sábado, 10 de septiembre de 2011

Eva Murari



Quiero decir poquísimo, una espuma
que cubra apenas el agua cristalina
el agua blanca sobre la piedra negra.




Escribir en la computadora,
en una Olivetti lettera.
en un cuaderno con un lápiz Staedler negro HB,
con una estilográfica,
con biromes Bic de colores.
en la tierra con un palito.
con el dedo en la arena,
en un vidrio empañado,
en el agua,
en la piel de alguien,
una palabra secreta.






En primavera una bici liviana,
veloz con viento propicio,
unas botas con tiritas,
un pañuelo al cuello,
los jazmines del país,
las primeras comuniones,
las tormentas rosadas y violentas,
el perfume inquietante
de las acacias de Constantinopla.




En verano tomar helados,
ir a la playa,
andar descalza,
leer novelas interminables,
comer cerezas,
pasar las noches tibias en el patio, con amigos
caminar de la mano.




En otoño andar transportada por el cielo liso
y los árboles encendidos,
la lluvia mansa y las mañanas perezosas,
el perfume del pan tostado
y del café recién hecho
y los primeros días de escuela.




En invierno las poleras,
los gorros y los guantes
suaves y ceñidos,
los guisos bien picantes,
contra el viento sentir la nariz fría
y los anteojos empañados,
tejer o leer con el sol de las tres de la tarde
entibiando la sala,
desde la cocina un perfume a dulce de membrillos.







Me acerco a este libro como a un animal quieto
y taciturno.
Acaricio su piel lisa y las páginas
todas juntas con el dedo pulgar
se mueven en abanico.
Lo vuelvo a cerrar y empiezo de nuevo:
lo acaricio.
Después hoja por hoja
sobre la esquina superior derecha
apoyo el pulgar en la página,
con el índice sostengo la esquina,
en un movimiento suave doy vuelta la página,
apoyo el dedo medio y después la mano entera.
Entonces la mano izquierda:
el pulgar sobre la hoja a mitad de la página,
el resto de la mano apoyada en la tapa.
La izquierda con el pulgar
en la parte superior
de la página derecha
se prepara
para el próximo movimiento.
Y ahí recién el libro
lenta,
tímidamente,
comienza a hablar.









El último día del año la luna llena,
el mar,
el ruido del viento.
Un vestido que me gusta,
un par de aros nuevos,
un sweater prestado.
Una puerta abierta
y doce deseos para pedir.








El perfume de una flor amarilla
que crece entre las baldosas
el mismo de cientos
de flores
en el campo
de la primera flor que descabecé
para quedarme en las manos
ese perfume pegajoso
algo acre
del verano.









La ciudad se vuelve amarilla,
blanca y celeste
en la luz de la tarde.
Abro la ventana.
Miro un libro de Hopper que me prestaste
y pienso que tal vez me presientas
sentada en el sillón
a través de las cortinas que la brisa mueve.








El sol ya secó la lluvia de anoche,
los árboles resplandecen y el aire se adensa
con un perfume pesado de pinos, pastos
y flores amarillas.
El Napostá parece quieto,
sin embargo se mueve en pequeños círculos
y también de izquierda a derecha desde donde escribo.
Y no, la ciudad no es fluida
como no es fluido el Napostá,
tiene como él un olor descompuesto
pero por debajo y entre las algas
un movimiento lentísimo se puede ver
cuando pasa una hoja.








Los últimos días de marzo

27

El sol desde las persianas
enciende el borde de las cosas.
Es mi regalo
por levantarme temprano.

28

Todavía conviven en el placard
las soleras con los sweaters,
las sandalias con las botas.
Sin embargo el verano se va,
y pienso en la playa cada vez más lejana,
mientras mi piel va perdiendo el color
y lo único que me queda del verano
es una tobillera con cuentas amarillas
verdes
rojas.

29

Una música de piano,
el perfume de una torta en el horno.
El ganchillo va y viene
trazando una grafía misteriosa.
¿Le dirá a quien use esta boina
algo de la tarde nublada,
de las cosas que me dije en silencio
mientras tejía?

30

La mañana crece en mi habitación.
Lorenza duerme sobre la biblioteca y yo sigo en la cama.
Virginia Woolf habla de la luz y las olas
una mañana en St. Ives.
Después dice:
"Tengo la impresión de que al escribir estoy haciendo
algo que es mucho más necesario
que cualquier otra cosa".
Me levanto.


Nota:Eva Murari (Bahía Blanca,1974). Es profesora en Letras (UNS). Publicó Violetas (Ediciones VOX, Bahía Blanca, 2003) y Tres (Cooperativa Editora El Calamar, Bahía Blanca 2004). Formó parte de las antologías Bahía Blanca, la ciudad letrada (Co-edición Ediciones Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, Bahía Blanca, Gobierno Municipal, Buenos Aires, 2004) y 23 chichos bahienses (Ediciones VOX, Buenos Aires, 2004). Algunos de sus textos inéditos pueden leerse en www.undiarioposible.blogspot.com

5 comentarios:

  1. Me ha llegado mucho la poesía de Eva Murari, plena de sugerencias desde una sencillez de expresión poco frecuente, fresca...¡y cuánto puede!
    Felicitaciones por estas obras

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  2. Respuestas
    1. Gracias FAbián! No había pasado nunca más por acá. Un abrazo

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  3. Poemas como quien diluye viento en el agua

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  4. Hermosa poesía, sencillas y profundas. Un placer leerlas.

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