martes, 26 de noviembre de 2013

Ana Claudia Díaz



Lavalle

1.
La ruta, las casas, las vacas, los días viajando
la gente a caballo, las calles de tierra
Lavalle
la costa de los domingos de mi infancia, su ría de ajo
a cuestas
para partir

2.
las ramas para prender el fuego
vos y yo en una pulpería de antes mirando por la ventana
ahora eso es un hotel
juntamos piedras de colores para jugar a la payana
mientras
la nona se sentó al sol
está tejiendo escarabajos en la bufanda que le pedí que me hiciera
para este invierno, verde
que la oye tarareando bajito la tarantela

3.
mamá nos pone un chaleco inflable a cada una
por si nos caemos al agua
la lancha El Delfín estaba guardada en el garaje de los abuelos
la sacamos, la atamos al auto para pasear
como en las películas

4.
desde acá
el mar es invertebradamente inmortal
el musgo que cubre el cemento lo vuelve resbaladizo, pardo
pero ninguna de las dos le tiene miedo al vértigo

5.
papá nos cuenta la historia de estos pagos, el primer puerto
nos habla de lanzas, de dardos, de jaulas de gauchos envenenados
nos dice que estamos en la bahía de Samborombón
ese nombre se queda en mí para siempre
y pienso que es lindo estar ahí
como en una canción
como dentro de un eco

6.
yo de verdad creo
que si me caigo un pulpo gigante y rojo me atrapara para siempre
que el mar es como un pozo
lleno de caimanes y corolas brillantes
de huracanes de olas que arden al sol
y ruedan

7.
encendemos el motor
despegamos
nos deprendemos por un rato de la tierra
hacemos dibujos redondos en el agua, ondas
burbujas, globos
patinamos por el océano en nuestro bote, sin cesar

8.
este suelo de seda, casi desnudo
es el resplandor que veo en tus pupilas que no conocí
en esa foto vieja

9.
cayó la tarde
hace frío ya, nos sale humo de la boca
un astro arrastra un pedacito de cielo
es una estrella fugaz
o una mosca plateada, inmensa, que se arroja desde allá
quien sabe porque, pero pido un deseo
volvemos a la orilla

10.
de vuelta la ruta
tomamos mate, ponemos un cassett
la noche de tan libre es asfixiante, explosiva y serena
te das vuelta, nos miras y decís
nosotros vamos hasta esas luces que se ven allá a lo lejos

11.
me duermo
mi sueño gira sobre las hojas de un girasol
o sobre el lomo del loro que me  hablaba hoy en la panadería
el miedo esta vez no tiene lugar
se va espantado como un simio
se adentra en los arbustos
se convierte en fulgor, en rayo, en tormenta.










El detalle inmenso

Agridulce, hostil, se disgrega el pasado.
Dijiste, a bracear contra corriente.
Remos de bonsái llevaba yo.
Entre las escamas de mariposas que husmean o se pierden
en los matices de las llamas, te encontré
silenciosos flamencos nos miraban a lo lejos, desde la orilla
con peinados raros, como adornos del viento, perplejos
reflejos que se armaban en el agua
y dudé si el infinito no era más que una hilera
de codornices de plata
o de incontables abedules azules que remojan sus pies
justo siempre donde estamos los dos.
Un umbral esmerilado que la lluvia después lava.
O un camino a lo lejos de caracoles estelares
que se quitan la corteza cuando llegan a vos.





Casas de adobe donde parar

El cangrejo que vela con su armadura mi destino
me deja ser una rosa montés que nace
intrépida en el trópico de la razón
se reviste en la luz sonrosada de la aurora austral
infunde sobre nosotros el encuentro.
Comunión que va delante en el tiempo
y precede un paralelo al suelo de mi imaginación
como amparo para guarecerse de las inclemencias sin abrigo
del riesgo que se vierte íntegro, a los puntos cardinales
para desatinar el desuso del corazón.
Tanto y tanto sonido superflúo solo provoca curiosidad
para después volver a la concordia de saber
que donde hay paz, todos cantamos a la vez e imitamos
los acordes de un tero.
Ahí estamos, nosotros, como infantes
coros y ornamentas nos protegieron del recelo insuperable
del alarde áspero que trae consigo
el carbón costero en las mañanas de invierno.
Hay un descubierto cubierto
con manta de alpaca en mis hombros
una secuencia de adornos que hay que arreglar.
Las semillas de la planta de al lado
el crisolito de los arbustos de lino que lo embellece todo.
Y nuestros rostros se secan al aire.






