jueves, 29 de octubre de 2009

Raúl Aguirre


Alguna memoria

Bella que me anuncias una extraordinaria complicación. Tantos
crímenes olvidados reaparecen por ti.

Llega el tiempo de la proeza infatigable frente a tus ojos sin sueño
que ningún diamante puede cerrar.

Ella se expone a las angustias del siglo, usinas de la realidad. Más
explícita se quiere, menos se la conoce. El sueño de los asesinos y
de los poetas es que llegue a tener un rostro.

Para llegar aquí, ella debe atravesar una región de fotógrafos
exacerbados por su asombrosa presencia.

A pesar de su aplicación, estos espectadores sólo se quedarán
con las pruebas delebles de su distancia de la verdad. Es que para
retenerla hubiera sido preciso transformarse en ella, ser ella, y no su
descripción más o menos feliz. Yo me lo repito siempre después de
mis tentativas inútiles.

Ella mantiene la frescura, la diligencia feliz de la vida, por cuya justificación
nos dejamos tentar, hierros de tristeza y de habilidad vergonzosa. Invita
a los hombres, a quienes sabe posibles no por el memorial de sus servicios
sino por la suma de su condición, a un juego de alta conciencia y de
contumancia en el extremos de los enigmas. Ha conseguido así formar una
tribu dispersa por el mundo, cuyos miembros se ignoran mutuamente y sin
embargo reparan en común los hilos rotos de una gran red de belleza.

La jurisprudencia acumulada por las heridas, la imagen del mundo
construida con la memoria de una continua decepción, la torpeza de la
saciedad en el epílogo, todas las apariencias de la consumación se
borran y se anulan en el esplendor de ese deseo que arrastra consigo,
el asombro, el origen y la felicidad del universo y que ella, continuamente,
se complace en inspirar.


Ella tampoco está exenta de las cargas fiscales, de las confusiones de la
red telefónica, de las representaciones ilícitas. Pero se aviene, sin espanto,
a ocupar con nosotros un lugar desfavorable en el mundo. A decir verdad,
sólo emplea su tiempo en maravillarse. El siglo ha mejorado con su
presencia.

En ella, la oscuridad se transforma en largo regocijo del ladrón solitario. Las
señales que no comprende no estaban dirigidas a nosotros.

Viene de ausencias maravillosas, de seres que la amaron a través de otros
seres cuyo destino era cambiarse en ella con tanta lentitud que la
eternidad les maldice. (La eternidad maldice su lentitud, no su destino.)

Ella no comprende el Oráculo, no se lleva bien con aquéllos en quienes el
Espíritu ha entrado para vociferar. ¡El lenguaje del dios resuena
miserablemente puro en esas cabezas! No comprende una sola palabra que
no haya atravesado el sufrimiento lúcido de un hombre, que no conserve
señales de la lucha… Ella ignora también qué hacen los que se torturan a sí
mismos para que los otros los vean, cuando había que ir más lejos, con los
otros, más lejos todavía en el dolor… Esos inútiles inventores de martirio, de
palidez, de revelación, a su vez, la odian misteriosamente.

Ella no sabría entretener con apariciones espectaculares nuestros ojos
ávidos de exageración. Prefiere permanecer en los resquicios de una realidad
que se proclama habitable y obligatoria. Como a las larvas de luciérnaga, la
tiniebla la abruma, pero le es imprescindible.

Hasta que el Labrador la descubra, por último, en su terreno magnífico,
seguirá siendo la víctima paciente de nuestras herramientas equivocadas.

A su lado, contemplar el abismo resulta una excelente diversión. En su
ausencia, comienzo de la angustia para el observador sensible.

Ella siega el verano, y luego todo es azul alrededor de sus ojos invisibles.

Como la cigarra, sólo puede vivir en medio del incendio que suscita.

¡Ah, pequeño milagro, vida enorme! ¡Enorme vida en una nada enorme!

Así como el placer es su reino, ella no puede detenerse en esas gradas
fáciles donde el olvido nos ofrece sus pactos sospechosos. Si sufre, es
para morir.

Por ella entramos en el mundo, pero también por ella nos es cada vez
más fácil excluirnos de él. El enigma del bello vivir.

No obstante la distancia y el diluvio, y las dificultades insalvables, y el
honor y la maldición, ella se permite la aventura de vivir con nosotros. Sabe
que el abismo terminará por recuperar, algún día, su confianza en el hombre.

