martes, 8 de junio de 2010

Alicia Genovese


El pájaro oscuro

En la luz enceguecedora
de la media mañana
un pájaro oscuro
sobre los arbustos;
un tordo, quizás, aunque no es
definitivamente negro;
al ladearse parece
tomar un color: un veteado
azulino en las alas;
no es el cuervo de Poe,
no es el mirlo de Stevens,
es lo que llega, impreciso
sin nombre
y el lugar adquiere
movimiento,
se posa y deja
como semillas el alerta
de lo recién tocado;
se acerca a los sauces
y en su plumaje, el verde;
otro filtro de ramas
en el mismo
tafetán cambiante:
tordo, azulejo, mirlo del sur,
se tornasola sin respuestas
como los ojos
que dan felicidad;
es un brujo de tribu
señalando con el vuelo
la vigilia del paisaje
Lo sigo
sin lograr fijarle
identidad;
un pájaro oscuro
que en la química del día
escapa de lo exacto;
conocedor de follajes
y de espejos ilusorios
burla mi percepción;

gira la cabeza, me ha visto,
abre vuelo entre las cañas
y se va, poderoso
inclasificable




El baño

Hay una ducha al fondo
de la casa
y cada tardecita
después del calor, el río
los mates, las conversaciones
sudorosas en el porche
es la hora del baño
Atravieso los ligustros
dejo la toalla en una rama
el jabón
sobre un tronquito
hachado al ras; un mínimo
preparativo antes de hacer
correr
el agua
Fría al comienzo
después más tibia
llega la que el sol
abrasó en el tanque
de fibrocemento
el día entero
Al aire libre
la caña de ámbar
vuelve encantamiento,
el rito diario;
me lavo la cabeza
me bajo los breteles,
la malla y vigilo, casi
con inconsciente cuidado
que los sonidos sean
los habituales:
algún zorzal
que levanta vuelo
una gallineta que picotea
las últimas migas
en el pasto, esa quietud
atardeciendo
las casas vecinas
y la variedad inabarcable
de hojas y ramas en el monte
extasiadas rozándose
Me enjabono
la espalda, los hombros
arden y otra vez el agua
reciben plácidos,
más sensible
el borde sin solear
del cuerpo siempre enmallado;
los pelitos de la vulva emblanquecen
con la sedosa jabonada
y los pezones se agrandan
bajo las marcas
geométricas del escote
Abro por completo la ducha
y el caudal
cae a brochazos
casi helada me apura
fuera del letargo
de la respiración;
hasta que cierro y vuelvo
al calor de las telas
al sigilo en la toalla
mientras el agua
por la zanjita
perfumada corre
como un suspiro aliviado
como un instante amoroso
y su exigente vigilia
No sabe nadie
nadie presencia
mi tarde detrás
del arroyo;
piedrita que alguien regala
y al aceptarla toma
la forma de tu mano;
no tiene valor
no se cotiza
ni siquiera se pone
en una vitrina
de objetos exóticos;
se vive con poco
con nada
se hace un reino




La obturación

más tarde volverá
a escribir
lo que ahora tacha

dejará de pelear

quizá olvide lo tachado
pero no aquel movimiento
donde la memoria
empuja ciega

sobre el silencio de lo borrado
se reanuda
hojas retoñan
en el tallo del rosal
la poda dejó cortes al sesgo

la luz del jardín amplifica
no selecciona
no descarta

Nota:Alicia Genovese nació en Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires, en 1953. Publicó los libros de poesía: El cielo posible (1977), El mundo encima (1982), Anónima (1992), El borde es un río (1997), Puentes (2000), la antología La ville des ponts (Québec, 2001) y Química diurna (2004). Es autora del libro de ensayo La doble voz. Poetas argentinas contemporáneas (1998).

1 comentario:

  1. QUé gusto leerla siempre!!! una grande!!! Y si se la conoce personalmente se puede llegar a sentir hasta cierta reverencia laboriosa por la escritura que antes no se sabía presentir.
    Arcadia

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