viernes, 8 de noviembre de 2013

Patricio Foglia




Lugano 1 y 2



Nunca vi a mis padres darse un beso

ni tuve un hermano que me explicara
cómo eran las cosas. Cuando tenía ocho años,
ellos se separaron
y como parte de la división, mi madre
me llevó con ella al departamento de mis abuelos.
Era el departamento más chico del mundo
una pecera para hámsters,
rectangular y transparente, una cocina,
el living, un baño y el cuarto.










Lo que pasaba, pasaba a la vista de todos.

Vivíamos en un complejo de edificios,
peceras sobre peceras,
conectadas entre sí, como en la pesadilla
de un arquitecto que alucina
en una noche una ciudad futura,
una perdida civilización roedora.










Antes, mis padres discutían todo el tiempo.

Después, era mi madre la que discutía
con sus padres, en un ínfimo ring
en dónde nadie era capaz de esquivar los golpes.
De todas formas, yo nunca estuve expuesto
y cada vez que veía que la pecera iba a estallar,
me alejaba, encendía mi tele,
ponía todos mis sentidos
al servicio de mi balsa, mar adentro,
de espaldas a la catástrofe.










Mis padres me usaban de burro de carga

hablando mal, el uno del otro.
Me tocaba transportar material radioactivo
y el líquido espeso de las conversaciones
se filtraba en su goteo
pero a mí no me importaba convertirme
en un burro fluorescente
brillando en medio de la noche.










Algunas noches de insomnio, en plena madrugada

caminaba hacia la heladera.
Era chico y también
uno de los más gordos de la escuela.
No tenía muy claro por qué
pero en medio de la noche, abrir la heladera
y dejarme hipnotizar por su luz
me calmaba. Por eso
me siento amigo de los que roban,
de los que se drogan, de todos esos pibes
en la esquina, esperando.



BioPatricio Foglia nació en Buenos Aires, en 1985. En 2011 publicó Temperley (Editorial En el aura del sauce), reeditado como plaquette en 2013 por Editorial Subpoesía. Coordina, junto con Tom Maver, el blog de poesía e ilustración Malón Malón (www.malonmalon.blogspot.com.ar). 

2 comentarios:

  1. Cuanto corazón, cuanta vida. Gracias por compartirlo.

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  2. "me alejaba, encendía mi tele,
    ponía todos mis sentidos
    al servicio de mi balsa, mar adentro,
    de espaldas a la catástrofe."
    Buenísimo!

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