Nota:Poeta, antólogo y crítico nacido en Buenos Aires en 1927. Ligado a la corriente poética llamada "invencionismo", desarrolló una intensa actividad en el esclarecimiento de los movimientos de vanguardia, como teorizador y sistematizador de las más importantes expresiones de esa escuela. Gran parte de la labor realizada en ese sentido fue llevada a cabo durante la dirección de la revista "Poesía Buenos Aires". Allí tradujo y presentó a un sinnúmero de nuevos poetas. En 1952 presentó su Antología de una poesía nueva; en 1954, en los números 13 y 14 de la revista antes citada, publicó Poetas de hoy: Buenos Aires, 1953. "La poesía óha escrito Aguirreó es una de las pocas posibilidades de comunicación humana cierta, tal vez la única. Ella hace posible que nos encontremos en una verdad de fondo. Que existamos: enteros, reales, libres. La poesía es verdad y belleza. Está allí, no es comprensible, no se deja apropiar, no se deja utilizar". Obra poética: El tiempo de la rosa, 1945; Cuerpo del horizonte, 1951; La danza nupcial, 1954; Cuaderno de notas, 1957; Redes y violencias, 1958; Alguna memoria, 1960; Señales de vida, 1962, entre otras. Pocos como él han logrado conjugar la labor crítica con la creación poética. Murió en enero de 1983.