Gorgoteo en el centro de la tierra

Entiendo
las certezas son como piedras que se acomodan en un nido
si se desbarranca el océano brillante
capaz después encuentro
la llanura fértil igual
y el invierno, como rastro de un naufragio





Las orcas

El océano inmenso nos rodea acá para todos los costados. Atlántico sobre el manto. Esta mañana había aparecido una tortuga marina gigante de carey, quedaba solo su caparazón en la orilla que baña mi costa, cuando llegué. El resto del naufragio la trajo hasta acá. A veces las olas son tan altas que tapan el muelle. Yo siempre pienso que iré a abrazarte corriendo cuando venga el maremoto. Seguro lo anuncien en la radio o en algún programa del cable. Y me quedaré ahí con vos, hasta que las aguas lo cubran todo. Si nos agarra de sorpresa, subiremos a los techos y ahí ya no sé, capaz te vea de lejos, con suerte. Desde el mangrullo se ve mejor el mar, se ve más adentro. Pero no más profundo para saber si las placas están chocando o si aquel movimiento pertenece a las orcas que avanzan hacia al sur en bandadas iguales. Cincuenta orcas a lo largo de mi mar. Cincuenta orcas para ver pasar antes de dormir, para contarlas. Sus cantos de noche de sirenas de altamar. La música que tiene la playa, casi como el sonido de adentro del caracol. Pero ahora, cincuenta orcas están nadando sueltas y juntas, sin ninguna red cerca que les atrape la libertad. Sopla fuerte el viento a veces y rompe todo, desde adentro pareciera como si la costa se desarmara en mil fragmentos, retazos del sol que caen como rayos. Yo siempre vuelvo hasta la orilla. Pienso que algún día quizás salga un monstruo marino y me lleve a vivir allí adentro, con ellas al final y sin soltarte la mano.




 Bio Ana Claudia Díaz nació en Santa Teresita, en 1983. Publicó Limbo (Pájarosló editora, 2010 y La One Hit Wonder Cartonera, 2012, Ecuador) y Conspiración de perlas que trasmigran (Zindo & Gafuri, 2013). Las plaquetas Vuelto Vudú (Pajarosló editora, 2009) y Al antojo de las anémonas (Color Pastel, 2011). Textos suyos integran las antologías Pájaros en la frente (Pajárosló, 2011), La Juntada (APOA, 2012), Canciones (Ediciones presente, 2013), Re-Invención (Proyecto Madonna, 2013), Estaciones (La Parte Maldita, 2013) y Poesía Deliberada (Textos Intrusos, 2013). Participa de diferentes encuentros de poesía y colabora con la sección de reseñas de No-Retornable. Vive en Buenos Aires.

martes, 19 de noviembre de 2013

Eduardo Rezzano



Diplomacia

En una valija diplomática
llevo al embajador francés

Lo llevo con orgullo
por todo el mundo
porque es mi pequeño
tesoro

Cuando tratamos de dormir
se escuchan sus gritos ahogados
pide libertad fraternidad
e igualdad

y le prometemos eso
y mucho más
si se calla





Brasil

Si dijera que
nací en Brasil
los que me conocen
se apurarían a
desmentirlo

Por eso digo
que vengo del fondo
del mar

que germiné
en el casco de un galeón
hundido hace dos siglos

que fui amado
por los ocho tentáculos
de un pulpo antropofílico

que fui devorado
por un tiburón y
que volví a nacer
pero tardíamente

con los días contados
y la mirada perdida
en un punto difuso

que ahora se acerca
ahora se aleja





Ceremonia

"Aprovechando el silencio
volaré como una mosca
de ojos negros

facetados pero negros"
dijo el hipopótamo en
su último estertor

Será honrado con fanfarrias
o percusión oriental
en procesión interminable
y festiva

Será troceado y habrá
para todos menos
para el ciempiés

ocupado en traer
los ecos del pasado
los pasos perdidos
de la noche





Despeñadero

En la memoria guardo
apenas tres sonidos

el canto de un pájaro
sin nombre
una campana que toca
a muerto y
el mar contra las piedras

