lunes, 10 de enero de 2011

Armando Tejada Gómez



Hay un niño en la calle

A esta hora, exactamente,
hay un niño en la calle.


Le digo amor, me digo, recuerdo que yo andaba
con las primeras luces de mi sangre, vendiendo
un oscura vergüenza, la historia, el tiempo,
diarios,
porque es cuando recuerdo también las presidencias,
urgentes abogados, conservadores, asco,
cuando subo a la vida juntando la inocencia,
mi niñez triturada por escasos centavos,
por la cantidad mínima de pagar la estadía
como un vagón de carga
y saber que a esta hora mi madre está esperando,
quiero decir, la madre del niño innumerable
que sale y nos pregunta con su rostro de madre:
qué han hecho de la vida,
dónde pondré la sangre,
qué haré con mi semilla si hay un niño en la calle.

Es honra de los hombres proteger lo que crece,
cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
evitar que naufrague su corazón de barco,
su increíble aventura de pan y chocolate,
transitar sus países de bandidos y tesoros
poniéndole una estrella en el sitio del hambre,
de otro modo es inútil ensayar en la tierra
la alegría y el canto,
de otro modo es absurdo
porque de nada vale si hay un niño en la calle.

Dónde andarán los niños que venian conmigo
ganándose la vida por los cuatro costados,
porque en este camino de lo hostíl ferozmente

cayó el Toto de frente con su poquita sangre,
con sus ropas de fé, su dolor a pedazos
y ahora necesito saber cuáles sonríen
mi canción necesita saber si se han salvado,
porque sino es inutil mi juventud de música
y ha de dolerme mucho la primavera este año.

Importan dos maneras de concebir el mundo,
Una, salvarse solo,
arrojar ciegamente los demás de la balsa
y la otra,
un destino de salvarse con todos,
comprometer la vida hasta el último náufrago,
no dormir esta noche si hay un niño en la calle.

Exactamente ahora, si llueve en las ciudades,
si desciende la niebla como un sapo del aire
y el viento no es ninguna canción en las ventanas,
no debe andar el mundo con el amor descalzo
enarbolando un diario como un ala en la mano,
trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
golpeándonos el pecho con un ala cansada,
no debe andar la vida, recién nacida, a precio,
la niñez, arriesgada a una estrecha ganancia,
porque entonces las manos son dos fardos inútiles
y el corazón, apenas una mala palabra.

Cuando uno anda en los pueblos del país
o va en trenes por su geografía de silencio,
la patria
sale a mirar al hombre con los niños desnudos
y a preguntar qué fecha corresponde a su hambre
que historia les concierne, qué lugar en el mapa,
porque uno Norte adentro y Sur adentro encuentra



la espalda escandalosa de las grandes ciudades
nutriéndose de trigo, vides, cañaverales
donde el azúcar sube como un junco en el aire,
uno encuentra la gente, los jornales escasos,
una sorda tarea de madres con horarios
y padres silenciosos molidos en la fábricas,
hay días que uno andando de madrugada encuentra
la intemperie dormida con un niño en los brazos.

Y uno recuerda nombres, anécdotas, señores
que en París han bebido
por la antigua belleza de Dios, sobre la balsa
en donde han sorprendido la soledad de frente
y la índole triste del hombre solitario,
en tanto, sus señoras, tienen angustia y cambian
de amantes esta noche, de médico esta tarde,
porque el tedio que llevan ya no cabe en el mundo
y ellos son los accionistas de los niños descalzos.

Ellos han olvidado
que hay un niño en la calle,
que hay millones de niños
que viven en la calle
y multitud de niños
que crecen en la calle.

A esta hora, exactamente,
hay un niño creciendo.

Yo lo veo apretando su corazón pequeño,
mirándonos a todos con sus ojos de fábula,
viene, sube hacia el hombre acumulando cosas,
un relámpago trunco le cruza la mirada,
porque nadie proteje esa vida que crece
y el amor se ha perdido
como un niño en la calle...





Poeta de la legua

Cantando por ahí, se ha sentado a mi mesa
el cantor, el rufián, el ángel, el guerrero,
el empresario, el lúcido, el loco, la ramera:
gente de bravas índoles y de modales feos.
Juntos hemos bebido del vino del escándalo
y le hemos bajado los calzones al tiempo.
Alguna vez la copla arde en sus corazones
y recorre sus aguas y sale por sus ojos
con el sigilo junco de un niño abandonado
que ha visto a un dios de sal, pero lejos y solo.
Y yo, que tengo sitio de laurel en mi pueblo,
mientras esto no cambie, bebo y canto con todos.






