miércoles, 10 de febrero de 2010

Eduardo Ainbinder



También las generaciones venideras


tendrán su objeto muerto del futuro
a quien acudirán puntualmente a decir: “Tú me sobrevivirás”.
Sin temor a equivocarme, ya que permaneces innominada
en la lista de bajas del destino,
acudo a soplarte en la nuca: “Me sobrevivirás”.
Sin embargo, no soy un ingeniero,
puedo permitirme errores de cálculo,
soy el principal proveedor de esta tragicomedia,
¿no me creen? mejor así;
cuando las creederas y las asentaderas del gran público se juntan
ocurre lo peor; transformándose al tiempo en puras asentaderas,
hurtándole el procedimiento a la época
de practicar una lenta expiación
a través de un cristal de aumento
hasta en los actos que se cumplen
a puertas cerradas como la defecación,
si es que hoy en día tal acto no se cumple incontinenti
a la vista de todos, a la medida de cada uno.
Será –digo yo– por la corriente tendencia de la plebe
a desarrollarse en una síntesis superior
sólo de la cintura para abajo.



Instrucciones para sostenerle la vela a una anciana


Si la materia no contuviera
sus propias leyes de autodestrucción
es probable que un demiurgo previsor
dejase precisas instrucciones
para la destrucción de lo rosado
blanquecino, beige, azul y oro,
lo rojizo, verdusco o incoloro,
en fin… de todo lo creado.
Pero las “Instrucciones para sostenerle
la vela a una anciana” son más bien imprecisas.
En ellas no figura cuánto tiempo
hay que sostener la vela,
si hasta el fin de nuestros días
o hasta que las pupilas se nos vuelvan cuadradas.
Y lo más preocupante, inquisidor de la conciencia,
si en todo caso cuando la vela se consuma
quien la sostiene estará muerto
y la anciana vivirá para contarlo.


Si atravesara

palacios y jardines imperiales, escaleras, patios, puentes colgantes,
y más patios, más espinosos jardines, hasta ganar la calle,
si recorriera ciudades enteras
abriéndose paso entre la muchedumbre,
aunque esto no podrá suceder ¡no será para tanto!
Pero si sucediera y por fin se presentara en tu casa
el peor de los donjuanes
antes de ejercer una suave presión sobre el timbre
sentiría un vértigo antiguo tal si el mundo aún se sostuviera
sobre cuatro elefantes ¡no será para tanto!
Aunque esto nunca, nunca podrá suceder,
pero si sucediera; ¡pueriles noches, amigos!
aún faltarían ochocientos años
con sus mañanas, tardes y noches pueriles
para que el peor de los donjuanes
se interponga entre tus ojos y el paisaje.
En todo caso estarás en tu ventana
sin tener en qué poner los ojos,
el peor de los donjuanes no es alguien
que se espera en una casa iluminada
aunque permanezca una lámpara encendida
para recibir a los insectos ¡no será para tanto!


Nota:Eduardo Ainbinder (Buenos Aires, 1968) es un poeta argentino. Participó en la revista 18 Whiskys publicando allí sus primeros poemas. Editó las colecciones de plaquetas de poesía Mickey Mickeranno y Jimmy Jimmereeno. Edita la revista Tupé. Es librero bibliófilo. Sus libros circularon en ediciones de unas pocas decenas de ejemplares hasta la publicación, en 2007, de su obra reunida. Su estética fue definida como de "un lirismo no sentimental" y de un "vanguardismo discreto" por Damián Tabarovsky en la edición de la obra reunida del autor por el sello Interzona titulada “Con gusano”.

2 comentarios:

  1. German: me gustó tanto tu Blog (y sus protagonistas) que lo puse en la lista del mio... Un abrazo desde Brasil.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Gabriel...te agrego a mi lista de blogs.Un abrazo.

    ResponderEliminar