lunes, 22 de marzo de 2010

Miguel Angel Morelli


1

mi madre creía en dios y hablaba con él en voz alta
mientras lavaba la ropa y la colgaba de la soga

sentado en un rincón del patio | después de la escuela
yo la escuchaba hablar sola y pensaba que mi madre estaba loca

¿cómo no iba a pensarlo? | yo tenía apenas doce años
la edad del mundo | la edad de todas las verdades de este mundo

pero un día llegué y ella no estaba
y fue como volver a nacer | aunque del lado de la desesperanza

eso pasó hace mucho tiempo, es cierto, pero de tarde en tarde
cuando el olvido me acorrala | me siento en el rincón de pensarla
y vuelvo a ser entonces ese niño al que la muerte le mordía los labios




5

mañana | 21 de setiembre de 1970 | tal cual está previsto
desde que el mundo comenzó a ser mundo
el sol saldrá por el este a las 7.16 | y se pondrá
por el oeste doce horas más tarde |
y ya no habrá biblia ni torah que pueda quebrar esta ley inexorable

lo explicaron en clase: el orden de la relojería llamada universo
es de una perfección extraordinaria
desde que copérnico explicó que las esferas celestes
giran sin importarle la voluntad de algunas santidades

(por eso y porque será 21 de setiembre
esta tarde te compraré rosas rojas)

pero mañana | sobre este lado del planeta | exactamente las 7 y 14
una nubecita distraída se empeñará en desafiar lo indesafiable
y al rato nomás un aguacero vendrá a inundarme el corazón
para que aprenda a desconfiar para siempre
de las leyes perversas del cosmos
de las vanas promesas del amor




2

y me pregunto qué va a ser de mí | con esta lluvia
con tanta agua corriendo calle abajo | y esos despojos
que van a la deriva | si hoy el mundo es una boca de tormenta

hay que llegar | me digo | a la otra orilla
mientras trato de recordar cómo era que rezaba
aquel hombre que no salía de su casa sin paraguas.




cuando murió mi padre yo estaba lejos

cuando murió mi padre yo estaba lejos |

tan lejos que todavía llevo en el pecho
las marcas de esa ausencia

cuando murió mi madre, en cambio, estaba a su lado
sosteniéndole las manos |
prometiéndole tardes que jamás llegarían

sin embargo | ¿era mi sombra aquella sombra?
¿eran mías aquellas manos?

si cada recuerdo no es más que una reparación de la memoria
a lo mejor durante aquella madrugada de setiembre
yo haya estado | al lado de mi padre | todavía




a un tronco que trajo la corriente

has venido navegando |
por encima del dolor y la corriente
has venido navegando

y aquí yaces, en medio de la tarde,
descansando tu fibra de dócil madera

mañana serás ceniza acuática
palo virgen a quien la muerte
dio un beso de furia y de olvido

como a mí, te han cortado la esperanza

con rabia de animal | la lluvia
fue tu leñador, pobre madero
que hasta olvidaste la voz de tu antiguo dueño

ya nunca serás dintel ni humilde puerta |
mesa blanca donde repican las cucharas
ataúd ni mástil | la cuna de mi hijo


Nota: Escritor y periodista argentino nacido en Coronel Suárez en el año 1955 y residente en Quilmes (provincia de Buenos Aires).
Como poeta ha editado cinco títulos, habiendo participado también en diversas antologías publicadas tanto en Argentina como en distintos países de Hispanoamérica.
Publicó Piedra blanca sobre piedra negra (1980),Los signos de fuego (1989), Fragmentos de un cielo impenetrable (1998),Humanos, casi humanos (2009),Despojos (2010).

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