jueves, 28 de septiembre de 2017

Carolina Kibudi





Tránsito


Siempre existe el riesgo.
¿Qué es,
entonces,
lo hermoso
entre tantas murallas que se alzan?

Vamos como en naves
en vidriadas barcarolas
avanzando sobre aguas
de un asfalto desigual.

El tiempo
se deshace lento.
Lo eterno
se construye en lo fugaz.

Cuando caigan
de tus manos caracoles,
un espacio

se convertirá en lugar.







Andar


Va
mi pensamiento
por caminos
pedregosos
donde sólo hay
estatuas cansadas
de ser estatuas.

Si despedir
es ya no pedir:
¿qué es la esperanza?
¿Dónde queda el vestigio
del contacto con las cosas,
del gesto de una mano
en el aire?

Lo que escribo
nace un día
y queda abierto
para siempre.

Hoy
todo en mis pasos
es pregunta,
pero ahora voy lento
mirando a las estatuas
a los ojos.
Ellas toman
de mi mirada
lo que dejo,
lo deshacen
entre las hojas caídas
del otoño.

Lo desarman
para entender.
Necesitan hacerlo:
desarmar,
digo,
entender.

Esta es la hora
más linda:
la de la vejez del día,
la del fondo de las cosas.

Los locos
son puertas
hacia
lo no contemplado.

En ese sentido
son,
también,
una esperanza.


Hay un nido
de pájaros
en la casa
donde alguna vez
hubo abierta
una ventana.

Ahora
sólo el tiempo
se detiene
a verla.

La ausencia ocupa
un lugar en el aire,
la ausencia
de ventana abierta.

Pero hay
un nido de pájaros.

En ese sentido
es,
también,
una esperanza.





Punto de partida


Habilitar el cuerpo.
Sentir la levedad en el agua.
Habitar una casa.

Visitar los lugares que nos vieron crecer
donde las horas eran cortas
o largas
o el tiempo era
una vuelta manzana en bicicleta.

Todo se revela en los sueños,
todo lo que durante la vigilia
permanece oculto.

La ciudad guarda tesoros sumergidos.

Existen calles azules,
y calles naranjas,
calles elegidas diariamente por el sol.

Nacemos atravesados por el tiempo.
Ocupamos un lugar,
desde antes de nacer.

El recordar es un acto creativo.

De la palabra siempre,
sólo puedo decir
el calor de unas manos.

Los puentes nombran la distancia,
la hacen visible.
Detenerse puede ser tan necesario,
como ir corriendo a ver el mar.
Explicar cansa.

El cuerpo crea el espacio
en el que una palabra
es
entre todas las palabras.

Nada hay más triste
que una ventana clausurada.
Ni nada más hermoso
que la verdad de la piel al tacto.
Sin embargo,
hay una infinidad de cosas
salvajemente tristes y hermosas.

Perdemos el tiempo
intentando no perder el tiempo.

Ella subió al colectivo y dijo:
"hasta el fin del recorrido".

Y esa fue belleza suficiente.


Bio: (Buenos Aires, 1982)
Desde edad temprana la poesía y la música fueron para ella un medio de expresión y un espacio de placer donde poder jugar libremente tanto con la belleza del lenguaje como con los sonidos de cada instrumento que fue explorando.
Estudió música y ejerció como docente durante algunos años.
Actualmente se encuentra cursando la carrera de Psicología en la Universidad de Buenos Aires.
Lumbre es su primer libro publicado.