Del libro “las mañanas, el deshielo”, Ed. El Ojo del Mármol, 2016
Remiserías con dos horas de espera
y ningún colectivo a la redonda.
Sólo queda caminar.
Respiro aire
de chalecitos de tejas
quiero la casa grande con patio
y mesa de piedra
sobre ella un frasco de mermelada
con agua lleno de flores
de esas doradas y púrpuras
que crecen
silvestres al ras del suelo
mate pan casero
olor a pasto recién cortado.
Pero si la tuviera ya
¿sería el hogar
de chimenea y ventanas abiertas
con caminito
y dos árboles en la vereda?
¿O las flores
sólo serían yuyos amarillos y violetas
traídos por algún chico
en un domingo familiar
tiradas por ahí
como una ofrenda fingidamente consentida?
Camino
tengo que seguir.
Ahí crían y venden plantas, es un vivero, al fondo hay una casa.
El lugar es un vivero con casa en el fondo.
Eso allá no se ve,
no se huele a palo santo
de hornillos de cobre
colgados en galerías de tardecita.
Media hora caminando
al fin subo a un colectivo.
Tengo miedo de verlo. Si lo cruzo
darle un abrazo agradecido y suave
callar y entendernos
dejarlo ir.
Sé que no podría
si hoy subiera al colectivo
verlo de frente,
el mundo muerto.
Ya pasó
ya pasé por la puerta
y nada pasó.
Cruzo el puente
el verano
no era sólo calor quieto
de las dos de la tarde
era también un vértigo
matar o morir
en el fondo lo sabía
lo supe en un tren bajo tierra
en la constancia sin paisaje
vidrio y aire sin flor
subo
existís.
La única foto que tenemos
de nosotros
la imprimí en casa
en una hoja común,
quedó bien sin marco debajo del potus
y según cómo le da el sol
se trasparenta el jardín de raíces acuáticas.
Es hermosa de papel
todavía.
(De una serie inédita)
El gran árbol lamenta
No es fácil hacer bonsáis
de baobabs, lo sé.
Quisiera ser bonsái
pero no puedo
crezco abrupto sin remedio, mi corazón
es un planeta diminuto
conquistado
por raíces salvajes.
Desierto
Ahora este mar seco
esta conformidad.
Supe ser
selva, remolinos,
y a veces una barca
o un aljibe emergen
como una botella lanzada al océano
para que alguien comprenda.
Tempestades marinas
o tormentas de arena, el viento
siempre es el mismo.
Un asteroide entiende
Creí que no era necesario buscar
el calor de otro,
creí en la fuerza
de generar la propia luz.
Pero aunque floten los planetas
todo tiene una raíz,
incluso la pureza
necesita
descomponerse en algo.
Bio: Roxana Jésica Molinelli nació en agosto de 1983 en Quilmes, Provincia de Buenos Aires. Es socióloga y trabaja en el Ministerio de Trabajo y en la Universidad de Bs. As. en temas de género y estudios sociolaborales. Desde 2014 participa en talleres de escritura creativa. En junio de 2016 publicó su primer libro “las mañanas, el deshielo” por el Sello Editorial El Ojo del Mármol.
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