lunes, 3 de mayo de 2010

Ariel Williams


gente
como pedazos de luz, de olor, de sonido,
nos entra la gente a horas intermedias
o detenidas


1.
afuera se escuchan alpargatas y moscas,
pisadas entrando al pedregullo;
pasan hombres cantando y con olor a sal,
el cuchillo poroso de un gargajo rompe la noche;
una risa y un perro que es sonido
en los barriales oscuros;
alguien cae a la sombra donde rueda
un vaso,
donde el dedo de dios acaba de señalar
a un corazón que se duerme

2.
ya bien temprano se huele el frito, gente
que acompaña la mañana con empanadas;
la ventana de la cocina es un cubo amarillo
en el madrugón
cuando se degüellan los gallos;
lo demás es todo oscuro,
bien molido de tierra negra;
dos pinceladas de un cuerpo de mujer
se mueven en la penumbra de una pieza,
es la misma mujer que me quemó de baba,
contra el cerco, hace dos veranos

3.
la barra de neón tiembla e interrumpe
la realidad,
se apaga, deja gusanos temblando
en el cilindro de vidrio;
los pasos caminan por el mundo oscuro
de la noche,
pasan junto a varias ventanas iluminadas,
se juntan con un perro;
entran en otra oscuridad,
encienden una luz más amarilla

4.
los gallos vuelan de voz puro cogote,
levantan del zanjón negro el alma
de los dormidos;
hay quienes se arrastran a media tierra
y ponen a quemar el agua,
hay otros que se hunden en el occipucio
de la frazada
y desalojan de la próxima luz
toda la parte puerca de la maquinaria;
ella viene lo mismo, más pura y más indigna
que la muerte.

5.
el parloterío de las personas de ropa oscura,
faldas negras, sombreros de fieltro, cintas
en las mangas de los sacos,
se para cuando bufa el carromato en el barro
y bajan las tablas, las flores, los velones,
las aceitunas, el violín;
las mujeres untan al muerto
con sus manos como calamares,
revolean los ojos, escupen en el piso;
los hombres acomodan el caballete
y se dedican a sudar aguardiente y humo;
asique parece que alguno se fue
con la yaya negra

6.
el tipo ceñudo va armando cigarros
y los apila en la mesa;
hace la pirámide de keops, kefrén y micerino;
el ventilador cuelga del techo y degüella
el calor;
el hombre está en el pozo más central
de la temperatura,
el lugar de los dedos sudados;
si hubiera un pianista, tocaría
la mazurca del pegajoso
y después habría que desenredarle los dedos
con vinagre

7.
por la pendiente abajo, los que rodaron
fueron los que durmieron;
quedaron apilándose justo cerca del agua,
que va lejos;
uno se fue con la húmeda,
porque no vino a reponerse después de tanto
sueño;
se le durmió todo lo que le quedaba de gente


ciudad-loma
el cielo tiene lugar adentro de otro instante
que fue vivido y muerto al mismo tiempo
por una sola persona, para siempre

“Notre ombre fait suite á nos mains.”
Pierre-Jean Jouve.


1.
sonido de las luces entrando a ciudad-loma:
son y son luces perdidas en caídas oscuras,
olor a pescado,
callejas que dan a unos acantilados negros,
barro endurecido en cosidas y costurones
-todas las huellas están parando en estas calles
y los peces nacieron o llovieron en la oscuridad
del barro-;
los postes de luz ondean y erizan las distintas lomas
donde las huellas tiemblan, cuerpos grises
en los pies desnudos -revientan bajo las cubiertas
como bolsas de carne desinflada

2.
la pieza del hotel da al murallón de la noche,
en algún lado murmuran los músicos, muerden
lo negro unas luces púrpuras en la lomada
- “solestoy, mufun suguirru, humu”, escucho-,
y sí, digo, mufun suguirru, humúo, humúo;
se corta la luz en ciudad-loma y duermo
ahumado en la colcha, fresco,
con el cuerpo hundido como en grasa de tocino;

al despertar, veo en el fondo de la barranca
unos esqueletos de “niños”
3.las carnicerías se abren a la mañana fría,
muestran pulmones de “niño”, que cuelgan
como ristras de grandes sexos morados o
como insectos extraños del mar negro;
por las calles chorrea el agua jabonosa
que desciende al piso de las almas:
con ella baja el secreto o la sangre
del caballo triste, del hombre dos veces,
de la sábana temblando

