De Vida de un gemelo (inédito)
5
Harto
de la vida sedentaria
quiso
que nos volviéramos nadadores.
En
la pileta de un club,
con
un gorro de goma
comprimiéndonos
el cráneo
y
unas antiparras empañadas
perfeccionamos
nuestro crawl.
Una
mañana,
en
el fondo azulejado de esa pileta
en
la que se lavaban pubis y escrotos
de
todas las edades,
vio
dijo
un
par de zapatos marrones
idénticos
a los que usaba alguien
que
él conoció muy bien.
Me
obligó a sumergirme en ese lugar:
parado
en el fondo como un buzo,
con
tres metros de agua sobre mi cerebro,
no
vi nada más
que
brazos y piernas de señoras anfibias
agitando
el cloro.
No
quiso volver:
nuestra
vida acuática duró menos
de
un mes.
En
eso pienso
mientras
lo veo usar sus antiparras
en
tareas domésticas
potencialmente
peligrosas para
la
vista,
como
la poda de ese arbusto inofensivo.
14
A
veces
acerca
la cabeza a la pantalla
para
mirar la cara
de
los actores porno:
depilados
bajo los reflectores,
sobre
un fondo de imperio romano
o
de oficina,
se
excitan metiendo sus dedos
en
una boca o un ano,
y
él sabe que solamente piensan
en
la técnica:
una
vez
un
piloto que violaba a un pasajero
miró
por un segundo a la cámara,
él
lo vio.
La
pornografía no lo estimula,
menos
las películas viejas
que
lo hacen pensar en la vida actual
de
esos tipos:
uno
pisa los sesenta
y sigue tragando anabólicos
para
metamorfosearse en los gimnasios,
otro
se volvió un pastor protestante,
otro
se murió de sida,
otro
decidió formar una familia convencional
porque
necesitaba hijos
para
sobrevivir.
Es
raro,
me
dice,
pienso
mucho en ellos:
los
imagino prendiendo el auto
en
playas gigantes de estacionamiento,
los
escucho moverse
entre
las sábanas de piezas
a
las que no voy a entrar,
los
veo abrir las heladeras de sus casas
llenas
de comida extranjera,
y
aunque estemos en los polos opuestos
del
planeta
hay
algo que me une a ellos:
yo
los vi eyacular.
24
Después
de un tiempo considerable
volvimos
a nuestra casa natal:
con
una mano atajándonos el sol
nos
paramos en la calle para ver
la
construcción alzada
con
maderas viejas y cemento.
Ahí adentro tuviste tu primer
orgasmo, dijo.
Ahí adentro, dije,
acariciaste la cabeza de tu perro
y la de un muerto.
Ahí, dijo una voz anónima
–y los dos miramos a los costados–
se transformaron en esto.
Cuando
cumplimos ocho o nueve
años,
alguien
puso velas
y
soldaditos de plástico
en
una torta.
Mientras
cantaban alrededor
unas
voces que se volvieron adultas
y
tuvieron hijos para hacer funcionar
la
máquina de la humanidad,
nuestros
pulmones infantiles
soplaron:
el
aire atravesó
los
ambientes de la casa y los muebles
que
fueron cambiando de lugar,
los
modelos de autos usados
que
tuvimos como familia,
el
olor del spray para el pelo de mamá,
la
pileta de lona en el medio del patio
los
vecinos las navidades los huesos de las manos
alargándose
en cinco mil días distintos,
y
algo en el futuro se apagó.
Dos
inéditos (2013-2014)
Estabas
tan quemado en esos días
que
una vez
pusiste
dentífrico en tu maquinita
de
afeitar
y
te cepillaste los dientes:
sentiste
menta mezclada
con
sangre de encías
pero
no dejaste de cepillar.
A
la hora de comer
sosteniendo
un tenedor
pesado
como yunque,
tenías
intermezzos líricos:
volviste
a los montes de tu barrio
volviste
al living de una casa
que
desapareció
bajo
la arquitectura moderna,
volviste
a la tarde en que tu papá
te
metió en un aeroplano
y
te hizo ver la ciudad entera
en
miniatura:
vacas
de pini pon
autitos
de playmobil moviéndose
despacio
en
esa maqueta chistosa.
Pasó
el tiempo
te
domesticaron como a un perro
te
enseñaron tareas elementales
y
un día
alguien
te empujó a la civilización
con
un peinado nuevo.
De
vez en cuando
arañás
las paredes caminás
en
cuatro patas
pero
aprendiste a cerrar la puerta
para
que nadie te vea
*
A
las dos de la mañana
en
un programa de televisión
mujeres
trasnochadas llaman
a
una tarotista
para
conocer su destino.
En
el estudio vacío de algún canal
ella
tira las cartas
mientras
titilan atrás las estrellas
de
un fondo digital:
Sandra
de sagitario
entró
Júpiter en cáncer
veo
un varón dice
y
todas las mujeres y yo
nos
acostamos creyendo que el
universo
tiene
reservado algo especial
para
nosotros.
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