lunes, 9 de agosto de 2010

Néstor Mux


Ante La Radiografía Del Pie De Nuestro Hijo

Ahora no recordamos si el pie entonces
pateó una piedra o cayó de un árbol mientras jugaba
para quedar ante nosotros aprisionado en esta radiografía.
A pesar de no ofrecer la consistencia de la carne adherida
uno imagina una hoja seca con sus nervaduras
pugnando por flotar en las sombras de la placa.
Porque en su vida real este pie deberá pisar
en medio del amor y la desdicha,
en medio de la plenitud de la tierra y del precipicio,
luego de haber llegado hasta la casa
del único amigo que le quede en el mundo.
Y habrá de caminar con los sueños y el aliento
que tenga para construir su propia historia
complicado en la historia de los otros.
Este pie que continuará al mío
y empujará a ese otro pie que recomience
ya lejos de nosotros y del espacio breve
que ocupamos para comida del olvido.
Porque si bien la muerte y el tiempo
sólo respetarán nuestros huesos
uno no admite, mientras tanto, este recuerdo de mañana,
este simulacro pálido de la eternidad.





El espacio de cada uno

Porque cada hombre
debe continuar reclamándole
a la vida el propio espacio sagrado
que le corresponde desde el principio

probarnos a nosotros mismos
que la campana mutilada
de la razón y la inocencia

continúa volando en medio
de la infinita sordera de la tierra.






Perros atados

Es posible que ese perro atado ladre
a estrellas que lo aturden con señales
o aúlle a quienes lo dejaron vigilando,
para nadie, una casa abandonada.

Los vecinos se quejan porque no pueden dormir,
escuchar la radio o lustrar sus automóviles.

Mientras tanto yo le adivino colmillos azules
como el amor o la muerte y lo imagino altivo
como algunos hombres o como muchos perros.

Porque su sonido tiene algo de delicada insensatez
o de agonía, y ese sonido me acompaña y me persigue.
Porque su ladrido se impone por sobre las voces
desafinadas y rancias de la gente
mezcladas como al fondo de una olla.

Y porque es posible que yo esté atado también,
pero sin su convicción para ladrar y aullar
ahora que siento finalmente que me han dejado solo
vigilando una luz casi deshabitada.






Remolques y memorias

Con el cascajo llevábamos
a los chicos a la escuela;
hacíamos las compras y las mudanzas
o cargábamos las hortensias desde el río.

Un día echó un humo desinflado
y se agotó provisoriamente en las afueras. Con su automóvil, mi padre
lo traía con una cuerda
que no dejaba de cortarse
y yo insultaba a dios y al aire.
Él manejaba con el silencio natural que lo rodeaba
ya que sentía cumplir un deber más
de todos los que cumplía.

Me aseguran que el cascajo todavía recorre
los itinerarios modestos que le imponen.
Mi padre, cada tanto, me recorre
la memoria con su ausencia
y la cuerda apagada de otros día
con la que dejó de remolcarme.


Nota: Nació en 1945 en La Plata. Publicó : “La patria y el invierno”; “Nosotros en la tierra”; “Cartas intimas para todos”; “Como quiera que sea”; “Perros atados”; “Poemas”; “Poesía reunida”; “Cosas que nos rodean”; “Papeles a consideración”y “Disculpas del irascible”, antología.

2 comentarios:

  1. Amo la poesía de Néstor Mux, aprendí a apreciarlo en una antología que para mí tiene mucho valor, tapa celeste, compilado de Leopoldo Castilla, donde además, precisamente, tiene varios de estos poemas. Después he leído más de él y siempre me gustó. Un abrazo.

    Lily Chavez

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