martes, 27 de octubre de 2009

Ricardo Zelarrayán


La Gran Salina


La locomotora ilumina la sal inmensa,
los bloques de sal de los costados,
los yuyos mezclados con sal que crecen entre las vías.
Yo vacilo....
y callo....
porque estoy pensando en los trenes de carga
que pasan de noche por la Gran Salina.
La palabra misterio hay que aplastarla
como se aplasta una pulga,
entre los dos pulgares.
La palabra misterio ya no explica nada.
(El misterio es nada y la nada no se explica por sí misma.)
Habría que reemplazar la palabra misterio
(al menos por hoy, al menos por este "poema" )
por lo que yo siento cuando pienso en los trenes de carga
que pasan de noche por la Gran Salina.
La pera trepida en el plato.
La miel se desespera en el frasco cerrado,
para desesperación de las moscas que le acechan posadas al vidrio.
Pero yo no me explico
y hasta ahora nadie ha podido explicarme
por qué me sorprendo pensando
en la Gran Salina.
El hombre de chaleco del salón comedor
se ha quitado los anteojos.
Los anteojos trepidan sobre el mantel de la mesa tendida.
Todo trepida,
todo se estremece,
en el tren que pasa a mediodía por la Gran Salina.
Yo me he sorprendido mirando
la sombra del avión que pasa por la Gran Salina.
Pero eso no explica nada.
Es como una gota que se evapora enseguida.
Hay que distraerse, dicen.
Hay que distraerse mirando y recordando
para tapar el sueño
de la Gran Salina.
Un piano colgado como una araña del hilo
se ha detenido entre los pisos doce y trece...
Un camión pasa cargado de ventiladores de pie
que mueven alegremente sus hélices.
En 1948, en Salta,
fuimos de noche a cazar vizcachas y ranas,
y la conversación se apagó con el fuego del asado,
abrumados como estábamos por el cielo negro
y estrellado.
Nerviosamente encendíamos y apagábamos las linternas
hasta quedarnos sin pilas.
Tampoco puedo explicarme por qué sueño con pilas de linternas,
con pilas para radios a transistores.
Ni por qué sueño con lamparitas de luz,
delicadamente guardadas en sus cajas respectivas.
Ni por qué me sorprendo mirando el filamento roto
de una lamparita quemada.
Nunca he visto...
nunca he podido imaginarme
la lluvia cayendo sobre la Gran Salina.
Yo no tengo objetivos pero me gusta objetivar.
Desde chico intenté cortar una gota de agua en dos
(con una tijera).
Aún hoy intento,
apartando las cosas de la mesa
o ahuyentando amigos,
imitar, imaginarme, la lluvia sobre la Gran Salina.
Tomo una plancha caliente y le salpico gotas de agua.
Pero aunque pueda imaginarme todo,
nunca podré imaginarme
el olor a salina mojada.
Anoche llegué a mi casa a las tres de la mañana.
En la oscuridad, tropecé con un mueble...
y allí nomás me quedé pensando
en lo que no quería pensar...
en lo que creía bien olvidado!
Pero en realidad me estaba escapando
del sueño estremecedor de la Gran Salina.
Y ahora me interrogo a mí mismo
como si estuviera preso y declarara:
"La Gran Salina o Salina Grande
está situada al norte de Córdoba,
cerca (o dentro, no recuerdo)
del límite con Santiago del Estero."
Estoy mirando el mapa...
pero esto no explica nada.
La caja de fósforos queda vacía
a las cuatro de la mañana
y yo me palpo a mí mismo, desesperado,
con el cigarrillo en la boca...
Habría que inventar el fuego, pensarían algunos.
Yo en cambio pienso en los reflejos del tren
que pasa de noche junto al río Salado.
No puedo dormir cuando viajando de noche
sé que tengo a mi derecha
el río Salado.
Paro aún así sigo escapando del gran misterio...
del misterio de la sal inagotable de la Gran Salina.
Recuerdo cuando arrojábamos impunemente naranjas chupadas
al espejo ciejo y enceguecedor de la Gran Salina.
A la siesta, cuando la resolana enceguece más que el sol.
Esperábamos llegar a Tucumán a las siete
y a las dos de la tarde tuvimos que cambiar una rueda
junto a la Gran Salina.
Un diario volaba por el aire...
el sol calcinaba las arrugadas noticias del mundo
del diario que caía sobre la Gran Salina.
Y vi pasar varios trenes
y hasta un jet...
Los pasajeros de los Caravelle
o de los Bac One-Eleven,
no saben que esa mancha azulada,
que a lo mejor están viendo en este mismo momento,
desde ocho mil metros de altura,
esa mancha azulada que permanece durante escasos minutos,
es la Gran Salina,
la Salina Grande.
Pero el jet anda muy alto.
La Gran Salina no conoce su sombra que pasa.
Los pasajeros del jet duermen...
se sienten muy seguros.
En el jet no hay paracaídas.
Los jets no caen. Explotan.
Hace unos años,
un avión que no era un jet volaba, creo, sobre Santa Fe.
De pronto se abrió una puerta
y una camarera tuvo que obedecer calladita
a las sagradas leyes de la física,
y demostrar su inequívoco apego a la ley de la gravedad.
Una ley dura como las piedras metidas en la boca de Demóstenes
que, según dicen, hablaba mucho.
Aquí hay que hacer un minuto de silencio.
Primero, por la dócil camarera sin cama del avión.
Después, por las palabras muertas,
muertas por no decir nada...
misterio, por ejemplo,
que sirve para no explicar lo inexplicable,
lo que yo siento cuando pienso en la Gran Salina,
lo que traté de no pensar un día que caminaba por la Gran Salina
tratando de distraerme y de no pensar dónde estaba,
escuchando una canción de Leo Dan
que pasaba LV12 Radio Aconquija
y el Concierto en sol de Ravel por la filial de Radio Nacional.
¿Qué pensaría Ravel, el finado,
si caminara como yo en ese momento
por la Gran Salina.
Ravel, púdico sentimental,
te imagino tocando el piano que hoy vi colgado
entre el piso 12 y el piso 13.
Sí, pobre Ravel de 1932
con un tumor en la cabeza que ya no lo dejaba componer.
Ravel tocando solo,
de noche (pero eso sí, absolutamente solo)
los "Valses nobles y sentimentales" en medio de la Gran Salina.
Estoy seguro que se hubiera interrumpido
al escuchar el silbato lejano de la locomotora,
para ver el haz de luz a la distancia
y la penumbra sobre la Gran Salina.
Días pasados fui al Hospital.
Hace años yo andaba por allí,
despreocupado y con mi guardapolvo blanco.
Pero ahora, de simple paciente,
sentí el ruidito angustioso
!Trank!
de la máquina de sacar radiografías.
!Y que pase otro! gritó el enfermero.
Pero el otro no podrá explicarme
por qué tengo sed,
por qué voy detrás del agua cautiva de la botella
y de la sal capturada en el salero,
yo, tan luego yo,
capturado en el sueño de la Gran Salina.
Un amigo, alto funcionario estatal,
me ofreció su pase libre para viajar por todo el país.
Total, me dijo, es un pase innominado,
cualquiera lo puede usar...
si se lo presto.
El pase sin nombre me deslumbró
como la marca de la cubierta que leí y releí
cuando cambiábamos la rueda junto a la Gran Salina.
Pero después pensé en Tucumán
(mi segunda provincia)
y en las vértebras azules del Aconquija
horadando las nubes blancas.
Ahora me entero que mi amigo,
el del pase sin nombre,
se separó de la mujer.
Aquí me callo...
Pero el silencio me hace pensar ahora
en lo que no quise pensar cuando miré el pase sin nombre que me ofrecían,
en lo que dejé de pensar hace un momento...
cuando vi pasar el ascensor con una mujer silenciosa
que no me quiso llevar.
Olvidemos el ascensor perdido
y pensemos de nuevo, de frente, en la sal
(cloruro de sodio)
y en el misterio...
Pero como nada es misterio
hagamos una traducción de apuro:
miss Terio
o miss Tedio
o chica rodeada de teros asustados
o algo por el estilo.
Pero no hay distracción que valga.
El ayudante de cocina del vagón comedor
se rasca la cabeza de tanto en tanto
pero sigue pelando papas sin distraerse
en el tren que se acerca a la Gran Salina.
Y el ascensor perdido con la mujer silenciosa
sigue recorriendo kilómetros entre la planta baja
y el piso quince.
El sastre de enfrente que ya comió
se asoma a tomar aire con el metro colgado en el cuello.
Yo pienso en comer, como se ve...
Son exactamente las 14 horas, 8 minutos, 30 segundos.
Y también, no sé por qué,
pienso en el acorazado de bolsillo Graf Spee
que en los comienzos de la última guerra
se suicidó antes que su capitán
frente a Punta del Este.
El Graf Spee yace a treinta metros de profundidad.
Ya nadie se acuerda de él.
Ni siquiera los hombres-rana
que bajaron a explorar sus entrañas.
Pero hasta los hombre-rana
salen a comer a mediodía.
Y a veces, para comer,
sólo se quitan las antiparras y los tubos de oxígeno.
Todavía hay gente que se asombra viendo comer a esos hombres...
con patas de rana.
Los hombres-rana reclaman al mozo la sal que se olvidó!
Dale!... Dale!
Hoy almuerzo con amigos
(si es que no se fueron).
Miraré de costado la sal y pediré pimienta en vez,
porque tengo miedo de quedarme callado,
ya se sabe por qué.
No quiero quedarme callado
ni distraerme,
ya se sabe por qué.
En realidad no se sabe nada
del sueño de la pilas,
de la lluvia sobre la sal,
de la chica del ascensor,
del sastre asomado con el metro colgado
o del tren que pasa de noche indiferente
junto a lo que ya se sabe
y no se sabe.
....................................................
....................................................
....................................................
Hace años creía
que "después del almuerzo es otra cosa"...
es decir que las cosas son otras
después del almuerzo.
Este poema (llamémoslo así),
partido en dos por el almuerzo
y reanudado después, me contradice.
No comí postre.
!Siento la boca salada!
Pero no voy a insistir.
El domingo pasado,
en casa de un amigo poeta,
conocí a un chileno novelista e izquierdista
que se fue a Pekín y que, posiblemente,
no vuelva a ver en mi vida.
Tímidamente, entre cinco porteños y un chileno izquierdista,
metí una frase de Lautréamont
que como buen franchute es uruguayo
y si es uruguayo es entrerriano.
Una frase (salada) para terminar (o interrumpir) este poema:
"Toda el agua del mar no bastaría para lavar una mancha de sangre intelectual"

