miércoles, 18 de mayo de 2011

Washington Cucurto


Mis amigos peronistas...


Ya no me saludan, ayer,
en un festival de poesía me los encontré a todos, cuántos días sin verlos,
poetas peronistas del 90, buenos muchachos...
admiradores de la Montaña Mágica, de la credibilidad
de la realidad que se
rompe.
Qué alegría de verlos... están frente a mí,
qué sensación, están todos los cerebros lúcidos
de la vieja patria peronista y montonera
que sólo existe en un par de versos prodigiosos...
Es otoño, muchachos, salgan a las calles.
Una alegría de verlos, gran emoción
pensé en abrazarlos...
Mas mi amigos peronistas ni un “hola”,
yo andaba como siempre pensando en mis hijos
con mi compañera cartonera hablándole a gente de Gonzalo Millán,
de la importancia para el mundo que tiene la alegría de La Casa de Cartón,
Martín Adán...
para el mundo del Instituto Goethe del centro de la Ciudad...
Ayer, con mis amigos peronistas
comíamos pizzas,
jugábamos al fútbol, hablábamos de poesía, la mente burguesa
no inundaba la esfera de las atrocidades
¿qué fue de los crecimientos libres, de las estéticas liberadoras?
¿Qué fue, dónde carajo está la poesía del futuro que cambiaría
el mundo? ¿Qué hacen con la cabeza llena de formalidades, vanguardias y retaguardias?
Siguen envueltos en la seda de la poesía igual que en un capullo...
subnormales, 30 % de hombres, Fidel los hubiera colgado a todos...
tendidos humildemente para que el capitalismo se los culee.

Ángeles guardianes de la esfera del oro,
practicantes de la mejor poesía,
ya ni me ven,
ni me saludan, ayer, nomás,
pensar que me querían tanto,
y yo sigo siendo aquél
que ayer nomás decía
el canto azul y la canción profana
ayer...
hoy, soy invisible,
les gritó “¡Oa, muchachos, mírenme!”

¡Es otoño, muchachos!

Acá estoy, mírenme
trabajo cada día más,
mis amigos peronistas se volvieron viejos y panzudos,
hasta pelados, a mí no me llegará la vejez a los 45 años y pelado,
jamás la vejez me llegará pelado, sino con canas blancas, pero jamás pelado,
y qué exito
tendré con las mujeres: Imaginensé:
un negro con una cabellera blanca.
Completamente blanco.
Mis amigos peronistas, ex admiradores de montos, porque montos no pudieron ser,
no les daba el cuero, tenían cinco años.
Pero disfrutaron de la década del 90 más que cualquier monto,
de las putas dominicanas,
Brasil, los viajes a la Conchinchina...
La pasaron bien.
Mis amigos peronistas ya no son más amigos míos,
comentan del cartonerío como una mala salida, se volvieron viejos,
ya no pueden correr una pelota,
están pelados y panzones...
... Yo tengo la necesidad... de comprar...:
cuatro prestobarbas por semana,
voy 3 veces al mes al peluquero...
Soy el lobizón en un mundo de finlandeses...

¡Es otoño, muchachos salgan a la calle,
no me hablen más de rimas!
Este poema es para que quede bien en claro...
qué es el peronismo... peronismo, sagrada palabra...
Mis amigos peronistas tienen el peor concepto del peronismo,
creen que el peronismo es la interpretación,
la intelectualidad burguesa,
muchachos, viejos del orto, el peronismo es juventud...
no se puede ser peronista sin ser joven.

Regla número 1:

En el viejo y revolucionario Partido
no se aceptan viejos chotos pelados
pálidos sin vida. E incapaces de
agarrar una pala, poner agua en un termo.

