El
dominus
Me refugio en la Toscana
a fin de vivir como me guste
pero ni siquiera tan lejos de Roma
esto es posible.
Me abruman los campesinos con sus quejas
con disgusto leo mis propios escritos
mis cuentas están abandonadas
mis cosechas no progresan.
A veces monto a caballo
y recorro los campos
actúo como un verdadero propietario
aunque siento
que no es más que un paseo.
Me detengo a ofrecer algo
a los campesinos
converso, bebo con ellos
y cuando me llaman
señor, dominus
con reverencia
siento que solo se trata
de un juego.
Entrega
Berenice, amiga
debes ir con tu marido
y entregarte a él.
La mayoría de las mujeres
no conocen ese arte.
Que no te vean
salir por esa puerta:
quedarías presa
de tu libertad.
Vístete
ponte tu collar, tus perlas
y no vuelvas.
El grito
Mi vida es simple
me acuesto al sol
entre las espigas
mi padre hace la siega
con el filo de la
guadaña.
Cuando llueve
comemos torta de trigo
y bebemos
el mosto.
Una legión de
soldados del César
me ha arrancado
de casa
como una espiga
que no quiere salir
de la tierra.
Meses más tarde
me han abandonado
cerca de un río
helado
ahora en las noches
camino sola
he perdido el habla
mi voz ha quedado
dentro de mi cuerpo
y mi grito
no puede salir
aunque destroza
mis oídos.
Una
romana
No te quejes, Aulus
cuando hables a una romana
y ésta se queda en silencio:
no hay mayor placer
que dedicar palabras
encendidas
a una mujer
que permanece en su sitio
y no huye.
Eso muestra que lo disfruta
pero es pudorosa.
Si eso no enciende tu deseo
¿Qué lo hará?
¿Prefieres que te conteste
como un soldado?
Su silencio solo dice:
dame tus palabras
más y más
y, por favor
no te detengas.
Lágrimas
Ha venido Sabiniano
tu esclavo liberto
a quien tanto has amado.
Se ha aferrado a mis pies
como si fueran los tuyos.
Permaneció en silencio por horas
no podía irse
sus rodillas quietas
me han enternecido.
Recíbelo.
Piensa que más se debe perdonar
cuanta mayor razón se tiene.
Ni siquiera te pido
que lo disculpes
tan solo que lo dejes
suplicarte
y sientas sus lágrimas
ellas, por sí solas
harán el resto.
La
nodriza
Entrego su cuerpo
a médicos y sacerdotes
ellos lo cubrirán con aceites y vendas
lo secarán por siempre.
Un joven sorberá sus sesos
con una caña por su nariz.
Les doy sus juguetes
de piedra y papiro
para cuando despierte
junto a su madre Isis.
No está muerto
está por nacer.
Dentro de cinco mil años
volverá a beber mi leche de nodriza
en el campo negro de la noche.
Celos
Ese hombre a tu lado
escucha tu voz, tu risa:
se me sale el alma del pecho
mi voz no tiene palabras.
¿Qué es una voz sin palabras?
¿Acaso se me ha roto la lengua?
Siento un zumbido en los
oídos
como un enjambre de abejas
ellas también se ríen
de mi turbación.
Siento mi muerte lejos
porque sufro
– sufrir es estar vivo, tonta –
y todo hay que soportarlo
incluso el amor.
Qué
escribir
Me preguntas
sobre qué debes escribir.
Amigo, tu pregunta me suena
a que tienes el corazón
frío como el mármol de Paros
y yo tengo el tiempo justo
ni un segundo más
ya que el tiempo pasa demasiado rápido.
Me molestas con tus demandas.
De todos modos
anota esto y luego arrójalo al fuego:
no busques: los idiotas buscan
limítate a recoger
no te detengas en el oráculo
no molestes al mundo con preguntas
– este ya tiene demasiadas y una más está
de sobra –
ni mires sombras con una lupa
no interpretes, habla
el mundo está rebosante
no siembres, no trabajes de más
deberías tomar lo que tiene el rico
seguramente no lo obtuvo con sudor.
Usa tu lengua, tu ojo, desarrolla el tacto
no busques sentidos ocultos.
Si quieres un poema
el aire está repleto de frases
de brillos que se te ofrecen.
Deberías aprender del pirata:
él obtiene lo necesario
y sabe que el esfuerzo
arruina el placer del botín.
Bio: Nació en La Plata. Publicó El mundo
después (relatos), Nunca vi el mar (poesía), Literatura y vacío (ensayo),
Manual de jardinería (novela) y Acerca de un imperio (poesía).
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