lunes, 4 de febrero de 2019

Jorge Curinao






VI

Lo más terrible sucedió. Todo se rompió. Después de tantos meses, volví a ver mis manos en aquella tarde azul. Los flamencos danzaban.

VIII

Cuando nos despedimos, palabras con pájaros llovieron contra el cielo. No había terminado de cantar aún el último gorrión y, en nuestras manos, alguien lloraba. Lo sé porque aquel verano duró una eternidad.

IX

Mi padre era un trabajador. Una mañana, en la primavera de 1987, se fue como todos los días. Pocos días después desapareció. Nadie supo bien qué pasó. Tal vez el mar. El cuerpo de mi padre muerto estuvo allí, en el mar, tirado por varios días, varias semanas. Nadie supo bien qué pasó. Como suele suceder. Desde entonces odio las muertes, las esperas y sobre todo, los ojos que no quieren mirar.

XI

Todas las noches me despierto para ver si mis manos siguen siendo manos. Y aún no necesito preguntarme qué es una mano. 

XIII

Se aprende, en el pueblito, a caminar despacio. Se aprende a hablar con las estrellas, con los muertos. Escucha, cierra los ojos. Es la piedra que puse entre tus manos.

XVI

Cada tarde, abríamos las ventanas para darle paso al tiempo. La casa tenía el rumor de los grillos perdidos. A veces, el color era el mismo. Descubrir uno distinto, era toda nuestra aventura.



XVII

No hubo tiempo de distracciones. Ni con el afuera, ni con el adentro. Se vivió hasta el último hartazgo. Supimos, enseguida, que el porvenir no estaba en los rostros ajenos. No tuvimos, lo que se dice, un buen pasar. No hubo lamentos por eso. No hubo necesidad de arañar el asfalto. Era tanta la vida, que salíamos del cuadro antes del final de cada comedia.

XXI

El tiempo llegará, en pedacitos. No faltará quien nos bese los párpados, huesos exiliados del alma. Sí, el tiempo llegará y borrará estos años de luz pegados a tu ventana.

XXII

Salimos del silencio y de nuestros miedos. Nos abrazamos. Fuimos certeros con el destino. Ahora, todos los que no fuimos, nos visitan. Quieren saber si era cierto.

XXIII

Debajo de la hoja está el árbol que crece, el pájaro que cae. Quiero decir, sin temor, la sombra de tu sombra, adentro del sueño.

XXIV

Cada mañana miro tus ojos para encontrar en ellos, mis manos. Así aparece la muerte. Primero, en el botón de la camisa. Luego, en las miradas que nadie quiere cruzar.

XXVIII

En cada rezo, mis manos no tienen dueño. No hay, fuera de ellas, una conspiración. Nos llevará varios siglos de distracciones pero, al final, pondremos la atención en las sombras. Dios es una palabra y el argumento termina aquí, donde el viento tajea.

Del libro Otros animales (20014)



 Bio: nació en Río Gallegos, Santa Cruz, en 1979. En el año 2006, su libro Sábanas de viento fue elegido para ser publicado en la selección Mi Primer Libro, organizada por la Municipalidad de Río Gallegos.
Posteriormente publicó Plegarias del humo (2009), Cactus (2010), Nadando (2012) y Otros animales (2014).
En 2014, algunos de sus poemas fueron incluidos en la Antología Federal de Poesía de Patagonia, publicada por el Consejo Federal de Inversiones (CFI).
En 2007 y 2015 representó a la provincia de Santa Cruz en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

4 comentarios:

  1. El impacto que me produjeron tus poemas sigue resonando. Y lo seguirá haciendo. Gracias, querido Jorge. Gracias Germán, por compartirlos.

    ResponderEliminar
  2. No me sorprenden estos poemas de mi amado Jorge Curinao más bien continua su magia su color y calor en casa verso mi abrazo agradecido por compartir tanto desde sus letras. Mi afecto de siempre querido Poeta.bts

    ResponderEliminar