Nota:Ricardo Zelarayan nació "a mediados de la década del veinte" en Paraná. Vive desde joven en Buenos Aires, conservando intacta su condición de provinciano en eterno conflicto con el porteño. Escribió mucho, publicó poco, perdió y tiró bastante. Sus libros publicados -La obsesión del espacio (poesía, 1973, reeditado en 1997), Traveseando (cuentos, 1984), La piel de caballo (novela, 1986, reeditada en 1999), Roña criolla (poesía, 1991)y Lata Peinada (2008)- representa menos de la décima parte de su producción. Su personalísima obra en todos los géneros -ha escrito también explosivos panfletos- tiene una música inmediatamente reconocible, que se nutre del habla popular, de la calle, de ciertos giros coloquiales del interior del país.

lunes, 26 de octubre de 2009

Macki Corbalán


Humanos

Leo en ellos como en páginas escritas.
Atravieso sus órganos opacos, su piel,
el susceptible hilado de los nervios.
Es lo de siempre, lo de cada época:
rencillas, acuerdos y desánimo. Una cosa
no entiendo: esa oscura,
repentina agitación
cuando recuerdan.


Algo clama por la atención del gato
que, desde su somnolencia, se yergue
y husmea el aire; como en el resto
de las cosas esenciales,
no hay nada allí que nosotros
podamos ver.


Fuera de esta habitación,
los perros inician su inacabable
perorata nocturna, los gatos se hacen
uno con el muro y crece, en el mundo,
una jerga animal que no me es extraña:
sube por tus ojos antes
de tocar mi cuerpo.


Los lamentos, las sirenas,
los disparos,
son el sudor de esta
noche ardiente.
Los lamentos.
Las sirenas.
Los disparos.
Dios respira con dificultad
en la cama de mis padres.


Huaritaco

Huaritaco
soy
bailo con el instinto
del universo / del humas / de la perra
representante del dios huari
soy
fémina corrupta de
sexo rapaz y prejuicioso
despierto
encendidas polémicas sobre mi ambivalente lengua
se ponen de acuerdo en desviar sus miradas
escupen mi rostro
evitan el detergente de mis uñas
son duros / impiadosos
pero nada pueden
huraritaco
soy
pese a sus grotescos
esfuerzos por hacerme hijos
desprecio su semen desde mi útero fresco
vuelvo la cabeza
ante sus vacías cuencas frente al sol
soy
la representante en la tierra perversa
del dios huari
de sus huestes de vientre carcomido
voy
encendida / con muslos abiertos a la intriga
tocan mi ternura inhiesta
pretenden avanzar sobre mis muros
yo
dentro de mis tierras
mastico / baño el cuerpo en leches violentas
leo fulgurantes letras en la piedra
sus artilugios son tan ingénuos
como los ojos del niño escondidos en el piso
para mi dolor
- me se el rostro de todos los dolores -
huaritaco
soy
bailo
danzo por la panza de la noche
que sigue
en celo.


