El gringo destripó un caballo
y se escondió dentro de él.
Por aquellos días los alemanes
no eran piadosos
me decía mi abuela.
Todo en el mundo se compone de moléculas
que vibran en un determinado tono.
Los más atrevidos dicen que en Mi,
otros en DO. Desde lo individual
a lo general, por ende, todo se mueve.
Existen distintas convenciones
para plasmar el movimiento.
Más allá de todas,
muchos se desvelan
entre el ruido de serruchos,
martillazos y un grabador al mango.
En este otoño caluroso,
destripo y me escondo dentro de las palabras.
La poesía por estos días no es piadosa.
Dichosos
Nos
detenemos. Aún así
la
tierra se traslada y gira sobre su mismo eje.
Nunca
para, ni siquiera a respirar.
Es
tarde. La ciudad está desvelada,
parpadea
y a veces amaga
con
algún que otro bostezo.
Autos
polarizados juegan a meteoro
por
nuestra avenida secundaria.
El
tiempo no es amigo de nadie,
continúa
y nunca nos mira.
Todo
se contrae y se expande,
movimientos
que dan forma a nuestro espacio
como
un cubo mágico en busca de un mismo color.
Estamos
a un costado, pero a la vez,
en
el centro de todo el paisaje nocturno.
Nos
tenemos uno al otro,
sin
palabras, sin miradas, sin risas.
No
hay motivo para distraernos
y
más allá del soplo de la noche
ninguno
se anima a decidir su jugada.
Estamos
donde otros han estado,
como
otros estarán después de nosotros.
Esperando
el momento
Saladero
Cabal
(Blues de la Chevrolet blanca)
(Blues de la Chevrolet blanca)
Existíamos. El sol jineteando
encima nuestro como un padrillo
como un caballo del diablo.
Por debajo la carretera a un ritmo
de 95 km/hr. Teníamos la garganta desenfrenada
e íbamos por todo.
Frondosos árboles a la vera de la ruta
danzaban rompiendo su eje vertical,
nos saludaban y seducían para que nos tiremos
a descansar bajo su sombra. Nunca lo hicimos,
la ambición lo es todo en verano.
A mi espalda las risas, la cumbia
y principalmente un descartable cortado
rebalzando el mejunje de vino, limón y azúcar.
El tiempo no se detenía.
El sol en un movimiento elíptico
buscaba descansar
trazando una horizontal hasta nosotros
señalando el final del recorrido.
encima nuestro como un padrillo
como un caballo del diablo.
Por debajo la carretera a un ritmo
de 95 km/hr. Teníamos la garganta desenfrenada
e íbamos por todo.
Frondosos árboles a la vera de la ruta
danzaban rompiendo su eje vertical,
nos saludaban y seducían para que nos tiremos
a descansar bajo su sombra. Nunca lo hicimos,
la ambición lo es todo en verano.
A mi espalda las risas, la cumbia
y principalmente un descartable cortado
rebalzando el mejunje de vino, limón y azúcar.
El tiempo no se detenía.
El sol en un movimiento elíptico
buscaba descansar
trazando una horizontal hasta nosotros
señalando el final del recorrido.
Camalotes, mosquitos, y las melodías del río.
El camino tenía su fin para darle principio
a nuestras ceremonias
los sillones, el fuego, la parrilla, el sol de noche
nuestra hermandad en plena acción
a la espera del pique.
El camino tenía su fin para darle principio
a nuestras ceremonias
los sillones, el fuego, la parrilla, el sol de noche
nuestra hermandad en plena acción
a la espera del pique.
Jazz
Una vez leí: “el rock
es una pileta,
El jazz es todo un océano”.
Pienso eso mientras
finjo escuchar un amigo.
La banda navega sobre un escenario
saltando nota tras nota
como si fueran troncos
para no hundirse en aquel océano.
Todo se desenvuelve a mi alrededor
y también en mi interior. Todo
sucede en una sincronía perfecta
mientras veo que te acomodas
en la punta del banco, posando
click.
El jazz es todo un océano”.
Pienso eso mientras
finjo escuchar un amigo.
La banda navega sobre un escenario
saltando nota tras nota
como si fueran troncos
para no hundirse en aquel océano.
Todo se desenvuelve a mi alrededor
y también en mi interior. Todo
sucede en una sincronía perfecta
mientras veo que te acomodas
en la punta del banco, posando
click.
Jazz
Una palabra que no puede
llevarse al castellano. Una palabra
que rebota por todo este lugar,
se rompe contra sus superficies
envuelta por la luz de los reflectores.
Hace rato me hablaste, pero no me podía concentrar
más que en tus labios morados,
culpa de algún vino.
Durante un tiempo fingí
que estaba tras tus palabras
y solo dije aprovecha en algún momento.
Más allá que éramos un recorte
de aquel instante, de aquel paisaje
fuimos uno
luego dos
yo fingiendo escuchar a mi amigo
vos acomodándote para la cámara.
Después no tenía nada más
y me fui
sin hablar
y aún así el lenguaje
circulaba por boulevard
como si todo fuera un océano
así, el jazz.
La resaca se presenta de formas extrañas
Una palabra que no puede
llevarse al castellano. Una palabra
que rebota por todo este lugar,
se rompe contra sus superficies
envuelta por la luz de los reflectores.
Hace rato me hablaste, pero no me podía concentrar
más que en tus labios morados,
culpa de algún vino.
Durante un tiempo fingí
que estaba tras tus palabras
y solo dije aprovecha en algún momento.
Más allá que éramos un recorte
de aquel instante, de aquel paisaje
fuimos uno
luego dos
yo fingiendo escuchar a mi amigo
vos acomodándote para la cámara.
Después no tenía nada más
y me fui
sin hablar
y aún así el lenguaje
circulaba por boulevard
como si todo fuera un océano
así, el jazz.
La resaca se presenta de formas extrañas
Hoy
el calor ceso
respirando
mi cuerpo.
Cambio
de táctica:
improviso
y salgo a caminar.
Veo
la plaza
los
padres le dan un billete
a
los chicos para que vayan
tras
la felicidad.
La
postal de desdibuja
Al
ver un chico cabizbajo y quieto.
Dos
puchos y lo encaro
me
mira y dice
al
fin llegaste.
Santo Tomé, 1984. Licenciado en Diseño de la comunicación
visual y estudiante de licenciatura en Letras. Fundador y co editor de Yerba
fanzine y Corteza ediciones. Forma parte del clan poético La Chochan y del
staff del programa radial Fantásticas Mentiras Bailables. Ganó el premio
otorgado por el público en la disciplina Letras de la Bienal de arte joven de
la UNL en 2012 y en Mención en la misma disciplina en la edición 2014. Publica
sus poemas en fanzines, blogs y formo parte de la antología Pay zumé de Corteza
ediciones (2014). Tatengue y guitarrista ocasional.
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