A partir de esta pequeña música
trato de reconstruir algunas voces

pero es inútil
la música me conduce al silencio

cada mañana
cada atardecer





Visita de médico

El espíritu navideño
pasó con prisa
por mi casa

“Visita de médico”
dijo y vació su bolsa
sobre la mesa

Nos dejó una pila
de blisters caducos
medicamentos de dudosa
procedencia y una
advertencia

“Volveré con más
cuando seamos menos”


Bio: Nació en La Plata en 1968. Publicó Ningún lugar (Mendoza, Ediciones del Canto Rodado, 1999), Gato barcino (Barcelona, Lumen, 2006), no fábulas (Bahía Blanca, Vox, 2010), Alcohol para después de quemar (Santiago de Chile, Fuga, 2012) y Caligrafía (Madrid, Amargord, 2013).

domingo, 17 de noviembre de 2013

Hernán Tenorio



2.

Simplemente el rayo,
 estremecido en las concias urbanas,
despide su epifonema de nostalgias.

Nostalgias acabadas en racimos eclécticos;
aquellos que brotan de la carne cortada,
de las lamentaciones humanas,
del silencio colectivo.

Me oigo a lo lejos estribillar las penumbras mortecinas
para que den un último suspiro.

Se encierra así su alcázar de obsoletos,
que, cuadriculados en las ventanas,
perforan ausentes
las voces,
la proclama…

De Guitarra nocturna. El ojo del mármol, Buenos Aires, 2013.





6.

No existe aún la metafísica real
que enjaule todas las atrocidades

que las ponga de patitas en la calle
¡Fuera, fu, fu!

No es que quiera un Paraíso
es simplemente la dignidad de andar desnudo por la selva
u obtener la residencia legal en la ciudad amurallada.

Cuando el viento es dulce
mi alma se estremece en el cuartel verdadero
desde allí espío las lajas tornasoladas
sobre las que un grupo de nómades juega al fútbol

y entre los edificios abarrotados,
pequeñas partículas pululan,
se estremecen cuando se rozan,
se frotan,
friccionan.


De Guitarra nocturna. El ojo del mármol, Buenos Aires, 2013.





12.

¡Te hablo, Guitarra!

Quiero convocar a tu espíritu
para que se deslice
en una proyección canora,
por la acústica,
la magia del sonido

como el rayo carbónico
petrificado en las gotas
que estalla y se fractura,
la distorsión de los pedales de efectos
es el lamento de la electricidad atormentada

“Doble distortion a fondo”
y es como vidrios chirriando    
el ruido,
nido de águila agorera…,
le corta el paso

pero,
finalmente,
es acorralado por las melodías.  


De Guitarra nocturna. El ojo del mármol, Buenos Aires, 2013.




*
Perdura un aire rancio en estos poemas
es la mierda que pulula
las intransigencias de los absolutos
los absueltos
esos arbustos molestos que se comen a la Tierra
y defecan en las mentes
a cada paso
en el ferviente excremento del mundo
en lo sucio
en las cucarachas
que
como bien dijo alguien
“son un producto de la cultura”


De La voz diáfana (Inédito)




*

La noche vocifera
“quiero estar en todas las fiestas del futuro
(sin…)
en los paralelismos binarios
subyacentes”

Aquellos abyectos remolinos de carburo
en los ojos
en las fiestas del futuro

como vocingleros conductores insolentes
que arrastran con la mano
lo que ocultan con la boca

Ese pesado objeto del deseo
tener el cetro
y los comodines aplastados bajo el pie

Una ancha cabellera de melanina
desnuda y olvidada
en el frío inmenso de los siglos
grita su estertor de amianto
porque
ahora
las culebras blancas lo han deshecho
una vez más
con la magia destructora    


De La voz diáfana (Inédito)




Bio:  Es profesor de castellano, literatura y latín por el I.S.P. “Dr. Joaquín V. González”. Este año publicó su primer libro de poemas Guitarra nocturna (El ojo del mármol, Buenos Aires, 2013). Se ha desempeñado como coordinador de talleres, y actividades relacionadas con el quehacer literario y poético en Centros Culturales, Escuelas,  y otros espacios. Ha publicado cuentos y poemas en revistas y sitios web. Actualmente es docente en escuelas de la ciudad de Buenos Aires y coordina talleres literarios (poesía y narrativa) en la Casa de la Cultura de Lanús. Algunos de sus textos se pueden leer en sus blogs: www.hernantenorio.blogspot.com o www.efectodelay.blogspot.com.   







viernes, 8 de noviembre de 2013

Patricio Foglia




Lugano 1 y 2



Nunca vi a mis padres darse un beso

ni tuve un hermano que me explicara
cómo eran las cosas. Cuando tenía ocho años,
ellos se separaron
y como parte de la división, mi madre
me llevó con ella al departamento de mis abuelos.
Era el departamento más chico del mundo
una pecera para hámsters,
rectangular y transparente, una cocina,
el living, un baño y el cuarto.