Nota
:
Macky Corbalán nació en Cutral Có (Neuquén) en 1963 y cuando debe nacer, sigue eligiendo esa ciudad aunque vive en Neuquén capital desde hace muchos años. Es poeta, periodista y trabajadora social. Activa por los derechos de mujeres y lesbianas en el grupo fugitivas del desierto, y también por los derechos de los animales no humanos. Es geminiana y de Boca.
Publicó “La pasajera de arena” (1992-Libros de Tierra Firme), “Inferno” (1999-Libros de Tierra Firme) y “Como mil flores” (2007-Hipólita Ediciones). “El acuerdo” es el título provisorio de un libro inédito.

sábado, 24 de octubre de 2009

Daniel Durand


Salto Grande (extracto)

1

El Pancho juntaba boleadoras,
el Fabián tenía un rifle de aire comprimido,
el Gordo Pusterla era el que pescaba más,
Palazotti tenía una cámara de tractor
para andar por las correntadas,
yo nada, me besaba Gabriela.
Betina tenía una tortuga que le pescó el doctor Telesca
con una calcomanía en el caparazón,
Popó agarró un lagarto y le ató una medalla
con la cara de la virgen.


2

Fuimos con Daniel, Fabián y Fabián Fernández
para el cerro de la paloma
a bajar árboles y
agarramos uno fino y alto y
lo empezamos a hachar para ver como caía y
al rato empezó a crujir y
con unos hachazos más se vino al suelo y
tembló la tierra y
quedó una polvareda,
ahora se armó un hueco grande por donde se ve el cielo,
el árbol cayó de espalda,
no pudo poner las manos cuando caía.

A los diez días habremos pasado con papá por el sendero y
al ver el árbol caído a los hachazos
empezó a putear contra los turistas,
mucho rato,
dijo que los que habían hecho eso
eran unos herejes y
que no tenían perdón de dios.
Papá no pensó que fuimos nosotros,
creía que no teníamos fuerza todavía
para hachar árboles.
Nunca más haché árboles sin causa,
nunca le revelé mi verdadera fuerza a mi padre.


3

Una tarde Pepe se bajó de la chalana
con dos amigos que trajo de Corrientes,
todos corrieron hasta el borde de la chalana,
pepe triunfante sacó el dorado que causaba tanto revuelo,
era enorme, después le sacaron una foto colgando del alambre y
me pusieron a mí al lado para que todos vieran que era más alto que yo.
Después no nos metimos al agua por dos o tres horas
porque teníamos miedo,
hasta ese momento no sabía que había pescados más grandes que
yo abajo del agua.


4

El Pancho Moulins me enseñó a hacer flechas
con la punta de los tapones de sidra,
las flechas iban derecho como cincuenta metros,
hasta que una tarde en la islita
le sacamos un ojo al Raulito,
no nos dejaron más hacer arcos y flechas para jugar a los indios,
yo les voy a dar jugar a los indios... indios!,
nos gritaba Palito cuando se llevaban al sobrino
para el hospital ya con un solo ojo.


5

Una noche apareció una comadreja
arriba de los árboles y
el Pocho García en pedo le tiró seis balazos
mientras el Colorado Bernasconi
apuntaba a los ojos brillantes del bicho con la linterna,
no le pudieron pegar ni un tiro.


6

El Pancho ya encontró cuarenta boleadoras,
pero un profesor de Técnica, arqueólogo,
se las robó para ponerlas en un museo,
el Pancho siempre cuenta que ya encontró cuarenta boleadoras,
pero el Sapo le robó más de treinta,
el Pancho anda las siestas enteras
abajo del sol buscando boleadoras,
un día me dijo que conoce de memoria
todas las piedras del camino.


7

A los diez años empecé a llevar turistas
a la cueva del tigre y al cerro de la paloma,
me sacaban fotos arriba de las piedras y
decían que me las iban a mandar
de donde eran ellos,
de Concepción del Uruguay,
de Rafaela,
de Campana
y de muchos otros lugares raros.


8

Cerca del rancho de Lafourcade
está el árbol más alto de todo Salto Grande,
hace ruido, cruje raro con el viento y tiene
muchas lianas que le cuelgan y
una enredadera que baja con flores desde la copa y
cuelga como hasta dos o tres metros del piso,
ahí arriba voy a hacer mi casa
cuando me venga a vivir acá todo el año,
con mi perro y Gabriela.

