jueves, 18 de febrero de 2010

Marina Serrano


Tibias

Donde sea que ella se encuentre
las cosas se vuelven lentas,
animales invisibles y pequeños
devanan madejas algodonosas
y cuelgan de cuerpos abiertos
como su pollera.

Las tibias, especialmente largas
subyacen a la carne, a la piel,
desde el tubérculo
descienden por el borde filoso de quilla
y se expanden, mesetas
abiertas a cóndilos femorales
sostienen, les permiten rodar, deslizarse
convierten lo plano en limitante
y dejan abierta la inminencia de la catástrofe
al movimiento no permitido.

Las tibias se adelgazan en sentido caudal
pero las tibias largas lo hacen aún
más lentamente.



Cambiarse los pantalones

Inspira,
la ligera extensión de su espalda
levanta la remera,
apoya los dedos sobre las crestas ilíacas
y los hace descender, hundirse bajo la tela
uñas, falanges, metacarpos.
El pulgar como anzuelo
lleva los pantalones hasta las rodillas.

Se sienta en el banco alargado
y tira de las botamangas,
cada pierna queda
con su zapatilla y su media,
cada pierna
a un codo de la otra.

Caigo arrodillada
me abrazo a sus muslos,
los cartilagos nasales se amoldan
a su ropa interior, ningún perfume enturbia
su sabor natural,
corro la tela con un dedo
y adhiero mi lengua. Regreso
a un estado primitivo de placer.



HIV Positivo

Veinte años. Sexo masculino. HIV positivo.
Caída de altura. Estado de conciencia:
coma inducido.

La escama del temporal
partida, desencajada.
El contrafuerter anterior
sin solución de continuidad
ofrecía una certeza:
el cráneo ya no era
una pieza única, sólida y resistente.

No abrió los ojos mientras lo aspiraba,
gracias a Dios.

La sangre oscurecía rápidamente
el lado desestructurado,
corría entre los tejidos, sobre los tejidos
la sonda no daba abasto,
mocos, drogas, virus, en mis guantes
subían
se acercaban al borde elástico
comenzaban a infectar
a llenarme, a llevarme
con él, con esa
impericia despreocupada de las cosas.

Linfocitos aglutinados
cuerdas brotadas en las correderas
y mis palmas supinadas
abrían los dedos al aire,
siete gramos de puro ojo se aplastaban
en el piso de cada órbita.

La hibernación acabó.
Una presurosa carga viral
liberó su gula y tuve fiebre,
adelgacé como un etíope,
comencé a respirar neumonía,
sufrir la negación del sexo,
del amor, la piel intacta,
llorar a moco tendido
el tiempo doloroso que me resta.

Caminé hasta la punta de la cama,
intenté hablar de otra cosa,
deshacerme de la idea,
pero fue imposible,
la espalda resbaló por la pared
y morí con él

Nota:Nació en el año 1973 en Quequén, prov. de Buenos Aires. Publicó: Formación hospitalaria (Sigamos Enamoradas, 2006) y La diástasis de las tibias largas (Sigamos Enamoradas, 2008).

2 comentarios:

  1. había escuchado su nombre pero no conocía su poesía. tiene un estilo muy personal. me gusta. gracias german

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  2. Si...estoy de acuerdo con vos Maritza.Un estilo muy personal...Un abrazo.

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