Segundo informe para ausentes

Es increíble: he muerto
y ando por mi casa.
Vienen amigos. Beben
y, minuciosamente,
se acuerdan del pasado.

Me recuerdan: ¿te acuerdas
de aquello que cantabas?
-¿Cómo era esa del niño?
-¿La del laurel es tuya?
-Yo le oí esa canción
a la Mercedes Sosa.
Hablaba de la tierra...
(puta, si me acordara!)
Era una que decía
que el que no cambia todo
no cambia nada.
Hacé memoria. Dale!
(Puta, mi me acordara!)

Insepulto, le agrego
más brasas al asado.
Pienso en ustedes.
Echo más leña al fuego.
Digo: el humo bombero
me ha mojado esta lágrima.
Pienso a lo lejos. Sé
que no debo llorarlos.
Aunque esté muerto
y ande como Juan por su casa.






Menú del día

1

El lunes se despierta labrador, metalúrgico,
ferroviario, bracero, pintor, oficinista;
avanza tumultuoso con todos los oficios
y simple, como un silbo, va a buscarse la vida.
Dicen que el lunes es padre. Pero también es madre.
Yo canto que también es muchacho y muchacha.
Madruga en las azules brújulas del planeta
y anda de campanero por los gallos del alba.

El lunes se conduele del que no tiene lunes,
del lunes sin semana de los desocupados,
pasa frente a sus casas como una estrella errante
donde hace cola el odio con los puños cerrados.
Yo suelo ver al lunes a eso del mediodía
en la fonda, en los bares, en las grises cantinas,
celebrando un puchero de rabo sustancioso
donde un coro de choclos sinfoniza la risa.

Pienso que si los lunes se pusieran de acuerdo,
como ya sucedió y sigue sucediendo,
todo amanecería violentamente hermoso
y en todas las cantinas cantaría el puchero.

2

Si uno ríe los martes, debe llorar los viernes
y mirarse las manos a la luz de una vela,
porque el martes, desnudo, como un niño, padece
de las admoniciones de la luna perversa.
Los martes tiene ruidos en todos los rincones
y suelen nominarse con un trece tridente,
por lo que el martes es ese muchacho de catástrofe
que rompe las ventanas de los adolescentes.

Haga el martes arroz, fideos con manteca,
una sopa liviana, churrasco vuelta y vuelta:
hay que evitar el íncubo que oficia a media noche
y las convocatorias rojas de la pimienta.

Los martes se discute. Hay plenario en la casa.
El viejo se levanta. Deja el puño en la mesa.
Sus hijos dicen: armas, dicen Che, dicen basta
y sobre nuestra bronca pasa ardiendo la huelga.
-Madre, no llore. Madre, no estamos contra el viejo.
-Estamos contra el mate del paro dominguero.
-El cree que la huelga es cosa de parar
y nosotros creemos que es pueblo en movimiento.


Nota: Nació el 21 de abril de 1929, en Mendoza; y el 3 de noviembre de 1992 muere en Buenos Aires. Fue poeta, letrista, escritor. Algunos de sus libros son: Pachamama. Poemas de la tierra y el origen, Mendoza, 1954, Tonadas de la piel, con prólogo de Jaime Dávalos, Mendoza, 1955,Antología de Juan, con dibujos de Carlos Alonso, 1958,Ahí vá Lucas Romero, con dibujos de Enrique Sobisch, 1963.

12 comentarios:

  1. Amo a este gran ser humano , poeta, escritor cantautor , padre, quien es ARMANDO TEJADA GÓMEZ, mendocino y del mundo de los oprimidos.
    Xenia Mora Rucabado

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  2. Sí, este poeta fue el cantor de los desposeídos, provenientes de ese mundo donde él nació y de donde abrevó su poesía. Fue un hombre íntegro, mente y corazón marcharon siempre a la par. Delia Checa

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  3. y pensar que a esta hora exactamente hay un niño en la calle...

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  4. Maestro de la vida Ojalá supiéramos los argentinos un poco de esta poesía y menos tinelli

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  5. Lo leo y me duele el pecho...que grande el Armando

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  6. Canción de las cosas simples del mismo Armando Tejada me trajo de vuelta medio siglo, cuando escuche recitar de memoria este poema en la residencia de estudiantes. Siempre conmovedor, de urgente vigencia, sí, cómo dormir esta noche si hay un niño en la calle...

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