Nota:Daniel Durand (Concordia, provincia de Entre Ríos, 1964) es un poeta argentino, integrante de la llamada Generación del 90, fundador de revistas y editoriales de poesía. Formó parte del grupo editor de la revista 18 Whiskys, dirigida por José Villa. También participó de la edición de las revistas La Mineta y Trompa de Falopo y creó las editoriales Del Diego y Chapita.

viernes, 23 de octubre de 2009

Néstor Groppa



Poeta, se ofrece (con referencias)

Hace versos sencillos.
Arregla versos deshechos, o corridos
y camperas (poesías).
También coloca adjetivos vidriados (con garantía).
Indica precisos y modestos sustantivos de uso natural.
Poeta se ofrece cama afuera
o mediodía, sin comida
Siempre a domicilio en lecciones personalizadas.
─prosistas sin ángel ni vuelo, abstenerse─

Poeta sin máster.
No confundir con otro Dr. en Literatura, ni licenciado,
ni filólogo, ni lingüista. Respeta la tecnocracia literaria
y la ornitológica (terrena o celestial),
además de la tensión semasiológica, la espacialidad
y el alma de la palabras (libro de Mallén Garzón).
Poeta solamente licenciado en “gramática de los
sentimientos”.

No enseña a leer

Pero está en contacto con “la empresa Takara
que interpreta las emociones de los perritos
usando un megáfono en el can
y una pantalla de computadora para perros japoneses”

Se respetan todas las creencias literarias. Se respetan
la ciencia literaria y demás profundos saberes.


Algo de este norte


Este es el Norte, casi ausente, de mi patria.
Esta es la provincial heredad ensimismada;
el desdibujado imperio
que es preciso rastrear por las soledades
y en la memoria.
Aquí reposa la nostalgia del oro,
el halo de su renombre.
Aquí muchas cosas también fueron la poesía.
Desde siempre
prosperó más la soledad que el hombre,
mientras su corazón
soportaba inclemencias del cielo y de la tierra.

Como una hormiga
que oye repicar las desiertas torres de la cordillera,
vive el hombre.
Y entre bosques y ramas de bosques floridos,
cual una ofrenda que muda otoños y coronas
al pie de cumbres vacantes,
al pie de fabulosos pedestales sin nadie,
el hombre transita.
Recorre límites terrenales
-solitarios y litigados límites-
por los que tropieza con su don de pasado y descendencia
y con aquella tormenta de canciones
que no calmará la secreta sed de otras cosas.

Fue tejedor de lunas y de ríos;
ordenador de años y semillas;
arriero de luceros y estrellas dobles.
Acató la tierra
y obedeció devotamente sus mandatos, esas labranzas que lo perpetúan.
Cumplió las leyes contra él.
Rastreó los esquivos enigmas de los altos
y ensayó guiar las parameras
hacia un yacente surtidor de gracias:
fue héroe, traidor, y proscripto venerable:
tuvo los dones y la culpa que su tierra sabe.

Siempre esperó -espera siempre-
y pircando fechas en su tiempo baldío,
a la par de sus labores
veló por la dignidad amenazada de terruño.
Vigiló esta bandera cuando se habló de patria,
y así, desde las primeras galas de los árboles minerales,
-arroyo del aroma que se perdió en el aire-,
hoy los hijos de los hijos
llevan el subversivo y anónimo apellido de pueblo
bajo una avalancha de constelaciones y ofrendas.
De perennes ofrendas,
enclavadas en un suelo
que puede ser cielo increíble.

La Farmacia

Esa casa, antes fue bar,
copetín al paso,
sangüichería de pringue
y whisquería dudosa.
La casa donde trabajaron,
sucesivamente,
un suboficial retirado
y sus hijos,
un hotelero
y sus hijas,
y alguien más.
Años atrás,
la casa albergaba
pimientos y cebollitas en vinagre,
anchoas - algo fuertes -,
medidas de peltre para la bebida blanca,
pickles y mayonesas sin huevo.
Anteriormente,
la casa fue unas líneas azules
en papel para planos
y un número de expediente
en Obras Sanitarias, otro en Agua y Energía,
otro en el Banco de la Provincia
y en Catastro, por sus respectivas Mesas
de Entradas.
Ahora descorre el telón de la mañana
y aparece una botica:
tiene duendes de colores
en los estantes
que plumerean
la alquimia nocturna,
los elementos y reactivos
enfrascados,
los sobresitos, los bálsamos
( el de cucumbé y el de Tolú ),
la goma de mascar y los perfumes,
los sonajeros, las gasas, los grandes
frascos
con agua coloreada,
los albarellos y morteros
en los que viborean firuletes
matutinos
con pájaros, humos y lpachos
helados. Los dependientes con sus chaquetillas
blancas
transminadas de ungüentos, suficiente
química
de esencias volátiles, moléculas, valencias
y específicos de prósperos laboratorios
de píldoras
escritas.

