a tres,
cuatro mil,
kilómetros por hora.

V. (Líneas de una mano)

Las piedras al costado del camino,
saben de la muerte porque fueron infierno alguna vez.

A cien kilómetros por hora,
se muestran en línea,
mostrando en la palma del desierto,
una vida interminable.

VI. (Parada en Garayalde)

Un anciano,
solo frente al viento en Garayalde,
sostiene fuertemente un bolso,
que pide
salvar a las ballenas
en Península Valdés.

VII. (Relojes de Dalí en la Patagonia)

Los relojes no entran en el viaje,
se doblan, retuercen,
no aciertan a brindar la medida
del que parte y del que espera.

Se derriten,
entran en la arena,
no pueden superar el paisaje,
que los toma de sorpresa,
en una sola dimensión.

VIII. (Motor Oil)

En la cara externa de este viaje,
los tiempos pasado, presente y futuro,
son secuencias sin sentido,
al arbitrio de un motor.

IX. (Parada en Choele Choel)

Este boleto celeste,
es la puerta agujereada,
por la que entra parte de mi vida,
después de beber el vino malo.

X. (Faro del fin del mundo)

Este ómnibus es el faro del fin del mundo,
guía a los barcos sin memoria,
a la piel de la mujer que espero.

XI. (Omnibus entrando de noche a Bahía Blanca)

Este ómnibus
es un caballo de Troya,
en entra a tus labios,
mientras todos duermen,
en Bahía.

XII. (Colón llegando a Pehuajo)

Para llegar a Buenos Aires,
no hace falta guiarse por brújulas ni estrellas,
las antenas de televisión de los primeros pueblos,
indican la proximidad del país de las especias.

XIII. (Cordón umbilical)

Ni casi llegando a destino,
la ruta había cesado de ser,
ese cordón umbilical,
que unía mi rostro pegado al vidrio,
con aquellas sombras,
que todavía estarán delinquiendo
en Comodoro Rivadavia.

XIV. (Estación Retiro)

Mientras espero que la ciudad
me llame por el número,
intento pensarme en un rincón
como los otros que también llegan,
roturados y en silencio,
intentando ocupar sombras,
que ya estuvieron,
en este antiguo límite del viaje.




Al perder su dentadura tú y yo hemos perdido

La belleza se agota en los patios traseros donde mi padre perdió su dentadura: herramienta de morder en el universo de la tarde; podría haber sido una buena imagen pero estaban los perros, sospechosos.

Con mi madre y mis hermanas buscábamos entre los ladrillos plantas hierros maderos alguna respuesta a nuestros interrogantes.
Al buscar esa prótesis también buscábamos la felicidad y el éxito efímero.

Habíamos puesto en funcionamiento todas nuestras estrategias de búsqueda para encontrar el amor la guerra el blanco el salmón la moneda girando la moneda girando en el aire, caras y secas caras y secas.

Papa pa Papa pa Papa Papa pa Papa pa Papa pa Papa pa Papa pa
porqué no bajás como padre a la gramilla a buscar lo que es tuyo.

Los perros siguen siendo sospechosos y la ingenua y efectiva coartada
es revolcarse en los campos del señooooooooooooor.

Mi madre pensaba a quién tiene Dios en la gloria y removía las macetas.
Mi hermana cuestionaba el sentido de sus propias certezas y hurgaba detrás de los lugares comunes donde podría haber algo como una dentadura.

Papa pa Papa pa Papaaaaaaaaaaaaa Papaaaaaaaaaaa Papaaaaaaa

Rehén de la tradición la poesía mi padre la locura los perros sin estructura ósea yendo y viniendo como una cadena de ADN como la bailarina de flamenco en el cisne de cuello negro que da plumas para luego hablar de la belleza nuevamente o de los padres que ya no se sabe de que lado están si en el umbral muertos de miedo o en la gramilla buscando dentaduras o si los perros saben tanto como las damajuanas, las botellas vacías los tetras y los que tienen dentadura en los ojos los puños la camisa el culo los mordiscos al aire.

Papa pa Papa pa Papa pa Papa pa Papa pa Papaaaaaaaaa Papaaaaaaa Papaaaaa
En el desorden familiar, Papa pa Papa pa Papa pa Papa pa agachados y en cuclillas en la mesa del escándalo papa pa papa pa papa pa papa papa pa con el loco y el borracho y la policía llegando y la ambulancia llegando, con la guitarra rota el domingo y la dentadura de reír, seria, tirada como un alambre.

Papa pa Papa pa Papa pa.


Nota:Raúl Mansilla nació en Comodoro Rivadavia( Chubut) en el año 1959, vive en Neuquén. Ha publicado:
1984 – “Mariaísmo” . Editado por Universidad Nacional del Comahue.
1988 - “De la Construcción de Mitos y Otros Sucesos”. Publicado por el Fondo Nacional De las Artes y Municipalidad de Pto. Madryn.
1992- “Las Estaciones de la Sed”. Editado por Edit. Último Reino. Publicado por un Subsidio de la Fundación Antorchas.
1999- “El Héroe del Líquido”. Editado por Ediciones del Dock.
2004 “No era un viajero Inglés” – Edición Artesanal . Libros Celebrios.
2005 – “Ojos Rojos” – Edición Artesanal. Libros Celebrios.