4.
antes de que cierren la toma y se hunda
ciudad-loma en el mar negro,
desemboco en un pasaje que lleva a una serie
de patios, donde ya encendieron las velas:
atravieso gritos y tumultos de chicos,
canciones suaves de mujeres escondidas,
el humo acre de un asado de “madrecita”
que prepara un viejo, sentado en la tierra:
me alarga un vaso de vino y me invita
a comer; me siento en la tierra caliente
a la luz de las velas, muerdo la carne,
entro en el mundo luminoso del vino:
sueño un patio al que nadie ha llegado
donde duermen los restos del que busco:
despierto al cielo frío, atravesado
por nubes lentas como joyas

5.
muerto, el que busca está muerto,
dice el pianista manco, antes
de tocar con su única mano;
está muerto, repite, cuando viene
el turno de la mano ausente
y en su voz suenan dedos apagados
que escucho igual, como tacto
en el cuerpo;
el hombre requinta su sombrero
y sonríe y retoma la melodía;
en el otro silencio de los dedos
muertos, salgo a la calle:
su amigo, dice, me iba a comprar
un brazo ortopédico este año,
para navidad,
y su mano sola
vuelve a estar sola

6.esplendor de los bajos fondos, cuando ciudad-loma
oscurece y tiemblan
las velas,
cuando con dientes cuadrados se muerde carne aromática
de animales muertos
- fritos terribles, vinos pesados como barro -,
y se entra al humo hirviente y gritado
de las gallerías,
se aliviana la vejiga en patios apartados,
donde duermen los perros:

entro en mí caminando por un pasillo embaldosado
con una mujer de ojos neutros

7.
la mujer neutra me lleva al puerto entre dos lomas
-pasamos por canales simétricos, iguales, perfectos,
con un agua extraña que sube,
cerca del lago donde viven los pulmones;
el cielo es una pantalla blanca helada;
paramos a tomar un trago en un tugurio,
un trago quemado por el cristal en medio
de la luz
-recuerdo otra vez que voy a la sombra-;
la luz traza una raya definitiva sobre la última
sílaba del sol
en esta zona fría donde la tierra es vidrio negro;

yo soy la mujer neutra.



Extraño desmí

llegaba a la conclusión de uno y otro “mí”
como a una fiesta terminando en puntos
con una aureola de rodillas últimas
que dejaron sus huellas en la alfombra
con unos pájaros caídos para arriba
y entrando en deflación de dioses
con unas manos que no usaban piel
tocando así el dolor lento de los pisos
y dejando unas huellas pterodáctilas
como las rosas marchitas
de sus no y no y
tampoco
con un vuelo de moscas azuladas
que hacían sonar sus trompetitas tristes
sobre la piel del día
llegaba a esta terminación de “míes”
como al final de la gestión de un padre,
y así con la pregunta repetida de los muertos
adentro de la noche
y así con las distintas personas que recorre
un hijo:
un “vos” un “él” un “mí”
y casi nunca un “yo” colgándose en la lengua
porque el hijar es lengua sin “yo”
que se trae sus preguntas como cuerpos
escondidos,
y porque el “mí”
es el objeto del mañana del padre

Nota:Nací en Trelew (provincia del Chubut) el 14 de marzo de 1967. Entre 1988 y 1992, cursé la Licenciatura en Letras en la UBA. Desde 1993, trabajo en la docencia, tanto en instituciones de Nivel Medio como en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Fui miembro fundador de la revista El perseguidor.
Participé en los talleres de creación poética (2000), organizados por la Fundación Antorchas y la revista virtual Revuelto Magallanes, y coordinados por Arturo Carrera y Diana Bellessi. Entre los años 2000 y 2004, formé parte del Grupo Literario Verbo Copihue, con el que participé en la organización de cafés literarios, recitales de poesía y jornadas académicas. Fui co – editor de la revista virtual Verbo Copihue – Letras Patagónicas. Obtuve una Mención Especial en el Concurso de Poesía Olga Orozco (2008).
En 2000 nació mi hijo, Ioan, y desde ese año resido en Puerto Madryn. Libros publicados: Viaje al anverso (Ediciones del Desierto, Trelew, 1997), Lomasombra (Terraza Libros, Bs. As., 2003), Conurbano sur (Editorial Limón, Neuquén, 2005) y Los fronterantes (El Suri Porfiado Ediciones, Bs. As., 2008).

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