Superlativo de verde
El verde guía mi vida, como todas las cosas fundamentales,
con su inagotable misterio. Sin excepción ¡sin invierno! transforma las horas
para mi gozo, me sitúa siempre en un más allá de lo que soy capaz de sospechar:
el superlativo de verde.
Mi obsesión por un placard poblado de vestidos verdes es
apenas un detalle al lado de la visión que me salvó de la tristeza: aquel campo
que un día fluoreció infinito, brotó una pregunta en mi alma ¿es posible
permanecer dormida ante la intensidad? Desperté y siguieron los años. Con ellos
brotaron de nuevo las palabras desplegadas en móviles de intimidad. En su tibia
corriente, mis cartas terminaban una y otra vez en dichoso mantra: "mucho
amor, luz y verde". Intención y certeza de futuro: lo que tanto deseé para
otros volvió a mí. Regresó pidiéndome que saltara a una nueva versión a miles
de kilómetros de lo conocido.
Por amor a un árbol.
Ahora vivo en un país tropical donde el verde se multiplica,
exhuberante y diverso. Absorta en sus tonos, escucho: verde-agua, verde-hoja,
verde-jade "¿Vos que naciste acá, te fascina el verde?" "¿Te
transporta?" Verde-basilisco,
verde-fruto, verdes tus ojos.
Verdes con un archipiélago de miel ¿Acaso el verde no nace del amarillo y el
azul?
A Duque, mi compañero desde que llegué a este país.
Perro espía, perro dragón, ya duerme cobijado por la tierra
que lo vio crecer. Ahí lo dejamos como un ovillo, canela suave, bajo campanas
rojas que yo misma sembré para que llamaran a la vida. Alrededor suyo todo
abunda: crece el maíz, el limón dulce, la naranja malagueña, el delicioso
aguacate, las cerezas. Huele a piña, a sol, a tierra mojada. “Perro ferveroso
de tierras tropicales”: nunca pensé que nunca.
El ojo que todo lo ve no me sigue más. La visión retorna
hacia donde todavía se sienta junto a mí cada día, donde tiembla con el trueno
o espera en silencio a que vos le entregues el corazón del mango. Cada imagen
deposita a su lado una nueva y atraviesa todas las demás. Una, como un futuro
imposible, me llena de sal y agua. Yo quería llevarte a conocer el mar.
***
Salíamos del bosque. Yo todavía jugaba a la esperanza y
buscaba el único árbol que nos llevaría, en sentido ascendente, hacia él. No
habíamos terminado de inventar la historia por la cual nuestro encuentro con
aquel animal efectivamente sucedía, cuando -de pronto- la futura mentira se
hizo verdad.
"No me muevo de acá hasta que se vaya", mentí otra
vez, como si hubiera opción. Hipnotizada, atrapada, me sumergí en la
contemplación.
Sobre una rama, en tan leve existir, mágnifico, el quetzal.
Ave venida de otro mundo para edificar la belleza. Esmeralda, escarlata, a cada
movimiento parecía ser uno y otro, sin abandonar jamás el misterio.
Silencio
Bio:(Córdoba, 1982) Desde pequeña me muevo en las aguas de la
literatura y afines: lectora voraz; Licenciada en Letras Modernas y Técnica en
Corrección Literaria por la UNC;
profesora de español para extranjeros; colaboradora de la guía cultural
de Córdoba, Bitácora de Vuelo. Actualmente, soy alumna de posgrado de Gestión
Cultural. Aprendo a realizar papel hecho a mano, libros de artista y cuadernos. Desde el 2013 vivo en Costa Rica.
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