miércoles, 21 de abril de 2010

Fernando Molle


De la lectura del libro

Libro es doble ojo que se inclina
para mirar a pique en mundo plano
vida que la vida no le alquila.
Libro es el lector, y si respira
se imprime a lo que lea continuado;
la página que sigue, nuevo día.
Libro es el contrato no leído:
cerrado, al otro libro no termina.



De cómo reemplaza al que lo lee

Minuto a su favor se cobra libro
en fijo plazo a página invertida;
postizo por un tiempo da su día,
y alumbra bajo techo en quien lo lea.
Sentado, quien se inclina a su aventura,
en rápido renglón consume y mira
su día y otro día que él reúne
en punto ciego, fecha que termina.
Leído cada día, menos hora;
vivida cada hora, menos vida.



Del que lee

¿Adónde lee? Renglón le borra
pensión, Lanús. Palabra exprime
cabeza puesta en suero a pulso lenta
(la gota en la gotera no se mira).
Renglón embolsa tiempo, borra día.
Cabeza sumergida no bucea
ni en barrio ni partido; letra imprime
ciudad sin propio dónde removida.



Del ritmo del poema

Ritmo es del poema su mensaje;
palabra, de palabra su primicia;
si canto pulsa letra, muestra vida,
y en pulso a su poeta verifica.

Nadie no respira si está vivo,
ni muere en un disfraz; poema juega
sólo a la verdad de su sonido
que en sístole y en diástole unifica
el pulso de la mano en su poema,
su ritmo en el latido del que lea
latir una palabra en su latido.


De una mujer poeta
Mujer no está sentada cuando escribe;
las cosas, a su letra, si respiran,
nacidos ojos abren, ya desnudas,
ajenas de su peso, distraídas
del cerco de la idea que liberan.
Mujer poeta loca no está loca:
es sola; cuando niña amada entienda
del pulso que en la idea no perciba,
al peso de lo vivo en tonelada
levante sin balanza que lo mida.



Del libro parecido

Poema repetir, poeta arruina;
tipeo, si no imanta, molde oprime,
y a gran bostezo amarra su albedrío.
Palabra, ya que estaba, se empeora
si vuelve a oído el taco de vecina;
poeta dicho dice que es poeta,
leído ya leído es olvidado.
Poema retirado no quería
volver a trabajar; así castiga.



Del aplaudido

Aplauso para libro, que transgreda:
tapón serena voz, mordaza amarga.
Si cuña quiso abrir, cuando retumben
palmadas para insecto, lo vivido
bifurca de palabra, duerme fuera.
No cuña sonreída, vida quiso
dar vida sin ser dicha como libro.

Nota:Fernando Molle nació en Buenos Aires en 1968. Publicó El despertador y el sordo (1995) y La revoltija (1999). Del libro, inédito (2009). Coordina talleres de escritura en el C. C. Rojas (UBA) y escribe sobre literatura en diferentes medios.

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