Lo que pasaba, pasaba a la vista de todos.

Vivíamos en un complejo de edificios,
peceras sobre peceras,
conectadas entre sí, como en la pesadilla
de un arquitecto que alucina
en una noche una ciudad futura,
una perdida civilización roedora.










Antes, mis padres discutían todo el tiempo.

Después, era mi madre la que discutía
con sus padres, en un ínfimo ring
en dónde nadie era capaz de esquivar los golpes.
De todas formas, yo nunca estuve expuesto
y cada vez que veía que la pecera iba a estallar,
me alejaba, encendía mi tele,
ponía todos mis sentidos
al servicio de mi balsa, mar adentro,
de espaldas a la catástrofe.










Mis padres me usaban de burro de carga

hablando mal, el uno del otro.
Me tocaba transportar material radioactivo
y el líquido espeso de las conversaciones
se filtraba en su goteo
pero a mí no me importaba convertirme
en un burro fluorescente
brillando en medio de la noche.










Algunas noches de insomnio, en plena madrugada

caminaba hacia la heladera.
Era chico y también
uno de los más gordos de la escuela.
No tenía muy claro por qué
pero en medio de la noche, abrir la heladera
y dejarme hipnotizar por su luz
me calmaba. Por eso
me siento amigo de los que roban,
de los que se drogan, de todos esos pibes
en la esquina, esperando.



BioPatricio Foglia nació en Buenos Aires, en 1985. En 2011 publicó Temperley (Editorial En el aura del sauce), reeditado como plaquette en 2013 por Editorial Subpoesía. Coordina, junto con Tom Maver, el blog de poesía e ilustración Malón Malón (www.malonmalon.blogspot.com.ar). 

jueves, 7 de noviembre de 2013

Mauro Quesada



                    
Nada que decir
en esta ciudad sin música y sin río
de este cielo neutro
que me mira a través de la pantalla
           
de este suelo que solía pisar
apenas quedan
burbujas quietas
a la espera de nombres y sombras
rendidos rumores
de una eternidad que se evapora

De Bajo una extraña nevada (El ojo del Mármol, 2013)



*

Qué no daría
por ser Edward Scissorhands
sufrir ese amor por Wynona
tallar su figura en el hielo
hacerla bailar como un ángel
bajo una extraña nevada

De Bajo una extraña nevada (El ojo del Mármol, 2013)



*

¿Cómo se escribe sobre la felicidad?
Es más fácil hablar del dolor
enternece a las mujeres
y da prestigio a los poetas.
Ahora, en cambio, sonrío
con un golpe de brisa en la cara
que en otro momento
me hubiera hecho sentir un idiota.

De Bajo una extraña nevada (El ojo del Mármol, 2013)



*

Una colección de antiguas sospechas
invade mi historia
crea enemigos que no me conocen
cartas para ayer
y un cartel de prohibido pasar
cada vez que me dicen
amor

De Bajo una extraña nevada (El ojo del Mármol, 2013)



*

Regreso al barrio
la habitual pereza
contagia la noche inminente
allá lejos la autopista es un hormiguero
de luces y los trenes
continúan rebalsando
de gente impaciente y cansada

los dueños
de los negocios con paredes de azulejos
van bajando las persianas
con la radio encendida
y los niños terminan sus tareas
mientras el olor a comida invade
las desiertas calles
y yo
respiro hondo
tranquilo
por este escenario que se repetirá
como el gusto de la soda
en el vaso donde solo queda
una gotita de vino tinto
igual que aquella noche de mi infancia
en la mesa de mis abuelos

(Inédito)


 BioMauro Quesada nació en 1979, en Haedo, provincia de Buenos Aires.  Es profesor de Castellano, Literatura y Latín (ISP Joaquín V. González). Actualmente se desempeña como docente en escuelas secundarias y coordina talleres de poesía en forma particular. En 2013, publicó Bajo una extraña nevada (El ojo del Mármol).