sábado, 26 de diciembre de 2015

Melisa Mauriño





La piel de la oruga

Así como la ninfa
yo también tejía
ese capullo negro
en el corazón de la noche
del derrumbe

trenzaba los hilos
de mis largos cabellos
alrededor de tus dedos

ya estaban humedecidos
de tanto escarbar en mi nombre
caído en esa grieta de luz
que unía y separaba tus labios
de los míos

no usabas alianza en ese dedo
pero mis hilos
quizás demasiado frágiles
aún se cortaban
a la tercera vuelta

y tenía que volver a empezar
como si yo también cayera
del borde de tu tiempo

Así como la ninfa
yo también
me bajaba despacio
el vestido como la piel
de la oruga deslizándose
hasta tocar ese final de cuento
anunciado hasta el hartazgo

y aún así
igual que ella
vi con horror la pausa
el vestido,
muerto en la mitad
del cuerpo,
descubriendo a medias
lo sensual, lo trágico
del amor
cuando no se termina.




El día después de los humanos

Hablábamos
pero no por hablar
de la lluvia o el suicidio
sino para hacerlo
un poco menos difícil
estando en el aire
todo eso

mis codos
en el mantel de hule
pintado a la mesa
las tardes de calor,
el redoble metálico de tus dedos
desafinando otra canción pasada
de moda, pegadiza
pegajosa
como la tarde

dijiste que el día
después de los humanos
los leones se echarían al sol
en Central Park,
pensé la libertad
cuesta años
de encierro

dijiste también
que el verde cubriría el cemento
y treparían las hojas
los rascacielos,
pensé en los árboles
que vi talar
porque sus raíces rompen
las veredas y los desvíos
son peligrosos

el día después
de los humanos
el sol inicia su descenso
y las sombras
en el agua se mueven
del color de la sangre y tiemblan
hasta ahogarse
o aprender a nadar

dijiste me gusta
fingir el fin del mundo
para morir un rato
en el cuerpo de otra mujer

pensé el fin del mundo
es todos los días
para el león
que ve caer al sol
en su jaula, para la hoja
que se desprende
del árbol y también
para el amante y lo que arranca
de sus ojos la lluvia
el día después
del amor.




Pasaje

Una polilla se apagaba
se dejaba estrangular por las horas
agarrada a la pared de la sala de hospital
donde los vientres
estaban a punto de abrirse

supe que aun con su agonía a cuestas
quizás debido a ella
era todavía parte del mundo
porque al tocarla con mis yemas sentí
la gamuza de su cuerpo
recibirme humana
en su ser de insecto

¿te conté que antes de morir,
cuando no se aparean,
se vacían el útero de huevos
que están vacíos?

Estaba en eso cuando la acosté en mi mano
y el suyo era un cuerpo en coma
que reconocía la piel
con un profundo silencio

¿te dije que sus alas huelen como el polvo
acumulado sobre los muebles
después de una larga ausencia?

¿que es preciso desplegar muy grandes
los párpados para ver el salto inaugural
que la devuelve añeja, recién nacida
a la caricia del crepúsculo
guiando su último vuelo
de regreso a la tierra?




Partir

                        A Midori, para su viaje


Anoche agonizabas, yo escribía
tus alas se rompían en su choque
abandonadas al ras del suelo

te escuché

¿cómo decir el ruido de las teclas
las palabras
que se abrían a los golpes
de mis dedos
como el masaje cardíaco
sobre un corazón seco?

te saqué del nido
temblabas
tus espasmos eran gritos
que caían, ya maduros
de las copas de los ceibos

te acaricié, así    pequeña
frágil como espuma
pensando por qué
no habías querido partir
para ser libre

y me dolió
tu pata quebrada pegada al cuerpo
el rostro triste de un niño
que lleva un yeso en el que nadie
escribió su nombre

una mujer de ojos negros
ya no estaba
dibujada en tu lomo
te faltaban partes
como a mí
transparente y expuesto pude ver
lo que tenías dentro

te hablé
y en mi arrullo animal
fuiste cediendo, tus alas quietas
te dije "ya está, ya podés irte"
dejaste semillas por toda la casa

te quedaste así
como una efigie dorada
un tótem guerrero
que se rinde al fin
derrumbado por el peso
de la lucha y no supe
si era triunfo
o derrota

encontré esta mañana
tu máscara funeraria
donde yo te había dejado
para que duermas

ahora te escribo y no sé
cómo decir el ruido de mis dedos
que golpean las teclas, de tus alas
que golpean el cielo.




Fin de año

Ya eran pasadas las doce
no sé
si del día o la noche

en todo caso los papeles
en el aire
no acababan de irse,
un calendario hecho pedazos
de Enero a Diciembre

incluso la lluvia había borrado
la última cita
señalada por una marca de agua
o una lágrima
arrastrada por otras más copiosas

pensé en vos
por última vez
me dije "el año pasado" cuando los fuegos
estallaron en el cielo
todavía mojado

pensé "la gente
dice con ruido la felicidad"
y vos dijiste
"que sea tu año, niña bonita"
cuando brilló el sol esa mañana

pero estoy triste
y no estallan mis fuegos como bombas
de una guerra antigua

quedaba humo, algo de pólvora
entre las nubes
la luna escondida
una quietud mortecina
en las puntas de la lluvia

y yo pensé "la gente
dice con silencio la tristeza".


Bio: (Buenos Aires, 1985), Licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es residente de 4to año de la Residencia Integrada Multidisciplinaria de Psicología en Hurlingham, Pcia. de Buenos Aires, y ejerce su práctica como psicoanalista también en el ámbito privado. Escribe narrativa y poesía. Ganó el primer premio del 1er. Concurso Nacional de Poesía Viajero Insomne 2015 con su primer libro “La piel de la oruga”, que será publicado a principios de 2016 por Viajero Insomne Ediciones.

Fallo del 1er. Concurso Nacional de Poesía Viajero Insomne 2015
En Buenos Aires, a los nueve días del mes de noviembre de 2015, el jurado conformado por los poetas Claudia Masin, Carlos Battilana y Enrique Solinas decidieron otorgar:
El "Primer Premio de Poesia" al libro presentado bajo el nombre "La piel de la oruga" porque “es un libro que combina un imaginario rico y sorprendente con una reflexión cruda e inquietante acerca de la experiencia amorosa. Este texto, frente a la dificultad que siempre representa para la poesía escribir acerca del amor sin recaer en la trampa del lugar común o de la sensiblería, apuesta a la potencia de un lirismo seco, refrenado, alejado de los desbordes y la grandilocuencia. Se trata de un libro sólido y contundente, que tiene un enorme mérito: logra crear su propio universo. Un universo enrarecido, en el cual las metáforas ligadas a la vida natural operan como un punto de referencia para hablar acerca de la complejidad de las emociones humanas, mixturando ambos mundos en una trama común en la cual la impermanencia y la fugacidad de todos los fenómenos son las únicas certezas que, delicada pero firmemente, atraviesan por igual a todos los seres. La escritura es, en este libro, a la vez intensa y suave, y su raro equilibrio entre imágenes sensoriales e ideas logra, a la vez, tocar las emociones y el pensamiento. Un libro que tiene muchas cosas por decir y las dice con precisión y belleza.”


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