miércoles, 8 de septiembre de 2010

Graciela Perosio



***

Abandoné mi personaje, y se deshizo el argumento.
Quedaron siquiera lamparazos,
relumbrones sorpresivos y breves,
fantasmagorías de perfiles
en el evanescente teatro de la vida.
Me senté a esperar
y aprendí a ver los hilos
que nos manejan como marionetas.
Hilvanes que tal vez, nosotras mismas tendimos
como peligrosas madejas del pasado.
Comencé a destejer, lavar la lana,
(enderezar la endecha)
y, calzado el cordón en el huso,
nuevamente arremeter en el telar del tiempo.

Vi también, al final, la tarea habitual amanecida.
El gran secreto de estar solo en los actos.





***


el adolescente entró al locutorio
al sentarse frente a la computadora alzó sus brazos
para sacarse el buzo que arrastró la remera enrollada
vi el vientre plano y moreno:
un triángulo de vello negro crecía
desde la base del ombligo hacia el pecho.
pensé en una mano pequeña recorriéndolo
pensé en la radiante vibración de esa piel
la carne desnuda grita –perentoria-
su fragilidad,
pero el adolescente ignoró por igual
su indefensión
y mi mirada.





***

Siempre hay un poco de dolor que queda.
un instante filoso que recuerda
la carne perentoria, las miserias,
el oscuro miedillo de la muerte, la callada.
Sólo aguardar que pase y se deslice
como agua que sueña una cascada.
Sostener aún la ternura de lo humano,
El tibio olor de la materia corruptible
pero, con un corazón que intuye otra manera,
otra respiración completamente afuera.
(Alguna vez nos darán vuelta como a un guante.)

La estrella, el roble y yo seremos pura savia
Que vuela a la velocidad secreta de la lámpara.






***

guardo un tesoro en un sencillo tiesto de barro
colgado de la urbana reja del balcón.
son raíces de junquillos silvestres
medrando en un terrón de tierra pampeana.
al promediar el invierno, cada año,
asoman verdes puntitas
que se convertirán en alegre cabellera cimbreante.
y sobre ella, delicados plumerillos claros
que, casi en primavera, constelan
como estrellas blancas, celestes, azuladas
la repoblada cabeza de maceta.

ese ramo sencillo y eficaz,
puntual e inequívoco,
enciende en mi pecho la gratitud
por lo cabal.



Nota:Graciela Perosio nació en Buenos Aires en 1950. Egresada de la Facultad de Historia y Letras de la Universidad del Salvador. Dirigió el Departamento de Extensión Cultural del Instituto de Cultura Religiosa Superior. Recibió la Beca de Investigación del Fondo Nacional de las Artes para estudiar la obra del poeta argentino Carlos Latorre. Ha publicado siete libros de poesía: Del luminoso error, Brechas del Muro, La varita del mago, La vida espera, La entrada secreta, Regreso a la fuente y Sin andarivel.
Desde 1978 coordina el taller Las voces, dedicado al estudio y fomento de la creatividad aplicada a la escritura. Su obra ha servido de inspiración a otros artistas destacándose la muestra escultórica sobre La vida espera que Aroldo Lewy hiciera en el Museo Luis Perlotti. Por otra parte, un grupo de jóvenes que investiga las posibilidades de las perfomances multimediáticas, bajo la dirección de Elizabeth Dib, ha montado dos de ellas como comentario a Regreso a la fuente (Centro Cultural de la Cooperación y Casa de la Lectura,respectivamente) Su obra está siendo traducida al portugués y al italiano, habiéndose difundido por diversas publicaciones gráficas y sitios de la red.

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