Llega la gente a la misa de la farmacia
y ofician los arcángeles
expertos en frasquitos
y taquigráficas recetas,
empíricos linimentos y aceites.

En la mesa mostrador
de madera picada
- de cuando el vuelto era con monedas -
se hace el trueque
y se oficia.
Así transcurre el sacrificio
durante 8 horas del día
y en los turnos.

Ya vienen las farolas
con sus sombras,
ya regresa la soledad nocturna
a la residencia
de los jarabes,
a las puertas de altas vitrinas
de madera barnizada,
tabernáculos de salud.
Vienen las santas y los santos
dueños del día
a pasar el tiempo - sin remedio - de la farmacia,
el tiempo como lago
donde de noche hierven
fórmulas y conjuros
de cadenas abiertas y cadenas cerradas
para el bien.
Las magistrales.
Mero estar de la química domesticada
de probeta a frasquito
más toda la exegética literatura
del bienestar
en los sagrarios vademecums
con bóricos, precipitatus,
sublimados y tártaro
y demás raíces medioevales,
transmutadas
en legendarios potes y almireces
y balancitas
puro espíritu de drogas
con algún pétalo
caído del tiempo
para pesar
las alitas del minuto
o el aroma y perfil del agua de rosas.

La casa que antes fue bar,
copetín.
de ají locoto y condimentos,
ve ahora la película
de los arcángeles en chaquetilla,
de laboratoristas y preparadores
sirviendo a toscos galanes enfermos
como en una estampa de Brueghel el Viejo
- o del Bosco en "la fuente de Juvencia" -,
o una de esas novelas por entregas
de la revista Fra Diable
que llegaba a Jujuy con las mensajerías
del siglo.

La casa del hotelero,
la que nació en una niebla
de números
y meticulosos cálculos de resistencia,
la que cobijó hornos y batidos,
licores y filtros
de café
y amor,
hoy es templo
de salud
con un mostrador picado
de cuando las urgencias
eran tecleadas con el canto de las monedas.

La farmacia amanece
con su cantoral
de salutíferas antífonas y salmos
aureolados
dentro de bienolientes envases
y vinajeras y vinagreras registradoras
de flores de genciana y flores de azufre
con malva y retama tutelar
para la buena suerte,
dando los buenos días
así como da los buenos y malos tiempos
el pico de la garza
libando en purpurina de la rubia,

bebiendo rítmicamente
en la misma gota del tiempo
que predice.

Biografía:Poeta, escritor, periodista y educador. Cursó estudió en su provincia natal, Córdoba, y en Buenos Aires. Fue maestro en Tilcara y bibliotecario en San Salvador de Jujuy, donde reside.
En 1955, fundó en Jujuy, con los poetas Jorge Calvetti, Andrés Fidalgo y Mario Busignani, el novelista Héctor Tizón y el pintor Medardo Pantoja, la revista Tarja, que fue un hito en la literatura del Noroeste Argentino.Perteneces a la Academia Argentina de Letras como miembro correspondiente. Recibió, entre otros premios oficiales, el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía, del año 2007.

También fue creador de la editorial Universitaria jujeña. En 1966 se incorporó como miembro correspondiente a la Academia Argentina de Letras. En 1998 inició la publicación de los Anuarios del tiempo que registran una historia afectiva de Jujuy entre 1960 y 1996 de los cuales ya lleva compilado diez tomos.Miembro correspondiente de la Academia Argentina de Letras desde 1996.Creador de su sello editorial "buenamontaña" ( l966 )con 31 títulos publicados ( 1 Premio Nacional, 1 Premio Regional y 4 Fajas de Honor de SADE. Uno de los sellos del interior con más premios nacionales ).

jueves, 22 de octubre de 2009

Juán Carlos Moisés


EL Querido

Según el último censo
nacional,
mi pueblito, el querido,
el natal, tiene más o menos la misma
cantidad de habitantes
que cuarenta años atrás;
eso porque no contaron árboles,
sueños, pajaritos, nubes, aguaceros,
todo lo que respira
y queda para siempre.


Un bar del camino

Cuando entré a ese baño de bar
del camino y la puerta se trabó
sin explicación, creí encontrarme
en el mismo infierno; no advertí
que hubiera lo que estrictamente
se llama fuego, crepitaciones,
gritos de dolor, sólo unos pocos malos
olores que me envolvieron
y la lamparita que no prendió.
Para estar en medio de la pampa alta
y desmesurada ese baño era un lugar
demasiado pequeño, sucio, opresivo.
Ni las frases chistosas escritas
en la pared con letra despatarrada
fueron capaces de provocarme
la mueca de una risa.

