domingo, 7 de marzo de 2010
Marcelo Leites
¿Cómo se escribe un poema?
Lo único válido es el rito lo único válido es el ritmo lo imprescindible
es el uso del lenguaje lo esencial es la forma en que decimos lo que
decimos lo necesario es la retórica y sus figuras lo inevitable es el
metro lo fundamental es el campo semántico o grafemático pero también la
música del verso o la forma que es el contenido o la ironía o la
parodia. Se reconoce a un poeta cuando canta como un lírico Se reconoce
a un poeta cuando cuenta alguna historia o inventa personajes. Lo mejor
es escribir poemas tamaño haikú lo mejor es escribir poemas tamaño
Odisea. Entonces habrá que desconfiar del lenguaje y volver otra vez a
la torre de marfil para dominar el lenguaje de la tribu y obtener el
poder del discurso que abre todas las puertas. Básicamente hay que
aglutinar todas las tradiciones forzosamente hay que romper la sintaxis
imperiosamente hay que eliminar las convenciones inexorablemente hay que
manejar la métrica regular. ¿Importa ser un poeta surrealista? ¿Importa
ser un poeta social? ¿Importa ser un poeta neorromántico o neobarroco?
¿Es mejor ser un poeta postmoderno y eximio en el verso libre o un poeta
clásico y eximio en el verso de arte mayor? ¿Es mejor ser un poeta
laureado o no buscar reconocimientos salvo la escritura misma; vale más
manejar diferentes registros, texturas, sonoridades o conocer muy poco
salvo lo que único quiere decir? ¿Vale más hacer un registro de los
movimientos más sutiles del hombre o transcribir los elementos
cotidianos aún los más insignificantes. ¿Importa ser un poeta que
renueva la tradición? ¿Importa ser un poeta que conoce todas las
estéticas? ¿Importa ser un poeta que escribe para nadie, para
alguien, para todos? Importa, tal vez, ser un poeta que escriba un poema
que funcione como el día y la noche antes que cualquier teoría. Escribir
sin más y de una vez por todas. Escribir aunque te salga espuma y
ponerle el cuerpo a una obra y dejar tus huellas manchadas de días en el
papel en blanco.
Lo que dijo el viento
Las hilachas de luz describen
siluetas diminutas, desnudas.
Hileras verdes en galería
adelgazándose en las sombras.
La luna irradia mi cuerpo
¿Soy todavía?
¿Soy un río que viene y va
o sólo su reflejo?
Estallido de agua.
Nado contra la corriente
y mis brazos levantan vuelo.
Nadar es apropiarse del agua.
En la costa bailamos unidos
un ritual ebrio
cuyo ritmo hemos olvidado.
El aguaribay mueve sus ramas
y la lengua absorbe el centro
picante de los pimientos rojos.
El viento entre las ramas del aguaribay.
Arranco una rama
y la rugosidad de mis manos
cede a la savia de sus hojas.
Este olor a resina pegajosa me acompañará
en el viaje definitivo.
La superficie iluminada de la costa,
los biguaes y sus círculos sobre el río,
la insistencia del grito de las aves
y los dorados que saltan fuera del agua
deberían bastar a la hora de hacer un recuento.
Cuchilladas de sol en las nubes oscuras.
Las brasas oscilan tenues sobre los restos
del mediodía: el humo de la carne asada:
el pan y el vino y esa canción que quedó
flotando como una revelación
deberían bastarte, aunque más no fuera
como una lacerante maravilla.
¿Y la alegría de la mesa compartida?
¿Aún te dicen algo esas nubes?
Dibujan entre los huecos del cielo
los rostros que creías fieles
con una sonrisa lejana y suficiente.
¿Aún te dicen algo esas nubes
que se disgregaron en el aire?
Pasan
Pasan
Pasan como las plumas
tornasoladas del pavo real.
¿Te dicen algo, todavía?
Ah, la entropía del conocimiento.
Saber no nos salva:
Nos deja al borde
de nosotros mismos:
Los zumbidos de las moscas
nos atraparon como arañas en su tela.
Hemos llevado el universo a nuestra casa
y hemos cerrado la puerta.
Pequeños hombres grandes.
Pequeños monstruos maquillados
que acusan con el dedo de dios
y no dejan a nadie en paz.
No se puede tolerar a los intolerantes,
no, Oliverio, no hay que compadecerlos:
hay que ignorarlos.
¿Y la alegría de la mesa compartida?
Todavía el aire bombea tu corazón.
No has muerto en ninguna batalla,
y aunque tu papel en el universo
sea como el paso de una hormiga
sobre una brizna de hierba,
cada día renuevas el salto.
Debería, entonces, alcanzarte.
Ahora, en esta primavera de guerra,
los hijos toman aire de mis pulmones
y cantan una canción.
Estas voces enamoradas del mundo...
Habrá que seguir cantando
y las voces unidas en el canto
deberían, al fin, bastarnos.
Las luciérnagas no saben que iluminan la noche.
Suspendidos en el espacio, los amantes
quedan exhaustos como dos nadadores.
El mundo se cae a pedazos
y todavía estás ahí, del otro lado,
tendida, tendiéndome una mano.
Ella
Señaló con su dedo
el aire entre el vidrio y el cielo:
“Es un hilito la luna que entra por la ventana”
decía y me enseñaba a respirar
la luz que se reflejaba en su cuerpo.
“De a poquito vamos a arreglar el jardín”
y la enredadera de la parra nos envolvía
haciendo su declaración de fe.
El silencio de las ramas
no quebraba nuestras voces
y casi no había palabras
sólo el sol sobre el rocío
y el frío que se perdía
en el abrazo largo de la mañana.
Nota:Marcelo Leites nació en Concordia, Entre Ríos, Argentina, en 1963. Poeta y crítico literario. Publicó los libros de poemas: El Margen de la aldea, en Ediciones Río de los Pájaros, de Concordia, en 1992; Ruido de Fondo, en Trópico Sur de Asunción del Paraguay, en 2001; Tanque australiano, en Ediciones Gog y Magog, de Buenos Aires, en 2007 y Resonancia de las cosas en Ediciones en Danza, de Buenos Aires, 2009; además, los ensayos: Cuatro poetas entrerrianos?, en Eduner, la Editorial de la Universidad de E. Ríos, en 2004; y Percepción de la música, Ed. Fondec, Antología colectiva, en 2005.
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Muy bien, Marcelo!
ResponderEliminar"Importa, tal vez, ser un poeta que escriba un poema
que funcione como el día y la noche antes que cualquier teoría. "
Una vez leía la Biblioteca de Marcelo y ahí también él citaba la espuma de Vallejo. Ése día me permitió arrancar con una saga de textos de espuma.
Lo primero que puse fue: "quiero escribir y me sale spam"
Hay colegas que funcionan mejor que cualquier teoría, simplemente aparecen en el momento justo, como Marisa, como Germán, como tantos...
Está bueno que seamos mucho más que nuestros textos.
Cariños
Silvia
Gracias, Silvia, y es cierto lo que decís. El otro día en el Encuentro de Poesía de Paraná hablábamos con Concepción Bertone y ella decía que podés ser un gran poeta pero si te quedás sin los afectos, te quedás sin nada y esos afectos son los que van creciendo entre nosotros, que somos cada vez más, sí. Muchas gracias, Germán. Un abrazo de río manso.
ResponderEliminarqueridos, todo tan cierto lo que dicen, brindo por los afectos que nacen de la poesía y la hacen brillar y brillar
ResponderEliminarun abrazo para los tres y felicitaciones pal Leites y su poética de tanques australianos y ríos mansos.