Regla número 2:

El Viejo Partido, no acepta
poetas sicoanalizados...
El sicoanalista del pueblo es Juan Perón...
El antiquísimo Partido no se encontrará nunca
con los grandes poetas peronistas de este país.
No aplasta el culo a la silla diez horas por día.
Yo aplasto el culo diez horas y otras 20 corro, corto, cojo, boxeo y escribo poemas a favor de mis amigos peronistas.
Mi día tiene 40 horas.
Mi día no se acaba nunca, no conoce la oscuridad,
en él retumba la cumbia... como en mi corazón...
Además tengo dos hijos y hermanos, compañeros del trabajo,
y tengo dos mujeres de este pueblo, ellas no escriben versos,
no pierden el tiempo en reuniones de poetas o presentaciones de libros,
mis dos mujeres trabajan cada día,
ellas son el triunfo final, de sus vientres saldrán
las personas que harán olvidar a estos viejos chotos,
pelados del orto, ellas están de parte de la vida, son la vida,
me dan vida y retoños hasta que cumpla 80 años.
Mis amigos peronistas, burgueses subsidiados por sus padres o el estado,
o la renta, hijos de políticos, de profesores, de ex montos que ahora tienen empresas, el zorzal llama a los montos,
el monto llamo al mono
pero el mono se ha independizado
ahora lee y escribe y certifica
“no se hace llamar peronista”.

Dice el burgués horrendo, cerdo acodado en los medios del Poder:
“Estan envueltos en la red de la poesía, igual que en un capullo”.
Yo agregaría, de estos judíos saldrá el monstruo o mariposa,
palidez y panza.





Fauna onceana

Gordos vendedores de maní con chocolate.
Gordos vendedores de medias futboleras de equipos europeos .
Gordos vendedores, ex pasteleros, de pastelitos de membrillo.
Gordos, perversos vendedores que venden a sus hijas como si fuesen ropa.
(Bombachas, medias, remeritas, topsitos. Se pajean con ellos).
Gordos, cerdos vendedores de choripanes, morcipanes, riñopanes,
adobados con la carne de sus propias mierdas.
Gordos vendedores que dan la hora.
Gordos, calculadores vendedores que te dan el día y la hora exacta de tu muerte.
Gordos, tétricos vendedores que se cargan a la muerte, por encargo.
Gordos, velocísimos vendedores que ponen en juego tu imaginación:
te venden un juego de agua con lucecitas fluorescentes, más alarma y dos pilas
de regalo.
Gordos, tropicalísimos vendedores emparentados de inmediato con tus ganas de escuchar música.
Gordos, grasas y tránsfugas vendedores que te venden lo que tu vida no necesitaba hasta que llegaron ellos.
¿Por qué aparecerán? ¿Quién los llamó?
Gordos, hispanos vendedores de toda la hispanidad mundante: antologías de García Lorca, novelones de J. Amado, Guías de calles de la Ciudad, Biblias, mapas, posters.
Gordos, simpaticones vendedores dispuestos a venderte la mar en coche enmoñada, el moro y el oro, un fangote de moscas y hasta un amor.
Gordos, necesarios vendedores que alimentan tu imaginación y comienzas a necesitar.
Gordos, peligrosos vendedores que te apuntan a la cabeza con un arma.
Gordos vendedores que te anuncian el jeans más barato por altoparlante.
Gordos, arequipeños vendedores de pilas, linternas, lotos, cotos, alegres o tristes, como usted quiera. “Lo que usted quiera”.
Gordos, subsidiarios vendedores que hunden y salvan al mundo a cada grito.



Una cartonería en Buenos Aires

¡Cómo les explico, señores lo que es una cartonería en Buenos Aires!
No hay palabras para semejante despropósito de amor.
El poeta al final del día tampoco encuentra las palabras adecuadas.
Es que no las hay.
En la calle Brandsen del barrio de La Boca, en esta tarde otoñal
late una cartonería, un tallercito donde unos jóvenes osados
fabrican los libros más lindos que vi. No soy un
bibliofilo, pero esto lo puede constatar un bibliotecario yanqui
con familia en México. O un mexicano estadounidenseado.
¡Por qué todos los bibliotecarios yanquis son latinos?

En la cartonería en Buenos Aires, están los hombres más simpáticos,
esos a los que nunca tendremos el disgusto de conocer y el placer de leer.
Que sea siempre así, en esta cartoneria donde un grupo de
trabajadores sueñan, pintan tapas y recortan el cartón de las calles
Pero es dificil explicarles con lujo de detalles qué es una cartonería.
Nadie lo sabe, ni siquiera nosotros.

Nota: seudónimo de Santiago Vega, poeta, narrador y editor argentino, nacido en Quilmes hacia 1973.Zelarayán, La máquina de hacer paraguayitos, 20 pungas contra un pasajero, La luna en tus manos y Hatuchay son alunos de sus libros en poesía.

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