En las manchas de humedad
del revoque descascarado
vi con horror la sombra del que soy,
vi rostros no amados,
vi todo lo que no se desea ver:
de mí, de los otros, de lo otro.
Dije es el fin, ahora sé cómo es
la última visión de una persona.

Mi única esperanza fue
el ventanuco; después de forcejear
en lo alto durante unos momentos,
el hierro viejo, debilitado, carcomido,
cedió, y cielo y nubes entraron
increíblemente a tiempo.


Una carta

la carta que está sobre la mesa
fue enviada hace cuatro días desde
Buenos Aires
siempre
pensé en Buenos Aires
de chico soñé con Buenos Aires
todavía pienso y sueño con Buenos Aires

dos mil kilómetros viajó esta carta seductora
para venir a mi encuentro
y transformar a este pequeño pueblo del sur
en un país desconocido

Nota:Juan Carlos Moisés nació en Sarmiento, Chubut, en 1954. Publicó Poemas encontrados en un huevo (1977), Ese otro buen poema (1983), Querido mundo (1988), Animal teórico (2004), Palabras en juego (2006 – 1º premio en el Concurso Patagónico de Poesía Fundación Banco Provincia y Dirección General de Cultura de esa provincia) y Museo de varias artes (2006 – 1º premio Fondo Nacional de las Artes). De 1990 a 1998 dirigió el elenco teatral “Los comedidosmediante”, con el que recorrió varias ciudades del país. Autor de La casa vieja (1991), Pintura viva (1992), Muñecos, un cuento de locos (1993), El Tragaluz (1994), Desesperando (1997) y La oscuridad (2002), todas estrenadas. En tres oportunidades obtuvo el 1º premio en el Encuentro de Teatro del Chubut y fue seleccionado para participar de la Fiesta Nacional del Teatro en Mendoza (1993), Tucumán (1994) y Catamarca (1997). En 1994 El Tragaluz fue premiada en Tucumán y participó de una muestra en el Teatro Nacional Cervantes. Como narrador, dibujante y guionista de historietas ha publicado trabajos en medios gráficos. Vive en su pueblo natal.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Alejandro Schmidt


Paloma tuya

entonces
cuando me dolía tanto la cabeza
traías la paloma
y la apoyabas en mi frente

bebía la fiebre
como quien se sorprende

cuando sus ojos
enrojecían
la soltabas en el patio

al cielo se iba
toda de fuego
mirando este mundo rojo
donde me levanto y camino
altivo.

24 de marzo de 1976

Yo estaba en una pensión en Tablada al 40
yo dormía
yo me levanté a las 4 de la mañana
y encendí la radio
yo escuché: comunicado número tanto
y una música maravillosa
me quedé quieto
atento al orden de los comunicados
a esa voz de la patria.
A las 6 se fueron levantando los compañeros
yo me asomé al balcón
un colimba me miró desde la esquina
se veían tanques en el puente
yo miré para otro lado
al Mercado, a los camiones
yo no tuve miedo
yo no hice nada
ni entonces, ni después

yo no era nadie
yo vivía colado ahí
los muchachos trabajaban en el Mercado
yo leía a Gurdjieff
yo vendía la guía de Córdoba
en la Cañada
yo andaba pelado y descalzo

yo tenía un suegro militar
yo tenía 21 años
yo tenía un bolso y un cepillo

yo tenía todo el fracaso que llegó
yo tenía que ir hacia la nada
y allí fui.

Gira

lo han invitado-y se ha invitado-
a leer sus poemas
en una ciudad
casi grande
lejana

viaja
mirando las vacas argentinas
los pueblitos

soporta
la exhuberancia del yo anfitrión
un jornal de equívocos

lee
abre preguntas
en la comodidad de la hora

después
con los organizadores y señoras de inquietud
come una pizza en la esquina

a las 21:30
todos se retiran a su sábado
con cara de
¿algo más?

no
nada más
en el hotel
come televisión
otras ventanas

tarda en dormirse


sueña con abismos
incendios

sueña bien

lo llaman a las 8
se despide de nadie
y regresa

se le hace largo

volver.

Oyendo el corazón de las vacas

no

yo no me fui
soy de los que se quedaron acá
oyendo el corazón de las vacas
rompiendo los vidrios del espacio
para que pase la noche
y se desangre.


Bio-Bibliografía


Nació en Villa María, Córdoba, en 1955. Publicó, entre otros, Serie americana (1988), Dormida, muerta o hechizada (1993), El diablo entre las rosas (1996), El patronato (2000), Silencio al fondo (2000), Esquina del universo (2001), La vida milagrosa (2005), Llegado así (2005), Casa en la arena (2006). Dirigió la revista El gran dragón rojo y la mujer vestida de sol (1987-1991), las carpetas de poesía Alguien Llama, la editorial de poesía Radamanto y, actualmente, la colección de poesía de Ediciones Recovecos, en Córdoba.