miércoles, 22 de septiembre de 2010

Diana Bellessi


El jardín

He construido un jardín como quien hace
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
allí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos -dejarse ir- para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.

Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror
si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.

Tener un jardín es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere, mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado,
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here amor, pero sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero








El rehén escapa


Veranito de julio si las plantas
se extravían y yo también. Mis pies
caminan como raíces y adelante
está esa lámina que mi madre
recuerda, la escuela, sus nueve años:
Lámina de la vaca pastando

Y ella dice que decía: "qué digo,
qué escribo, he ahí una vaca, ahora qué"
Angustia frente al objeto rotundo
que en su descripción no se despliega
"Cómo celebro o discurro frente a esta
vaca que ocupa todo el lugar".
Hasta que alguien le dijo: "mirá detrás"
Y mi madre: "¡claro! me dije: leche,
queso... para que sirve y lo demás"
Mis ojos brillan ante la anécdota
oída mil veces, ahora plena
Y sigo con ella: "sí, le salen alas
y por la noche vuela tu vaca
pastando nubes y el trébol brilla
en sus ojos de rocío y pampa...
la vaca ah tu vaca". "No tanto"
me dice ella, y se ríe viendo
que nos vamos lejos por la ventana
de la escuelita, aquella lámina
que aún recuerdo y agrega: "seguro
que allí está, en la pared colgada"
bajo tortura o galopando magia
sin permiso la vaca, la preciosa
complicidad de verte madrecita
como yo a veces un tanto extraviada

Esto es aquello que en el otoño
la vida te regala





Love story


Estábamos
tomando mate en su rancho
bajo un mediodía de oro
en las riberas, San Pedro
era y ella
doña Aurorita López
Iban y venían tramos
de vida con el amargo
Los vecinos,
la miseria, el que está
en el río come, dijo,
Dios y Evita y qué ojos tiene
m'hijita
hasta que el relato ancló
en su hombre escuchando manso
mientras hacía el estofado
Supe ser
buenamoza dijo y aquí
amarró su barco un hijo
del gringo Ford. Me propuso
matrimonio
Consulté a mi padre y él
que sabía yo esperaba
al que hoy es mi marido
sirviendo
de soldado allá en el sur,
me miró de frente y dijo:
"Sepa usted y para siempre,
el corazón es una achura
que no se vende"





Día del perdón

De todas las cosas que me han pasado en esta vida
son las inocentes las que recuerdo con hondura
y más mientras los años a disparada como potros
en una estela de polvo también pasan y pasan,
pero el vicio nunca acaba de andar así ensuciando
esa claridad solita que viene por encanto
y por gualicho bruto se va de andar pensando fiero
o pensando mal de esto o de aquello y sobre todo
de la siempre linda inocencia franca para darle
a los demás y más aún de la que tienen los otros
o ganas de tenerlas de seguro como yo,
dar y recibir así de ida y vuelta y natural
si miramos bien las cosas qué fácil es perderse
en belleza inocente que no calcula porque ve
solamente hondura o ese espesor de la vida único
al hacer las cuentas donde es llamado el instante
que no nos dio cosa ninguna más que el alma entera
y sabionda de saber nada se lleva y sólo fue

ganar fue seguir en la montura sutil del viento


Nota: Nació en Zavalla, provincia de Santa Fe, Argentina, en 1946.
Ha publicado los siguientes libros de poemas: Crucero ecuatorial (1981); Tributo del mudo (1982); Danzante de doble máscara (1985); Eroica (1988); Buena travesía, buena ventura pequeña Uli (l991); El jardín (l993); Sur (1998); Mate cocido (2002); La edad dorada (2003); La rebelión del instante (2005); Tener lo que se tiene (poesía reunida, 2009).

3 comentarios:

  1. la achura que no se vende es una de las cosas mas geniales que lei en mi vida. y me sigo yendo a dormir acariciando tener lo que se tiene.

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  2. "la achura que no se vende" es lo único bueno que tiene el poema... El resto parecen los versos que escribía mi tía Dolores, que en paz descance.

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